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Pogačar gana de Ronde van Vlaanderen y mira a los ojos de la historia
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Pogačar gana de Ronde van Vlaanderen y mira a los ojos de la historia

El esloveno firma una exhibición de otro tiempo y ya tiene tres de los cinco Monumentos en su palmarés. Van der Poel y Pedersen completan el podio

Foto: El esloveno celebra la victoria. (EFE/Olivier Matthys)
El esloveno celebra la victoria. (EFE/Olivier Matthys)

El Tour de Flandes es cool. El Tour de Flandes es tan cool que ya nadie dice Tour de Flandes, porque decir Tour de Flandes es como comprarte el Caribe Mix 72 o ver Supervivientes, decir Tour de Flandes es síntoma de cateto, decir Tour de Flandes y que te guste el reaggeton es lo mismo. No, no... De Ronde. De Ronde van Vlaanderen, que además suena fetén. Porque, amigos, lo flamenco (lo de los flandiers) es el gafapastismo ciclista por excelencia. Ojo, situación ganada a pulso, porque de Ronde suele estar entre los cinco o seis días mayores de las bicis cada año.

Y, en general, tú estás por allí y tienes la E3, la Dwars, la Gante (que es carrera de prestigio como ninguna otra, salvo Monumentos, y alguno se permite el desprecio de andar regalándola, como quien regala pitillos los sábados de madrugada), todo ello cosas de gran espesor y de divertirse mucho. Que, a ver, el año pasado salió el Tour de Francia bien guapo, pero la Vuelta meh y del Giro solo recuerdo aquel gif de Landa haciendo burla a Carapaz, así que imaginen cómo fue el rollo (cotejo de notas, veo que ganó Hindley, intento ver la cara de Hindley y me sale más fácil la de Rikki Rockett) así que...

placeholder Tadej Pogacar cruza la línea de meta. (EFE/Olivier Matthys)
Tadej Pogacar cruza la línea de meta. (EFE/Olivier Matthys)

Viva Flandes. Sean ustedes bienvenidos al tiempo de los snobs, de las cuestas que decimos bergs, de los adoquines kinderkopje y, en general, de las birras artesanas que no hay hijoputa que trasiegue, pero acabas tomando por el qué dirán, cuando andarías a gustísimo con un mosto, guinda roja, dos piedrucas de hielo. Sean ustedes bienvenidos a De Ronde van Vlaanderen. Sobre todo si se llaman Mathieu, Tadej o Wout. Que son los importantes. Vale, hay otros, pero... míreme, míreme a los ojillos... Mathieu, Tadej y Wout. Después... sorpresas. Porque son tan superiores, son tan excelentes... Quién puede apostarnos por algo que no sea Mathieu, Tadej o Wout. A mí no me miren, yo siempre voy con Mathieu, Tadej o Wout. Estamos en una época histórica, sí, estamos en una época histórica, y es por Mathieu, Tadej o Wout, fundamentalmente.

Una carrera histórica

Claro que sí. Y en una época histórica... bueno... hagamos historia. En esta de Ronde 2023. Hagamos historia. Al lío, que se sale a toda leche, y que está el día nublao, nublao, y el suelo mojaduco, y hay caídas, y nervios, y peña comiendo salchichitas, y chiflaos animando, y mil latas de espirituosos en los cubos, y, en fin, De Ronde, qué bonito De Ronde, qué bonito es. Pasa que, encima, la fuga “de lejos” reúne nombrecillos interesantes, que anda por allí Merlier (y ese maillot impone), y luego llegan tíos como Küng, o Pedersen, o Trentin, o Florian Vermeersch, o Powless (menudo principio de año) o van Hooydonck (ese maillot sí que impone, vete a saber si...) o hasta Jorgenson, que lleva temporada de lo más interesante. Y eso, diecinueve paisanos, sesenta y cinco a meta, tres minutos al grupo grandote. Aun nada de trascendencia, pero rollito estratégico de lo más fuerte.

placeholder Van Der Poel, en acción. (EFE/Olivier Matthys)
Van Der Poel, en acción. (EFE/Olivier Matthys)

(Aun nada de trascendencia pero Tadej Pogačar se filtró en un corte a ciento diez de meta. No importa cuántas veces lo escribamos, porque lo repito... Tadej Pogačar es un auténtico regalo ciclista). Lo gordo-realmente-gordo empieza a cincuenta de Oudenaarde. Subiendo el Viejo Kwaremont. O el Oude Kwaremont (ya les dijimos que somos muy cool). Que es más moderno que el nuevo Kwaremont, pero es que el nuevo Kwaremont va por la carretera buena, y es un repecho de asfalto, y eso no es De Ronde ni es nada, así que hicieron un Oude Kwaremont junto al nuevo Kwaremont, aprovechando sendas viejucas para darle aire más Oude al Oude. Y eso, adoquines, aspecto sombrío y fúnebre, picos del veinditós por ciento y más meneillo que Luis Moya en el Rally Safari.

