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Joao Almeida revienta el Giro de Italia en el Monte Bondone y Roglic cede terreno
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Etapa 16

Joao Almeida revienta el Giro de Italia en el Monte Bondone y Roglic cede terreno

El ciclista portugués del UAE logró un merecido triunfo de etapa y se sitúa segundo en la general. El británico Geraint Thomas aventaja en 18 segundos a Almeida y en 29 a Roglic

Foto: Joao Almeida y Geraint Thomas, en acción. (Reuters/Jennifer Lorenzini)
Joao Almeida y Geraint Thomas, en acción. (Reuters/Jennifer Lorenzini)

El Monte Bondone. Ya me jodería, sí, que insultasen al Monte Bondone. En el Monte Bondone se vivió una de las jornadas más míticas de lo que antaño llamábamos "ciclismo de fondo en carretera". Fue en 1956, con Charly Gaul recuperando más de quince minutos al líder. Última etapa de montaña, tiempo infernal, el chiflado luxemburgués en manga corta, rostro alelao, ritmo imposible. Subían también Costalunga, Rolle, Brocon. Pero, sobre todo, aquello. Ni siquiera hasta arriba, ojo, "solo" 1300 metros de altitud, justo encima de Trento. Exhibición de Charly, todos a escribir sus crónicas con cara de felicitá, la mayoría de los corredores retiraos, antes a gente se retiraba en una Gran Vuelta sin necesidad de protocolos covid.

Pudo ganar Bahamontes, sí, pero entró corriendo en una granja para que le dieran un baño con agua caliente. Charly ganó aquel Giro, ganó otro, ganó un Tour, hizo dos veces más pódium en París o el Vigorelli. Charly, hoy, aspiraría a un total de cero victorias. Porque a Charly le gustaba el frío, y hoy los ciclistas dicen que con frío no se pedalea, que si no hemos leído el libro aquel de Fernán Gómez. Sí, el de a la mierda. Ya me jodería, sí, que se insultase al Monte Bondone. No creo que nadie pueda insultarlo, al Bondone, al menos nadie que de niño, de adolescente, admirase a Charly Gaul (o similar). El problema es que muchos que hay en el pelotón hoy admiraban, de niños, de adolescentes, a Pepito, participante en Gran Hermano 14, o Jesusjuli, que salió en la primera temporada de Gandía Shore. Y así nos va. Si ya lo dijo Carlos Sastre... estamos haciendo del ciclismo una patraña de niñatos.

El Monte Bondone no es solamente Gaul, porque el Monte Bondone es, antes que Gaul, Trento. Y Trento importa, Trento importa mucho. ¿Que es usted católico? Pues Trento le va a estrujar las pelotillas durante un par de siglos, hasta Ilustraciones y demás (versión resumidísima, no me peguen). ¿Que le tiran las bicis? Pues Trento es Francesco Moser. Ahí es nada. Francesco Moser. Francesco Moser es uno de los paisanos con mejor palmarés de siempre, y uno de los culpables de bochornos bien gordotes. Digamos que Moser fue ídolo en la Italia de su tiempo (la de fines de los setenta y primeros ochenta), y que tuvo rivalidad crudísima con Saronni, y que los transalpinos estaban en plan división férrea, si eres de uno al otro ni mirarlo.

Y que ambos subían lo justo (es decir, poco; es decir, mal), así que los Giros de aquel tiempo tenían menos montaña que la Vuelta 2007. Y, si con eso no bastaba... pues ayudita. Lo del helicóptero y Fignon. O cuando suspendían montañas. Sí, amigos, en aquel tiempo se suspendían montañas para que ganase Moser, el de Trento. Se suspendió el Stelvio, que es vistosísimo. Pero, y aquí viene lo que les va a sorprender, oh abyectos seguidores de influencers y buscapanes, cuando se suspendían esos asuntos (por condiciones meteorológicas adversas que luego eran perfectamente asumibles, igual les suena el punto de partida) todos los corredores se quejaban (salvo Moser, Saronni y colegas), y elevaban voces, y decían que el ciclismo era otro rollo, que así nos vamos a la mierda, que el Giro no puede mitificar si deja de ser el Giro. Se lo juro, busquen, busquen.

