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La mítica victoria de Ayrton Senna que hoy sería imposible y recuerda hasta un equipo de fútbol
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ESTORIL 85, BAJO EL DILUVIO UNIVERSAL

La mítica victoria de Ayrton Senna que hoy sería imposible y recuerda hasta un equipo de fútbol

El pasado 21 de abril se conmemoró el 40 aniversario de una de las carreras más míticas de la historia, el primer triunfo de Ayrton Senna en condiciones inimaginables para el ecosistema de la Fórmula 1 actual

Foto: El lotus 97T de Senna se exhibe esta semana en Estoril para recordar su mítico triunfo. (EFE/Susana Samhan)
El lotus 97T de Senna se exhibe esta semana en Estoril para recordar su mítico triunfo. (EFE/Susana Samhan)

El imaginario colectivo del deporte está sembrado con episodios de tintes legendarios. Cómo sería aquella victoria de Ayrton Senna para que el equipo de la Primera Liga portuguesa, el GD Estoril Praia, llevara en su camiseta los colores del brasileño. Un homenaje en el 40 aniversario de su legendario triunfo en el Gran Premio de Portugal de 1985, la primera y más mítica de todas sus victorias.

Con una temporada de experiencia en Toleman, Senna pasaba como un prodigio fuera de todos los cánones. Aquella era tan solo su decimoséptima carrera. Sin embargo, las circunstancias de aquel triunfo volaron la cabeza a quien viviera aquel día de diluvio universal. Y a quien no la vivió, le llegan los ecos que produce hasta mucho después, como el equipo portugués atestiguaba. Un triunfo inconcebible en estos tiempos de Fórmula 1.

"Dadme algo humanamente posible"

Senna ya había asombrado el mundo con aquel famoso Gran Premio de Mónaco de 1984, que no ganó por el precipitado banderazo final de Jackie Icks. Pero Lotus estuvo hábil para llevarse a aquel joven prodigio a un equipo aún tocado tras el fallecimiento del mítico Colin Chapman.

Senna estaba construido con otro molde mental, en tiempos sin telemetría, datos ni sensores, sin una cohorte de ingenieros alrededor. Su talento tocado por un dedo divino y su dedicación sacerdotal y obsesiva marcaban las diferencias del factor humano sin la dictadura de la electrónica.

Nada mejor para entender el alcance esa faceta que recordar el testimonio de Enmanuele Pirro, piloto de pruebas de McLaren en los tiempos de Honda, quien trabajaba en estrecho contacto con el brasileño. Afrontaba una jornada de pruebas en Estoril y debía hacer una simulación de carrera. "Pero tienes que conducir como Senna", me dijeron, y me mostraron su telemetría del motor. Llegaba a su tope a las 13.500 revoluciones por minuto, y en la gráfica, cada reducción de marcha, Ayrton llevaba las revoluciones exactamente entre 13.200 y 13.400", explicaba asombrado el italiano.

"Reducir de marcha en la Fórmula 1 es rapidísimo, y sincronizarlo para que las ruedas impulsen el motor hasta esa cifra, ni más ni menos, es increíblemente difícil. Les dije a los de Honda: "¡Denme algo humanamente posible!". Esto daba una idea del nivel de trabajo de Senna, de su atención al detalle".

Cuando las nubes se desabrochan

En 1985, Senna competía con el Lotus 97 T y el Renault V6 turbo. La respuesta cuando aquellos turbos entraban era brutal y descompensada con un lapso de tiempo a la pisada del acelerador. Con cambio manual en H y cuidadín con fallar una marcha y pasar de vueltas al bicho. Nada de control de tracción, ni ayudas electrónicas de diferenciales o repartos de frenada. En seco, ya eran complicados aquellos corceles, pero en agua... Porque aquel 21 de abril se abrieron los cielos.

El trazado de Estoril está situado entre Sintra, Cascáis y la localidad que da nombre al circuito. En la cercana Sierra de Sintra se crea un microclima particular, propicio a la nubosidad y la lluvia que, aquella jornada, hubiera servido para realizar un simulacro de Arca de Noé. Quien les escribe estaba allí. Cuando en tiempos actuales un chaparrón interrumpe un gran premio... aquella carrera nunca se hubiera producido.

