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Hungría 97: Damon Hill y Arrows, cuando las carreras no pueden ser más crueles
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el equipo británico desapareció sin victorias

Hungría 97: Damon Hill y Arrows, cuando las carreras no pueden ser más crueles

Arrows, uno de los equipos clásicos en la Fórmula durante más de dos décadas, vivió una increíble y dura experiencia en el Gran Premio de Hungría de 1997

Foto: Damon Hill y Arrows en el Gp de Hungría 1997 (Imago).
Damon Hill y Arrows en el Gp de Hungría 1997 (Imago).

¿Esfumarse en la última vuelta la primera victoria de un equipo con dos décadas en la Fórmula 1? ¿Una escuadra de clase media de toda la vida? ¿Con un campeón del mundo al volante? Parece un mal guión de película, pero fue real y la historia tuvo lugar en el Gran Premio de Hungría de 1997.

Aquel día se recordó con singular crudeza que el atractivo de las carreras se alimenta de la emoción, la imprevisibilidad, y también de la crueldad. Damon Hill y los miembros de Arrows la sufrieron en sus carnes como pocas veces en este deporte. En este mundo a Cenicienta no siempre le llega el príncipe con el zapatito de la victoria.

Con la música a otra parte, juicio incluido

El equipo británico era un perfecto exponente de la lucha por la supervivencia en la Fórmula 1 de un grupo de racers que habían sobrevivido durante 21 temporadas a base de riesgos, apuestas y sacrificios. Fue fundado por Jackie Oliver, ex piloto de 49 grandes premios y ganador de las 24 Horas de Le Mans en 1969. Tras su retirada, le contrató el americano Don Nichols para que gestionase su equipo, Shadow. Hartos del jefe y de la precaria situación económica, Oliver y el genial diseñador Tony Southgate decidieron seguir por su cuenta junto a otros compañeros.

placeholder Damon Hill (Imago).

En 54 días construyeron su nuevo monoplaza. Un tiempo increíble. Pero Southgate se había llevado bajo el brazo los planos del diseño del Shadow DN9 y lo calcó literalmente en el Arrows FA1. El día de su estreno en Silverstone nevó. Tuvieron que ir directamente al primer gran premio sin haber rodado. En el segundo, en Sudáfrica, el joven Ricardo Patrese lideró cómoda e incomprensiblemente la carrera hasta 14 vueltas del final, cuando el motor se rompió. Lógicamente, Shadow le ganó el juicio posteriormente a Arrows.

¿Y cómo Arrows se hizo con el campeón del mundo en vigor?

Desde entonces, Arrows estuvo presente en casi 300 carreras hasta llegar a aquel gran premio. Pedro Martínez de la Rosa debutó en la Fórmula 1 con el equipo británico en 1999. Contra viento y marea, Jackie Oliver había conseguido mantener viva su escuadra logrando algunos podios. Pero nunca una victoria que le incluyera en ese selecto club social al que sólo por un milagro se accede cuando se vive entre la clase media. Sin embargo, en Hungaroring, parecía que se habían alineado todos los astros para lograrlo un 10 de agosto de 1997.

Agotado anímica y económicamente, Oliver había dado entrada en el capital del equipo en 1996 a todo un sabueso de las carreras, Tom Walkinshaw, que había llevado a Jaguar a sus éxitos en Le Mans. El británico reforzó medios y gestión. Además, había atrapado al campeón del mundo en vigor: Damon Hill. ¿Y cómo ocurrió locura semejante?

placeholder Arrows en el GP de Hungría (Imago).

A Hill le sucedió en Williams lo que a Nigel Mansell. El equipo británico siempre considera que sus pilotos ganaban gracias al material que ponen a su disposición. Cuando uno de ellos lograba el título, le bajaban los humos de sus nuevas pretensiones económicas. Mansell acabó en Estados Unidos. Y Hill, sin hueco en otras escuadras, tuvo que resignarse a la única opción disponible para aquella temporada.

Para frotarse los ojos

Arrows había apostado por los motores Yamaha y los neumáticos Bridgestone. Y contaba con el A18, un antiguo Benetton 'aggiornato' que se desenvolvía ágilmente en los circuitos ratoneros como Hungaroring, que también camuflaba la debilidad del propulsor. Aquí obtuvo Hill su primera victoria en 1993 y no se había bajaba del podio desde entonces con Williams. El problema es que ahora tenía un modesto Arrows en sus manos.

La prueba de que el paquete era bueno para ese día fue el increíble tercer puesto de parrilla para el piloto británico. Hasta entonces, nunca se había clasificado por debajo de la duodécima posición en toda la temporada. Lo mejor estaba todavía por llegar. Hasta el punto de que hubo que frotarse los ojos.

placeholder El equipo en Hungaroring (Imago).

Hill adelantó al Williams de Jacques Villeneuve y se colocó segundo por detrás del líder, Michael Schumacher. El piloto alemán no se largaba y el británico tampoco podía entenderlo. De repente, empezó a ver cómo el monoplaza del alemán empezaba a derrapar. Algo fallaba. Eran los neumáticos Good Year del Ferrari. El fabricante americano se había equivocado con el compuesto, demasiado blando para Hungaroring.

35 segundos de ventaja a dos vueltas del final

En la larga curva que da entrada a la meta, Schumacher parecía rodar sobre hielo. Hill aprovechó la oportunidad, se puso a su estela y con el rebufo le adelantó a final de la recta. Era la décima vuelta. “Una vez que le superé, pensé que estaba en un Williams e hice lo mismo que hasta entonces. Saqué el martillo y me dije: lárgate porque vas a necesitar cada segundo que puedas sacar de ventaja”, recordaría después el británico. Ante la atónita mirada general, fue Hill quien sacó la manita y dijo adiós camino de la primera victoria para Arrows.

25 segundos de ventaja sobre Villeneuve en la vuelta 48. Hill rodaba cómodamente en cabeza y parecía que un increíble milagro se iba a hacer realidad. 35 segundos a dos vueltas del final. Sólo había que rematar a puerta vacía, salvo que el destino suele cebarse con los pobres.

placeholder Damon Hill (Imago).

En Arrows no sabían si reír o llorar

Penúltima vuelta. Hill nota algo raro. Acelera, pero el motor no sube de vueltas, el cambio empieza a fallar, y el sistema hidráulico se la juega al británico. Sin poder acelerar ni cambiar marchas entraba en el último giro, todavía en cabeza, pero el coche se quedaba muerto. Villeneuve le había recuperado veinte segundos en la penúltima vuelta, y le adelantó con sólo medio circuito para recibir la bandera a cuadros. Increíblemente, el A18 no se paró y Hill llegó arrastrándose en segundo lugar. En Arrows no sabían si reír o llorar.

Aunque Tom Walkinshaw dirigía la escuadra, le había pedido a Jackie Oliver que en caso de ganar subiera él al podio a recoger el trofeo de la victoria de Constructores. Se lo merecía después de tantos años de lucha. En 2002, el equipo tuvo que cerrar, sin fondos, justo antes del Gran Premio de Alemania. Arrows nunca consiguió una victoria en la Fórmula 1 en sus 368 participaciones. Le faltó sólo medio circuito aquel 10 de agosto de 1997.

¿Esfumarse en la última vuelta la primera victoria de un equipo con dos décadas en la Fórmula 1? ¿Una escuadra de clase media de toda la vida? ¿Con un campeón del mundo al volante? Parece un mal guión de película, pero fue real y la historia tuvo lugar en el Gran Premio de Hungría de 1997.

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