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Max Verstappen: "Siempre me marqué como objetivo no tener que ir nunca al colegio"
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ENTREVISTA CON EL PILOTO DE RED BULL

Max Verstappen: "Siempre me marqué como objetivo no tener que ir nunca al colegio"

Sólo tiene 20 años, pero Max Verstappen no es un chico normal. Nunca, ni dentro ni fuera de la pista, deja de pisar el acelerador. Así explica a El Confidencial cómo es su particular psicología

Foto: Max Verstappen, tras ganar el GP de Malasia. (Reuters)
Max Verstappen, tras ganar el GP de Malasia. (Reuters)

Piensen por un momento cómo es la vida de un joven a los 20 años. El instinto lo asocia a la universidad, la diversión, las fiestas, al aprendizaje, el descubrirse a uno mismo, saber cuál es el camino que uno desea tomar profesionalmente, los amigos de verdad, los de mentira, los fracasos, los éxitos... la vida. Porque es imposible entender qué significa hacerse mayor sin haber vivido antes la magia de ser joven. Y esto es lo que pensaría cualquiera que nunca haya conocido a Max Verstappen. Tiene 20 años, pero mejor olvídense de esto.

Verstappen no sólo no entiende las cosas convencionales de la vida, sino que directamente las detesta. Cuéntenselo a alguien que debutó en la Fórmula 1 con 17 años y ganó su primera carrera a los 18. Pero si este chico es una persona única en el mundo es por esa sensación que transmite de no tenerle miedo a absolutamente nada... con sólo 20 años. Y esto pone los pelos de punta. Es de esos que petrifican con su mirada y la forma de usar sus palabras. Bienvenidos a la fascinante mente de Max Verstappen.

"No puedes mostrar en público que estás triste"

"Nosotros dos somos, probablemente, los dos más jóvenes del 'paddock'. ¡Ambos tenemos 20 años!". Así fue el inicio de la charla con El Confidencial. Pero recuerden que la edad de Verstappen es sólo un número. "Bueno, pues sí, probablemente", respondía Max con una mueca. La arrastraba ya desde hace un minuto, cuando reía a carcajadas con unos periodistas holandeses. Pero poco le costó fruncir el ceño, encoger los labios y tensar toda la mirada. Como una reacción ensayada en su enésima entrevista del año. O quizá un mecanismo de supervivencia. Porque hay veces que sonreír es una muestra de debilidad en la F1.

Y si te llaman 'el nuevo Senna', aún más. Porque además de no ser un piloto normal, Verstappen tampoco es un tipo normal. En dos años, pasó de competir en el kárting a ganar un Gran Premio. "En mi carrera, todo ha sido una línea ascendente... hasta este año", reflexiona. En 2017, la mala suerte se ha cebado con él. Ocho abandonos por averías del motor no sólo truncan un currículum, también la psicología. Indudablemente, es algo que revuelve emociones. Más aún con 20 años y ni tres de experiencia en la F1. Porque a uno le da la sensación que la frialdad de Max es como un sufflé blando... pero envuelto por una capa de hierro.

¿Cómo reacciona alguien tan joven (y tan bueno) a una racha tan mala de resultados? "Intento ser positivo. Sé siempre que tengo el talento y la velocidad, otra cosa es que pasen cosas que no están en mis manos. Por dentro es cierto que puedes estar triste y muy decepcionado, pero no puedes comportarte así en público, porque así te va muy mal en este deporte. Debes simplemente reflexionar en esos momentos". Y Verstappen aguantó... hasta que ganó hace dos semanas en Malasia. Pero en su corazón aún brotan cicatrices. "Me contengo las emociones para mí mismo", reconoce. En efecto, es una capa de hierro lo que cubre este sufflé.

Foto: El jefe de operaciones de Force India hubiese fichado la ingeniero de la FIA. (EFE)

¿Que si he llorado alguna vez?