Una etapa histórica

Ahora son los propios ciclistas los que piden anular etapas, mojarse dos horas en vez de cinco, suspender descensos, hacer huelga de patas caídas. Y todos contentísimos, porque el show debe continuar, y porque vendrá alguna etapa buena y nos daremos por olvidaos. Y es así como se entierra un deporte centenario. Francesco, seguro, sonríe. Yo llegué antes. Valga de presentación lo anterior, porque la etapa daba para mucho. Para muchísimo. Puertos de no demasiada altitud (lo que dificulta quejas a los youtubers en coulotte), menos de doscientos kilómetros (por encima de ahí hacéis llorar a Adam Hansen) y terreno bien quebrado (esto ya nos gusta menos... ¿no tenéis autovías o qué?).

Suben primero Santa Barbara (donde Unai Osa), luego Bordala (entre los dos hacen casi veinte kilómetros al ocho y pico, con bajadita intermedia), después hay una serie de trampas para cazar jabalíes, dos o tres cepos, ese territorio donde querríamos ver a Tadej, donde anhelamos ver a Mathieu, y, por último, el enlace definitivo. Serrada, que es pocuca cosa, y el Bondone. Ojo, el Bondone por Aldeno, el Bondone que es menos Bondone (porque el Bondone-Bondone es por otra vertiente, la de Trento y Cadine), pero un Bondone de veintidós al seis, un Bondone con siete kilómetros por encima del nueve. Vamos, una salvajada. Más de cuatro mil metros de desnivel solo en los passos. Dureza. Y posibilidad. Que no les engañen.

Posibilidad. Pasa que luego… pero no, no adelanto ideas. A ver, antes de nada… el parte meteorológico. Porque es lo que interesa hoy, Marcos Pereda, ese parte meteorológico. Los ciclistas de nuestro tiempo no tenían pósters de Merckx en su casa… tenían un mapa isobárico firmado por Paco Montesdeoca. Bueno, hay uno que guardaba fotos de Hinault, pero le pasó Adam Hansen un video de la Lieja 1980 y dijo que nanai, que qué es eso, que si somos unos esclavistas, que vivan los impuestos bajos. Y eso… el parte. Cielo poco nuboso, con claros. Temperatura de entre 18 y 22 grados, viento casi inexistente (salvo en los puertos, donde siempre hay ciclones de cara). O, como se dice ahora, las-únicas-condiciones-dignas-para-andar-en-bici. Ni esa excusa queda.

Healy, la gran sorpresa del Giro

Así que, imagino… batalla demoledora. Todo por decidir, situación perfecta, la gran oportunidad para tantos de trincar lo intrincable ni en sus mejores sueños. Solo que no. Solo que ni de coña. Escapada de setenta y dos tíos, con los Paret-Peintre, ese Healy que es mi única felicidad en el Giro, Verona (satisfecho con las condiciones ambientales), Calcaterra, Bruno Cenghialta, Mario Chiesa y Roberto Pagnin, que rinde más lejos de Leticia Sabater. Aproximadamente. Recorrido fumado (los ciclistas, que tanto se preocupan por su salud, han cruzado media Bota de fumada en fumada), lucha por los puntos en monte (Laguía style) y todo para el final.

Salvo que… Salvo que Jumbo pone ritmo, ojo, que Jumbo pone ritmo, que quiere romper el esloveno, que quiere atacar fuera de las vallas, esto se anima, va a ser histórico, menudo ritmo. Demoledor. Ritmo de-mo-le-dor. Es un infierno, lo del Jumbo, es imposible de mantener. Bueno, vale, en el pelotón aguantan ochenta tíos, siete zarigüeyas, tres secundarios en Al salir de clase, Jordi Hurtado, Roberto Visentini y cuatro mozos que iban a cuidar sus manzanos, que la melina sale bien buena allí, cerca de Trento. Vamos, que ni ritmo ni hostias. Que no les engañen, cuando todos van igualados es porque los buenos no aprietan. Repetimos… que no les engañen.

placeholder Joao Almeida da un golpe en la mesa. (Reuters/Jennifer Lorenzini)
Joao Almeida da un golpe en la mesa. (Reuters/Jennifer Lorenzini)

Qué bonito el Bondone, eso sí. Por delante, los escapados van perdiendo los calzoncillos y, aun así, meten tiempo al pelotón. Creo que es momento ya de abrir un debate: si un equipo tira para que su líder pegue un estacazo, y el pelotón donde tiran va goteando segundos con unos paisanos teóricamente mucho peores que su líder que, además, llevan cien kilómetros escapaos… en fin… para qué sirve eso. O, dicho de otra forma… ¿Nadie se da cuenta de que es un farol, es poner el autobús, es subirse a un tren turístico, es sacar entradas para el gusano loco? ¿Nadie, desde que lo hacía Liquigas con Ivan Basso, hace ya una década? ¿De verdad? Misterios, misterios. En fin.

