Dunbar corona el Picón Blanco y O'Connor frena el ascenso de Enric Mas en La Vuelta
Roglic abrocha La Vuelta a España en una jornada muy dura y el español Enric Mas, que tenía una oportunidad de oro de poder imponerse a O'Connor, pincha en hueso
Y, al fin, los pasiegos. Los puertos pasiegos, la etapa pasiega. Oh, yeah. Los pasiegos son gente peculiar. Muy suyos, dicen, con sus costumbres, sus formas de entender el mundo. Apegados a la tierra, a las vacas, a la muda. ¿Saben el maillot jaune que llevaba Luis Ocaña, el de Miko? Pues Miko lo fundó un pasiego. Emprendedores, negociantes. También, sí, sostén de los aristócratas selectos. Pasiegas fueron las primeras tetas en amamantar a Alfonso XII, porque pasiegas eran las nodrizas más cotizadas del país en el siglo XIX.
Es, la Pasieguería, zona de montes y camberas, de praos pindios, de carrejos donde no pasan dos autos. Espacio de verdes y arroyos, de cascadas y herradura. Es, la Pasieguería, aún hoy lugar agreste y salvaje. Paraíso para las bicis. Cenit de la Vuelta 2024. Veamos el recorrido. Porque todo subir y bajar puertos pasiegos, oigan. No hagan caso de lindes y mojones... puertos pasiegos. Estacas de Trueba, primero, por su lado fácil, que tiene paisaje de no creerse, que trae descenso espectacular y con cierta miga. Asfalto perfecto, eso sí, llega a ser hace unos añucos y alguno cae a La Engaña.
La Engaña es, por si no lo saben, el que fue túnel más largo del país, un agujero en las tripas del monte hecho a sudor de pico y presos republicanos. Algo que, pásmense, jamás llegó a inaugurarse. Pero esa es otra historia. Vale, terminamos el descenso de Estacas y enlazamos, seguiditos, Braguía y Caracol. Más duro el segundo, interesantes ambos. A lo tonto... pues 17 kilómetros para arriba. Ya ven, todo es sumar y sumar antes de lo más duro.
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Un puerto muy duro
Que es Lunada. El Portillo de Lunada. A ustedes igual les suena de la frase "Puertos cerrados por la nieve: Portillo de Lunada". No sube muy alto, pero es que se encastra en el valle que... Y es duro. Otros quince 15, siempre rondando el seis-siete. A un rato dejan atrás los restos del Resbaladero de Lunada, que fue tobogán largo como veinte Bernabéus (medida universal) por donde arrojaban troncos en el siglo XVIII. Imaginen bulla. Imaginen ingeniería. Ah, se sigue sumando.
Luego toca descenso hasta Las Machorras, después subir La Sía (otros siete kilómetros), después bajar La Sía justo hasta el Asón, tirar por Soba (otro Valle de valles, otro sitio con leyendas), seguir por el antiguo señorío de los Velasco hasta Fresneda y empezar a subir Los Tornos. Los Tornos, sí, por esa vertiente "distinta", por esa vertiente que no cruza Herada, otros once kilómetros bien mantenidos. Y ya, por último, caer hasta la meseta, descender a Espinosa (dando un buen rodeo, porque... en fin, porque ni idea), y subir hasta ese Picón Blanco de rampones y pinares, de sitios donde asfixia la temperatura y curvitas donde no avanza la bici.
¿Resumiendo? Sesenta y siete kilómetros de subida entre los últimos 150 de etapa. El resto bajando, porque los puertos enlazan a la perfección (salvo el último, ya les dije). De acuerdo que todo es por carreteras impecables (salvo ese asfalto de Lunada que tanto bien hace a los dentistas de Cantabria), y que las rampas son casi siempre al seis (grosso modo) salvo en Picón, pero... Etapón.
¿Es recorrido mejorable? Pues claro. Se podía haber subido Braguía por Guzparras, pueblo de buena gente y rampitas mareantes. Probar, si quieren, alguna de las caras asesinas en Matanela aprovechando la habitual para el descenso, que trae buen asfalto. Meterse, incluso, por esa Estranguada del otro día tan rompedora (aunque no rompió a nadie), o liarse del todo para llegar hasta Collao Espina, hasta Los Machucos, que tienen de subir y de bajar (aunque ahora sea algo no apto para vértigo). O Picón de paso, ascenderlo desde Arredondo, que te queda una cosa legendaria. Todo eso se puede hacer, y mejoraría la etapa, para qué engañarles. Pero lo que hay es suficiente. Desniveles, kilómetros de subida, un buen encadenado.
¿Quejas? Perfecto, pero hay. Y se demuestra. Salida rápida, escapada con… bueno, a ver, escapada con los de siempre. Último parcial en línea y todo tiene cierto aire a “cena de fin de curso”, a "reunión de viejos amigos por Facebook". Y, como en las reuniones que se hacen por Facebook, hay problemas, rencillas, moviducas. Entre Marc Soler y Jay Vine, que luchan por la montaña, aunque no deberían luchar por la montaña (o sí), porque son compis y se llevan superbién, pero supersúper bien, bien en plan concursantes de Gran Hermano, tan bien como los hermanos Gallagher. Y eso, que se luchan por la montaña, a cara de perro. Y Marc Soler termina marchándose solo, porque es lo que le gusta.
Marc Soler y Mikel Landa
La escapada, digo, tiene a los clásicos. Que si Vine, que si Soler, Castrillo, Champion, Berthet, Frigo… esa peña, ya tú sabes. La escapada va haciendo camino mientras suben y bajan carreteras pasiegucas. Marc Soler se entera de que aquí hubo fundición y decide regalar energía, por la pose; Castrillo anda todavía con el subidón de los rayos gamma, a Vine no puedo tomármelo en serio con ese bigotillo, Jack Haig manda una señal de vida a sus familiares (Jack Haig, ¿recuerdan?, qué tiempos)… y etcétera.
