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Aquiles y Héctor sobre los adoquines: Van der Poel derrota a Pogačar en Roubaix y ambos firman una primavera histórica
El neerlandés Mathieu Van der Poel firmó su tercera victoria consecutiva en la París-Roubaix. El ciclista esloveno Pogacar se cayó a 37,9 kilómetros de meta en un duelo fascinante
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Empecemos por el prólogo. Porque lo de hoy traía prólogo, como el Tour 93 o los discos de El Reno Renardo. El prólogo. Empieza cerquita de San Remo. En el Poggio, una colina chiquituca que sube (poco) y baja (poco). Allí se celebra, todos los años, cierta prueba de espesor histórico y expectativas grandes. Hace un mes, día arriba o abajo, la tuvimos. Allí, digo, en el Poggio, lanzó sus andanadas finales un tal Tadej Pogačar para dejar tirado a un tal Mathieu van der Poel (Ganna ya iba con más problemas que Los Hombres de Paco en Días de Cine).
Y hubo, decíamos, momento clave. Tadej que ataca con todo, que abre un metro, dos, tres. Llegan a una horquilla, una horquilla a derechas, en esa situación que digo. Hay toma desde el helicóptero, se ve con claridad. Entonces van der Poel cesa en su pedaleo antes que Pogačar, entra en la curva diferente a Pogačar, hace el gesto distinto al de Pogačar y sale de esa herradura que hablamos pegadito a Pogačar. O, dicho de otra forma, se ha limpiado tres metrucos de distancia (con lo que son tres metrucos de distancia a estos niveles) a base de técnica sobre la bici.
Lo que quiero decir, y ya termino el prólogo (normalmente nos saltamos los prólogos, salvo si eres Thierry Marie), es que para hablar de La Pascale, y encuadrarle dentro lo que todo el mundo tiene en la testa (es decir, duelo de proporciones siderales entre dos ganadores de Monumentos en 2025) debemos tener en cuenta lo anterior. Esto es, que uno de ellos, Mathieu van der Poel, es un auténtico virtuoso sobre la bici, alguien que recorta metros en cada curva sobre adoquines, que controla más que nadie, que ha mamado Cx y tiene la composición física para ganar cualquier asunto que se corra entre París y Roubaix (aunque ya no se corra entre París y Roubaix, ustedes me entienden).
🏆🏆🏆 HAT TRICK, HATS OFF @mathieuvdpoel!
— Paris-Roubaix (@parisroubaix) April 13, 2025
🏆🏆🏆 Le triplé pour @mathieuvdpoel, chapeau !#ParisRoubaix pic.twitter.com/3IX9ii1V9G
Un genio en el ciclismo
Alguien que, además, ha trincao las dos últimas ediciones (no hago spoiler, aunque anda que no saben el final de la crónica), ha sido tercero en otra. Que se muestra, por si fuera poco, implacable a la hora de seleccionar objetivos y dar en el blanco. Que dejó aquí, hace doce meses, exhibición tremebunda. Así que nada, game over, todo arreglao. Salvo por Tadej.
Miren, cada año Roubaix es el día grande de las bicis. No sé si el mejor (aunque nunca lo quitamos de entre los mejores una vez disputada) pero sí el más grande. La Clásica más especial, la más anacrónica, la que siempre garantiza historiones, épica y su pizquita de drama. Vamos, ciclismo. Hasta los catetos de tales asuntos (los que solo ven el júrgol y usan carreras para dormir siesta) saben qué es la Roubaix, saben de los adoquines en Roubaix y, algunos, los que tienen menos dificultades psicomotrices, saben qué es Arenberg. Todo eso es verdad.
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Pero tampoco les digo nada revolucionario si... en fin, si reconocemos que mucho hype este 2025 (cómo odio esa expresión de hype, oigan) viene por Tadej Pogačar. Por su espíritu errabundo que pasea entre Grandes y Monumentos. Por su oposición a las leyes de la física (tan chiquito, tan delgao). Por su carácter valiente, por su osadía al ponerse en terreno contrario, en un bosque desconocido, en un espacio hostil.
