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El Barcelona sufrió el golpe más duro de su historia cuando Alfredo se vistió de blanco
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controvertido fichaje por el Real Madrid

El Barcelona sufrió el golpe más duro de su historia cuando Alfredo se vistió de blanco

Su llegada provocó un verdadero terremoto en el fútbol español al tiempo que convirtió al Real Madrid en el mejor club del siglo XX. El inicio de una leyenda

Foto: Di Stéfano y Paco Gento en una imagen de archivo (Reuters)
Di Stéfano y Paco Gento en una imagen de archivo (Reuters)

Si el Real Madrid es el club más grande de todos los tiempos lo es por el influjo de la figura de Alfredo Di Stéfano (Buenos Aires, 1926-2014, Madrid). Un impacto de valor incalculable en lo sentimental que se tradujo en numerosas alegrías para la parroquia merengue. En los 22 años que conforman el periodo que va desde 1929 hasta 1953, el Real Madrid sólo fue capaz de ganar dos Ligas (1932 y 1933). Tras el aterrizaje definitivo del jugador argentino, el conjunto blanco ganó 8 Ligas, cinco Copas de Europa, dos Copas Latinas y una Copa Intercontinental. Un jugador único que a punto estuvo de vestir la camisola del FC Barcelona, pero una serie de extrañas circunstancias desbarataron aquella posibilidad. Más allá de las luces y sombras, de las interpretaciones interesadas y dispares según el prisma con que analicemos su desembarco en el conjunto blanco, todas las teorías convergen en un punto: su llegada provocó un verdadero terremoto en el fútbol español al tiempo que convirtió al Real Madrid en el mejor club del siglo XX.

Corría la temporada 1948-1949 cuando los jugadores argentinos se declararon en huelga en protesta por la descompensación entre los salarios que percibían y los ingresos que amasaban los clubes. Di Stéfano, por entonces delantero de River Plate y ya considerado como la principal figura del fútbol argentino, lideró las reivindicaciones aunque sus emolumentos superaban ampliamente la media de la competición. Una muestra de su compromiso con la justicia y la dignidad que le acompañó durante toda su vida. Cuando al año siguiente el orden se reestablece es demasiado tarde. Aunque sin mucho convencimiento, Di Stéfano termina volando a Colombia para jugar en el Millonarios de Bogotá, club con poderío económico que había iniciado una campaña de reclutamiento para pescar a las estrellas argentinas en paro.

En aquel momento no se requería transfer internacional, puesto que el campeonato colombiano figuraba fuera del control de la FIFA. En conclusión, los jugadores que militaban en su liga no contaban para las competiciones de selecciones. Todo cambió con la rúbrica del ‘Pacto de Lima’. Según este pacto alcanzado el 26 de octubre de 1951, la FIFA reconocía a los clubes la propiedad sobre los jugadores del conflicto hasta el 15 de octubre de 1954, con posibilidad de prolongar esta fecha hasta el 31 de diciembre de ese mismo año. Hasta esa fecha, los jugadores serían propiedad del club, pero una vez se cumpliera, los derechos de estos jugadores volverían a sus clubes de origen. Por tanto, Di Stéfano sería jugador de Millonarios hasta el 31 de diciembrede 1954 como mucho, pero a partir del 1 de enero de 1955 volvería a ser jugador de River Plate. Un jugador y dos equipos: un presagio del embarullado vodevil que ocurriría poco después.

Esas navidades Di Stéfano se declara en rebeldía y decide no volver a Colombia. Millonarios, que alega haber pagado 4.000 dólares de la época al jugador en concepto de anticipo, le denuncia ante la FIFA, que pone en conocimiento de las federaciones nacionales (argentina y colombiana) la imposibilidad de acometer su fichaje. Con el jugador en Buenos Aires atrapado entre dos mundos, el Barcelona, ávido y con la urgencia de sustituir a un enfermo Kubala, llama a la puerta (una de las dos que había que abrir) primero. El 17 de junio de 1953, Pepe Samitier, por entonces secretario técnico del club azulgrana, llega a un acuerdo con River para hacerse con los derechos de Don Alfredo a partir de 1955 a cambio de 4.000.000 de pesetas. Por su parte, el presidente azulgrana, Enrique Martí, intentó sin éxito cerrar la otra mitad del traspaso. Con el Barça disputando en la vecina Venezuela la Pequeña Copa del Mundo (Mundialito de clubes de la época), Martí voló a Bogotá para ofrecer 1.350.000 pesetas como contrapartida a los derechos del jugador hasta 1954. Cantidad insuficiente para cristalizar el compromiso.

Martí se hizo sus propias cábalas a fin de anular el poder en la negociador de Millonarios. “Di Stéfano jugará por el Barcelona aunque deba quedar un año inactivo, y no actuará en ningún otro club. Hemos pagado un millón de pesos argentinos [primer plazo del fichaje] por el traspaso de Di Stéfano a River Plate, y si Millonariosno acuerda también el traspaso, Di Stéfano quedará inactivo durante un año, y luego jugará con el Barcelona cuando en julio de 1954 termine la opción que actualmente tiene Millonarios, y único club con derechos sobre él”, relataba en el extinto Diario Pueblo.

