Franco Colapinto o por qué es importante que Argentina vuelva a tener un piloto en la Fórmula 1
Después de muchos años, la bandera albiceleste volverá a estar presente en la parrilla de salida. En un momento de expansión global del campeonato, tiene mucha importancia
Antes de que Asia y Oriente Medio tuvieran peso específico en la geopolítica global, la Fórmula 1 se reducía a un tour europeo con la mayoría de sus carreras y pilotos procedentes del viejo continente. Las ilustres excepciones venían casi siempre de Sudáfrica, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina. Este último país era una potencia de primer orden en las primeras décadas del campeonato, pero todo aquello sucedió mucho, mucho tiempo antes de que naciera nuestro protagonista: Franco Colapinto.
El brillo de Argentina parecía que se limitaba a Juan Manuel Fangio, uno de los más grandes pilotos de la historia. Pero más allá del Chueco, había carreras internacionales importantes y otros grandes pilotos como Onofre Marimón o Froilán González. Incluso daban mucho lustre a la especialidad la presencia de talentosos gentleman drivers como Roberto Mieres o Carlos Menditeguy, aquel que no se presentó a la parrilla del Gran Premio de Mónaco porque prefirió pasar la noche con Brigitte Bardot. En definitiva, la albiceleste era muy poderosa por entonces.
Pero llegados los años setenta, la plata en Argentina empezó a escasear y aunque el talento seguía floreciendo, cada vez costaba más tener pilotos del país en la parrilla. Por esa razón, el ACA (Automovil Club Argentino) reunió dinero para enviar a competir a Europa a Juan Manuel Bordeu y Carlos Reutemann, que eran los pilotos más prometedores de la escena local. Reutemann debutó en Fórmula 1 en el Gran Premio de casa de 1971, logrando la pole position y demostrando que había llegado para quedarse. Pero tristemente, después del gran Lole llegó el desierto.
Reutemann, pese a no haber logrado nunca el título mundial, es considerado por derecho propio como uno de los grandes de la historia de la Fórmula 1. Un piloto descomunal, al que le pasó en su carrera a menudo algo similar a lo de Fernando Alonso: no estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Fue un ídolo de masas en Argentina pero, por desgracia, después de él nunca más se ha visto a Argentina ganar carreras o lograr podios en Fórmula 1.
Sin 'plata' para prosperar
Las profundas crisis económicas que han sacudido a Argentina de forma continuada en los últimos cuarenta años, hizo que sus pilotos rara vez progresaran más allá de la competición local. Oscar Larrauri, por ejemplo, un extraordinario piloto paisano de Santa Fe como Reutemann, vio cortada su progresión a la Fórmula 1 a mediados de los ochenta por cuestiones dinerarias. La sempiterna inflación provocaba que, lo que suponía una fortuna allí en patrocinios, fuera poco menos que calderilla al llegar a Europa. Cuando Poppy, pese a su gran talento, no pudo triunfar, el desánimo se apoderó del resto de pilotos compatriotas.
Desde Larrauri, hubo más pilotos argentinos compitiendo en Fórmula 1 como Norberto Fontana, Esteban Tuero o Gastón Mazzacane, pero sin ningún éxito reseñable. Fontana, cuando tenía sus días buenos, era un piloto rápido, pero no tenía la solidez necesaria para asentarse en la categoría. También rondaron la máxima especialidad buenos pilotos como Jose María Pechito López, pero han tenido que pasar nada menos que 23 años para que Argentina vuelva a tener un piloto en la máxima especialidad del automovilismo.
Al gran público apenas les sonarán los nombres de Juan María Traverso, Matías Rossi o Guillermo Ortelli, pero no duden que son pilotos que, si en lugar de haberse quedado en la competición doméstica hubieran podido perseverar internacionalmente, eran claro material de Fórmula 1. En España incluso compitieron de forma ocasional en monoplazas pilotos como Daniel Cingolani o Nicolas Filiberti y lo hicieron siempre con victorias. Y es verdad que siempre faltaba dinero, pero también se decía que el talento argentino se rendía con facilidad ante la posibilidad de ganarse la vida de forma más cómoda corriendo en su país.