Roubaix es uno de los pocos sitios donde podemos salvar a Pogačar de los otros ciclistas, y no a los otros ciclistas de Pogačar. Un aire a Hope, estado de Washington, ya saben. Y eso, que la curiosidad es Pogačar. Desde Lemond no corre Roubaix un vigente ganador del Tour. Desde Hinault, hace casi un cuarto de siglo, no gana en Roubaix alguien que haya paseado de amarillo por París. Solo lo han hecho, tras la segunda posguerra, un puñado de paisanucos. Se llaman Fausto Coppi, Louison Bobet, Felice Gimondi, Jan Janssen, Eddy Merckx.
Todos los focos en Pogacar
Ese aire. Esas leyendas. Como para no mirar con curiosidad lo que pueda hacer el esloveno. Así que a ello. La carrera transcurre, al principio, como siempre. Hay tramos mojados, hay un día oscuro, hay mucho macadán y luego mucho pavés. Hay percances, que pillan a Filippo Ganna, hay una fuga de lejos. Y hay, claro, la figura omnisciente de Tadej entre la vanguardia del pelotón en cada sector importante. Aunque tiren los compañeros de Pedersen, él asoma morruco. Si hasta en la zona de Quiévy pensé yo que igual... mira cómo remonta posiciones, vete a saber si... En fin, solo quedan 150 kilómetros, yo ya me espero cualquier cosa.
Cualquier cosa. Como romper todo a 100 de meta. Con Pogačar en primera persona, con diversos ataques, después, de Mathieu. Es lo que todos quieren, es lo que todos esperan. Y nadie se puede sentir defraudado. En Arenberg, en la trinchera que sufrió Stablinski como niño del carbón y luego como as ciclista, acelera Mathieu. En el sitio de las leyendas, en el espacio más fotogénico. Querer y poder. También, por qué no, hacerlo con estilo. Solo Pedersen y Pogačar. Y, vale la pena insistir... Pogačar sale a por van der Poel en Arenberg, y es uno de los tres mejores en Arenberg. Resulta increíble. Piensen en esa oración y cambien “Pogačar” por “Armstrong” o "Alberto Contador". No pueden decirlo sin que les pegue un derrame cerebral. Y ahí sigue, el paisano.
🚀 Another move from @mathieuvdpoel! Only four riders can hang on! We've got a star-studded lead group of five!
— Paris-Roubaix (@parisroubaix) April 13, 2025
🚀 @mathieuvdpoel attaque à nouveau et ils ne sont que 4 à pouvoir répondre ! Un groupe de 5 s'est formé à l'avant, avec du beau monde ! #ParisRoubaix 😈 pic.twitter.com/o8KCzMQ8qY
Se les unen, después, Bissegger y, ojo, Philipsen. En condiciones normales... dos paisanos que muestran debilidad, que deberían contar poquito. Pero es que Jasper es compañero de Mathieu, y siempre está ahí en Roubaix, y ya sabe lo que es tocar Monumento, y ser dos de cinco es superioridad grande a nivel táctico, más si esos dos son, precisamente, los más acreditados para la volata definitiva. Así que, a condiciones estratégicas, empieza otra cosa bien diferente. Una en la que, por cierto, parece que Pogačar va con ciertas dificultades, con amago de que se le suban las bolas, con el cuello más estirado que Guy Fawkes. Veremos.
Un final de infarto
(Ah, bien van Aert haciendo de van Aert, tirando de un grupo trasero, con setenta tíos a rueda. Bien van Aert recordándonos que es el van Aert de hoy y no el van Aert que todos pensábamos podía ser). Setenta a meta. Tilloy, que es tramo largo, con curvas, con adoquín no especialmente jodido. Pogačar aprieta y abre hueco, Pedersen pincha en la rueda de delante. Carrera crudísima, Roubaix, carrera inmisericorde. Parece que Tadej pilla metritos, Bissegger mira a todos los lados, buscando primos de zumosol.