No es fácil hablar de emociones con alguien como Verstappen. "¿Usted ha llorado después de alguna de esas carreras tan malas?". Y nada más escuchar el verbo llorar, casi sin acabar la pregunta, ya tenía preparada la respuesta para soltarla al instante. "No", decía con la mirada fija, algo descolocado. Pero la reiteración le hizo incluso desdecirse a sí mismo. Porque no son ni los 'recados' de su compañero ("no leo esas cosas, me dan absolutamente igual") ni lluvias torrenciales en alguna carrera (Brasil 2016) lo que le saca de sus casillas. Donde sí tambalea es en el plano emocional. "Bueno, a ver... Sí, he llorado alguna vez, pero no recuerdo cuándo fue. No sé si ha sido este año. Quizás...". Pero, ¿cómo expulsa uno la frustración de acabar con el coche en la cuneta? "Soy más de cabrearme, pero no rompo cosas. Más bien me contengo...".

placeholder Verstappen, durante la entrevista con El Confidencial. (Foto: RV RacingPress)
Verstappen, durante la entrevista con El Confidencial. (Foto: RV RacingPress)

Pero Verstappen no está en la F1 para abrirse en canal. Y lo demuestra con cierto nerviosismo al hablar de emociones. De repente levanta la cabeza, interrumpe sus respuestas y se ríe en la distancia con un amigo en el hospitality de Red Bull. Como si se evadiera de un asunto tabú, casi innombrable en esta Fórmula 1 elitista e inquebrantable que erige figuras heróicas como la suya, la viva imagen del éxito joven, inmediato, explosivo hasta rabiar. "Mi padre siempre me ha enseñado que tengo que mantener los pies en el suelo, aunque tenga mucho éxito. Y también que me tengo que mantener firme ante todo", cuenta sobre las lecciones que le ha transmitido Jos, expiloto de F1 y su mano derecha. Sin esta filosofía, sería imposible entender esa mezcla de "ser positivo"... pero "conteniendo las emociones".

Porque en estos tres años, Verstappen las ha vivido de todos los colores. Es cierto que sólo la mala suerte de 2017 empaña su trayectoria, pero su ejemplo hace bueno aquel dicho que 'un año en F1 es como varios en la vida real'. Por este cauce se puede entender la peculiar actitud de Verstappen con 20 años. Y también por respuestas así. "Yo aquí he aprendido que siempre tienes que saber quiénes son tus amigos. Y yo ya sé quiénes son; los mismos que antes de llegar a la F1. Los hay que te quieren por ser quien realmente eres... y los que están ahí porque estás en la F1". La seguridad con la que transmitió esta frase venía a confirmar esa proclama de "mantenerse firme ante todo". Porque el perfil singular de Verstappen toca extremos insospechados.

Foto: Verstappen, ante su legión de aficionados en Austria. (Reuters)

Al margen de su padre, ¿quién será la inspiración de Verstappen en el mundo global o del deporte? "Yo no tengo ninguna inspiración", confiesa. "Aquí cada uno hace la vida que quiere y yo también hago eso. Sinceramente, no me inspira nadie", insiste. Y corta la respuesta, otra vez distrayéndose con su amigo en la distancia. Porque estas incógnitas emocionales que destila Verstappen en la Fórmula 1 tienen relación con todo lo que hace fuera de ella. Hamilton tenía un perfil parecido... hasta que llegó a Mercedes, se enfundó las cadenas de oro y se convirtió en un personaje reflexivo, incluso filosófico. Muhammad Ali es uno de sus ídolos. Alonso y su inspiración samurái es otro ejemplo, como también la admiración de Carlos Sainz por Rafa Nadal. Ejemplos fuera de la órbita de las carreras, quizá para entender que existe otra realidad de la que reflexionar. Pero este verbo significa pararse a pensar. Y Verstappen vive con el acelerador pisado a fondo...

La fiesta con los amigos... en el garaje

Hay quien dice que los niños vienen con un pan bajo el brazo, pero Verstappen lo hizo casi con un volante. Una foto en las redes muestra a Max de bebé subido al Benetton de su padre en 1998. La moraleja de lo que luego sería una vida dedicada día y noche a las carreras. Literalmente. "Desde siempre me marqué como objetivo no tener que ir nunca al colegio o la universidad. No podría hacer nada de eso. Por suerte, me ha ido todo bien. Hay gente a la que le gusta estudiar, pero a mí no. Y, por suerte, a mis amigos tampoco les gustaba demasiado", cuenta sobre estos últimos años. Pero hay más.

"Mis amigos son los mismos que tenía hace cuatro o cinco años. Solemos quedar en Holanda, ahora ya no tanto a dar una vuelta en la calle por esto de la fama, sino que más bien nos juntamos por nuestro equipo de go-karting. Ellos siguen compitiendo todos con karts, y yo suelo ir a verles al taller a ver qué están haciendo, estamos ahí todos tranquilamente hablando de carreras y pasando un buen rato". Por lo demás, la vida privada de Verstappen se limita a estar en el simulador de Red Bull y las carreras de F1. No hay margen para otra cosa que no sea gasolina y neumáticos. Siempre con el acelerador pisado...

