Por qué Lewis Hamilton se equivoca cuando dice que no le gusta conducir "los coches malos"
El piloto británico mostró su desencanto en una reciente entrevista cuando le toca competir con monoplazas que no están a la altura. Pero quizá olvida que ahí se forjan las leyendas
"Me encanta pilotar, lo que no me gusta es pilotar coches que no son buenos". Esta fue la polémica frase pronunciada por Lewis Hamilton en una reciente entrevista a Fox en el pasado Gran Premio de Australia. Unas declaraciones que han dado mucho que hablar estos días. En contexto, sus palabras no carecían de lógica. Todos los pilotos quieren tener un monoplaza ganador y es comprensible mostrar desagrado cuando no puedes aspirar a la victoria.
Lewis afirmó en la entrevista que se trataba del sinsabor de no pilotar el coche ganador que se suponía que iba a tener, más que de luchar por el cuarto o quinto puesto. Es decir, la desazón de estar preparado para lograr su ansiado octavo Mundial y que el coche prometido no esté a la altura. Sin embargo, quizá llevado por la obsesión de los números, se olvida también de que la historia de un piloto no sólo la describe la estadística. Si los títulos y las victorias son importantes, también lo es forjar tu leyenda cuando el camino se pone cuesta arriba con un coche mediocre.
My greatest inspiration. It was the way he raced, his passion for life and for the sport. But more than anything it was the way he faced alone a system that wasn’t always kind to him. May Aryton Senna’s legacy live on forever, especially vibrant this weekend pic.twitter.com/SmA4QQpOul
— Lewis Hamilton (@LewisHamilton) November 11, 2021
No todo es el palmarés
Véase el caso de Nelson Piquet y Ayrton Senna, con tres títulos en su haber. ¿Alguien duda que en el imaginario colectivo de la Fórmula 1 la valoración del segundo supera con creces a la del primero? De hecho, Hamilton tiene a Senna como principal referente por su actitud ante la vida y el deporte, mucho más que por su palmarés. Los vídeos con más visualizaciones en redes sociales son los de aquellas situaciones donde el brasileño demostró estar muy por encima de su coche. La famosa primera vuelta de Donnington 1993 -por ejemplo, aparte de resultar una lección magistral de conducción sobre mojado- tenía el valor añadido de un coche muy inferior a los Williams de Alain Prost y Damon Hill.
Un ejemplo contemporáneo de Hamilton: la estadística de Sebastian Vettel. De calidad absolutamente indiscutible, por alguna razón no ha cuajado como uno de los grandes de la historia. En un repaso histórico a las leyendas de la Fórmula 1, se valoran más las proezas logradas con dificultad que los triunfos logrados sin contratiempos. El caso más simbólico podría ser el de Gilles Villeneuve en la comparativa con su hijo Jacques. El segundo tiene un palmarés apabullantemente superior al de su padre, pero muy pocos le incluyen en ese olimpo de los mejores de todos los tiempos, donde su progenitor aparece de forma recurrente.
Villeneuve padre no ganó ningún título y logró apenas seis victorias, pero sus triunfos con un coche desastroso en 1981 en Mónaco y el Jarama eran detalles que forjan la categoría de mito. El derroche de talento y espíritu de lucha no sólo lo empleó cuando olía el aroma del podio. En 1980, tenía un coche tan pésimo que a veces no daba ni para clasificarse en parrilla. Aun así, su entrega y valentía era la misma que cuando disponía de un coche ganador. Quizás no exista un ejemplo más claro en la historia del automovilismo de que el palmarés no explica la grandeza real de un piloto concreto. Un ejemplo que Hamilton podría valorar.
Una mala costumbre
Quizá esté malacostumbrado, porque, desde que compite en karting, Lewis Hamilton en pocas ocasiones no ha contado con maquinaria ganadora. Ni siquiera en 2011 y 2013 cuando comenzó con coches poco competitivos, pero acabó consiguiendo incluso victorias. El año pasado, sin ir más lejos, en las carreras finales el Mercedes ya era un coche capaz de ganar. Resumiendo: Hamilton no ha vivido verdaderas travesías del desierto, como las de Fernando Alonso desde 2015, para poner a prueba su paciencia y su amor por la competición.
Con proezas inexplicables cuando las cosas vienen mal dadas o sin ellas, Hamilton es uno de los mejores de la historia. Sin embargo, quizá tenga ahora la mejor ocasión de toda su carrera deportiva para demostrar que también es capaz de hacer posible lo imposible. Antes, debe batir regularmente a su compañero de equipo, George Russell. De no hacerlo, puede dejar dudas de su grandeza por no confirmarla frente a quien le pone las cosas muy difíciles. Valtteri Bottas ha demostrado ser un buen piloto, pero sus actuaciones antes y después de su etapa en Mercedes confirman que no es alguien del nivel especial que sí apunta a ser el británico.
Se trata de lograr esas actuaciones que dejen a la gente con una pregunta en el aire. ¿Cómo fue capaz de hacerlo con ese coche? Cuando la gente acudía en masa al circuito de Lasarte para el Gran Premio de España de 1935 lo hacía para ver a Tazio Nuvolari, ese italiano que nadie entendía cómo podía ganar con un poco potente Alfa Romeo a los todopoderosos Auto Union y Mercedes de la época. A Juan Manuel Fangio se lo recuerda tanto por sus victorias y títulos, como por ser capaz de batir con un inferior Maserati a los Ferrari. Lo mismo cabe decir de Stirling Moss, aquel campeón sin corona que lograba hazañas inexplicables con coches poco competitivos. Así, un suma y sigue que llega a la era contemporánea con un Michael Schumacher ganando carreras el año de su debut con Ferrari con un monoplaza a años luz de los dominantes Williams.
Por eso Lewis, haz de la necesidad, virtud. Es más que posible que se te recuerde en el futuro por hacer proezas con un coche no ganador esta temporada que por lograr el ansiado octavo título.
"Me encanta pilotar, lo que no me gusta es pilotar coches que no son buenos". Esta fue la polémica frase pronunciada por Lewis Hamilton en una reciente entrevista a Fox en el pasado Gran Premio de Australia. Unas declaraciones que han dado mucho que hablar estos días. En contexto, sus palabras no carecían de lógica. Todos los pilotos quieren tener un monoplaza ganador y es comprensible mostrar desagrado cuando no puedes aspirar a la victoria.
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