Espacio para las dudas. Menos si te llamas Mathieu. Porque si te llamas Mathieu metes cinco zapatazos imperiales, con esa estampa que solo tiene Mathieu, con esa elegancia que solo gasta Mathieu, y trinca a Tadej. Y van los dos solos, y podrían pensarse lo de tirar hasta el Velódromo, pero Mathieu juega a las miraditas, y espera a Philipsen (que viene en solitario), y un dos contra uno es win casi seguro. O debería. (Eso o que Mathieu es gregario jugándose su tercer adoquín. Y no quiero ni pensarlo).
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Ah, que no se nos olvide... carrerón. Ya sé que estamos (mal)acostumbrados, pero es que carrerón. Y muy carrerón. Menuda época nos toca vivir, amigos, esto es un pago por no abandonar cuando Froome y Quintana... Vale, si fuera otra carrera nos encontraríamos ante una disyuntiva maja... ¿cómo puede resolver el esloveno un dos contra uno?
¿Cómo voltear para sus intereses esta situación que, con cualquier otro nombre, supone desenlace adverso (salvo si la superioridad numérica es del antiguo Rabobank)? Como les digo, interesante. Pero esto es la Roubaix, así que el componente estratégico se diluye una miaja. Porque (casi) siempre se zanja a base de patucas, a base de agonía. Quedará para otra tarde, esa resolución galibieriana de Tadej.
Entre otras cosas porque... parón. Más que parón, que se mantienen las cosas sin moverse. Los tres de delante a relevos (porque Pogačar releva mogollón, Pogačar releva más que Philipsen, Philipsen es menos bancable que el Flynet), los de detrás gotean segundos como siempre se gotean segundos aquí. Vamos, que tensiones. Vamos, que expectativas ante el momento preciso. Cartier-Bresson en bici y sobre adoquines, brazos trémulos de los dos mejores ciclistas que existen. Es ese movimiento, es ese bamboleo, un diapasón del ciclismo a día de hoy.
Un duelo increíble
Por Mons-en-Pévèle prueba Mathieu, que busca romper a Tadej... pero se encuentra con que el damnificado es Philipsen. Y Pogačar se da cuenta, y Pogačar apretando, y Pogačar que contra uno es más favorito (es menos "no-favorito") que contra dos. Así que releva, fuerte, y lanza un pequeño arreón en la salida del tramo, cuando retoman la carretera "normal", y van der Poel tiene cara de Steve Urkel, cara de "¿he sido yo?". Los grandes en cabeza. El duelo, otra vez, servido. Alguien saldrá de las Hilaturas con doblete de Monumentos. Alguien saldrá de las Hilaturas con nueve o con ocho en total. Vuelva a leer. Es Historia.
Entonces se dedica Pogačar a repetir Flandes. La táctica de Flandes. Insistir, insistir a insistir hasta quebrar fuerzas de Mathieu, quebrar corazón de Mathieu, romper moral de Mathieu. Faltan menos de cuarenta kilómetros, va en cabeza, va dándolo todo... y ocurre. Curva a derechas, entra Pogačar pasado, clava el freno, se hunde en el barro, acaba besando la hierba. Su cadena se desengarza, pierde casi medio minuto. ¿Mala suerte? Consecuencias, más bien. Esto es Roubaix. Pasan cosas. Es la primera vez que viene. Decíamos, al principio, lo de la técnica de van der Poel. Arriesgas, te sucede. Persigue, Tadej, pero suma desgaste loco. Uno delante, otro detrás. El duelo soñado, sin compis, sin motos, sin estelas. El duelo soñado, aunque venga lleno incertidumbres. Que esto no es Strade, que Mathieu no es Pidcock.
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Pero lo parece. A un momento incluso hay dudas. ¿Está esperando van der Poel? ¿Quizá no quiere apretar del todo? ¿Pequeño golpe moral, el de vencer al “otro” en tu terreno pero con tales formas? Ni idea, macho, pero es que parece recuperante, Pogačar. Duelo de poder a poder. Termine como termine ha demostrado el esloveno que puede con esta prueba. Ha demostrado Tadej que será cuestión de pasarse más veces...
