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Walter Wolf, el hombre hecho a sí mismo que hizo temblar a Ferrari
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WOLF, el Único equipo canadiense EN LA F1

Walter Wolf, el hombre hecho a sí mismo que hizo temblar a Ferrari

Walter Wolf fue una de las personalidades más singulares de la F1 de los setenta. Desde la nada, el empresario canadiense logró ganar con el Wolff Racing en su propio gran premio

Foto: Jody Scheckter con su Wolf Racing en el GP de Mónaco de 1978. (Imago)
Jody Scheckter con su Wolf Racing en el GP de Mónaco de 1978. (Imago)

¿Cómo pasar de ser pobre de solemnidad en la infancia a convertirse en multimillonario y propietario del único equipo canadiense de Fórmula 1, capaz de ganar su primera carrera y, además, el GP de Canadá?

En 1977, el WR1 se convertiría en uno de los monoplazas de mayor personalidad de la F1. Ganó en su debut, Argentina, y dos carreras más, entre ellas el gran premio canadiense. El equipo de Walter Wolf solo tenía un monoplaza, patrocinado por él mismo. Su piloto, Jody Scheckter fue subcampeón del mundo aquel año por detrás de Niki Lauda. Solo un carácter singular como el de Wolf podía lograr algo semejante.

Esta es la historia de Walter Wolf, personaje de increíble peripecia vital cuya ambición y energía aterrizaron en el Gran Circo como otra de esas personalidades únicas que con solo cuatro años de presencia dejó su huella inconfundible en este deporte. En su inmenso rancho canadiense hay una caseta gigante parael perro “No te preocupes por el perro, preocúpate del dueño”, reza su cartel. Muy Walter Wolf.

De cero al infinito

Natural de Graz (Austria) aunque criado en Eslovenia, su determinación de titanio comenzó a forjarse en las enormes dificultades de su infancia. Nacido durante la Segunda Guerra Mundial, su padre, fue enviado a una prisión rusa como prisionero de guerra. Pasó doce años sin verle. Con su familia vivía en Yugoslavia, y desde muy pronto llevó la pasión por las carreras en la sangre. Con 16 años se escapaba a Monza haciendo auto stop para ver el Gran Premio de Italia. No tenía dinero para la entrada, pero siempre se las arreglaba para colarse.

Sin un duro ni la menor idea del inglés emigró con 19 años a Canadá. Durante meses vivió a base de sopa y dormía en un cine para aguantar el frío, donde aprendió el inglés viendo películas. Sus siguientes veinte años fueron de lucha por la supervivencia, pero siempre hacia arriba, con todo tipo de oficios (incluso buceador), hasta llegar a controlar una compañía de equipos marinos que terminó construyendo plataformas petrolíferas por todo el mundo. Con este negocio y especulando con el petróleo, acabó siendo multimillonario. Y también canadiense de nacionalidad.

Primero, Williams

Apasionado de los aviones, helicópteros y deportivos de lujo, se hizo amigo de Gian Paolo Dallara, uno de los más brillantes y versátiles ingenieros en la historia del deporte automovilístico (responsable de los Indycar actuales). Decidió también probar en las carreras como piloto. Duró poco. Entrenando para participar en las 24 Horas de Le Mans sufrió un espectacular accidente. Su entorno no le permitió intentarlo otra vez. Pero el fuego de la competición, envuelto con su audacia empresarial, se hizo más intenso.

Wolf conoció por el camino a Frank Williams quien, literalmente, no tenía dinero ni para comprar motores. En 1975 le compró once. Al final, acabó adquiriendo una participación en el equipo como contraprestación al pago de las deudas pendientes. En 1976, la escuadra ya participaba como Walter Wolf Racing y el monoplaza era un Wolf-Williams FW05. Allí trabajaban un jovencísimo ingeniero llamado Patrick Head y Harvey Postlethwaite, uno de los mejores de la época. Pero el tema no funcionaba, Williams quería ser libre como un pájaro y echó a volar en solitario. Wolf, con solo 37 años, aplicó la energía y determinación de toda su vida, y en pocos meses creó su propio equipo.

