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Primož Roglič manda en un Giro de Italia en el que Mikel Landa no sale de Albania
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Marcos Pereda

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Primož Roglič manda en un Giro de Italia en el que Mikel Landa no sale de Albania

El ciclista español sufrió una dura caída que le ha producido una fractura en una de las vértebras y estará ausente un tiempo. La 'maglia' rosa, de momento, la lleva el esloveno

Foto: Roglic lleva la 'maglia' rosa. (EFE/Georgi Licovski)
Roglic lleva la 'maglia' rosa. (EFE/Georgi Licovski)

Empezó, amigos, el Giro de Italia. Y empezó, como suele pasar desde hace unos años, fuera de Italia. Tres días, descanso, vuelta a la Bota. Excusa para meter más reposo. Excusa, sobre todo, para facturar...

Esta vez era desde Albania. Quizá para recordar una efeméride del gran ciclista albanés... En fin, de algún ciclista albanés. O como celebración de la inveterada amistad entre dos orillas del Adriático. O para vender motos. O para incentivar turismo. O... bueno, no se me ocurre a mí ahora ningún chanchulleo entre el gobierno de Meloni y el gobierno albanés que pudiera traerse al Giro como contraprestación... no se me ocurre.

También les digo, igual soy malpensado. Igual soy malpensado porque las Grandes hacen estas cosas sin necesidad de intervención política, solo por el peculio y las moneditas de plata. Así que igual es bien trenzao lo de Albania, y que se pusiera en entredicho cuando lo otro no sale es pura casualidad, y todo viene de un empujón para los turistas. Igual. Sea como fuere... tres días. Sprint, crono, cotas (bueno, cotas... ya veremos). Completito. Vergonzante que hoy lunes haya descanso, pero completito.

Vale, primer tomo. Salida de Durrës, meta por Tirana. Hay subiducas, hay bajaducas, hay terreno rompepiernas, hay una volata más cantada que el Mundial de Cx cuando corre van der Poel. Hay, también, primer parte de bajas. Y a un favorito. No tenemos muchos favoritos, en esta Corsa Rosa, así que tampoco es plan de ir perdiendo por las esquinas. Y más si es Mikel.

Foto: Pedersen ganó la primera etapa. (EFE/Georgi Licovski)

El infortunio de Mikel Landa

Mikel Landa terminó a cinco kilómetros de Tirana. Terminó su Giro, terminó su primer pico, vete a saber si terminó más, porque se lo llevaron inmovilizado, en camilla, y luego nos dicen que tiene fractura en vértebra. Muchos meses son eso. Muchos años tiene Mikel, muchos meses son. Cayó en curva a izquierdas, curva sin señalizar bien, curva sin protecciones. Cayó como ha caído otras veces, porque Mikel tiene ese aire funesto, tiene ese sí-pero-no con el Giro de Italia. Cayó, Landa, en un tramo peligrosillo, un tramo por el que no se quejó nadie, porque los ciclistas (y los sindicalistas con gafas de sol que representan a los ciclistas) solo se quejan, curiosamente, cuando hace fresco en puertos monstruosos... Vamos, cuando no quieren trabajar. De lo contrario... allá se apañe usted.

Debe ser algo horrible, más allá de lo físico, preparar durante meses una carrera... Entrenar como un loco, estar siempre con hambre, renunciar a tantas cosas... Y volverte al primer día. Difícil de sumir, difícil meter resiliencia al asunto. Ojalá Mikel vuelva, y ojalá vuelva como es él, con ese aire despreocupado, pero regular, con esos puestos siempre delante, con ese sonreír entre irónico y socarrón que regala para salirse del molde.

Ojalá.

Ah, en el sprint (pero a quién le importa un sprint a estas alturas) gana Mads Pedersen. Segundo es Wout van Aert, que las pasó putísimas en una subiduca. Wout van Aert, antiguo conquistador del Ventoux, antiguo ganador en la Vía Roma, antiguo especialista en adoquines. Wout van Aert que ahora no sube demasiado, no esprinta demasiado, no contrarrelojea demasiado. Desde su equipo quisieron hacer de van Aert un gregario de lujo y les ha ido de lujo lo de hacerle gregario.

Enhorabuena.

placeholder Landa sufrió una caída en el Giro. (EFE/Yoan Valat)
Landa sufrió una caída en el Giro. (EFE/Yoan Valat)

Una crono que debería ser más larga

Volvió a verse en la crono. Segundo día y contrarreloj. Van Aert entre los favoritos. Pero ni olerlo, tú, ni olerlo. ¿Conclusiones? Pues poca cosa. Que las Grandes Vueltas desprecian esta disciplina como si diseñase los recorridos Purito Rodríguez. Menuda traca. Que sin crono no hay distancias, y sin distancias no hay ataques, y sin ataques hay igualdad, pero es una igualdad incierta, es la igualdad de un Pasapalabra entre Joaquín y Guti. De la carrera pura y dura... Victoria para Tarling y Primož Roglič cerquísima. Primož Roglič que se pone la maglia rosa, Primož Roglič que no defrauda nunca, que siempre está ahí, que es regular y confiable como un Renault 4 blanco en cualquier pueblo. Roglič las ha tenido, por Italia, de todos los colores, incluyendo perder el Giro porque su director echó una meada donde no debía o ganar un Giro porque un coleguita del pueblo estaba justo en el sitio donde se le salió la cadena. Lo juro. Lo juro de las dos cosas. Así que no se asusta, Primož Roglič. Y, siendo realistas, es el mayor candidato para vencer en Roma (si se hubiese alargado lo de la fumata no descartaría yo verle papable). Se pone la maglia, mete distancias pequeñas-pero-destacás-en-estos-kilómetros. 15 segundines a Ayuso, casi igual a McNulty y del Toro (déjate que no haya loles en su escuadra), medio minuto a los Yates (a ambos) y Carapaz, cuarenta a Ciccone (todos los años digo "ojo a Ciccone", así que mantendré mi tradición) y cincuenta a Egan Bernal (de Egan ya nunca digo "ojo a Egan"). Interesante, pero...