Mientras tanto, Di Stéfano, tras varios meses en el dique seco,viajó a la Ciudad Condal junto a su mujer Sara y sus hijas Nanette y Silvana. Allí pasó tres meses entrenando con los azulgrana, incluso disputó tres amistosos con ellos. De ahí las fotos del delantero que figuran en los archivos con la zamarra culé. Sin embargo, la historia habla de un trato disperso por parte culé con el jugador, que se sentía menospreciado por el club catalán. Un sentimiento de desafección que alcanzó su máxima expresión cuando el Barça dio síntomas de agotamiento e intentó vender la parte de los derechos correspondiente a River Plate a la Juventus.

En Madrid, atento a los movimientos del rival que le había comido la tostada en los últimos años, Santiago Bernabéu mandó a Raimundo Saporta a Bogotá para hacer lo que no había podido hacer Martí: convencer al presidente de Millonarios. 1.800.000 pesetas (450.000 más que la oferta del Barcelona) desbloquearon la situación en favor de los blancos. Es en este escenario cuando surge la famosa frase de Bernabéu a su emisario: “Dile a Alfredo que aunque sea para pasearse por La Castellana, le pagamos un millón de pesetas al año”, rememoraba tiempo después el directivo blanco. Dicho y hecho. A tan suculento mensaje le fue unido el pago de una cantidad en efectivo, un poderoso elemento del que Di Stéfano empezaba a adolecer en Barcelona.

Cada equipo tenía la mitad de los derechos del jugador, algo que les impedía tramitar la solicitud de licencia para la campaña 1953-54: el Barcelona necesitaba que el Madrid cediera sus derechos, y el Madrid no podía hacer otro tanto sin el visto bueno del River Plate, que había vendido sus derechos al Barcelona. La FIFA comunicó a la Federación Española que no se tramitara licencia ninguna a Di Stéfano mientras no se aclarara esta situación. Se necesitaba un acuerdo entre ambas partes. Ante la incapacidad para encontrar una solución, la FIFA aparece en escena para nombrar a Armando Muñoz Calero para que mediara en el conflicto. El miembro del comité ejecutivo tira por la calle del medio: Di Stéfano jugaría una temporada en el Real Madrid (1953/54), otra en el Barcelona (1954/55), para repetir de nuevo el ciclo (Madrid en la1955/56, y Barcelona en la 1956/57). A partir de esa cuarta campaña, de nuevo habría que encontrar un punto en común

La decisión salomónica no fue del agrado del presidente Martí, que presentó su dimisión poco después. Había más. El último fleco era impedir que se hiciera efectiva la norma de laDelegación Nacional de Deportes por la que se impedía la participación de jugadores extranjeros en la Liga. El General Moscardó, mandamás del mundo del deporte español durante buena parte de la dictadura, recibió un recurso de los dos equipos. Real Madrid y Barcelona argüían que las negociaciones por Di Stéfano eran anteriores al 24 de agosto, fecha en la que entró en vigor el polémico punto del reglamento. Luz verde y todo en orden. al fin, el 23 de septiembre de 1953, ‘La Saeta Rubia’ se estrena en la derrota ante el Nancy francés (2-4). Marcó un gol en lo que definió como “uno de los momentos culminantes” de su vida.

Menos de un mes después, el 14 de octubre, en un arranque sorprendente, Agustín Montal, presidente de la comisión gestora que dirigía el Barcelona ante el vacío en la presidencia dejado por Martí,renunciaba a los derechos sobre Di Stéfano. El día 23 de ese mes, la decisión quedaba refrendada en un acuerdo con los merengues, que se convertían en propietario único del jugador a cambio de 4.405.000 pesetas. Un montante con historia: era el importe desembolsado por el Barça a River Plate, además de los intereses del pago aplazado que también tenían que abonar los madridistas al equipo argentino. Caprichos del destino, sólo dos días después de aquello, madridistas y barcelonistas se veían las caras en el antiguo Chamartín. Manita de los blancos con dos goles del argentino. El inicio de una leyenda. El final de una batalla que inició una ‘guerra’ que vivirá eternamente con nosotros.

Si el Real Madrid es el club más grande de todos los tiempos lo es por el influjo de la figura de Alfredo Di Stéfano (Buenos Aires, 1926-2014, Madrid). Un impacto de valor incalculable en lo sentimental que se tradujo en numerosas alegrías para la parroquia merengue. En los 22 años que conforman el periodo que va desde 1929 hasta 1953, el Real Madrid sólo fue capaz de ganar dos Ligas (1932 y 1933). Tras el aterrizaje definitivo del jugador argentino, el conjunto blanco ganó 8 Ligas, cinco Copas de Europa, dos Copas Latinas y una Copa Intercontinental. Un jugador único que a punto estuvo de vestir la camisola del FC Barcelona, pero una serie de extrañas circunstancias desbarataron aquella posibilidad. Más allá de las luces y sombras, de las interpretaciones interesadas y dispares según el prisma con que analicemos su desembarco en el conjunto blanco, todas las teorías convergen en un punto: su llegada provocó un verdadero terremoto en el fútbol español al tiempo que convirtió al Real Madrid en el mejor club del siglo XX.

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