Le Mans y Ferrari le devolvieron a Robert Kubica lo que la vida y las carreras le robaron
Si ha habido un piloto que ha hecho feliz a mucha gente en la presente edición de la mítica prueba de 24 horas, ese ha sido el piloto polaco. El premio al pundonor y la tenacidad
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En esto de los accidentes graves de pilotos de carreras siempre es relativo hablar de buena o de mala suerte. Pocos casos más claros de esta situación como la sufrida por Robert Kubica en 2011. El polaco sufrió un absurdo accidente que truncó una esplendorosa trayectoria en Fórmula 1, pero... salvó milagrosamente su vida. Nadie daba un duro porque pudiera volver a hacer vida normal y no digamos ya volver a pilotar a alto nivel. Una travesía del desierto que le ha llevado en 15 años del infierno a la gloria de vencer en las 24 horas de Le Mans.
La vida tiene a menudo caprichosos e inesperados giros. En 2011 las cosas iban más que bien para Robert Kubica y, de repente, todo se torció. Se había consolidado como uno de los pilotos al alza del campeonato y tenía un precontrato con Ferrari para acompañar a Fernando Alonso en la siguiente temporada. Pero un día tuvo la fatídica idea de correr un rally que se disputaba cerca de su casa de Mónaco. Y fue una de esas ideas que las carga el diablo, porque lo que iba a ser un divertimento se transformó en pesadilla.
Kubica se salió de pista con su Renault Clio de rally e impactó contra un guardarraíl de canto. Coche seccionado en dos desde el morro delantero al portón trasero y, por el camino, 40 huesos fracturados y un cuerpo desangrado que llegó de milagro con vida al hospital. Era necesaria la amputación de la mano derecha, pero los médicos del hospital de Liguria se percataron rápidamente de que su paciente era el famoso piloto de Fórmula 1. Había que salvar sus extremidades a cualquier precio.
El piloto, nacido en Cracovia, paso varios días en coma y posteriormente reconoció no recordar nada de su accidente. Pero desde que recuperó la consciencia, sabía que lo de volver a pilotar iba a ser muy difícil, por no decir imposible. Su mano derecha era básicamente un colgajo de carne sin sensibilidad alguna, pero el día que comenzó a tener los primeros síntomas de recuperar algo de sensibilidad, se activó el plan de regresar a la competición costara lo que costara.
2011 – Kubica’s Rallying crash#OnThisDay in 2011 Robert Kubica suffered severe injuries in a crash during the Rally Ronde di Andora in Italy. Driving a Skoda Fabia in the Super2000 class, Kubica’s car veered off the road at high speed and collided with a guardrail that… pic.twitter.com/SdYfAlWZfT
— Formula One History (@F1History1950) February 6, 2025
Rallies y no circuitos
El regreso a la competición casi dos años después de su accidente no fue en los circuitos, sino en los rallies, la misma especialidad en la que casi pierde la vida. Baste ese detalle para darse cuenta de lo especial que es como persona Kubica. Pero detrás de esa decisión no había solo un reto personal para quitarse el miedo o terminar un trabajo inacabado. La realidad es que los rallies fueron una pasión heredada de su padre, que era un gran seguidor de Blazjev Krupa, el piloto más famoso de la Polonia anterior a la caída del muro.
El problema es que el bueno de Robert era tan buen piloto de rallies como de circuitos, pero no reprogramaba su mente cuando cambiaba de especialidad. En los rallies, por muy deprisa que se vaya, aunque no lo parezca, se corre con un pequeño margen de seguridad. Pero Kubica no cambiaba su mentalidad de deportista de circuitos. Iba absolutamente al límite desde el primer al último kilómetro del tramo. Los resultados de este enfoque eran previsibles: o puerta grande si acababa o enfermería con coche destrozado al mínimo contratiempo.
