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El 'gordo' que se puso a la cola de los admiradores de Messi
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Antonio Sanz

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El 'gordo' que se puso a la cola de los admiradores de Messi

Un Luis redentor aterrizaba en el Camp Nou con un mensaje que lo golpeaba por tantas veces escuchado: "A Leo sólo te lo ganas desde la humildad; no quieras ser más que el mejor”

Foto: Hoy ya nadie duda de Luis Suárez, de su esfuerzo, de su compromiso, de su intensidad, de su juego, en definitiva, de sus goles (Reuters).
Hoy ya nadie duda de Luis Suárez, de su esfuerzo, de su compromiso, de su intensidad, de su juego, en definitiva, de sus goles (Reuters).

Más de un culé pensó en devolverlo. "La que nos han colado", rumiaba parte de la Prensa barcelonesa citando a no sé qué aficionados. Ahora, un año después del debut, ya nadie duda. Los comienzos fueron duros, muy duros. Penando por lo sucedido en el Mundial, el chico mezclaba entrenamientos futbolísticos con terapia psicológica para frenar el impulso. Incluso, antes de empezar a competir se le tachó de asaltar la báscula. Entretanto, él callaba, sabedor de que lo bueno estaba por llegar. Más difícil lo tuvo en los primeros pasos en Uruguay. Tampoco resultó sencillo durante la aventura holandesa, ni siquiera en Liverpool cuando sin esperarlo le tocó ser el remplazo del ídolo Torres. Sí, hoy ya nadie duda de Luis Suárez, de su esfuerzo, de su compromiso, de su intensidad, de su juego, en definitiva, de sus goles. Aquel amargo debut en el Bernabéu queda lejos, como un horizonte sin límites y un presente que exclama unos números cada día más relevantes: 57 partidos como azulgrana con 35 goles anotados. Y una significativa particularidad: si Suárez anota, el Barça no pierde. El desembolso de 81 millones de euros se presenta como una inversión eminente. Además, también le cae bien a Messi.

Cuando Andoni Zubizarreta, denostado por la actual Junta directiva pero cuyo legado crece cada día, se entrevistó por primera vez con Luis Enrique, decidieron apostar por el fichaje de un delantero. El objetivo que pretendía esta adquisición era turbar a Messi, pero sin irritarlo. Meter más competencia arriba. Pero no era nada fácil elegir. Los antecedentes implicaban demasiado riesgo. El Barça se había obligado a vender excelentes jugadores por su mala relación con el argentino. Incluso, un entrenador, Pep Guardiola, decidió marcharse (entre otras cosas) porque la convivencia con el ‘10’ se rasgaba por días. Por tanto, el elegido debía ser lo suficientemente bueno para no desmerecerse ante Messi, Neymar y Pedro, además de aceptar sin rechistar quién es el mesías del grupo. En el Camp Nou se esquivaban viejos episodios vividos que desgastaron a la cúpula y al puente de mando en el banquillo. Ni Eto’o, ni Ibrahimovic, ni David Villa se plegaron. El siguiente era toda una incógnita.

Luis Suárez vivía con amargura en un Liverpool que había dejado escapar su presencia en la Liga de Campeones. Él y Gerrard se repartían el calor de Anfield. Sin embargo, el trato con Brendan Rodgers era lejano. El uruguayo buscaba la salida con ahínco porque entendía que su progresión se ralentizaba. La tentación llegó desde Londres. Wenger le hacía hueco, era el ansiado goleador que aguardaba al Arsenal. La cifra de pago bailaba entorno a los 60 millones de euros. Y cuando todo parecía encarrilado se cruzó el capitán. Toda una referencia para él. Steven Gerrard convenció a Luis para quedarse un año más y pelear por la Premier. El mensaje resultó simple: “¿Es en Londres donde quieres jugar? ¿No prefieres Barcelona?”. La leyenda del Liverpool era consciente del deseo del delantero de algún día formar parte de la nómina azulgrana. La venta se aplazó una temporada. La reaparición de esa consecutiva sugestión oculta puso en peligro una operación avanzada. El mordisco a Ivanovic lo alejaba de Inglaterra, pero el dado a Chiellini lo podía separar del Barça.

Avergonzado por lo ocurrido en Brasil, con petición pública de arrepentimiento, vivió Suárez los prolegómenos de su fichaje por el Barcelona. Zubizarreta tuvo que fajarse para convencer a la Junta directiva. El peligroso antecedente -dos impulsos en dos años-, el dinero a pagar -el gran curso en Anfield había elevado la cotización- y la sanción de la FIFA -no podía jugar hasta final de octubre- provocaban demasiadas dudas en el ático culé. Pero la opinión pública azulgrana no condenaba al delantero, algo que provocó que el recelo se aparcase. Un Luis redentor aterrizaba en el Camp Nou con un mensaje que lo golpeaba por tantas veces escuchado. Su gente más cercana, los mismos que peleaban por concretar la llegada a Barcelona, repetían que “a Leo sólo te lo ganas desde la humildad. No compitas con él. No quieras ser más que el mejor”. El ejemplo lo había dado Neymar. El brasileño dejó nítida su postura desde el primer día: “El mejor es Messi, yo vengo a ayudar”.

Ni los más optimistas pensaban que Suárez conectaría tan bien con Messi… y con Neymar. Los tres sudamericanos han cimentado una amistad al margen del césped. Se dedican goles, se hacen regalos, sintonizan sus familias, almuerzan con frecuencia. Han creado química dentro y fuera del terreno de juego. La afinidad es tal que han creado un grupo de "Whatsapp' privado para los tres. Esa sintonía lejos del campo los involucra también en la hierba y destierra egos o envidias. El ‘gordo’ Suárez, apelativo cariñoso de los más cercanos del vestuario, decidió sin ambages ponerse a la cola de los admiradores de Leo, como antes hizo Neymar. Ese buen rollo que destilan es toda una ventaja para la entidad que sacude viejos fantasmas. A lo mejor, ahora Messi se arrepiente de las veces que giró la cara a Zubizarreta cuando éste decidió despedir a su amigo Pinto. La relación con Suárez lo ha fortalecido. Esto, quizá, también es culpa del olvidado Zubi.

Más de un culé pensó en devolverlo. "La que nos han colado", rumiaba parte de la Prensa barcelonesa citando a no sé qué aficionados. Ahora, un año después del debut, ya nadie duda. Los comienzos fueron duros, muy duros. Penando por lo sucedido en el Mundial, el chico mezclaba entrenamientos futbolísticos con terapia psicológica para frenar el impulso. Incluso, antes de empezar a competir se le tachó de asaltar la báscula. Entretanto, él callaba, sabedor de que lo bueno estaba por llegar. Más difícil lo tuvo en los primeros pasos en Uruguay. Tampoco resultó sencillo durante la aventura holandesa, ni siquiera en Liverpool cuando sin esperarlo le tocó ser el remplazo del ídolo Torres. Sí, hoy ya nadie duda de Luis Suárez, de su esfuerzo, de su compromiso, de su intensidad, de su juego, en definitiva, de sus goles. Aquel amargo debut en el Bernabéu queda lejos, como un horizonte sin límites y un presente que exclama unos números cada día más relevantes: 57 partidos como azulgrana con 35 goles anotados. Y una significativa particularidad: si Suárez anota, el Barça no pierde. El desembolso de 81 millones de euros se presenta como una inversión eminente. Además, también le cae bien a Messi.

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