Diego Costa se lleva deberes para sacar nota en el examen de un Mundial en su casa

Diego Costa admitió que traía a su primera concentración con la selección española cierto nerviosismo. Después de la expectación creada, no quería decepcionar, al mismo tiempo que quería comprobar cómo caía en la rutina de un grupo que junto desde hace años ha cosechado todos los éxitos. Del Bosque cree en el hispano-brasileño. El seleccionador ha llevado con el temple que le caracteriza los difíciles meses que han precedido al debut, donde el delantero atlético ha renunciado a jugar para su país natal el Mundial que se jugará precisamente allí, en Brasil.

Le espera un torneo cargado de gran presión por este motivo. Pero más allá de todo eso, futbolísticamente Costa ya sabe que tiene trabajo extra para convertirse, como quiere Del Bosque, en la nueva arma de España, el ariete que traiga aire fresco y otras alternativas al ataque de la Roja.

El amistoso ganado ayer aItalia, en su estadio habitual, el Vicente Calderón, sirvió para constatar que Costa debe adaptarse a una forma de juego muy diferente a la que ha desarrollado con Simeone y que le ha llevado a estar en boca de todos. El delantero de Lagarto no tiene que replegarse, no tiene que lanzar la presión para que le sigan sus compañeros y, lo peor para su juego, no cuenta con metros para galopar con o sin balón de manera desbocada causando estragos en la defensa rival.

Cuando vista la Roja (o la nueva negra, como este miércoles) ya sabe que le toca ser referencia de un equipo dominador. Esfuerzos más puntuales y contenidos. Y se le requiere mayor inteligencia en cada acción sin balón, para permitir que detrás de él se muevan con mayor libertad el puñado de ‘pequeños’ talentos que garantizan la posesión siempre a España.

Su agresividad deberá encauzarla en jugadas mucho más concretas, y deberá destacar su oportunismo para remachar las combinaciones rápidas y precisas que acabarán en sus botas o su cabeza cerca del área pequeña.

“Puedo dar mucho más de mí”

En la primera mitad estuvo más activo que en la segunda, cuando la entrada de Silva le convirtió en el mejor espectador de las diabluras del canario, junto a Iniesta, Thiago o Pedro, como en el único gol del partido. Pese a entrar poco en juego, aunque acabó enfriándose por ello, las ganas no se le gastaron y buscó la jugada siempre que pudo. La vigilancia de los defensas italianos cerró todas las puertas a cualquier acción clara.