Tiene algo de salvaje, este tramo de París-Roubaix. Tiene algo de salvaje, algo de primitivo. Con dos paisanucos dándolo todo, acoplados, devorando kilómetros entre adoquines y adoquines. Con las distancias que se mantienen, con los rodadores (no, los clasicómanos, así mejor) más dominantes en décadas rindiendo a su nivel más alto, haciendo una crono de pantalla partida (pero una crono con 230 kilómetros en las patas, pero una crono con 25 tramos de adoquines en las piernas). Se ven, a ratos, se ven. Dos estilos diferentes, dos fisonomías dicotómicas. Fue hermoso, porque siempre será hermoso un Merckx vs de Vlaeminck.
Pogacar, tan cerca y tan lejos
Fue hermoso, aunque supiéramos cómo iba a terminar. (Del bidón no diré nada, porque decir algo sería dar importancia al gilipollas que hizo lo del bidón). Porque hubo un momento en que pareció. Que Tadej remontaba, que está Mathieu allá lejos, en los adoquines. Un puñao de segundos, un nah, un soplarse. Pero mantiene van der Poel, mantiene inteligentemente van der Poel (van der Poel, quién lo iba a decir hace años, es uno de los ciclistas más exquisitamente estrategas del pelotón), y va escanciándole segundos a Tadej, y Tadej cambia otra vez de bici, y aquí acaban sus opciones de victoria.
🏁 10 km
— Paris-Roubaix (@parisroubaix) April 13, 2025
🇳🇱@mathieuvdpoel is heading solo to Roubaix, eyeing a third consecutive win! 👑
🇳🇱@mathieuvdpoel file seul vers Roubaix pour une 3ème victoire consécutive ! 👑#ParisRoubaix 😈 pic.twitter.com/BtH2GBJ8Ql
Aquí, a veinte de meta en Roubaix, acaban las opciones de victoria del paisano que ganó todas las etapas de montaña en el Tour 2024. Por poner contexto a la monstruosidad que hemos visto hoy... Pese al pinchazo de van der Poel, pese al cambio de bicicleta rápido pero no-tan-rápido, pese a esa tendencia que tiene Mathieu a adornar sus victorias grandes, recuerden Glasgow, con una miaja de dramita chico.
No importa. Él reina. Octavo Monumentos para Mathieu van der Poel, solo cinco tíos tienen más, solo hay otros dos con los mismos. Uno ganó el repóker (Rik van Looy), otro es su némesis generacional. Es, Mathieu van der Poel, recordman compartido en Flandes, está en un segundo escalón de Roubaix. Nadie tiene más Monumentos de piedras (Boonen lo iguala), nadie está a su altura en términos históricos, seguramente. Hablamos de un ciclista que se mide con Pogačar, vale, pero también con Merckx, con Roger de Vlaeminck.
Esa es la referencia. Eso es lo que debe asombrarnos. Segundo hace Pogačar, ambos se felicitan, ambos se sonríen, con ese rostro de "te quiero, pero te odio, pero te quiero". Tercero es Pedersen, soberbio ciclista, pero es que los ciclistas no tienen nada que hacer en esta época de dioses. Pedersen es George Foreman, los otros son Aquiles y Héctor... Nunca defrauda, Roubaix. Nunca defraudan, estos tíos. Qué ganas de Arenberg en doce meses.
Empecemos por el prólogo. Porque lo de hoy traía prólogo, como el Tour 93 o los discos de El Reno Renardo. El prólogo. Empieza cerquita de San Remo. En el Poggio, una colina chiquituca que sube (poco) y baja (poco). Allí se celebra, todos los años, cierta prueba de espesor histórico y expectativas grandes. Hace un mes, día arriba o abajo, la tuvimos. Allí, digo, en el Poggio, lanzó sus andanadas finales un tal Tadej Pogačar para dejar tirado a un tal Mathieu van der Poel (Ganna ya iba con más problemas que Los Hombres de Paco en Días de Cine).