Rijkaard, el padre del mejor Barça de la historia, ante el exótico reto árabe

Parece que ahora nadie se acuerda, pero Frank Rijkaard es el padre y la génesis del actual FC Barcelona. Por mucha etapa exitosa, evidentemente indiscutible, de Pep Guardiola al frente del conjunto azulgrana, quien puso los primeros cimientos de lo que ha sido y es el mejor Barça de todos los tiempos es este holandés que ahora dirige a la selección de Arabia Saudí y que hoy se enfrenta a España en el estadio de Pasarón (Pontevedra).

El vinculo blaugrana de este hombre tranquilo, uno más en el staff técnico culé, se remonta al verano de 2003, fecha en la que llegó al Camp Nou para construir un equipo campeón. Su primera temporada fue muy destacada en cuanto a juego, pero no así en lo referente a títulos, no logró ninguno y hubo de conformarse con tan sólo un subcampeonato de Liga. Pero la semilla estaba plantada, sólo debía germinar y, lo que es más importante, se había creado una importante simbiosis entre club, equipo y afición. El gran juego desplegado por ese Barcelona maravilló al socio culé y convenció a la directiva entonces dirigida por Joan Laporta. Tras varios años de vaivenes, con seis entrenadores en tres años, parecía asentarse por fin un proyecto de futuro.

La filosofía de juego de Frank Rijkaard era un calco de aquella con la que Johan Cruyff consiguió la primera Copa de Europa (1992) para el club. Era todo demasiado nostálgico. Y es que la llegada del exjugador del Milan no fue casualidad. Laporta, asesorado precisamente por el ‘Flaco’, se dejó convencer y apostó por él, al mismo tiempo que llegaron futbolistas que marcarían las diferencias, para lo bueno y posteriormente para lo malo. Ronaldinho, Deco y Eto’o, junto a los futbolistas de la casa, como Xavi, Iniesta, Puyol, Valdés y, como no, Leo Messi, conformarían un equipo de lujo para la hinchada azulgrana.

Así, las siguientes dos temporadas fueron de dominio absoluto del Barcelona. Dos Ligas, dos Supercopas y una Liga de Campeones se convierten un currículum envidiable para este entrenador y sus jugadores. Y hay quien añade un logro más a este equipo de Rijkaard, el 0-3 en el Santiago Bernabéu. Y no sólo por la goleada, que también, sino porque aquel partido siempre será recordado por la ovación con la que el estadio madridista despidió a Ronaldinho tras una actuación majestuosa. El Barça empezaba a marcar una época y la historia apuntaba a idílica.

Problemas de vestuario

Pero este cuento no tuvo final feliz. Como en todo conjunto plagado de estrellas y egos exacerbados, es necesaria mucha mano izquierda. Y Rijkaard sucumbió y suspendió este examen. Ronaldinho, Deco y Eto’o dinamitaron el vestuario, antepusieron sus ambiciones personales a las del grupo y aquello acabó como el rosario de la aurora. Dos temporadas sin títulos fue el argumento que acabó con la etapa del holandés al frente del banquillo azulgrana. Atrás quedaba el fútbol de toque, la gesta de Chamartín, el segundo entorchado continental en París ante el Arsenal... Los caprichos de unos pocos hicieron hincar la rodilla al técnico, que dejó Can Barça con un grato recuerdo, pero con el sabor agridulce de haber dejado escapar un equipo de locura.

Laporta tomó entonces la decisión de relevarle por Guardiola, quien junto a la directiva llevó a cabo la necesaria limpia en ese vestuario ‘contaminado’ para seguir dominando el fútbol español y europeo. Mientras, el bueno del holandés se tomaba un año sabático para recalar, en junio de 2009, en el Galatasary, una etapa para olvidar. Temporada y media después era destituido por los malos resultados.

Y la última estación del ‘padre’ del nuevo Barça ha sido la selección nacional de Arabia Saudí. El pasado verano se comprometía con la Federación Árabe con el objetivo de conducirla a un nuevo campeonato del mundo. Los saudíes, presentes en cuatro fases finales (1994, 1998, 2002 y 2006), se quedaron fuera de la cita de Sudáfrica y quieren volver a estar con los mejores de la mano de Rijkaard. Hoy en Pontevedra tendrá un examen difícil. El estilo del holandés chocará contra la campeona del mundo y de Europa, que no le dejará realizar ese fútbol de toque y de asociación que siempre ha inculcado a sus equipos y que alcanzó el punto más álgido en su etapa culé.