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La compra del Betis por un jeque se toma a chiste
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POCOS CREEN QUE SE LLEVE A CABO LA OPERACIÓN

La compra del Betis por un jeque se toma a chiste

Cuando las barbas del Betis tocan el suelo, la luz no va más allá de lo que emite una bombilla de 40 y Chaparro ve cómo

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La compra del Betis por un jeque se toma a chiste

Cuando las barbas del Betis tocan el suelo, la luz no va más allá de lo que emite una bombilla de 40 y Chaparro ve cómo las lanzas le apuntan directamente al entrecejo, papá Lopera, don Manué, vuelve a la palestra con su fórmula mágica de siempre: la venta del club a manos misteriosas pero llenitas de oro, oro puro. Petrodólar de tomo y lomo. Al menos el dueño de la mayoría de las acciones del Betis se ha estrujado el cerebro y ha recurrido a la originalidad. Los árabes de Emiratos Arabes Unidos beben los vientos por las entrañas del viejo club de Heliópolis, que para eso lleva colores muy moros, verde omeya y blanco, y habita en pleno corazón de Al Andalus.

Dice el amigo de Lopera que éste, olvidando su dolor de lecho, le ha susurrado que un emisario del jeque Humaid Bin Rashid, emir de Ajman (EAU), le ha hecho una oferta de 90 millones de euros y que, incluso, estaría dispuesto a gastar 600 millones más en fichajes. Lo ha dicho Lopera al oído de su amigo y éste va y lo casca. En el vestuario verdiblanco, mientras se quitan el sudor de una mañana intensa de trabajo, van de chiste por la cosa: “Yo, particularmente, no me creo lo de los árabes, los profesionales nos mantenemos al margen”, dice el brasileño Oliveira, voz autorizada de un vestuario que se tira de la risa. “Hay que contemplarlo como una hipótesis porque, aunque sea noticia que puede crear expectativas, para nosotros es una anécdota más. Tampoco pasa nada, no hay que darle mayor importancia”. Quien ha dicho esto es el internacional Juanito, al que le han salido canas en las piernas por el tiempo que lleva en el Betis y ni esto le pillaría de nuevas.

En plena vorágine, el patrón del Betis no sólo no ha desmentido lo del jeque, sino que ha dicho que hay otro aspirante a comprar su paquete accionarial. Sus voceros han deslizado que ese hombre no es otro que Luis Castel, que incluso visitó a Lopera en la clínica de la Virgen de Fátima. El empresario lo ha desmentido: “Ni vi a Lopera ni estoy interesado en sus acciones”.

La acera bética de la calle, tan acostumbrada a los mítines loperianos, se lo toma todo con guasa senequista. Después del paseíllo del Bsport, fantasmagórico trío de comisionistas que tan bien sirvió al paripé del Faraón de Jabugo, lo del árabe suena a salva fallera para quitar los vértigos que asolan a los béticos, que ven que su multimillonario equipo sólo está a tres puntos de los puestos de descenso. Y apretar todos los bajos y los hombros. Un bético en plena calle Sierpes a otro, ayer a mediodía junto al bar Laredo:

--¿Sabes lo primero que tiene que hacer el moro cuando venga, si es que viene?

--¿Qué?

--Comprar dos peluquines: uno para Lopera y otro para Chaparro. A éste también un bigote y una gabardina, porque como el equipo pierda con el Deportivo va a tener que salir camuflado.

Cuando las barbas del Betis tocan el suelo, la luz no va más allá de lo que emite una bombilla de 40 y Chaparro ve cómo las lanzas le apuntan directamente al entrecejo, papá Lopera, don Manué, vuelve a la palestra con su fórmula mágica de siempre: la venta del club a manos misteriosas pero llenitas de oro, oro puro. Petrodólar de tomo y lomo. Al menos el dueño de la mayoría de las acciones del Betis se ha estrujado el cerebro y ha recurrido a la originalidad. Los árabes de Emiratos Arabes Unidos beben los vientos por las entrañas del viejo club de Heliópolis, que para eso lleva colores muy moros, verde omeya y blanco, y habita en pleno corazón de Al Andalus.

Real Betis Manuel Ruiz de Lopera