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El Chelsea, campeón de campeones
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EL VIGENTE CAMPEÓN DE EUROPA, CONQUISTA TAMBIÉN LA EUROPA LEAGUE ANTE EL BENFICA

El Chelsea, campeón de campeones

El Chelsea tiene un contrato privado con la suerte. Un acuerdo que le hace casi infalible en las finales pase lo que pase. Quizá lo firmase

Foto: El Chelsea, campeón de campeones
El Chelsea, campeón de campeones

El Chelsea tiene un contrato privado con la suerte. Un acuerdo que le hace casi infalible en las finales pase lo que pase. Quizá lo firmase aquella noche de Moscú en la que Terry mandó -resbalón mediante- al palo la ilusión de conseguir la primera Copa de Europa para la historia del club ante el Manchester de Cristiano Ronaldo. Desde entonces, y siempre sin Terry, la fortuna ha estado de su lado en los momentos cumbre. Lo fue la pasada campaña en Múnich, donde alzaron una Champions inverosímil ante el Bayern y lo ha sido en Armsterdam, donde acabaron en la prolongación con el Benfica (1-2) para llevarse la Europa League. Sólo la Supercopa de Europa es la excepción que confirma la regla. Lo del Atlético y Falcao fue otra historia…

En el campo donde el Real Madrid levantó la Séptima, el Chelsea conquistó su primera Europa League con un gol de Ivanovic cuando en los banquillos ya se preparaban para la prórroga. El reloj marcaba el minuto 93 y sólo el serbio tuvo fe en el balón colgado por Juan Mata –no se sintió cómodo en toda la noche- desde el córner izquierdo Artur. Competitivo como sólo saben serlo los balcánicos, el lateral entró libre de marca y en un bombeo con la cabeza acostó la pelota en la red.

Entró suave, resbalándose por las mallas, recreándose hasta tocar el césped y cerrar el partido. Era el broche a una noche que deja a Rafa Benítez como uno de los iconos del club, por más que se hayan empeñado en mancillas su nombre desde las mismísimas entrañas de Stamford Bridge. Alentado, todo, por la alargada sombra de The Special One. De momento, Benítez ha conseguido en seis meses lo que Mourinho no pudo en cuatro años: ganar un título europeo. Benítez, lo quieran o no, también es especial.

El castigo para el Benfica, en cualquier caso, fue excesivo. Fueron mejores. Por momentos, mucho mejores pero parecen realmente malditos. Desde que el húngaro Bela Guttman, técnico que llevó al equipo lisboeta a conquistar dos Copas de Europas (1961 y 1962), anunciara a modo de conjuro maléfico que tras su marcha no volverían a conquistar una Copa, el Benfica no ha ganado ni una de las siete finales que con esta ante el Chelsea ha disputado. ¿Casualidad? Puede, aunque esta vez estuvo cerca de romper con el mal fario.

Mejor ordenado entorno a la pelota, el Benfica gobernó el partido ante un Chelsea entregado a los vaivenes del juego. Gaitán, Rodrigo, Matic, Cardozo… los jugadores lisboetas intercambiaban posiciones con precisión y destreza para desarbolar el entramado defensivo perpetrado por Benítez, donde David Luiz tuvo un puesto en el medio centro, para mal blue. Ni Lampard ni Mata pudieron llevar la manija. Y eso que el asturiano terminó siendo de los mejor de su equipo. Sin el brillo de otras veces, pero buscando permanentemente el último pase. Todo fue demasiado deslavazado.  

Las acciones de peligro sobre la meta de Cech, sobre todo en el primer periodo, se sucedían con una facilidad que muchos aficionados se relamían ante una posible goleada. Sin embargo, nada de lo construido se llegó a concretar. Quizá al Benfica se mostró demasiado narcisista en el último pase. Poco preciso, nada concreto.

El Chelsea asistía a todo ello como entregado a un golpe de suerte, un giro inesperado que pudiera hacerles entrar en el partido. El equipo es una moneda al aire. Por más que lo mires no terminas de ver la mano de Rafa Benítez. Ni sobresale por conceptos tácticos, ni por una defensa inexpugnable, dos de las señas innegociables del técnico madrileño. Basta con recordar al Valencia o al Liverpool. Quizá la excusa esté en los seis meses escasos en los que ha dirigido al equipo y en su nula aportación en la construcción de la plantilla. Demos todo ello por valido. Más con un título bajo el brazo. Pero si el Chelsea ha sido campeón no habrá sido por sello inconfundible de Benítez. 

Sí dejó su sello de gran jugador Fernando Torres. Los 50 millones de libras que pagó por el Abramovich parecieron calderilla cuando en el minuto 59 cazó una pelota que volaba sin mucho sentido y se lanzó a la búsqueda de un gol que cambiara la noche. No falló en Niño, siempre cuestionado, pero infalible en las finales. Fernando tiene un don y tras cuerpear con Luisao dentro del área se marchó raudo a encarar a Artur para sentarlo y cruzar la pelota a la red. Un golazo fabricado de la nada, marca de la casa.

Duró poco la alegría, porque unas manos de Azpilicueta dentro del área apenas unos minutos después permitieron a Cardozo dejar el marcador en tablas (1-1). Esta vez Cech no pudo lucir su cartel de para penaltis y el Benfica volvió a creer que podía ser su gran noche. Tanto, que probaron al meta checo para congojo de la grada ‘blue’, que veía a los suyo entregados a una prórroga incierta.

Nada más lejos, el destino esperaba con el mazo a la vuelta de la esquina al Benfica, que vio como Ivanovic, más que discreto toda la noche, cabeceaba el gol del triunfo. El gol que le permite al Chelsea conseguir algo inédito: ser el vigente campeón de Europa hasta el próximo día 25 y a la vez ser los de la Europa League. Un inesperado campeón de campeones.

Ficha técnica

Benfica: Artur; André Almeida, Luisao, Garay (Jardel, m.77), Melgarejo (John, m.66); Enzo Pérez, Matic, Gaitán; Salvio, Rodrigo (Lima, m.66), Cardozo.

Chelsea: Cech; Azpilicueta, Cahill, Ivanovic, Ashley Cole; Ramires, David Luiz, Lampard; Mata, Óscar; Torres.

Goles: 0-1, m.60: Torres. 1-1, m.68: Cardozo, de penalti. 1-2: m.90+3: Ivanovic, de cabeza.

Árbitro: Bjorn Kuipers (Holanda). Amonestó al jugador del Benfica Garay (46+) y al del Chelsea Óscar (14).

Incidencias: Final de la cuarta edición de la Liga Europa disputada en el Amsterdam Arena ante unos 50.000 espectadores. Presenció el encuentro en el palco el presidente de la UEFA, Michel Platini, junto al portugués Eusebio y el holandés Johan Cruyff. 

El Chelsea tiene un contrato privado con la suerte. Un acuerdo que le hace casi infalible en las finales pase lo que pase. Quizá lo firmase aquella noche de Moscú en la que Terry mandó -resbalón mediante- al palo la ilusión de conseguir la primera Copa de Europa para la historia del club ante el Manchester de Cristiano Ronaldo. Desde entonces, y siempre sin Terry, la fortuna ha estado de su lado en los momentos cumbre. Lo fue la pasada campaña en Múnich, donde alzaron una Champions inverosímil ante el Bayern y lo ha sido en Armsterdam, donde acabaron en la prolongación con el Benfica (1-2) para llevarse la Europa League. Sólo la Supercopa de Europa es la excepción que confirma la regla. Lo del Atlético y Falcao fue otra historia…

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