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Adiós a John Surtees, el campeón que hablaba con las motos y los coches
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único campeón del mundo en dos y cuatro ruedas

Adiós a John Surtees, el campeón que hablaba con las motos y los coches

Campeón del mundo con Ferrari en 1964, de una personalidad singular que marcó su trayectoria, tuvo un talento especial para todo lo que fuera una máquina de competición

Foto: John Surtees ha fallecido a los 83 años.
John Surtees ha fallecido a los 83 años.

A los 15 años dejó el colegio, entró en un taller, y pronto empezó a preparar sus propias motos por las noches. Adolescente todavía, logró su primera victoria en un circuito galés, bajo la lluvia. “Aquella fue la carrera que me produjo el mayor efecto en mi vida. Por primera vez, dejé de ser un mecánico que pilotaba una moto. Me convertí en uno con ella. Nos hablábamos, nos intercambiábamos mensajes. Me di cuenta que eso es lo que necesitabas para sacar lo máximo de una máquina. Moldeó el resto de mi carrera”.

Esa sensibilidad especial para domar una máquina de carreras, no importaba su naturaleza, y una personalidad singular, convirtieron a John Surtees -quien falleció el pasado fin de semana- en el único campeón del mundo en dos y cuatro ruedas. El piloto británico pudo presumir toda su vida, porque de los cientos de pilotos que han participado en el Mundial de Motociclismo, pocos lograron ser campeones del mundo. Y solo uno lo consiguió también en la Fórmula 1. Por el camino, se permitió rechazar dos veces al mismísimo Enzo Ferrari.

Cuatro ruedas cuando no hay carreras de dos

Su destino estaba sellado desde que nació. Su padre, John, tenía un taller de motos y competía con un sidecar en el que a la derecha se sentaba su madre, Dorothy. A finales de los 50, Surtees había logrado siete títulos mundiales entre 350 y 500 cc, seis de ellos en tres años. Entre 1951 y 1960 cosechó 250 victorias en 352 participaciones. Fue el campeón más joven de 500 de la historia, con 22 años. Logró el record en la Isla de Man. Y desde muy joven exhibió una personalidad directa, nada diplomática, siempre fiel a su instinto. Cuando rechazó a Norton, nadie podía imaginar que fuera capaz de abandonar a la mejor marca británica del momento por otra italiana de segunda fila. Logró el título en su primera participación con MV Augusta.

Pero quería más. Por contrato, los italianos le impedían correr con sus propias motos fuera de los fines de semana de carreras. “Pero nada en el contrato decía que no pudiera correr en coches”. Así empezó a partir de 1960 a vivir una intensa y doble vida en dos y cuatro ruedas. La primera vez que probó un coche de carreras fue el Aston Martin de Le Mans, en Goodwood, y fue incluso más rápido que Stirling Moss. Aquí corrió su primera carrera con un Formula Junior Cooper de Ken Tyrrell. Batió a Jim Clark. A final de aquella temporada, debutó en la Fórmula 1 con Lotus.

Primer portazo a Lotus

“Mi experiencia en las motos era útil, conocía los algunos circuitos, pero la mayor parte de la técnica era diferente. Lo que podía hacer inconscientemente en una moto lo tenía que pensar en un coche. El primer año no sabía lo que hacía, podía ir tan rápido como los demás, pero no era alguien muy seguro”. Pero en su segundo gran premio terminó en segunda posición. Lotus le ofreció un contrato. Pero, acabó enfrentado a Colin Chapman por la elección de su compañero de equipo, Jim Clark o Innes Ireland. Se sentía extraño en el mundo de las cuatro ruedas y no quiso entrar en guerras políticas. Mando a Chapman a freír gárgaras

Pasó luego dos años con dos monoplazas no muy competitivos. Llegó una oferta de Enzo Ferrari, que rechazó porque no se sentía preparado. “No habrá una segunda oportunidad”, le aviso el gran jefe. Pero en 1963 Ferrari volvió a la carga y aceptó esta vez. Comenzó una tormentosa relación con el equipo, por culpa sobre todo del ‘team manager’ Eugenio Dragoni. Ferrari vivía bajo la amenaza de Ford y Fiat, competía en la Fórmula 1, también en Le Mans y Estados Unidos con los prototipos. Y Surtees, con ellos.

