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El ‘hechizo’ de Pellegrini y los jugadores tiene enloquecida a la ciudad de Málaga
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ELLOS HAN TIRADO DEL CARRO PARA SUPERAR SITUACIONES COMPLICADAS DURANTE ESTA TEMPORADA

El ‘hechizo’ de Pellegrini y los jugadores tiene enloquecida a la ciudad de Málaga

No sabemos lo que va a durar el cuento, ni este proyecto de nuevo ‘rico’ en el Málaga CF, pero nadie va a arrebatar a la

Foto: El ‘hechizo’ de Pellegrini y los jugadores tiene enloquecida a la ciudad de Málaga
El ‘hechizo’ de Pellegrini y los jugadores tiene enloquecida a la ciudad de Málaga

No sabemos lo que va a durar el cuento, ni este proyecto de nuevo ‘rico’ en el Málaga CF, pero nadie va a arrebatar a la ciudad y a la afición malacitana los minutos de gloria nacional, europea y mundial que están viviendo con su equipo en los últimos tiempos. La apoteosis del pasado miércoles, con el pase a cuartos de final de la Champions League ante el Oporto, es el máximo exponente de la nube en la que se encuentra sumida una hinchada que hace cuatro temporadas luchaba por el ascenso a la máxima categoría del fútbol español. Ahí es nada.

¿Responsables de esta idílica historia? Petrodólares al margen, Manuel Pellegrini y el ‘plantel, como le gusta decir al técnico chileno, han embaucado con su fútbol y los resultados a esos aficionados que jornada tras jornada, ya sea en Liga o en Champions, llenan La Rosaleda. Málaga rezuma poder en Europa, ya no existe nadie en el ‘Viejo Continente’ que no sepa situar a la capital de la Costa del Sol en el mapa. Y todo gracias al fútbol (el turismo también tiene algo que ver, por supuesto) y a ese hechizo que tiene enamorada a toda la ciudad, le guste o no el fútbol.

Y todo en una situación de precariedad absoluta para los habitantes de la capital andaluza. Málaga ostenta una tasa de paro por encima del 35% y el fútbol se ha convertido en la gran válvula de escape para dejar atrás los problemas cotidianos, que sí, están ahí cuando acaba el fútbol, pero durante 90 minutos (y algo más) se olvidan para sacar a pasear una sonrisa de oreja a oreja. Son momentos que les brinda su equipo de toda la vida, ése que les hace lucir la camiseta con orgullo y gritar a los cuatro vientos que el Málaga se codea con lo más granado del balompié europeo.

Son conscientes de que todo esto puede ser efímero, quizá por eso lo viven con mayor intensidad. Mucha gente en la capital malacitana no las tiene todas consigo a la hora de confiar en la continuidad del proyecto del jeque Al Thani, y ponen como ejemplo las ventas de algunos de sus grandes estandartes desde el pasado verano (Cazorla, Rondón y Monreal). Incluso desde dentro de la plantilla se habla de las dificultades por las que han pasado y la necesidad de vender para que las cuentas sigan cuadrando. “El próximo en salir será Isco”, comentaba recientemente uno de los pesos pesados de ese vestuario, el argentino Martín Demichelis.

Ante situaciones muy comprometidas, Pellegrini se hizo con el bastón de mando para capear el temporal y convencer a sus jugadores de que debían darlo todo por ese club y esa afición. Dicho y hecho. El compromiso de los futbolistas está siendo majestuoso y la sintonía del vestuario, unido a la fe que La Rosaleda le tiene a este equipo, está desembocado en el mejor Málaga de la historia, que en su primera participación en la máxima competición continental está inundando de felicidad las calles y los hogares de una ciudad que en estos momentos vive por y para su equipo. Y esto no ha hecho más que empezar. Hoy conocerán su próximo obstáculo hacia la gloria.

No sabemos lo que va a durar el cuento, ni este proyecto de nuevo ‘rico’ en el Málaga CF, pero nadie va a arrebatar a la ciudad y a la afición malacitana los minutos de gloria nacional, europea y mundial que están viviendo con su equipo en los últimos tiempos. La apoteosis del pasado miércoles, con el pase a cuartos de final de la Champions League ante el Oporto, es el máximo exponente de la nube en la que se encuentra sumida una hinchada que hace cuatro temporadas luchaba por el ascenso a la máxima categoría del fútbol español. Ahí es nada.