Allí se juntan miles de flamencos pasaos, unos cuantos corredores cansadísimos y más motos de las deseables, así que sumen nervios y tensión al dolor de piernas y el ácido láctico. Por delante tensa (moderadamente) Trentin, por detrás tensa (llamativamente) Berg, lo que apunta al ataque de Pogačar... que llega. Nunca defrauda, Pogačar. Latigazo gordísimo, sale Pidcock, sale van Aert, sale van der Poel... no sale nadie, no me hagan caso, no sale nadie. Cien metros y Tadej solo, cien metros y estamos viendo algo para la historia, porque no importa cómo acabe todo, no importa, escuche, no importa. Louison Bobet y Eddy Merckx. Repito... Louison Bobet y Eddy Merckx. Nadie más, desde que corremos en bici, ha ganado la Grande Boucle y de Ronde van Vlaanderen.

El increíble ataque del esloveno

Nadie más. Y allá va Tadej. Detrás llega Laporte a pagar deudas contraídas (hoy los gregarios no curran de gregarios sino que tiran únicamente cuando su líder los sobornó antes con cucamonas, victorias regaladas y emoticonos en el instagram), y acerca mucho a tres campeones del mundo de Cx (y Nils Pollit, que tiene entrada maravillosa para el concierto de Led Zeppelin, aunque cederá pronto) hasta un doble ganador del Tour de Francia.

Y el Paterberg. Una recta asesina, una cosa como para no mirar cuando sales a andar en bici, algo sin gracia ninguna más allá de toser sangre y sudar dolores. Entra allí Pogačar en solitario, con sus diez segundos, entra allí Pogačar en solitario, y aprieta, y algunos hacen eses pero él tira como si fuera el Tourmalet, como si fuera el Izoard, como si fueran las putas Tres Cimas del Lavaredo, que Pogačar destaca (también) allí, que Pogačar destaca donde sale, donde compite. Que Pogačar mira directamente a la historia de este deporte. Con arrogancia y ambición, como se hizo siempre. A ver si ustedes piensan que Le Blaireau iba regalando caramelos (galletas, en todo caso).

Por detrás ataca Laporte. Laporte, sí, ese que gregarea sin gregariar. Entra a rueda de Pogačar y entra al relevo de Pogačar. Que es, como poco, conducta anómala. Y que tiene peligro inmenso para, sobre todo, van der Poel y van Aert. Claro que... Wout. Ay, mi Wout, qué majo, qué patas, qué fiera, qué polivalencia, qué manera de limpiar la piscina de sus líderes en Francia, qué manera de dejarme reluciente la plata en julio. Wout, que ve escaparse a uno de sus compis y está más tenso que Victor Lazslo cuando su esposa se queda currando hasta tarde. Wout, que tiene cuerpo de campeón y mentalidad de cortacéspedes, que podría ganarlo todo pero va siempre a remolque, nunca toma iniciativas, le cuesta imponer currículums en el coche de su escuadra. Eddy Merckx (igual les suena de la frase “el primero en hacer X, desde Eddy Merckx) atacó a mil de meta en 1969 y su director le dijo que parase, que hacía mucho viento de cara. Que te jodan, contestó Eddy. Y ganó, claro. A ver, puedes suavizar formas, pero las leyendas son leyendas por hacer cosas así...

Ah, la fuga sigue con minuto veinte... por concretarles. En Koppenberg, con Laporte y Pogačar pillaos... pues vuelve a atacar Tadej. Y salen (ahora sí) van Aert y van der Poel. A chepazos, jadeando cual perrucos, sumando esfuerzos, queriendo morirse. Pero salen. Y se van. Los tres, los tres grandes, las tres mayores estrellas del ciclismo (súmenme a Evenepoel y Roglič, también a Vingegaard si les gustan solo veintiún días del año). Estaba escrito el guión, y el guión se cumple. Aunque parezca increíble, aunque parezca demasiado. Otra vez. Otra vez. Y que dure. Ah, Laporte se quedó espatarrado en Koppenberg. Gran estrategia la de relevar a Pogačar. Lo tenía hecho, sí, llegando juntos al Paterberg...

Taaienberg y... lo mismo. El grupo de cabeza que pierde unidades como Marino Lejarreta perdía sprints. Los tres grandes por detrás, con van Aert tirando, van der Poel pillándose un sofoco por el asunto ese de cambiar plato grande-plato pequeño, llegando, sumando muescas a las muescas del esforzar... vete tú a saber si eso lo paga más tarde... En el Kruisbetg, por ejemplo. Porque empieza Pogačar en cabeza, otra vez. Y los otros allí, soldados. Hasta que Mathieu se cansa. Y ataca. Y mueve la bici de lado a lado, cimbrea el manillar como se cimbrean los juncos en el Mar del Norte, sufre todo en su bici, porque va desarrollando vatios como para iluminar Akihabara. De pie, que es raro en Flandes. Menudo arreón. Espeluzna. Terrorífico. Pogačar captura tras la cima, van Aert empieza a remar, porque van Aert se dedica, fundamentalmente, a remar, van Aert hubiese sido feliz en Oxford o en Cambridge, van Aert va cada doce meses al descenso del Sella y luego se queda tomando sidras... ¿Descartado? Ni de coña, van Aert nunca está descartado, porque “rendición” es una palabra que no está en su María Moliner (como “anticipar” o “exigir”). Pero es que por delante lleva la pareja más fuerte del día (y van Hooydock tarda en pararse lo que yo en subir Palombera), así que...

