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El día en el que Adrian Newey se enfrentó a sus propios 'bichos'
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EL INGENIERO PILOTÓ DOS MONOPLAZAS SUYOS PARA UNA REVISTA BRITÁNICA

El día en el que Adrian Newey se enfrentó a sus propios 'bichos'

¿Y si Leonardo da Vinci hubiera tenido la oportunidad de probar las máquinas voladoras que él mismo dibujaba? Pues este ha sido el caso del diseñador

Foto: El día en el que Adrian Newey se enfrentó a sus propios 'bichos'
El día en el que Adrian Newey se enfrentó a sus propios 'bichos'

¿Y si Leonardo da Vinci hubiera tenido la oportunidad de probar las máquinas voladoras que él mismo dibujaba? Pues este ha sido el caso del diseñador más genial de Fórmula 1 de las últimas décadas,  aquel que sigue utilizando un tablero de dibujo y ha podido pilotar dos de sus monoplazas. El genio en acción, la mente al mando de sus propias creaciones. Una rara realidad protagonizada por Adrian Newey.

La revista británica MotorSport ha puesto en bandeja la oportunidad con una sesión en la que Newey, piloto aficionado en sus ratos de ocio, ha conducido monoplazas a los que separan dos décadas. Por un lado, el Leyton House CG901 de 1990. Por otro, el RB6 con el que Sebastian Vettel logró el título en 2010, y que le fue regalado por Christian Horner como premio. Un Horner que estaba presente en la sesión temblando para que, al finalizar la misma, Newey acabara en una pieza. Porque el ingeniero británico lleva ya varias 'piñas' en su haber como amateur.

Una 'lata de sardinas'

No era la primera vez que Newey se subía a un Fórmula 1 en un circuito. En 1988, Ivan Capelli y Mauricio Gugelmin, los pilotos de Leyton House, querían que,en su afán obsesivo por la aerodinámica. comprobara de primera mano hasta qué punto había creado una 'lata de sardinas' para ellos,  “Salí y duré hasta al última chicane, -ni una vuelta completa-, hice un trompo y ese fue mi debut en circuito”. La segunda vez fue en 1993, con un Williams, pero llovía y no pudo sacar el menor partido a la ocasión.

Esta sería la tercera. “Christian pensó que sería mejor que probara antes un monoplaza, así que fuimos a Snetterton con un Fórmula 2. Al cabo de quince vueltas, tenía la cabeza colgando por no estar acostumbrado a pilotar monoplazas con tanta carga aerodinámica”. En la prueba, además, iba a ser escoltado por David Coulthard, ex piloto del equipo y ahora comentarista de la BBC.

"Parecía un guante usado"

Newey comenzó la sesión con el Leyton House, un monoplaza  que  marcó un antes y un después aerodinámico en la época. Ante la menor potencia de su motor atmosférico frente a los turbo de la época, Newey se 'arremangó' para sacar partido al material disponible “levantamos la parte inferior del chasis para elevar el alerón, esculpimos el alerón frontal, pusimos un gran esfuerzo en el difusor, y 'empaquetamos' el coche lo más apretadamente que pudimos”. Ivan Capelli estuvo a punto de ganarle a Prost con este coche en el Gran Premio de Francia, en 1990. Una avería se lo impidió a pocas vueltas del final. Los conceptos básicos que inspiraron aquel monoplaza están más que vigentes en la actualidad.

“La verdad es que me sentí muy cómodo, había buena visibilidad gracias a un habitáculo tan bajo que, desde el punto de vista de la seguridad, dejaba a los pilotos más expuestos”. Newey no encontró difícil el manejo del coche, “el motor se manejaba muy bien, y conducirlo es simple”. Obviamente, como también reconocía, no  quiso correr el menor riesgo para el propietario del monoplaza y no rodó fuerte, “pero la dirección era muy directa, con buena frenada, y pocas turbulencias para el piloto, sorprendente porque sí era el caso con el Fórmula 2. Parecía un guante usado, algo peculiar, porque no nunca lo había pilotado antes”.

“Con mi tamaño, había suficiente sitio en el habitáculo, ¡no sé de qué se quejaban entonces!” decía en tono de broma tras la prueba. Seguro que Ivan Capelli, ahora comentarista para la televisión italiana, le cogerá en el paddock para decirle unas 'palabritas' al respecto. No es de extrañar, si atendemos su método de trabajo: “Siempre ha comenzado dibujando las líneas generales con la aerodinámica como primera consideración, y luego pretendo encajar la parte mecánica  en torno a aquella”. Como embutir una morcilla, vamos.

Como un parque de atracciones

Le tocó el turno luego al RB6, el primer monoplaza con el que Red Bull logró su primer título. En este caso, si lo estampaba, al menos era su propio coche. Para alivio de Horner, salió indemne de un 'bicho' infinitamente más complejo que el Leyton House. “Es muy diferente, mucho más claustrofóbico, porque los laterales del habitáculo son mucho más elevados, tus pies están en el aire y los pedales son diferentes. Tienes un embrague de mano y tienes que frenar con el pie izquierdo. Es un coche mucho menos familiar”.

Aquí, lógicamente, Newey se empleó más a fondo, “la entrega de potencia es impresionante, es una gran patada en la espalda y, por supuesto, es totalmente diferente a todo lo que estás acostumbrado”. ¿Sobrepasado por la experiencia? “Todo se evapora al cabo de una vuelta, es sorprendente lo rápidamente que te adaptas a él”. Al final, la experiencia con el RB6 “era todo más como un parque de atracciones, porque llegar al punto en el que puedes ralentizar las cosas en tu mente para poder conducir rápidamente este coche lleva algo de tiempo”.

Debe ser increíble la experiencia de convertir el contenido de tu mente en materia, y ser capaz luego de manejarla a tu antojo. Algo que solo podría hacer un Leonardo da Vinci. O un tal Adrian Newey.

¿Y si Leonardo da Vinci hubiera tenido la oportunidad de probar las máquinas voladoras que él mismo dibujaba? Pues este ha sido el caso del diseñador más genial de Fórmula 1 de las últimas décadas,  aquel que sigue utilizando un tablero de dibujo y ha podido pilotar dos de sus monoplazas. El genio en acción, la mente al mando de sus propias creaciones. Una rara realidad protagonizada por Adrian Newey.