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En la galaxia de la Fórmula 1 hubo una guerra de cascos que ganó Darth Vader y... se esfumó
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UN ICONO EN LA HISTORIA

En la galaxia de la Fórmula 1 hubo una guerra de cascos que ganó Darth Vader y... se esfumó

A finales de los 60' y comienzos de los 70', varias marcas de cascos competían por ofrecer los mejores avances en seguridad de los pilotos de carreras. El Simpson Bandit fue el más singular de todos los modelos

Foto: James Hunt, con su casco Simpson Bandit. (Simpson Race Products)
James Hunt, con su casco Simpson Bandit. (Simpson Race Products)
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El lustro transcurrido entre 1977 y 1982 fue quizá la época más revolucionaria de la historia de la Fórmula 1, los años donde aparecieron los motores turbo, los chasis de fibra de carbono o la aerodinámica de efecto suelo. Pero más allá de los monoplazas, los avances importantes también llegaron al equipamiento de los pilotos, con cambios importantes en sus monos ignífugos y en la protección de sus cabezas. En ese entono, apareció uno de los cascos más icónicos de la historia: el Simpson Bandit.

Desde que el piloto norteamericano Dan Gurney, siempre en la vanguardia de las novedades tecnológicas, estrenara en 1968 el primer casco integral de la historia, el modelo Bell Star, en 10 años apenas se produjeron innovaciones en este terreno. La empresa californiana Bell monopolizó la Fórmula 1, pero luego se durmió un poco en los laureles. Su casco era ligero y resistente, pero tenía el handicap de la falta de ventilación y del empañamiento de la visera en caso de lluvia.

Salvo los intentos de una casa británica de breve existencia llamada Griffin y de las italianas Vitaloni, Jeb's y Agv, no existia un producto realmente superior al Bell Star. La que puntuaba alto en aerodinámica, penalizaba en solidez estructural, la que tenía buena ventilación penalizaba en peso. La supremacía de Bell se acabó justo diez años después de la irrupción de su casco integral, con dos marcas que realmente sí tenían un producto que era mejor. Fue la francesa GPA y la también norteamericana Simpson.

GPA era una compañía francesa procedente del motociclismo que empezó a diversificarse en el terreno de las carreras de coches. Eran los años de la edad de oro del automovilismo francés, donde había cada año cerca de diez pilotos galos en la parrilla. Gracias a esa conexión patria, los cascos de GPA fueron haciéndose cada vez más populares en la parrilla. No era una cuestión ni mucho menos chauvinista, porque el producto era realmente bueno y además, incorporaba un revolucionario sistema de cierre que evitaba la correa bajo el mentón.

Europa contra América

Casi de forma simultánea a la aparición del modelo GPA SJ, llegó de Estados Unidos un casco con un diseño que parecía inspirado en el de los soldados de Darth Vader. Era la época que se estrenó la saga cinematográfica Star Wars, entonces conocida Guerra de las Galaxias. Era normal que aquel modelo llamara la atención de los pilotos. La marca Simpson, creadora del revolucionario modelo, contaba ya con el favor de la mayoría de los pilotos al vestir sus monos ignífugos, lo que facilitó su introducción.

Bill Simpson, creador de su marca homónima, había sido antes piloto y, por tanto, sabía de lo que hablaba cuando defendía las virtudes de sus productos. Sus conexiones con el ejército y con la NASA le hacían estar muy al día del uso de materiales de vanguardia. Así fue el primero en crear un mono ignífugo con el tejido Nomex, que hoy es el estándar, y en el uso del titanio y el lexan para los cascos. Así creó el modelo Bandit, que aunaba todo lo deseado por un piloto: ligereza, ventilación, rigidez estructural y una visera que no se empañaba en lluvia.

El uso de Lexan para la fabricación de viseras supuso un gran paso adelante. La sombra del accidente de Helmut Marko, que perdió un ojo al perforar una piedra la visera, planeaba siempre, y ninguna marca ofrecía una solución convincente. Simpson presentaba una visera a prueba de impactos cuando el riesgo de chinas volando a alta velocidad creció de forma exponencial con los coches de efecto suelo. La guinda llegó un diseño absolutamente singular, que además daba buena protección en caso de impacto frontal.

Así se desató una guerra comercial entre la francesa GPA y la norteamericana Simpson, que dejó relegada a Bell, y al paddock dividido de opiniones. O eras de Cristiano o eras de Messi. En realidad, todos los pilotos sabían que el casco Simpson era mejor que el GPA, pero el francés era más cómodo que el americano y sobre todo, era mucho mejor para la publicidad. Con sus tomas de aire frontales, el Simpson era nefasto para colocar patrocinadores, lo que marcó su rápido declive.

Una estrella sólida pero fugaz

A comienzos de los 80', la televisión ya había hecho de la Fórmula 1 un coloso a nivel global en el mundo del deporte. Los pilotos todavía no disfrutaban de sueldos elevados por parte de sus equipos y por ello, tenían que aprovechar al máximo sus espacios personales en monos ignífugos y cascos. Simpson sacó un nuevo modelo que combinaba las virtudes del modelo Bandit, pero con un espacio limpio en la mentonera para poner publicidad. Pero no tuvo ya tanto éxito. Fundamentalmente, porque Bell reaccionó.

El fallecimiento de Gilles Villeneuve, que era el cliente más emblemático de GPA, sembró dudas sobre la seguridad de su exclusivo cierre por palancas. La marca francesa empezó desde ese momento a perder clientes a la misma velocidad que Simpson. Bell empezó a ofrecer dinero a los pilotos por llevar sus cascos, algo que hasta ese momento nunca había hecho. Pero además, consciente de haberse quedado rezagada, la marca californiana sacó su extraordinario y mítico modelo XFM-1.

Foto: alex-palou-mclaren-zak-brown-indycar-formula-1

Bill Simpson siempre se negó a entrar en el juego de pagar a los pilotos por usar sus productos. "¿Cómo voy a pagar dinero a alguien por usar algo que les va a salvar la vida?", solía decir. A Simpson no le importó mucho retirarse poco a poco de la Fórmula 1, pues su verdadero negocio estaba en Estados Unidos, en la Nascar y en los dragsters, donde sus productos no tenían rival. De hecho, siempre decía que la inspiración para el icónico modelo Bandit fue el piloto Don Garlits y no Darth Vader, como muchos creían.

Garlits fue el piloto más famoso de la historia de los Dragsters, y le encargó a Bill Simpson una máscara que complementara las tradicionales gafas de aviador con dos tomas de aire con filtro para evitar inhalar vapores tóxicos. De la combinación del casco y la máscara de Garlits fabricados por Simpson surgió el modelo Bandit. Para la historia quedó como el casco de Darth Vader, un diseño icónico que ganó la guerra de los cascos, aunque con un triunfo tan efímero como su presencia en la Fórmula 1.

El lustro transcurrido entre 1977 y 1982 fue quizá la época más revolucionaria de la historia de la Fórmula 1, los años donde aparecieron los motores turbo, los chasis de fibra de carbono o la aerodinámica de efecto suelo. Pero más allá de los monoplazas, los avances importantes también llegaron al equipamiento de los pilotos, con cambios importantes en sus monos ignífugos y en la protección de sus cabezas. En ese entono, apareció uno de los cascos más icónicos de la historia: el Simpson Bandit.

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