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El progreso ha matado la mística del vetusto Maracaná para convertirlo en un estadio más
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ESPAÑA VUELVE A PISARLO 63 AÑOS DESPUÉS DEL GOL DE ZARRA

El progreso ha matado la mística del vetusto Maracaná para convertirlo en un estadio más

El progreso llega de la mano del cambio, de la mejora, pero no siempre se cumple la máxima de que lo nuevo sea mejor que lo

Foto: El progreso ha matado la mística del vetusto Maracaná para convertirlo en un estadio más
El progreso ha matado la mística del vetusto Maracaná para convertirlo en un estadio más

El progreso llega de la mano del cambio, de la mejora, pero no siempre se cumple la máxima de que lo nuevo sea mejor que lo anterior. Con Maracaná, terminó que significa 'pájaro verde', el dicho se cumple a la perfección al ciento por ciento. Nada queda del mítico estadio, de nombre original Mario Filho, que llegó a meter dentro de sus gradas a 220.000 personas, tal y como afirmó Joao Havelange en la final del Mundial de 50 pese a la capacidad oficial que no iba más allá de los 173.850, aunque el 31 de agosto de 1969, en un Brasil-Paraguay llegaron a entrar de manera oficial 183.341 aficionados. Poco importaba la seguridad, en aquel mítico estadio se amontonaban los aficionados con tal de ver pisar el césped. Nadie veía el fútbol sentado. Todos de pie. Lo único que importaba cuando pisabas Maracaná era ver jugar al fútbol. El cómo era lo de menos. Al menos han respetado su ubicación y continúa estando sobre los cimientos del pasado y en pleno barrio de Maracaná.

Hoy en día, el estadio que pisará España nada tiene que ver con ese en el que la grada vibraba y se movía cuando los seguidores del otro lado del campo se ponían a bailar. Hoy, Maracaná ha pasado de ser una reliquia del fútbol a una joya arquitectónica que muy poco tiene que ver con el sabor del deporte y mucho con el confort, la seguridad y el negocio. Ahora, el templo del fútbol no pasa de ser uno más dentro de esos estadios imponentes en el que el metal y los colores se imponen a los recuerdos. Su aforo ha quedado reducido a los 78.500 espectadores, todos ellos cómodamente sentados, por supuesto.

63 años después del mítico gol de Zarra ante Inglaterra y la goleada sufrida ante Brasil y que sirvió de colofón al cuarto puesto del combinado español en el Mundial, España vuelve a Maracaná. Ghiggia, único futbolista capaz de silenciar a la torcida brasileña con su famoso 'maracanazo', dejó sin Mundial a Brasil. el estadio se convirtió en un inmenso velatorio para despedir a Garrincha, uno de los muchos genios que han pisado ese césped y cuya lista encabezan Didí, o Zico.     

La campeona del mundo está con ganas de hacerlo bien, de regresar en diez días para jugar la final, pero antes los de Del Bosque saben que tienen una oportunidad única de hacer historia pisando el césped de uno de los símbolos del fútbol mundial y que dará cobijo a la final del próximo Mundial. El récord en un partido de selecciones lo tiene Brasil con los ocho que le endosó a Chile hace ocho años, mientras que el español está en los trece goles logrados ante Bulgaria. Marcas que España tiene al alcance ante el poco nivel de Tahití, invitado sorpresa de esta Confederaciones.

El progreso llega de la mano del cambio, de la mejora, pero no siempre se cumple la máxima de que lo nuevo sea mejor que lo anterior. Con Maracaná, terminó que significa 'pájaro verde', el dicho se cumple a la perfección al ciento por ciento. Nada queda del mítico estadio, de nombre original Mario Filho, que llegó a meter dentro de sus gradas a 220.000 personas, tal y como afirmó Joao Havelange en la final del Mundial de 50 pese a la capacidad oficial que no iba más allá de los 173.850, aunque el 31 de agosto de 1969, en un Brasil-Paraguay llegaron a entrar de manera oficial 183.341 aficionados. Poco importaba la seguridad, en aquel mítico estadio se amontonaban los aficionados con tal de ver pisar el césped. Nadie veía el fútbol sentado. Todos de pie. Lo único que importaba cuando pisabas Maracaná era ver jugar al fútbol. El cómo era lo de menos. Al menos han respetado su ubicación y continúa estando sobre los cimientos del pasado y en pleno barrio de Maracaná.