Un par de horas antes de la salida, se desabrocharon las nubes. Senna había logrado su primera pole con 4 décimas de ventaja sobre el segundo clasificado, Alain Prost. Sin la cortina de agua del resto, hambriento de su primera victoria y de demostrar al mundo quién era, artista de la lluvia tras infinitas horas de su infancia dedicadas a entrenar sobre mojado, Senna provocó su propia tormenta.

Como moverse encima de gelatina

Ya en la quinta vuelta había empezado a doblar. En la décima sacaba casi 14 segundos de ventaja y en la 30, medio minuto sobre el segundo. Algunos pilotos, como Jacques Lafite, se retiraron sin mediar explicación. Alain Prost se estrellaba en plena recta por el aquaplanning. Keke Rosberg se estrellaba en la última curva del circuito. Nelson Piquet iba mareado de trompo en trompo.

Senna gestionaba magistralmente las trazadas según arreciaba más o menos la lluvia. Su Lotus se movía nerviosamente al límite del equilibrio sobre el asfalto encharcado, como si se moviera sobre gelatina, delatando la lucha del hombre sobre sus circunstancias. "El gran peligro era que las condiciones cambiaban constantemente. A veces llovía con fuerza, a veces no. Incluso mantener el coche en línea recta era difícil en ocasiones, y sin duda la carrera debería haberse detenido", recordaría luego el propio Senna.

Nunca dejó de llover y la carrera terminó dos vueltas antes de lo previsto al culminarse las dos horas reglamentarias. "Una vez casi hice un trompo delante de boxes, como Prost. No tengo ni idea de cuántas veces me salí hoy. Una vez tenía las cuatro ruedas sobre el césped, totalmente fuera de control... pero el coche volvió a la pista. Todos decían: '¡Qué control tan fantástico!'. Fue pura suerte...". O que solo alguien tan especial podría haber cincelado semejante obra maestra.

"¡No tenía control de tracción!"

Senna dobló a toda la parrilla superviviente, excepto al Ferrari de Michele Alboreto, que llegó a algo más de un minuto. Al pasar la bandera de cuadros, exultante, eufórico, fuera de sí, Senna se quitó los cinturones de seguridad y en la vuelta de deceleración parecía querer sacar medio cuerpo de su coche.

Foto: Verstappen ha firmado un GP de Japón memorable. (Europa Press/Eric Alonso)

Al llegar a la meta, todavía bajo el diluvio, todo el equipo le esperaba eufórico, anonadado por lo que había vivido. Lotus no ganaba desde 1982, era la primera victoria desde el fallecimiento de Chapman. Los mecánicos saltaban las banderas de seguridad, y allí se hizo icónica otra de las grandes imágenes de la historia de la Fórmula 1: Peter Warr, el jefe de Lotus, le esperaba con los brazos abiertos en plena locura, el brazo en alto del brasileño todavía dentro de su coche.

En Donington 1993, Ayrton Senna logró otra de sus legendarias victorias bajo la lluvia, batiendo con su inferior McLaren a los intratables Williams, Alain Prost incluido. Cuando le preguntaron si aquel había sido su triunfo más memorable, el brasileño puso las cosas en su sitio. "¡De eso nada, tenía control de tracción! No cometí errores, pero el coche era mucho más fácil de llevar. Ha sido una gran victoria, pero en nada comparable a Estoril 85, realmente no ha sido nada en comparación". Es más, aquella obra de arte no tiene parangón en la Fórmula 1.

El imaginario colectivo del deporte está sembrado con episodios de tintes legendarios. Cómo sería aquella victoria de Ayrton Senna para que el equipo de la Primera Liga portuguesa, el GD Estoril Praia, llevara en su camiseta los colores del brasileño. Un homenaje en el 40 aniversario de su legendario triunfo en el Gran Premio de Portugal de 1985, la primera y más mítica de todas sus victorias.

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