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Ferrari en 2017 o cómo aprender a cerrar la boca para no pillarse los dedos
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Ferrari en 2017 o cómo aprender a cerrar la boca para no pillarse los dedos

En uno de los inviernos más tranquilos que se recuerdan en Maranello parece imponerse la cultura del silencio... aunque, de momento, también se mantiene la de la culpa

Foto: Kimi Raikkonen durante este invierno en unos test en Fiorano.
Kimi Raikkonen durante este invierno en unos test en Fiorano.

"Mi único conflicto con Montezemolo fue cuando Luca buscaba alguien para culpar por un problema que teníamos. Y le decía, “soy yo, si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí”. Eso ocurrió en una reunión. Y al día siguiente en los periódicos apareció: Brawn es el responsable”. Ross Brawn cuenta la anécdota en su libro 'Total Competition' para ilustrar esa cultura que durante años ha imperado en Ferrari y Maranello. Inevitable recordarla estos días al escuchar el ‘mea culpa’ de Sergio Marchionne.

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Por primera vez en mucho tiempo, en Ferrari se instalado un silencio sepulcral antes de comenzar una temporada. El presidente Marchionne ha corregido su error de 2016 cuando situó a su equipo en un contexto para el que no estaba preparado. Una vez más, en la Scuderia se creaban expectativas infundadas para un nuevo campeonato. “La honestidad intelectual es importante, pero debo admitir que pasé por tonto. Claramente, hubo problemas con el flujo de la información, pero el tema ha sido corregido”, declaraba respecto a la comunicación interna con sus responsables técnicos y el rendimiento del monoplaza. Sin embargo, también es la comunicación hacia el exterior la que también ha cambiado en Maranello.

Pero Marchionne tampoco pudo evitar repetir aquellas otras costumbres de Montezemolo y Ferrari, esa otra cultura que ha imperado durante décadas en Maranello: “si un empleado me dice que nuestro coche es cuatro segundos más rápido que el último, no tengo otra opción que creerle”. Al presidente solo le faltó pronunciar el nombre de James Allison.

La tradición de las campanas al vuelo

Alberto Bernardoni, el párroco de Maranello, tañía las campanas cada vez que un Ferrari lograba la victoria en un gran premio. Durante años, Luca Cordero de Montezemolo también las lanzaba al vuelo antes de cada temporada. “Estoy muy confiado porque tenemos un equipo fuerte, con todos los ingredientes para tener éxito, tengo mucha confianza en el nuevo director técnico James Allison, y en el trabajo que la gente ha hecho con nuestro motor. Ha llegado la hora de ganar”, declaraba Montezemolo en 2014. Pero en el equipo y en el mundillo de la Fórmula 1 se conocía ya antes del pisar el asfalto el retraso y la poca competitividad de la nueva unidad híbrida de Ferrari. Otro ejemplo más de los escuchados durante años desde Maranello.

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“Queremos presentarnos en Australia como el equipo a batir. Sabemos que nuestros rivales son fuertes, pero no tenemos miedo de ellos porque somos el equipo con más éxito en la historia de la Fórmula 1”, fue el mensaje del actual presidente en 2016, con el que se puso una presión enorme sobre el equipo. Ahora sabemos que no tenía “otra opción que creer” a su empleado.

La inexperiencia y la cultura del pasado

Orgullo por su herencia histórica, singular posición en la Fórmula 1, presión de la opinión pública en Italia, relaciones públicas... Es cierto que Ferrari soporta una situación única frente a sus rivales, y vive en otra dimensión del escrutinio público. Pero antes de cada temporada se avivaba ese fuego con unas expectativas que, año tras año, se desinflaban a medida que transcurría el campeonato. En Ferrari se ha vivido en los últimos años en una realidad disociada entre su prestigio histórico y su potencial real en la pista.

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Fruto de su estilo personal de gestión al frente del Grupo Fiat, de la responsabilidad asumida tras cesar a Montezemolo, Marchionne erró el tiro de forma estrepitosa en 2016 . La desquiciada actitud de Vettel en muchas carreras y la derrota ante Red Bull ilustraban el fracaso que supuso situar al equipo en una posición para la que no estaba preparado técnicamente frente a Mercedes. El nuevo presidente se contagió de la cultura del pasado tanto como peco por su inexperiencia en la Fórmula 1.

Los resultados de una nueva estructura en Ferrari

El próximo viernes Ferrari presenta su nuevo monoplaza, y será interesante escuchar los mensajes y la nueva filosofía de Sergio Marchionne y los suyos. Si responden a la discreción de este invierno, la prudencia será la línea maestra del guión. Por primera vez en año, desde Maranello no se ha lanzado este invierno mensaje algunos sobre el menor avance, perspectivas o pronósticos para la próxima temporada. Solo ha trascendido fue la consulta realizada a la FIA para conocer la legalidad de un sistema de suspensión propia, que servía a la vez para cuestionar los de Mercedes y Red Bull.

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Con la marcha de Allison, Marchionne ha reestructurado el esquema técnico de Maranello. Bajo la dirección de Mattia Binotto, se ha creado un esquema más horizontal, otorgando más responsabilidad a un segundo nivel de ingenieros, muchos de ellos italianos. Un organigrama opuesto al que pretendía Allison, quien buscaba concentrar mayores responsabilidades tanto en el terreno aerodinámico como de chasis, y quien descubrió que tanto el presidente como Arrivabene no eran interlocutores en el terreno técnico. De ahí que Marchionne se quejara de ese “bloqueo en la información”. Puede que la cultura del silencio se haya instaurado en Maranello. La de la culpa todavía no ha desaparecido.

"Mi único conflicto con Montezemolo fue cuando Luca buscaba alguien para culpar por un problema que teníamos. Y le decía, “soy yo, si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí”. Eso ocurrió en una reunión. Y al día siguiente en los periódicos apareció: Brawn es el responsable”. Ross Brawn cuenta la anécdota en su libro 'Total Competition' para ilustrar esa cultura que durante años ha imperado en Ferrari y Maranello. Inevitable recordarla estos días al escuchar el ‘mea culpa’ de Sergio Marchionne.

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