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Las señales de Charles Leclerc que avisan del calvario que espera a Lewis Hamilton en Ferrari
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VAPULEADO EN LAS DOS ÚLTIMAS CARRERAS

Las señales de Charles Leclerc que avisan del calvario que espera a Lewis Hamilton en Ferrari

La evolución de Leclerc con el SF25 agudiza la crisis en la que ha entrado Lewis Hamilton, totalmente desconectado de su monoplaza y sin pistas para solucionar sus problemas

Foto: Hamilton no recorta diferencias con Leclerc, al contrario. (EFE/EPA/Ali Haider)
Hamilton no recorta diferencias con Leclerc, al contrario. (EFE/EPA/Ali Haider)

Cuando el pasado año un atónito Lewis Hamilton sentenciaba aquel sorprendente “ya no soy rápido” en Qatar, George Russell le había endosado cuatro décimas. En Yedda, Charles Leclerc le endosó seis el sábado, las mismas que en Shakir, el fin de semana anterior. Se veía venir, porque el propio Hamilton había dejado pistas sin darse cuenta.

Está por ver si el británico ha perdido su punta de velocidad a una vuelta y su distintivo talento del pasado, o si se trata de un complicado proceso de adaptación al Ferrari. También Carlos Sainz empezó lejos de Leclerc, y acabó a brazo partido en su primer año con el equipo italiano. Aunque su palmarés le dan crédito y margen de maniobra, algunas señales insinúan que el mal sueño inicial que vive Hamilton en Ferrari puede convertirse en pesadilla.

placeholder Hamilton perdía seis décimas por vuelta frente a Leclerc en Yedda. (ZUMA Press/James Gasperotti)
Hamilton perdía seis décimas por vuelta frente a Leclerc en Yedda. (ZUMA Press/James Gasperotti)

"Me cuesta sentir el coche"

En Australia, Hamilton terminó el sábado a dos décimas de Leclerc, pegado en carrera el domingo. En China, sacó dos décimas a su compañero en la parrilla esprint y ganó la prueba. Desde entonces, ha entrado en barrena. Cuatro décimas en Japón en la parrilla, quince segundos en carrera. Seis décimas en Shakir y Yedda el sábado, ocho en carrera y…medio minuto el pasado domingo. Casi seis décimas por vuelta.

El lenguaje corporal del SF25 con el monegasco recuperaba a un Leclerc de ataque y agresivo que exprimió su monoplaza, especialmente en aire limpio. Hamilton parecía un boxeador sonado que no entendía por dónde le llegó la lluvia de golpes. Sincero y humilde, el británico asumía la responsabilidad. “El coche ha acabado tercero, así que no puedo buscar excusas”, reconocía ante los medios.

"Me cuesta sentir el coche, pero no hay nada en particular, nada que se pueda decir: 'este es el problema”. Precisamente este es el problema. Porque mientras Leclerc sigue destapando rendimiento en el SF25, menos encuentra luz el británico en el profundo túnel en el que ha entrado.

"En la clasificación, se trata de sacar el máximo rendimiento. En la carrera, lo intenté todo y el coche, simplemente, no quería ir más rápido" admitía compungido tras la carrera. El sábado expresaba su desconcierto contestando que necesitaba “un trasplante de cerebro” para hacerse uno con su monoplaza, expresiva imagen que delataba su desconcierto total con el SF25. Había entrado en el Q3 por siete milésimas. Hasta Sainz le superaba por segunda vez consecutiva. Con un Willliams.

Leclerc mete una marcha más

Russell también le batió el pasado año con solvencia los sábados, pero Hamilton mostraba el domingo otro perfil. En Yedda ni siquiera fue el caso. “No hubo un segundo en que me sintiera cómodo con el coche” confesaba tras la carrera saudí. "Tenemos configuraciones ligeramente diferentes, tengo que analizar si esa configuración es la que le gusta al coche. El y su equipo, sin duda, lo están haciendo mejor". Hamilton intenta explorar sin éxito un arco de puesta a punto cuya respuestas chocan con un cerebro que no está cableado para el SF25. Pero el problema ha ido a mayores cuando Hamilton confiaba en lo contrario.

Tras Japón, el británico mostraba signos optimistas. “Espero de verdad que en la próxima carrera veamos algunos cambios positivos. Durante las tres primeras ha habido una pequeña diferencia entre ambos en un elemento del coche. Cuando llegue ese nuevo componente, con suerte desaparecerá la diferencia y será igual en los dos coches”. No sabía la que le esperaba.

Porque, en paralelo, Leclerc avisaba que su rendimiento iba a dar un salto cualitativo. “He hecho muchos cambios durante el fin de semana, estoy en una situación muy diferente a la del principio de la temporada y me siento mucho más cómodo con el coche. Así que espero, pueda sorprendernos para bien". Efectivamente, Leclerc ha incrementado dramáticamente su ventaja sobre Hamilton en los dos últimos grandes premios. Mientras este miraba de reojo, el monegasco solo hacia sí mismo y hacia adelante.

"De momento, no hay solución"

Si la novedad que Hamilton esperaba era el nuevo fondo plano introducido en Shakir, el panorama ha ido a peor. Para desgracia del británico, Leclerc se mueve en una frecuencia de onda muy distinta y más demoledora aún. Su discurso en Yedda recordaba al de Japón. “Ahora mismo me siento bien con el coche. Creo que he encontrado el punto óptimo que se adapta a mi estilo de pilotaje”, reconocía el sábado. “Siento que en las últimas tres sesiones de clasificación he logrado maximizar el potencial del coche, pero todavía no está al nivel que quiero”. Mientras Leclerc lleva a su monoplaza al límite, a Hamilton le separa un abismo de su compañero.

Desde Japón, Leclerc habla de unos reglajes ‘extremos’ para sacar partido al SF25, y en Yedda ha dado otra vuelta de tuerca. El monegasco también reconocía el domingo haber encontrado más claves para seguir explotando al SF25 en carrera. Si le permiten seguir elevando el techo para Hamilton, a este le espera un calvario.

De confirmarse tal evolución, la presión será brutal para Hamilton, quien intuye la que se avecina. “Creo que también lo pasaré mal en Miami. No sé cuánto tiempo más lo aguantaré, pero sin duda es doloroso. De momento no hay solución. Así que... así será el resto del año. Va a ser doloroso".

Cuando el pasado año un atónito Lewis Hamilton sentenciaba aquel sorprendente “ya no soy rápido” en Qatar, George Russell le había endosado cuatro décimas. En Yedda, Charles Leclerc le endosó seis el sábado, las mismas que en Shakir, el fin de semana anterior. Se veía venir, porque el propio Hamilton había dejado pistas sin darse cuenta.

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