Porque, pese a la carestía de medios, hay muy pocos países que puedan presumir de tener un automovilismo local tan fuerte como Argentina. Puede que después del futbol, los fierros, como allí los llaman, sea una de las aficiones más numerosas del país. Y no solo por sus pilotos. A nivel técnico, gente como Oreste Berta o Tulio Crespi rivalizarían sin ningún problema con los Mauro Forghieri o Adrian Newey de turno. Cualquiera que haya presenciado en vivo alguna carrera de la categoría Turismo Carretera o TC 2000 puede dar fe de lo mencionado.
Pero ese confort que da la fama y el dinero sin moverse de casa, se convirtió en un antídoto permanente para que los mejores pilotos del país se arriesgaran. Era mucho pedir dejar absolutamente todo atrás, en busca del sueño de replicar las hazañas de Fangio o Reutemann. Por eso, tiene tanto mérito el caso de Franco Colapinto, pues no es alguien que venga de una familia de dinero. Cuando en 2018 llegó a España para competir en la Fórmula 4, lo hizo con una mano delante y otra detrás.
El casco de Colapinto para Monza. pic.twitter.com/1qpl618eXl
— Bracescolapinto (@Bracesco2023) August 29, 2024
Talento y determinación
Pero Colapinto supo buscar y aprovechar desde entonces todas las oportunidades que surgieron. Sin dinero apenas para subsistir, hacía horas como ayudante en los equipos en los que trabajaba. Solo estrenaba mono y casco cuando aparecía alguien que, seducido por su ilusión, se los conseguía. Argentina ahora sí que tenía por fin un piloto con la combinación necesaria para llegar a la Fórmula 1: talento y determinación a raudales. Y, ojo, en una época en la que, para llegar a la cumbre, no basta con ser muy bueno, sino que hay que aportar mucho dinero. Por eso, su caso tiene más mérito.
Colapinto sabía que, para alargar su sueño, tenía sí o sí que asombrar en esas dos o tres carreras únicas para las que había dinero. A partir de ahí, eran los equipos los que se veían obligados a no dejar escapar una de sus mejores bazas para el campeonato. La voz empezó a correr por Europa y los ojeadores de Williams le cazaron para ser su piloto de pruebas. Y, lo más importante, colaborando con una parte importante en el presupuesto para competir en Fórmula 2.
Y Franco de nuevo respondió a la confianza. El argentino ha hecho en 2024 muy buenas carreras y ha cometido muy pocos errores, algo notable en un campeonato tan disputado como la Fórmula 2. Bravo por Williams, por haber sido fiel a su planteamiento de invertir en talento propio y darle la oportunidad cuando ha llegado el momento. Pese a las presiones para que Mick Schumacher fuera el sustituto de Logan Sargeant, el jefe de equipo, James Vowles, ha preferido dar la oportunidad y poner a prueba a Colapinto.
Dado que en 2024 Carlos Sainz y Alex Albon serán los pilotos titulares de Williams, Colapinto no podrá continuar su carrera de momento en su actual equipo. Pero hay ocho carreras por delante para demostrar que merece un hueco en la disciplina. A buen seguro, tal y como ha hecho hasta ahora, Franco sabrá aprovechar su oportunidad. Argentina y sus tuercas merecen volver ser grandes en la Fórmula 1.
Antes de que Asia y Oriente Medio tuvieran peso específico en la geopolítica global, la Fórmula 1 se reducía a un tour europeo con la mayoría de sus carreras y pilotos procedentes del viejo continente. Las ilustres excepciones venían casi siempre de Sudáfrica, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina. Este último país era una potencia de primer orden en las primeras décadas del campeonato, pero todo aquello sucedió mucho, mucho tiempo antes de que naciera nuestro protagonista: Franco Colapinto.
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