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¿Qué es más duro, una 'colleja' de Carlos Sainz o un 'revolcón' con Tito Rabat?
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NOS METEMOS EN LA PIEL DEL PILOTO

¿Qué es más duro, una 'colleja' de Carlos Sainz o un 'revolcón' con Tito Rabat?

El Confidencial ha sentido la Honda CBR1000 empuñada por Tito Rabat y el radiante Renault RS01 acelerado por Carlos Sainz sin poder decidir cuáles fueron las sensaciones más fuertes

Huele a gasolina y el silencio en el Circuito del Jarama se rompe una y otra vez con el rugido de la Honda CBR1000 que empuña Tito Rabat y el radiante Renault RS01 que pisa Carlos Sainz. La temporada ha terminado para ambos pilotos y sus músculos y cerebro -como parte del entrenamiento- están obligados a desconectar hasta el año que viene... pero antes, un poco de 'caña' al ojo informador. Este miércoles, tanto el catalán como el madrileño volvieron a lucir el traje de faena para dibujar curvas y poner en una situación límite a algunos miembros de la prensa española, quienes vivimos en primera persona el cóctel de reflejos, talento y habilidad de estos profesionales para que el riesgo de cada frenada, curva o acelerón se convierta en un instante emocionante, único e irrepetible. Y eso que no competían contra nadie.

Empezamos con Tito dentro de un evento posibilitado por Estrella Galicia, un patrocinador que ambos comparten. Mono, botas, guantes y casco. Ataviados como auténticos pilotos, nos subimos a la CBR1000 y confiamos ciegamente en el buen hacer del barcelonés, quien lo único que nos pedía era seguir sus movimientos sobre la moto. Suena fácil pero en nuestro papel de 'paquete' del que fuera campeón del mundo de Moto2, comprobamos lo complicado que es mantener la postura sobre la moto y tratar de recuperarla después de cada 'tumbada' o lo duro de la lucha contra los elementos aerodinámicos. Y eso que “ni mucho menos voy al límite”.

Tomando una curva a más de 100km/h uno agarra la moto con lo que puede, mientras a escasos centímetros del rostro el asfalto pasa por delante a una velocidad inimaginable. En las rectas, los 240 km/h obligan a luchar mediante una fuerza extraordinaria para no ser despedido, incluyendo en el acelerón inicial que Tito lo 'festeja' con un caballito… en ese momento, a uno le surgen todo tipo de preguntas entorno a nuestra propia seguridad.

Sólo damos dos vueltas y, a pesar de estar en un estado físico más que aceptable (eso dicen), nos bajamos de la moto con molestias en el antebrazo, cuello y piernas. Demasiado impacto para los músculos y para poder describirlo en unas palabras. Desde ahora, quizás el Mundial de motociclismo se contemple desde una perspectiva diferente.

Copiloto de Carlos Sainz a casi 300 km/h

Seguimos con Carlos y un cinturón de seguridad. Antes de subir leemos algunos datos del espectacular Renault Sport R.S. 01, como sus 500 caballos y una velocidad punta de 300 km/h. A continuación miramos a Carlos y, con su habitual rostro tranquilo, nos preguntamos si buscará los límites de esta fiera en cuya confección participó Alain Prost y que está concebido para competir en GT3 y DTM. El acelerón inicial despeja las dudas y sin salir de boxes -cuya anchura parece reducirse a un callejón estrecho- nos pega cuerpo y cabeza al respaldo del asiento sin poder movernos.

Con neumáticos lisos, Sainz no perdona ninguna curva de la primera vuelta y la sensación es perfectamente comparable con la de una montaña rusa en su punto álgido. La lucha en cada giro contra las fuerzas G es una constante en las dos vueltas que damos con el madrileño. Vamos a comenzar la segunda vuelta realizando la recta pegada al muro. Los 270 km/h provocan que no exista ningún atisbo de relajación y a 150 metros de la primera curva (Nuvolari) los frenos nos dan una colleja que manda cabeza (y casco) hacia delante lo que permite el cinturón de seguridad de competición (no tenemos donde agarrarnos).

Más veloz que un F3, la tensión a bordo genera un pensamiento de alivio: “Afortunadamente sólo son dos vueltas”, porque la preparación física es insuficiente como para aguantar mucho más, además de la costumbre que debe tener el cuerpo a soportar esa fuerza constante al negociar cada curva o anticipar cada giro en el volante. “Imagina en un Fórmula 1”. Impresionados y con temblor en las piernas de apretar contra el suelo, nos bajamos con la seguridad de haber batido el récord personal a bordo de un vehículo de cuatro ruedas, pero con la seguridad que otorga el piloto, un joven de 21 años que trabaja en la Fórmula 1.

Huele a gasolina y el silencio en el Circuito del Jarama se rompe una y otra vez con el rugido de la Honda CBR1000 que empuña Tito Rabat y el radiante Renault RS01 que pisa Carlos Sainz. La temporada ha terminado para ambos pilotos y sus músculos y cerebro -como parte del entrenamiento- están obligados a desconectar hasta el año que viene... pero antes, un poco de 'caña' al ojo informador. Este miércoles, tanto el catalán como el madrileño volvieron a lucir el traje de faena para dibujar curvas y poner en una situación límite a algunos miembros de la prensa española, quienes vivimos en primera persona el cóctel de reflejos, talento y habilidad de estos profesionales para que el riesgo de cada frenada, curva o acelerón se convierta en un instante emocionante, único e irrepetible. Y eso que no competían contra nadie.

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