Kubica readaptó su forma de pilotar para depender lo menos posible de su mano derecha, pero daba realmente mucho miedo verle pasar en los tramos. Después de muchos avisos, sus amigos y patrocinadores le recomendaron que desistiera de correr en rallies y regresara a los circuitos. Era obvio que estaba comprando una y otra vez papeletas para volver a tener otro accidente descomunal y se estaba tentando demasiado a la suerte. A regañadientes aceptó, porque no quería verse disminuido en una especialidad como los circuitos donde alcanzó la superélite.
Empezó por categorías menores del Mundial de Resistencia y poco a poco recordaba cada vez más al gran piloto de monoplazas que fue. Tanto que Williams le ofreció un puesto de piloto de pruebas, con vistas a ofrecerle un asiento permanente si el cronómetro demostraba que podía estar con los mejores. Pese a que sus tiempos por vuelta eran más que aceptables, le faltaban, fruto de su limitación física, esas dos o tres décimas finales tan críticas hoy en día para colocar el coche en una buena posición en parrilla.
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— Ferrari Hypercar (@FerrariHypercar) June 15, 2025
Líder del Ferrari amarillo
Tocaba seguir buscando retos profesionales de nuevo en el campo de la resistencia y así es como acabó llegando hace tres años al Ferrari privado. Y decimos privado porque, aunque lleve el color amarillo, el coche es igual de oficial que los dos que van pintados de Rosso Corsa. Por reglamentación, ningún equipo puede alinear más de tres coches y en ese sentido tan italiano de reinterpretar un reglamento, los de Maranello vendieron este tercer coche a un adinerado cliente que, además, se encargaría de buscar la financiación para hacerlo correr.
Las razones para tener un tercer coche se han visto más en evidencia que nunca en esta edición de Le Mans, porque cuando la competición está tan ajustada como está en la actualidad, los mínimos fallos te sacan de la lucha por la victoria. Sin el Ferrari amarillo, el ganador de esta edición habría sido Porsche y no la marca italiana. Como la factura de soportar los costes de competir tienen que venir de alguien ajeno a la fábrica, con los pilotos no puedes gastar con alegría en fichajes. En otras palabras: corrían con una figura (Kubica) y dos normalitos (Yifei Ye y Philip Hanson).
A legendary Kubica moment 👑
— FIA World Endurance Championship (@FIAWEC) June 15, 2025
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La cuestión estaba clara. Si el Ferrari amarillo quería seguir el ritmo de los dos rojos era a base de que Kubica pasara la mayor parte de tiempo al volante. Dicho y hecho, el equipo hizo correr al polaco todo lo que el reglamento permite, que significa 166 de las 387 vueltas o lo que es lo mismo un 43% de la carrera. El momento clave llegó al amanecer, cuando los pilotos y los coches empiezan a notar los efectos de la batalla. Amato Ferrari, el jefe de equipo lo tuvo claro: "Robert, no te bajas del coche hasta que acabe la carrera". Es decir, ¡¡5 relevos consecutivos!!
Y es que Robert Kubica puede que ya no tenga la capacidad de antaño de encontrar las últimas dos décimas, pero mantiene intacta su habilidad de rodar al límite sin cometer fallos. La vida tiene unas paradojas increíbles. Kubica vio truncado su sueño de pilotar para Ferrari en Fórmula 1, pero años después quién le iba a decir que iba a triunfar con la Scuderia en una de las joyas de la corona del automovilismo como son las 24 horas de Le Mans. Un maravilloso premio al pundonor y la tenacidad de un piloto y una persona única.
En esto de los accidentes graves de pilotos de carreras siempre es relativo hablar de buena o de mala suerte. Pocos casos más claros de esta situación como la sufrida por Robert Kubica en 2011. El polaco sufrió un absurdo accidente que truncó una esplendorosa trayectoria en Fórmula 1, pero... salvó milagrosamente su vida. Nadie daba un duro porque pudiera volver a hacer vida normal y no digamos ya volver a pilotar a alto nivel. Una travesía del desierto que le ha llevado en 15 años del infierno a la gloria de vencer en las 24 horas de Le Mans.