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"Primero hago, luego pienso". ¿Podrá Colapinto seguir siendo tan 'franco' en la Fórmula 1?
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LA ENTREVISTA EN "EL HORMIGUERO"

"Primero hago, luego pienso". ¿Podrá Colapinto seguir siendo tan 'franco' en la Fórmula 1?

En un par de meses, el argentino ha alcanzado una extraordinaria popularidad. Por su talento, por una personalidad ideal para soportar la presión y también para llegar al gran público. ¿Hasta cuándo podrá mantenerla?

Foto: Franco Colapinto, en El Hormiguero. (El Hormiguero)
Franco Colapinto, en El Hormiguero. (El Hormiguero)

Rendir -y sobrevivir- en la Fórmula 1 es algo más que manejar un volante. Max Verstappen, tricampeón del mundo, fue sancionado con labores de asistencia social por su lenguaje ("Fucked"...) en la rueda de prensa de Singapur, con la FIA apretando las tenazas del control del lenguaje y comportamiento de los pilotos, fuera y dentro del monoplaza.

"Tienes que estar preparado para ser un modelo a seguir cuando quieras hacerlo, y cuando no quieras hacerlo, igual. Cuando quieres decir algo que no es correcto, tienes que controlarte y ser políticamente correcto", reflexionaba Fernando Alonso en un reciente acto promocional en India sobre el comportamiento social de los pilotos.

Vienen al caso del argentino Franco Colapinto, cuya meteórica proyección ha tomado al asalto a la Fórmula 1. Sorprendía que, desconocido en España, asistiera a uno de los programas de mayor audiencia como El Hormiguero, donde derrochó frescura, simpatía y desparpajo, pero también alguna que otra pasada de frenada.

"Creo que te va a ir de p... madre, que vas a ser una estrella…" le aventuraba Pablo Motos, atraído más por su personalidad que por virtudes como piloto que quizás no supiera calibrar. Aunque quienes disfrutan con tan chispeante personalidad tendrán que esperar a que el argentino pase por el verdadero cedazo deportivo y mediático del paddock. A ver qué queda entonces. Hasta qué punto Colapinto pueda conservar tan singular perfil será uno de los atractivos de su historia. Qué pregunten a Lando Norris, por ejemplo.

Aquí nadie da puntada sin hilo

La entrevista en El Hormiguero fue un golpe maestro, tanto para el programa como para el piloto. Pablo Motos acertó al invitar a un protagonista aún desconocido en España, pero que deparó gran repercusión. Aunque tanto mérito compartían los representantes del piloto – presentes en la grada- por auparle a semejante tribuna, como la marca de ropa que le patrocinaba.

Incluso cuando jugaban con ese pantalón que llevaba todavía grapado el botón antirrobo de la tienda, que sirvió para exhibir a lo grande la marca en la espalda del piloto. Antes, Colapinto había sacado un casco de regalo a Motos en una bolsa con el logotipo de esa misma firma. Que nadie se engañe, aquí nadie da puntada sin hilo. Cada uno vende su producto, incluido el propio piloto.

Obviamente, a Colapinto le pidieron que saliera a divertirse, y no se cortó un pelo. El estudio de El Hormiguero permitía un desinhibido comportamiento y lenguaje -en la Fórmula 1 le hubieran pitado los oídos- lejano al de la profesionalidad de los circuitos. Incluso Franco le marcaba el territorio a Motos para distanciarse de la solemnidad de las carreras.

Porque el argentino será joven, pero no tonto. Tiene horas de vuelo muy vividas y exhibió a un joven chistoso, desenfadado, un punto irreverente, en ocasiones sin saber medir el alcance de esa espontaneidad. Un paddock, donde realmente se juegan los garbanzos, es otra historia. Como un programa con público generalista y con ganas de diversión.

Una personalidad innata

Aunque Colapinto mostraba en El Hormiguero una personalidad innata. James Vowles, responsable de Williams, contaba que tuvo que cortar el discurso de su piloto de presentacion ante el equipo en el paddock de Monza. Llevaba cuatro minutos hablando sin parar.