(A Basso mejor ni lo menear, que estamos llegando al Bondone). Espera, espera… se aparta Dennis (que es recordman en el Stelvio, no olvide nadie) y sus compis dan mus. Mus. Así que parón. Total, si estamos a último martes… para qué vamos a precipitar el asunto. Hasta Roma todo está en juego. Hasta Roma… Y bueno, que van cayendo tíos del pelotón, claro. Pinot, la maglia rosa. Van cayendo tíos que ni mantener el equilibrio pueden, tíos que van en patines, tíos que cuentan para Miss Traje Regional y Miss Simpatía. Y así seguimos.

Hasta que… Almeida. No piensen en un latigazo pantanimortirolesco, pero es que es agitar el asunto y se quedan delante seis… El propio Almeida, Kuss, Roglič, Thomas, Dunbar. Ah, y Zana, que es tricolore, que viene de quedarse entre los fugados, que no debería estar ahí, pero está, y hasta tira, y tira para Dunbar, pero lleva setecientos kilómetros chupando aire, y aun así casi ni le siguen, y mira, yo qué sé. Ah, Kuss se ha tomado otra vez esto como el primero de Mayo, porque si alguien debe celebrar el Primero de mayo ese es Sepp Kuss. Majísimo, Sepp Kuss. Encima revienta a su líder, y eso lo aprovecha Thomas (sí, amigos, Geraint Thomas) para irse con Almeida, y por detrás Kuss espera, porque Kuss está haciendo un Bondone froomewigginsiano, y Roglič sufre mogollón.

Y eso, que Thomas, con João Pedro Gonçalves Almeida (me encanta ese nombre) a rueda, y luego entra, y abren hueco, y los últimos kilómetros, casi llanucos, son ideales para distancias, porque Roglič está para los Cuatro Trampolines, Roglič está que no está. Y, ojo, los dos de delante ya son cabeza de carrera, así que se van a jugar etapa y maglia… Dos kilómetros y veinticinco segundos. En otras situaciones, en otros tiempos, esto sería peccata minuta, pero ahora se lo estoy contando como algo que decide el Giro…

Sprint y gana Almeida. Lo mereció, oigan. No pegó ningún ataque gordo, pero tiró de equipo, y mostró ambiciones. Con él llega Thomas, que se vita con la maglia, que pudiera ser máximo beneficiado. Sucede que yo a Thomas en Lavaredo y Lussari… es que es muy grandote, eh, es muy grandote. Veinticinco segundos a Roglič. Si es su día malo… salvao. Si es tendencia… como el Titanic acaba. Y esto fue todo, amigos. Los tres primeros en medio minuto, al resto no se les espera. Falta Zoldo Alto, falta Lavaredo, falta Lussari. Emoción. Emoción falsa, emoción regulera, emoción por lo bajo… pero emoción.

No dirán que no soy optimista.

El Monte Bondone. Ya me jodería, sí, que insultasen al Monte Bondone. En el Monte Bondone se vivió una de las jornadas más míticas de lo que antaño llamábamos "ciclismo de fondo en carretera". Fue en 1956, con Charly Gaul recuperando más de quince minutos al líder. Última etapa de montaña, tiempo infernal, el chiflado luxemburgués en manga corta, rostro alelao, ritmo imposible. Subían también Costalunga, Rolle, Brocon. Pero, sobre todo, aquello. Ni siquiera hasta arriba, ojo, "solo" 1300 metros de altitud, justo encima de Trento. Exhibición de Charly, todos a escribir sus crónicas con cara de felicitá, la mayoría de los corredores retiraos, antes a gente se retiraba en una Gran Vuelta sin necesidad de protocolos covid.

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