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Lewis Hamilton culpable, pero además se va de rositas ganando ante 120.000 ingleses
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EL BRITÁNICO, CULPABLE, PERO POCO

Lewis Hamilton culpable, pero además se va de rositas ganando ante 120.000 ingleses

El incidente entre Max Verstappen y Lewis Hamilton demuestra que muchas veces el reglamento es el peor enemigo del espíritu de justicia que deben plasmar sus

Foto: Formula one grand prix of great britain
Formula one grand prix of great britain

El incidente entre Max Verstappen y Lewis Hamilton demuestra que muchas veces el reglamento es el peor enemigo del espíritu de justicia que deben plasmar sus normas. Partamos de la base de que ni siquiera los propios pilotos se ponen de acuerdo sobre quien fue culpable o no. Desde la comodidad de nuestro sofá, también hemos podido ver el incidente una y otra vez a cámara lenta desde todo tipo de ángulos y, aun así, siguen surgiendo dudas sobre quien fue más culpable en la maniobra. Está claro, por tanto, que el juicio sugiere cuando menos mucha prudencia.

Era inevitable que tarde o temprano, ambos pilotos se encontraran en la pista como ocurrió en el incidente de Gran Bretaña. Los seguidores de Verstappen o Hamilton ven clara como el agua la culpa en el contrario, pero todo indica que tanto uno como otro tuvieron su parte de culpa. No olvidemos tampoco que el desencadenante del incidente fue una decisión tomada en una milésima de segundo a 300 kilometros por hora, con la adrenalina por las nubes, por lo que no sería justo cargar las tintas en uno u otro piloto a la hora de determinar quien tuvo la mayor parte de culpa.

¿Qué dice el reglamento?

No cabe mucho que reprochar a los comisarios deportivos porque bajo la literalidad del código deportivo sus decisiones fueron las correctas. El problema vino cuando la bandera roja permitió a Lewis Hamilton reparar su maltrecho coche y de esa forma seguir en carrera. Luego la penalización de solo diez segundos a británico parecía poco castigo cuando su rival había quedado fuera de combate.

Nada que objetar a la bandera roja hasta retirar toda situación de peligro, norma imperativa desde el accidente que costó la vida en Japón a Jules Bianchi. Sin embargo, esta norma también permite que los coches con desperfectos sean reparados, pero crea situaciones que las carga el diablo porque concede una enorme ventaja a uno de los dos implicados (Hamilton) y perjudica enormemente al otro (Verstappen).

Cierto es que las decisiones arbitrales no pueden tomarse en base al perjuicio causado al contrario, pues sería como castigar a un defensa a tantos meses de inactividad como durara la lesión provocada al delantero. Es de justicia destacar, además, que aunque ha sido tradicionalmente tratado con mucha benevolencia por los comisarios (la larga mano ‘british’ de este deporte), hay que reconocer que el comportamiento de Hamilton en pista ha sido en general bastante limpio, lo que no puede decirse con tanta rotundidad sobre Max Verstappen.

placeholder Christian Horner se mostró durísimo con Lewis Hamilton tras el accidente con su piloto
Christian Horner se mostró durísimo con Lewis Hamilton tras el accidente con su piloto

¿De vuelta el tercer coche?

El holandés aprenderá una dura lección después de este incidente pues ya sabe las consecuencias que puede tener tensar demasiado la cuerda a un perro viejo como es Hamilton. Tanto ha ido el cántaro a la fuente de sus intimidaciones en pista que el cántaro terminó por romperse. Quizás Hamilton forzara un poco más allá de lo debido, pero el piloto de RedBull ya sabe que no puede conducir como si estuviera sólo en la pista, ni que los coches que están a tu altura en una curva vayan a desaparecer de repente. En las carreras, quien va por la línea de fuera siempre tiene mas posibilidades de perder, y como el propio Lewis le recordó a Max en el GP de Brasil 2018 cuando se chocó con Esteban Ocon, la cuestión no es tener razón sino valorar quien tiene más que perder en una determinada maniobra.

¿Y si el accidente hubiera ocurrido el día anterior en la carrera clasificatoria? (casi pasó). Max Verstappen no hubiera podido participar en el Gran Premio por tener su coche destrozado. Por tanto, si la Fórmula 1 quiere seguir adelante con las banderas rojas y las carreras al sprint, deberían pensar en la reintroducción del coche de reserva para que en situaciones similares, no acabe el fin de semana para un piloto antes siquiera de haberlo comenzado.

Vale la pena recordar precisamente el GP de Gran Bretaña de 1976, cuando el héroe local James Hunt y aspirante al título de aquel año se quedó con su coche destrozado en la primera curva, después de un golpe con los Ferrari de Clay Regazzoni y su gran rival Niki Lauda. No sin polémica, se decidió parar la carrera, hasta que los pilotos tuvieron sus coches reparados de nuevo y listos para el reinicio de la prueba. A menudo es la historia quien nos da las respuestas para evitar que una norma acabe convirtiéndose en la peor enemiga de la justicia que dice perseguir.

El veredicto

Hamilton estuvo bien sancionado. Si su trayectoria hubiera discurrido por el mismo sitio por el que inmediatamente después pasó Charles Leclerc, no habría sido castigado, pero esos pocos metros fuera de trayectoria motivaron que los comisarios tuvieran base para aplicar la sanción. Ahora bien, el resultado final fue la absoluta desproporción entre el beneficio obtenido por Hamilton y el perjuicio sufrido por su rival. Un caso práctico para que la FIA comprenda que el deporte no puede ser rehén de sus propias reglas. Y con formatos nuevos como las carreras al sprint para dar espectáculo o la detención de la carrera por bandera roja es necesario readaptar el reglamento a las novedades que se incorporen. Normas pensadas bajo circunstancias diferentes a las actuales, son la receta perfecta para cocinar injusticias como la vivida en Silverstone.

De no cambiar esas normas, los comisarios deberían haber penalizado a Hamilton con la mayor pena de las posibles, quizás un stop & go (parada en boxes independiente a la del cambio de neumáticos). Una sanción excesiva ateniéndose a las circunstancias concretas de la acción pero mucho más justa según al diferente perjuicio sufrido por cada uno de los pilotos. Diez segundos no suponían un gran lastre para uno de los mejores monoplazas de la parrila. Pero a ver quién tenía narices en Silverstone ante 120.000 enfervorizados fans británicos para imponer justicia sobre literalidad reglamentaria.

¿Veredicto?: Hamilton es culpable por acción y (aunque sea involuntaria) especialmente por la omisión de oportunidades a su rival que supuso su maniobra.

El incidente entre Max Verstappen y Lewis Hamilton demuestra que muchas veces el reglamento es el peor enemigo del espíritu de justicia que deben plasmar sus normas. Partamos de la base de que ni siquiera los propios pilotos se ponen de acuerdo sobre quien fue culpable o no. Desde la comodidad de nuestro sofá, también hemos podido ver el incidente una y otra vez a cámara lenta desde todo tipo de ángulos y, aun así, siguen surgiendo dudas sobre quien fue más culpable en la maniobra. Está claro, por tanto, que el juicio sugiere cuando menos mucha prudencia.

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