Luego, Wolf Racing

A Lauda le hizo la primera oferta. El austríaco, en Ferrari, la rechazó. A Jody Scheckter, la segunda, quien no pudo porque le dobló el sueldo de Tyrrell para convencerle. A Warr y a Postlethwaite lo mismo. Este último diseñó en pocos meses el Wolf WR1, un coche sencillo y efectivo al que endosó el ubicuo motor Cosworth DFV de rigor para la época. Y echaron a correr. Allí trabajaba un jovencísimo ingeniero que torneaba piezas llamado Ross Brawn. Tres de los mejores ingenieros de la historia de este deporte echaban los dientes profesionales en Wolf Racing.

Un equipo de un solo coche. Estética y técnicamente inconfundible, el WR01 era una joyita según en qué circuitos. En Argentina 1977 debutaba una estructura montada a bocajarro en pocos meses. Scheckter salió retrasado por los problemas de juventud de la nueva criatura en los entrenamientos. Remontó a todo bicho viviente y entró primero en la meta. Muy Walter Wolf. Tres victorias aquel año, y qué triunfos: Argentina, Mónaco, y su propio gran premio, en Canadá, con la hoja de arce impresa en la carrocería de su solitario monoplaza. A mitad de año, Scheckter era líder del Mundial por delante de Niki Lauda en Ferrari. ¿Qué más se podía pedir? Pues dos segundos puestos, cuatro terceros, y el subcampeoanto. Todo, muy Walter Wolf. Con los premios acordados con el jefe al ser fichado, Scheckter ganó aquel año más dinero que Lauda.

La invitación de Enzo Ferrari

Pero un equipo con un solo coche siempre iba a estar en desventaja. En 1978 Wolf perdía terreno. Enzo Ferrari admiraba a Wolf, e incluso invitó al equipo para rodar en su circuito italiano de Fiorano. El único distinto a la Scuderia en hacerlo. Pero la realidad es que el Viejo Zorro quería observar de cerca a Jody Scheckter y, para 1979, se lo arrebató a Wolff. Admirador del sudafricano, el empresario canadiense empezó a perder interés. Fichó a James Hunt en 1979, cuando el británico ya estaba con la cabeza fuera de la Fórmula 1 tras el accidente mortal de Ronnie Peterson. Le dejó tirado a mitad de año. Le sustituyó Keke Rosberg, padre de Nico. A final de aquel año Wolf vendió su equipo a Emerson Fittipaldi. En poco tiempo habían pasado por sus manos algunos de los grandes protagonistas de la historia de este deporte.

“Hoy, las carreras son todo negocio, ya no son un deporte. En los 70 todos estábamos en el mismo hotel, pilotos y equipos, cenábamos juntos, éramos amigos. Después de una carrera nos enfadábamos un par de días, pero luego éramos amigos de nuevo. Hoy después de cada carrera la gente sale corriendo al aeropuerto, o si abandona el piloto no espera al final. Y hay otra diferencia. En la Fórmula 1 hoy, haces dinero. Cuando yo estaba, lo gastaba”.

El empresario canadiense vendería luego su empresa. Se compró un rancho gigantesco en Canadá, donde está la caseta de su perro. Se casó por tercera vez con una despampanante mujer treinta años menor que él. En 1998, aquel chaval que había llegado al país con una mano delante y otra detrás, fue elegido para formar parte del Canadian Motorsport Hall of Fame. Gilles Villeneuve aparte, fue el único canadiense que ganó el Gran Premio de Canadá con un equipo de la misma nacionalidad. Todo, muy Walter Wolf.

¿Cómo pasar de ser pobre de solemnidad en la infancia a convertirse en multimillonario y propietario del único equipo canadiense de Fórmula 1, capaz de ganar su primera carrera y, además, el GP de Canadá?

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