Pedersen lo intentó

Era un trío. Son dos. A ver, va Pedersen, hay un grupo... pero son dos. (Aclaremos algo... Jumbo ha corrido fatal. Pero fatal. Pero de culo. Pongan las palabras que quieran. Con todo... si el líder no tiene patas para seguir a Pogačar y a van der Poel pues la cosa pintaba a desastre fuera como fuese. Que no exime de lo otro, pero por dejar todo clarito. También les digo... igual a van Aert le molaba tener otra Gante ahora en su wikipedia, ¿no?). Oude y... Tadej ataca. Ataca y esta es la buena, ataca y se va solo, ataca y van der Poel sigue, lo mantiene a doce metros, a quince metros, los dos sentaos, los dos metiendo más chepazos que Winston Bogarde defendiendo a Roberto Baggio, aguanta van der Poel, lo ve, pero se abren distancias, Pogačar pilla a Pedersen, Pogačar deja a Pedersen, Pogačar va lanzado a cepillarse de Ronde. Vuelvan a leerlo.

Pogačar va lanzado a cepillarse De Ronde. Bobet, Merckx, Pogačar. Otra vez. Bobet, Merckx, Pogačar. Es absolutamente alucinante. Pogačar gana solo acudiendo aquí, ojo. Gana metiéndose en berenjenales ajenos, gana cuando se cita con los flandiers en Flandes, con los grimpeurs en Pirineos, con los cróners en julio. Gana cuando busca (busca siempre, busca de forma obsesiva, busca como si solo pudiera buscar) escaparse de lo fácil, de los calendarios medidísimos, del no arriesgarse fuera de aquello que puede llamar “suyo”. Pogačar gana ya por venirse, por fracasar, por insistir. Pogačar gana acudiendo (repasen la historia reciente de esta prueba, si no me creen) pero es que no le vale con ganar sin haber ganado...

Foto: Eddy Merckx en una imagen de archivo.

Vuelve, reincide. Gana al ganar. El paso por el Paterberg es una exhibición. Pogačar sentado, van der Poel en pie, con esos dorsales enormes que tiene, con esas espaldas como para descargar estibas. Estilos enfrentados, velocidades imposibles para todos los que no se llaman Tadej o van der Poel. Quince segundos. Lo tiene hecho, Tadej. Quince segundos, no habrá paseo, quince segundos, toca sufrirlo. Quince segundos, dieciocho, veinticinco. Triunfa. Tres Monumentos diferentes, cuatro en total. Tour de Francia y tres Monumentos diferentes, cuatro en total. El último que ganó Grande Boucle y tres Monumentos diferentes fue... sí, Bernard Hinault. Antes solo Merckx, Gimondi, Bobet y Coppi. Hinault, Merckx, Gimondi, Bobet y Coppi. Es que es acojonante. Hinault, Merckx, Gimondi, Bobet y Coppi.. Y Pogačar. Ese es su pedigrí, ese es su lugar en la historia. Esa es su leyenda.

Yo no sé dónde está el límite de Tadej Pogačar. Yo no sé si algún día probará camino de Roubaix, no sé si conseguirá San Remo (que es una prueba taimada, traidora), no sé si volverá a ganar por París, si aspirará algún día al Giro o la Vuelta. Yo todo eso no lo sé. Pero sí puedo asegurarles que a día de hoy, cuando tiene veinticuatro años, este tío exhibe palmarés como para situarlo en la última cena del ciclismo histórico (Merckx está en el centro, Armstrong hace de Judas). Eso, veinticuatro años. Con veinticuatro años Miguel Indurain aun no había ganado etapa en el Tour...

Loas, pues, para Tadej Pogačar. Cuantas le digamos serán merecidas, así que no escatimen. Loas a van der Poel, que va siempre con todo, que nunca guarda, que es honestidad con su esfuerzo. Loas, si quieren, a Pedersen, que jugó a ganar e hizo tercero (otros nunca probaron lo primero y quedaron fuera del pódium). Loas, sí, a De Ronde, que nunca deja indiferente, que siempre responde a las expectativas, que este 2023 ha regalado uno de esos asuntos para recordar durante décadas.

Que es la carrera más bonita de todas las tradiciones. Y la que nos sirve para ser un pelín snobs cada doce meses...

El Tour de Flandes es cool. El Tour de Flandes es tan cool que ya nadie dice Tour de Flandes, porque decir Tour de Flandes es como comprarte el Caribe Mix 72 o ver Supervivientes, decir Tour de Flandes es síntoma de cateto, decir Tour de Flandes y que te guste el reaggeton es lo mismo. No, no... De Ronde. De Ronde van Vlaanderen, que además suena fetén. Porque, amigos, lo flamenco (lo de los flandiers) es el gafapastismo ciclista por excelencia. Ojo, situación ganada a pulso, porque de Ronde suele estar entre los cinco o seis días mayores de las bicis cada año.

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