Hace falta una crono más larga. O más kilómetros contra el crono en el Giro, si lo prefieren.

Así que tercera etapa, y ya hemos visto cosucas. Tiene, la tercera etapa, un puerto interesante. No está cerca del final (faltan treinta kilómetros y el esloveno de aquí no se llama Tadej), es muy pronto, es improbable... Pero, oigan, diez kilómetros al siete de media. Con menos de eso te montan mitos por Madrid...

Tampoco les diré que hubo zafarrancho de salida, porque no hubo zafarrancho de salida. Escapada clásica (Tarling como elemento más folclórico, que tiene Tarling vatios para encender a Optimus Prime), les dejan coger tiempo, hay trantrán en el grupo. A un rato dicen, por la tele, que ahora se aprovecha cada opción, que esto no es como antes, que no hay siestas, que los Giro de antaño menudo coñazo, pero hoy se vuelven locos los ciclistas. Dicen, por la tele, esto justo cuando hay toma del helicóptero, y avanzan los paisanucos a todo lo ancho. Este tipo de cosas hace que te tomes poco en serio depende qué argumentarios...

Apunte: una cabra embiste al pelotón. Las cabras tienen, a veces, muy mala hostia, pero algo habría hecho el pelotón.

placeholder Van Aert disfruta en el Giro de Italia. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Van Aert disfruta en el Giro de Italia. (Reuters/Marcelo del Pozo)

El ataque de Pidcock

Ah, se pasa una cosa muy nueva, una cosa muy de estos tiempos alocaos y streameables, una cosa que llaman Kilómetro Mirinda de naranja, o algo de ese rollito. Se pasa sin que le interese absolutamente a nadie en el grupo, porque el ciclismo es un deporte, bendito deporte, que lleva con “parecidas” reglas desde hace ciento cincuenta años. Y, oye, no nos ha ido mal, que aquí siguen. Se lo cuento de otra forma... hagan experimentos en la Kings League, que no le interesa ni a Piqué...

Subiendo Qafa e Llogarasë (mereció la pena venirse solo para ver este nombre tan de acojonar) hay intentos. Pello Bilbao, verbigracia, que busca un saltito, que se lleva acompañantes, que está por ahí Fortunato, y no me fio yo de Fortunato, viendo cómo camina su escuadra, ejem, y gracias. Tarling no puede en cabeza, porque yo pensaba que Tarling iba a poder en cabeza, y eso no hay dios que lo remonte. Ah, el puerto precioso. Pero precioso, precioso. Casi arriba atacó Pidcock, que debe justificar invitaciones, y todos se pusieron muy contentos, y tenía menos futuro ese ataque de Pidcock que Frank de la Jungla en una reunión de Greenpeace. Pero eso, sirvió para que gritasen, y jolgorio. Ah, coronan Fortunato y Bilbao, se lanzan, llevan medio minuto. Bajada preciosa, complicada al principio, rectilínea después. No les va a dar, pero mejor eso que sesteo en el gran grupo. Y Fortunato asoma la patita.

No digan que no avisé...

Foto: El esloveno demostró su excelente nivel. (EFE/Javier Lizón)

Vale, final en Vlorë. Final en Vlöre y sensación rara, si quieren que les diga. Porque, ok, los kilómetros últimos son para matar cualquier intento, buenas rectas y llanuras, pero es que hemos pasado algunos tramos donde juraría haber visto al viejo ese de Mountain Men, el que balbucea así, como masticando su barba. Vamos, que lugar propicio para jugar un ratito a ciclistas. Pero no hubo intenciones. Fuerzas hay, fuerzas siempre hay, fuerzas tenemos... pero no hay intenciones.

En tres semanas alguno se quejará, ya saben. Que sin terreno, que no me dio tiempo, que el año que viene mejor...

Y eso, que final en Vlorë. Volata. Bien bonita, con dos o tres tíos esprintando a todo lo que dan sin casi molestarse. Gana Mads Pedersen, que en estas situaciones es un seguro de vida, porque tiene más endurance que los otros. Gana Mads Pedersen, que se puede poner las botas en el Giro. Segundo es Corbin Strong (acojonante, tú, ojalá escribir mucho sobre Corbin Strong, que suena a lugarteniente de John Connor), tercero es Aular. De rebote recupera Pedersen la maglia rosa, que le importaba a Primož Roglič como un chicle boomer, más o menos, así que todos encantaos. Y los albaneses aplaudiendo mogollón.

Nos vamos a Italia para seguir con el Giro de Italia. A ver qué nos depara el futuro.

Empezó, amigos, el Giro de Italia. Y empezó, como suele pasar desde hace unos años, fuera de Italia. Tres días, descanso, vuelta a la Bota. Excusa para meter más reposo. Excusa, sobre todo, para facturar...

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