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Otro fiasco de Ferrari deja a Hamilton con el título en la mano; Alonso roza los puntos
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vettel abandonó y está a 59 puntos del británico

Otro fiasco de Ferrari deja a Hamilton con el título en la mano; Alonso roza los puntos

Dominio de principio a fin del piloto de Mercedes en Suzuka, donde Vettel apenas aguantó cinco vueltas. Ya está a 59 puntos de distancia en la clasificación del Mundial

Foto: Lewis Hamilton escoltado en el podio por Max Verstappen (i) y Daniel Ricciardo (d). (EFE)
Lewis Hamilton escoltado en el podio por Max Verstappen (i) y Daniel Ricciardo (d). (EFE)

Y de repente, en medio de esta extraña seriedad corporativa de la Fórmula 1, aparecía una banda de música japonesa por el 'paddock' de Suzuka. Sólo la componían dos chicas jóvenes, aporreando cada una un tambor, junto a un entusiasta disfrazado de dragón que iba desatando carcajadas en las casetas de los equipos. Pero pronto volvió el ambiente normal de este deporte. Porque hoy era uno de esos días para estar serios, de los que erigen automáticamente la tensión entre este loco ambiente japonés. Sebastian Vettel se jugaba seguir vivo en el campeonato. Quién le iba a decir que al final acabaría con un pie y medio en la tumba.

Se fue el dragón, las carcajadas y los tambores. Y de repente, llegó Vettel. Quedaba media hora para empezar la carrera. Alrededor de la escena, 30 personas. La cara de Seb era de aquellas que a uno se le quedan en la mente de por vida. Como si no le cupieran los nervios, la tensión y las ganas de ganar en su cabeza. Una cara que sólo la ponen los deportistas de élite cuando saben que tienen ante sí un reto complicado. Como las de Rafa Nadal contra Rogen Federer o las de la selección española en Sudáfrica 2010. Vettel era la tensión hecha persona. Ni su jefa de prensa se le acercaba. Minutos después de aquello, le cambió la cara. ¿Su muerte del 2017?

Llegó a la parrilla en el momento de mayor concentración de todo el año y se topó con la cara amarga de Ferrari, esa que hoy hace aún levantar las cejas a cierto bicampeón asturiano. Porque tras el fiasco de Singapur y la avería que le dejó último en Malasia, faltaba la tercera para matar la vencida. Esta vez fue un problema en la bujía del motor. Los mecánicos lo solventaron a tiempo récord. O eso creían, porque a la décima vuelta tenían a Vettel en el 'box' repartiendo ánimos y abrazos. También a Maurizio Arrivabene, ese carismático jefe que tendrá que vérselas ahora con Sergio Marchionne y la cúpula rossa. A nadie le gustaría estar en su pellejo. Y menos aún en el de Vettel, que hace sólo seis semanas era el líder absoluto. Ahora esto ha cambiado. Y radicalmente, porque Hamilton es una máquina de ganar.

Podría hacerse un análisis meticuloso de cómo Hamilton probablemente ganará este Mundial, pero basta con fijarse en Suzuka para entenderlo. No sólo por su 'pole' estratosférica de este sábado, también por demostrar que sabe liderar bien las carreras. Porque una cosa es ir primero... y otra saber liderarlas. Y lo hizo a la perfección, sin caer en el pánico y dejando margen a Max Verstappen para que corriera y al final le entrara el flato. Incluso cuando el holandés se le ponía a un segundo en la última vuelta, Hamilton metía de repente un empuje extra de ritmo. Lo que quería, cuando quería. Porque será, salvo desastre, el campeón del mundo del 2017.

Daniel Ricciardo no hizo una salida excelente, pero le bastó su abrumador ritmo de carrera para llegar a la tercera posición, justo detrás de su compañero. Cuarto acabó Valtteri Bottas, en un digno día donde remó a contracorriente con la estrategia. Lo mismo hizo Raikkonen, quinto pero a más de 23 segundos. Sin su sanción de cinco puestos, quizá hubiera puesto en aprietos a Hamilton y los Red Bull. Pero en Ferrari hay varias cosas que no funcionan bien, desde la técnica hasta su gestión interna. A Kimi Raikkonen le valió para ganar a los Force India de Esteban Ocon (6º) y Sergio Pérez (7º) y ambos Haas, todos ellos en los puntos junto a Felipe Massa.

Carlos Sainz se despide con un abandono

Fue Massa, ahí al límite en la 10º posición, y no a Fernando Alonso. Porque el asturiano lo intentó sin éxito hasta el final y se quedó a las puertas de los puntos. Hubiera sido un bonito regalo a los miles de aficionados japoneses que se disfrazaban para animarle en las gradas. Alguno llevaba hasta una armadura de papel, como si fuera un samurái. Ese mismo personaje que inspira su ídolo asturiano, aquel que inicia la cuenta atrás para empezar tiempos mejores en 2018. Igual que su compatriota y sucesor Carlos Sainz, pero en su caso con el cronómetro ya apurando los segundos. Hoy fue su última carrera con Toro Rosso... y duró tres curvas. Cometió un error, se le fue el coche y acabó en el muro. No fue la mejor forma de acabar, pero en Austin empezará ya su aventura en Renault. Semejante regalo es consuelo suficiente.

Acabó la carrera... y Vettel no estaba. Se fue. Para algunos en el paddock, una muestra definitiva de debilidad emocional. Para otros, la reacción natural de alguien que iba camino de hacer historia con Ferrari. Hasta que llegó Singapur. Y Malasia. Y ahora Japón. Luego vendrá Austin, con una mochila prácticamente insalvable de 59 puntos a remontar. Difícil, desde luego. Que sea imposible es ya el tema de debate. Porque nadie se creía que Ferrari volviera a caer en sus clásicos vicios del pasado, y la historia actual es conocida por todos. Entre dragones y tambores, ahí aparecía Vettel. La viva cara de un deportista que se jugaba todo... y acabó perdiéndolo. ¿Todo?

Y de repente, en medio de esta extraña seriedad corporativa de la Fórmula 1, aparecía una banda de música japonesa por el 'paddock' de Suzuka. Sólo la componían dos chicas jóvenes, aporreando cada una un tambor, junto a un entusiasta disfrazado de dragón que iba desatando carcajadas en las casetas de los equipos. Pero pronto volvió el ambiente normal de este deporte. Porque hoy era uno de esos días para estar serios, de los que erigen automáticamente la tensión entre este loco ambiente japonés. Sebastian Vettel se jugaba seguir vivo en el campeonato. Quién le iba a decir que al final acabaría con un pie y medio en la tumba.

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