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El bloqueo a las redes sociales en la F1: los riesgos de un deporte con ombligo británico
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UN DEPORTE GLOBAL INFLUIDO POR LO BRITÁNICO

El bloqueo a las redes sociales en la F1: los riesgos de un deporte con ombligo británico

A pesar de su naturaleza global, la Fórmula 1 sigue influida por la realidad británica, que impone al resto del mundo. Como el bloqueo a las redes sociales iniciado por el fútbol

Foto: Lewis Hamilton impulsó en la Fórmula 1 el bloqueo a las redes sociales iniciado en el fútbol inglés por temas racistas, secundado por otros pilotos
Lewis Hamilton impulsó en la Fórmula 1 el bloqueo a las redes sociales iniciado en el fútbol inglés por temas racistas, secundado por otros pilotos

Una vez más, cuestiones extradeportivas ensombrecieron el desarrollo de un Gran premio de Fórmula 1. En esta ocasión fue un boicot a las redes sociales promovido fundamentalmente ¡cómo no!, por Lewis Hamilton. Mas allá de que sea justa o no la protesta, o adecuada el modo de canalizarla, el ‘blackout’ por el que muchos pilotos desconectaron sus redes sociales durante el pasado fin de semana fue una muestra más de hasta qué punto la Fórmula 1 parece obligada siempre a bailar al son que manda el micromundo británico, pues una y otra vez extienden su visión local de las cosas como la norma global a seguir.

Como es bien conocido, este boicot surgió desde la Liga Inglesa de fútbol a modo de protesta por el inaceptable nivel de abuso verbal y espiral de odio presente en las redes sociales. Por supuesto, éste no es un problema exclusivamente británico, sino algo que desgraciadamente está presente a nivel global, pero sorprende ver en la Fórmula 1 cómo las cuestiones cuando surgen del Reino Unido inmediatamente son elevadas a categoría global por parte la comunidad anglosajona del paddock.

Lewis Hamilton y su nuevo alegato

Bastaba ver cómo comenzaba en sus redes sociales su alegato Lewis Hamilton, para comprobar hasta qué punto tienen interiorizado su síndrome de ombligo del mundo, cuando el actual campeón mundial hablaba de solidarizarse con la ‘comunidad futbolística’. En plural, como si fuera una cuestión surgida del futbol a nivel global y no doméstica, como fue el caso. A Hamilton le siguieron otros pilotos, los británicos los primeros.

A diferencia de lo ocurrido en su cruzada antirracista, donde ni Fernando Alonso ni Carlos Sainz se sumaron al gesto de arrodillamiento del piloto inglés, en esta ocasión Alonso no tuvo actividad durante el fin de semana, mientras que Sainz sí mostro un mensaje más explicito de apoyo al boicot. De una forma o de otra, no querrían ambos pilotos que esta nueva cuestión extradeportiva supusiera abrir un nuevo melón de señalamiento de ‘insolidaridad’ por su parte, después de no seguir al dictado su apoyo a la causa ‘Black Lives Matter’. Sin embargo, fue una buena muestra que indica a las claras esa mentalidad tan británica de creer que su visión y la importancia que le dan a ciertas cosas, debe ser compartida por igual en el resto del mundo.

El funeral del Duque de Edimburgo

En este sentido fue muy chocante, por ejemplo, que en Imola se retrasara una hora el comienzo de la clasificación por el funeral del Duque de Edimburgo. En el caso de haber coincidido con la celebración del gran premio en tierras inglesas todavía hubiera existido cierta explicación, pero en un campeonato de categoría mundial celebrado en Italia no se justificaba que el mundo entero gire alrededor de lo que deja de ser una cuestión local.

El poderío británico en la Fórmula 1 es incuestionable pues todos los equipos tienen su sede en Inglaterra, la mayoría del personal que trabaja en la organización, en los equipos, en los proveedores, etc. son de nacionalidad británica o cuando menos residentes allí. En cierto modo, es algo similar al predominio español en MotoGp, pero en el caso de las dos ruedas menos notorio, pues en el motociclismo existe un contrapeso casi equivalente por parte de Italia, que en el mundo de los coches no es ni de lejos tan significativo.

El siempre elocuente Luca di Montezemolo, en la época que discutía la forma en la que la Fórmula 1 era manejada por el tándem Bernie Ecclestone/Max Mosley como promotor y regulador del campeonato respectivamente, señalaba con acierto cuando criticaban el supuesto favoritismo de Ferrari: “Imaginen que el presidente de la Federación es italiano, que el promotor es italiano, que la mayoría de los equipos y personal que trabaja, incluidos comisarios deportivos son italianos, hasta donde escucharíamos las quejas de los británicos”.

El doble rasero

No le faltaba razón al que fuera presidente de Ferrari sobre esa doble vara de medir ‘british’ los asuntos en la Fórmula 1. Sin ir más lejos, la siempre influyente prensa inglesa hace apenas quince días ‘entendían’ como lógicas las ordenes de equipo en McLaren, aunque con anterioridad las consideraran un escándalo si quien las aplicaba era Ferrari. Recordemos por ejemplo también la dureza con la que se trataba la organización e instalaciones de carreras como la de Brasil, mientras justificaban el caos generado en 2012 en Silverstone cuando pidieron al público, que no asistiera al Gran Premio. Aquel año la lluvia había dejado impracticables los parkings y hubo una nefasta previsión y gestión del tráfico. Imagínese en cualquier otro país lluvioso como el Reino Unido, que se justificara el desastre con la climatología como excusa.

A diferencia del futbol, los ingleses no inventaron las carreras de coches, pero su peso específico en este deporte es superior a la mayoría de los países. Baste decir que nada menos que 164 pilotos británicos han participado en la Fórmula 1, cuando pilotos españoles apenas llega a quince el número. Quizá pueda argumentarse que en España falta poderío industrial o tradición en el deporte, pero que países tan significativos como Francia y Alemania cuenten con 71 0 56 pilotos respectivamente indica que cualquier piloto, ingeniero o profesional que quiera triunfar en el mundo de la Fórmula 1 tendrá que demostrar el doble de valía respecto a uno de su nacionalidad. Ante la duda, Inglaterra siempre barre para casa.

Igual que el Imperio Britanico ya no rige el mundo como cuando lo salvaba James Bond, poco a poco el Reino Unido va dejando de ser también el epicentro mundial del ‘Motorsport’. Antiguamente, casi todos los pilotos que aspiraban a correr en Fórmula 1 debían pasar por la Fórmula Ford o Fórmula 3 Británica. En cuanto al capital tecnológico, tampoco es exclusivo ya del ‘valle de Milton Keynes’ y circuitos, proveedores, fabricantes o instalaciones tecnológicas se encuentran en muchos países europeos incluido España en condiciones similares o incluso mejores. Como ocurre en la serie policíaca del agente 007, aunque se sigan considerando el ombligo del mundo, se le puede perdonar porque, las cosas como son, en la Fórmula 1 también se han ganado su prestigio a pulso. Sin ellos este deporte no se puede entender.

Una vez más, cuestiones extradeportivas ensombrecieron el desarrollo de un Gran premio de Fórmula 1. En esta ocasión fue un boicot a las redes sociales promovido fundamentalmente ¡cómo no!, por Lewis Hamilton. Mas allá de que sea justa o no la protesta, o adecuada el modo de canalizarla, el ‘blackout’ por el que muchos pilotos desconectaron sus redes sociales durante el pasado fin de semana fue una muestra más de hasta qué punto la Fórmula 1 parece obligada siempre a bailar al son que manda el micromundo británico, pues una y otra vez extienden su visión local de las cosas como la norma global a seguir.

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