"No es que no me guste hacer cosas que hacen otros adolescentes, como salir de fiesta", se explica Max. "Pero siempre puedes hacer eso cuando tengas 25 o 26 años... Yo no me estoy perdiendo nada. Estoy justo donde quiero estar, en la F1. Si me pego una semana entera en casa, yo me aburro completamente". Para confirmar las sospechas, ¿cuál es entonces la filosofía de vida de Vestappen, aquella que transmite espiritualmente a cada una de sus acciones del día a día? "Mi objetivo es llegar a ser el mejor en la Fórmula 1. Cuando acabe haré más cosas, correré en algún lado y montaré mi propio circuito. Eso es lo que me gustaría hacer". Corto y claro, en perfecta sintonía con todo lo que transmite Verstappen: carreras y más carreras.

"¿Feliz? Por supuesto; esto es un sueño"

Al fondo, de repente, se escucha a alguien hablando en voz alta. Como si estuviera haciendo alguna broma. "¡Muchas gracias, muchas gracias!", dice en español. Y de repente, lo mismo en japonés. "Arigato gozaimasu!". No podía ser otro que Daniel Ricciardo, cuya imagen sonriente y pasional es antagónica es la de Verstappen. En una entrevista con El Confidencial, Ricciardo dijo que Verstappen "no me eclipsa en nada, solo que tiene más atención mediática". ¿Cómo dirigiere Max estas palabras? "Ni me enteré de que lo dijo", decía Max, de nuevo metiendo la directa. "Todo el mundo tiene una opinión, pero yo hago lo que tengo que hacer en la pista. No tengo que demostrar a nadie lo bueno que soy". Porque probablemente en ese estómago revuelto de emociones se esconda un Max luchador como nadie. Otro tema es que se oculte entre respuestas aceleradas y miradas al firmamento. ¿El mejor remedio?

Foto: Ricciardo, celebrando su tercer puesto en el GP de Bélgica. (EFE)

"Mi actitud es adecuada para ser campeón porque nunca, nunca me rindo", explica. Buen ejemplo es su perserverancia en 2017 hasta ganar en Malasia. "Lucho muchísimo, especialmente este año que han ido las cosas mal. Y he interiorizado que tengo que ser positivo y mostrarme positivo, estas cosas negativas que te pueden pasar al final siempre te van a acabar ayudando en la lucha por el mundial". Y Verstappen, un campeón en proceso, sólo mira al futuro, a esa "lucha por el mundial" que algún día asaltará. Y entre medio, un proceso psicológico de aciertos y errores que sólo él mismo entiende. Porque, en realidad, también el misterio es una parte apasionante de los genios...

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¿Es feliz Max Verstappen con su vida? "Por supuesto que soy feliz. Estoy aquí viviendo un sueño". Porque mientras el resto de chicos de 14 años jugaban espontáneamente con una pelota, Verstappen se recorría toda Europa con su padre y aquellas proclamas de "siempre luchar, mantenerse firme". Porque a los 16 años no empezaba a salir por la noche, sino que entrenaba a destajo en Holanda para llegar a la F1. Un año después, debutaba ya en unos libres. Una carrera meteórica, anormal, que no trae consigo una personalidad normal. Porque no tiene ni inspiración, ni miedos, ni rencores, ni remordimientos. Verstappen nunca mira atrás. Y en su camino al éxito, no existen reflexiones ni emociones. Una aceleración constante, en una vida hacia adelante, a velocidad de vértigo. Dentro... y fuera de la pista.

Piensen por un momento cómo es la vida de un joven a los 20 años. El instinto lo asocia a la universidad, la diversión, las fiestas, al aprendizaje, el descubrirse a uno mismo, saber cuál es el camino que uno desea tomar profesionalmente, los amigos de verdad, los de mentira, los fracasos, los éxitos... la vida. Porque es imposible entender qué significa hacerse mayor sin haber vivido antes la magia de ser joven. Y esto es lo que pensaría cualquiera que nunca haya conocido a Max Verstappen. Tiene 20 años, pero mejor olvídense de esto.

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