Segundo portazo a Enzo Ferrari

Dragoni estaba celoso de la relación directa de Surtees con el propio Ferrari. En la primera carrera de Sebring, Dragoni decidió que el coche de Surtees y su compañero Scarfiotti fuera para Nino Vaccarella y Willy Mairesse. El británico hizo las maletas, pera Scarfiotti evitó el portazo. Ganaron, pero el propio Dragoni protestó el resultado porque, según su cómputo de vueltas, el otro Ferrari había ganado. Surtees utilizó el cuentavueltas de su mujer como prueba, que coincidía con el de la organización. “Esa fue mi primera carrera con Ferrari”.

Pero en 1964 llegó el título de Fórmula 1 con la Scuderia. Poco después de lograrlo sufrió un grave accidente en Canadá que le provocó múltiples fracturas y le acortó una pierna. Cuando fue dado de alta volvió a la F1 para probar el nuevo V12. Los mecánicos le tuvieron que meter en el coche con la grúa para mover los motores. Aquel motor fue un desastre. Los problemas con Dragoni iban en aumento, hasta que llegaron las 24 Horas de Le Mans.

“En pleno duelo con Ford, Dragoni se enteró de que Gianni Agnelli, el dueño de Fiat, iba a acudir a la carrera. El compañero de Surtees, Scarfiotti, era sobrino de Agnelli. Dragoni decidió que tomara la salida. “Le recordé que yo era el piloto más rápido, por tanto tenía que ser quien saliera. Por segunda vez en mi carrera, me puse a hervir. Cogí mi 330GT desde Le Mans y me planté en el despacho de Ferrari. Le dije que entré en Ferrari para ganar carreras, no para hacer política. Aquel fue nuestro divorcio”. Y dejó plantado al mismísimo Enzo Ferrari. Surtees cogió su coche y volvió a Inglaterra.

La experiencia con Honda y con los preservativos

El piloto británico competía con un Lola en América. Llegó la llamada de Honda, que llevaba en la Fórmula 1 tres años sin éxitos. Le pidieron ayuda. Adoptó su coche al motor, y en Monza logró la victoria en la última vuelta. En 1969 construyó él mismo el monoplaza con el fabricante nipón como motorista. Pero Honda decidió llevar a cabo un programa paralelo. Jo Schlesser se encargó de pilotarlo en Rouen porque Surtees se negó. En la segunda vuelta aquel se estrelló y murió por las llamas. Honda canceló su programa en la Fórmula 1, y Surtees se quedó sin volante.

Pero la experiencia le animó volar en solitario con el equipo que llevaba su nombre. Hizo famoso su monoplaza cuando en 1976 llevaba la publicidad de la marca de preservativos Durex, con Alan Jones. Mass, Pace, Watson, Brambilla, Arnoux, Tambay… El británico buscaba jóvenes talentos o de pago. Al final, cansado de problemas económicos, con los patrocinadores y, sobre todo, con la salud maltrecha fruto de una transfusión tras su accidente trece años atrás, vendió su licencia a Frank Williams. Aparte de restaurar motos, se olvidó de las carreras.

El drama de Henry

Durante su convalecencia, conoció a Jane, una de sus enfermeras. Se casó con ella. Nació Henry, en 1991. Surtees tenía 57 años. A los ocho, Henry probó un kart. “Papa, es lo que quiero hacer”, le dijo, porque el padre nunca le incitó a nada. Durante años, el doble campeón del mundo de motos y coches fue chófer, mecánico y mentor de su hijo. “Cada fin de semana de carreras me decía: vamos a por otra aventura, papa”.

En una prueba de la Fórmula 2, en Brands Hatch, el neumático de otro monoplaza estrellado salió botando por el asfalto y golpeó la cabeza de Henry. Tenía 18 años. Surtees, 75. Para superar el dolor de la pérdida, creó la Fundación Henry Surtees, con la ayuda sanitaria como objetivo. También servía para encontrar trabajo a los jóvenes en la industria del deporte automovilístico. Y se hizo con la gestión de Buckmore Park, el pequeño circuito de karts donde su hijo quedó atrapado por el virus de las carreras a los ocho años.

Dos y cuatro ruedas. Nunca en la historia de la competición hubo un campeón como John Surtees. Tras su muerte, tampoco nunca más lo habrá.

A los 15 años dejó el colegio, entró en un taller, y pronto empezó a preparar sus propias motos por las noches. Adolescente todavía, logró su primera victoria en un circuito galés, bajo la lluvia. “Aquella fue la carrera que me produjo el mayor efecto en mi vida. Por primera vez, dejé de ser un mecánico que pilotaba una moto. Me convertí en uno con ella. Nos hablábamos, nos intercambiábamos mensajes. Me di cuenta que eso es lo que necesitabas para sacar lo máximo de una máquina. Moldeó el resto de mi carrera”.

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