En el pelotón… Pues sorpresas, oiga, sorpresas, porque Daniel Felipe y Vlasov sufren intoxicación grave por exceso de sobaos (nos ha ocurrido a todos), y se descuelgan prontísimo. Añadan que tira el equipo de Carlos Rodríguez (sí, está corriendo), añadan que luego entran los dinosaurios landistas (buscando resarcirse), y tenemos una subida a Lunada de lo más chula. Ah, Marc Soler en solitario por donde el Resbaladero, y la Casa del Rey, y el Picón del Fraile, porque Marc Soler es un tío solitario, es un tío que ama la naturaleza y la soledad, Marc Soler es Walt Whitman con culotte y tupé.
Suceden varias cosas. Que la escapada no llega, porque bascula siempre sobre los cien segundos. Que esta parte es algo facilona para los pros… subir La Sía, bajar La Sía (qué preciosidad, bajar La Sía, asomarte a esa melena de anjanuca donde nace el Asón, pasar por casas de buitres, meterte para La Gándara), llegar hasta el cruce a Fresnedo. Digamos que está todo en impasse, que cartas echadas, que queda para fines. Tanto sube y baja… relajación y biodramina.
Hasta que, empezando Los Tornos, ataca Mikel Landa. Y le cogen rueda todos los que rueda le podían coger, todos los que usted hubiese apostado, pero ataca Landa, e insiste con su equipo, con los diplodocus esos. Las ventajas que caen como cabello de canallita cuarentón, más intentos, miradas, ponderar situaciones, Carlos Rodríguez (sí, ese Carlos Rodríguez cuyo equipo tiraba antes) como pieza menor cobrada. Quedan treinta y cinco kilómetros. Faltan mundos. Y fuerzas. Faltan mundos y fuerzas. Quizá, también, ganas, aunque a estas alturas… Así que, por unas u otras causas… Todo para el Picón. El recorrido dio para algo más, pese a la distribución peculiar de dureza que dijimos antes, pero es lo que hay.
La fatiga, Pedro, la fatiga. Igual con Tadej… Pero eso será otro año. Los Tornos corona en cabeza Sivakov, que tiene más mofletes hoy que en Lisboa, macho, más mofletes hoy que en Lisboa. Anda Sivakov acojonadete por si se cruza con Castrillo, que terror enorme tiene a Castrillo, le aparece en pesadillas Castrillo, así que huye de Castrillo enfila pal Picón. Detrás los buenos, ritmeando. Ritmeando tanto que empiezan a subir cincuenta segundos después de Sivakov. Que no es distancia, vale, pero...
Mas tampoco pudo
Subida última y… Primož Roglič pide a los suyos que tiren, porque quiere un homenaje (serán dos tras lo de ayer, deja que no trinque triplete en Madrí). Sucede que tiene al equipo con sopitas, así que asume en primera persona cuando faltan casi siete, en una recta de pinares absolutamente demoledora. No es, el suyo, trantrán de RKO, pero va desgajando cuentas de un rosario que ya era, a estas alturas de etapa, demasiado gordo. Y ni eso, porque, timorato, detiene la minioefensiva, y deja que los equipiers chupen cámara. Muy generoso, Primož.
A todo esto, sigue Pavel con treinta segundos… hasta que Roglič vuelve a la carga, y entonces el medio minuto es “mira, allá a lo lejos va”. Así que se acercan, inexorables, pero abriendo menos hueco que una barrera ante Roberto Carlos. Van el líder, el exlíder, Carapaz, Mas, Gaudu (gran final de carrera), Landa… Lo típico. Déjate que no haya sprint…
(Cuando ustedes lean críticas a Tadej o a Vingegaard por arrasar cual caballo de huno por donde pasan… recuerden estas cosas, por favor, recuerden estas cosas). Dos y medio, ataque de Mas, cien metros a tope, gira el rostro, le siguen Richard y el líder, pide relevo, insiste, ataca por ahí Urko Berrade, que ya ha olvidado cuando le llamaban Tony Stark, ataca por ahí David Gaudu, que tiene cara de hacer los deberes a la guapa del insti, Dunbar está por delante, porque saltó por el córner, porque interesa como un capítulo de “Ana y los siete”. Todo tiene cierto aire caótico, cierto aire a reproducción al uno y medio, para resumir el tema.
Victoria para Dunbar, cero (redondeando) diferencias entre los favoritos, Roglič gana la Vuelta, segundo va O'Connor a dos minutos, tercero Enric Mas a ocho segundines, cuarto es Carapaz con los tres. Entre ellos hay un minutito, y se jugarán el pódium en la crono de la libertad. Pero lo de hoy… ya pasó. Y tenemos bajona, no voy a engañarles.
Y, al fin, los pasiegos. Los puertos pasiegos, la etapa pasiega. Oh, yeah. Los pasiegos son gente peculiar. Muy suyos, dicen, con sus costumbres, sus formas de entender el mundo. Apegados a la tierra, a las vacas, a la muda. ¿Saben el maillot jaune que llevaba Luis Ocaña, el de Miko? Pues Miko lo fundó un pasiego. Emprendedores, negociantes. También, sí, sostén de los aristócratas selectos. Pasiegas fueron las primeras tetas en amamantar a Alfonso XII, porque pasiegas eran las nodrizas más cotizadas del país en el siglo XIX.
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