Sin embargo, el Colapinto de El Hormiguero también reflejaba el poso de una intensa vida comprimida y viajada en siete años, la que otros jóvenes no vivirían en el doble de tiempo. "Más que Williams te la jugaste, porque ponerme aquí, acá… Puedes salir muy mal", le bromeaba Colapinto a Pablo Motos.

Franco contaba cómo, con tan solo catorce años, emigró a Italia para correr en karts, viviendo solo en el altillo de la fábrica. Al igual Robert Kubica, Sergio Pérez u otros tantos pilotos dispuestos desde la infancia a cualquier sacrificio para llegar a la Fórmula 1. Colapinto es un superviviente en la dura pirámide de la competición internacional y de la vida, alejado de los suyos cuando otros niños siguen con las canicas. "Creces muy de golpe, fue una vida de 14 años y que va al colegio con los amigos, a pasar a vivir en la fábrica…". Un respeto por ello, y un carácter de ello.

Ideal para la presión

Un perfil psicológico que le ha permitido afrontar con éxito el primer impacto de la Fórmula 1 en un media tabla como Williams. En Bakú se pegó una piña en la primera sesión de libres. Puntuó el domingo. En Singapur terminó el sábado a 7 milésimas de su compañero, Alex Albon. Con una salida cañón el domingo, todo confianza, superó a varios monoplazas en la primera curva. Sin miedos ni complejos.

Ahora bien, Colapinto aún no ha entrado totalmente en combate. De momento, necesita lograr un asiento para 2025. Si lo consigue, el efecto novedad, frescura, de osadía e irreverencia, será escrutado deportiva y mediáticamente bajo la dura presión de las redes sociales y la fiscalizacion de los patrocinadores. En definitiva, la Fórmula 1 en su verdadera dimensión. "Aquí, la mitad de los pilotos viven en la paranoia, desdoblados entre quienes deben ser y quienes son en la realidad", te contaba una voz con conchas de galápago en el paddock.

"Primero hago, luego pienso"

"Seguiré divirtiéndome, bromeando y haciendo lo que hago. Pero hay momentos en los que tal vez necesite, no cambiar mi enfoque, porque cada vez que necesitaba concentrarme lo hice, pero las cosas pueden retratarse de manera bastante diferente de lo que sé y veo de mí mismo en comparación con el mundo exterior". Lando Norris podría ilustrar la historia de quién llegó a la Fórmula 1 con gran frescura y naturalidad, pero que debió modular la percepción que transmitía hacia un perfil más sobrio, contenido y adulto.

"Mucha gente me ve hacer bromas y lo que sea, y por lo tanto me echa mucha culpa de los errores que cometo al verme como si no estuviera concentrado en comparación con otros pilotos", explicaba el británico. Con la presión de las redes sociales, los resultados o ahora la lucha por el título, la Fórmula 1 ya no disfruta de aquel Norris risueño, divertido y jovial, que tarareaba las canciones en la parrilla o se partía de risa con Daniel Ricciardo en las ruedas de prensa.

Foto: Horner y Ricciardo, tras la victoria de este en Monaco 2018. (EFE/Valdrin Xhemaj)

¿Qué será de Franco Colapinto y su arrolladora personalidad? "Actúo, hago cosas, y luego pienso en lo que hice. Hubo un pibe que hizo un vídeo sobre mi forma de pensar, y es cierto, hago y después pienso. No me va mal, pero hago muchas cagadas", explicaba de sí mismo en El Hormiguero. Para triunfar en la Fórmula 1, quizás Franco Colapinto deberá aprender precisamente lo contrario.

Rendir -y sobrevivir- en la Fórmula 1 es algo más que manejar un volante. Max Verstappen, tricampeón del mundo, fue sancionado con labores de asistencia social por su lenguaje ("Fucked"...) en la rueda de prensa de Singapur, con la FIA apretando las tenazas del control del lenguaje y comportamiento de los pilotos, fuera y dentro del monoplaza.

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