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Pogacar ha roto el ciclismo o cómo ser el favorito en todos los sitios todo el tiempo
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Sosegada reflexión

Pogacar ha roto el ciclismo o cómo ser el favorito en todos los sitios todo el tiempo

Este animal competitivo se ha cargado las carreras tal y como las conocíamos. Ataca, ataca, ataca, rompe al máximo e intenta cosas que serían atrevidas para el propio Merckx

Foto: Pogacar celebra en la París-Niza. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)
Pogacar celebra en la París-Niza. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)

Se ha ventilado Tadej Pogačar la París-Niza. Nada, cosa menor... una de las carreras más importantes del mundo, medianías, toque fruslero, qué me va a contar usted. La de Anquetil, y Merckx, y Kelly, la de Indurain, Jalabert o Poulidor. Donde Tony Rominger empezaba cada primavera con sus arreones de tuerca y plato, donde se empezaban a matar en cada curva Eddy y Luis. Esa París-Niza. Sirva como prólogo, que hablamos de cosas serias.

Se ha ventilado, digo, Tadej Pogačar la París-Niza, y lo ha hecho a su forma y manera. Parcial en La Loge des Gardes, parcial en La Couillole, parcial definitivo en el Promenade des Anglais. Primero en el amarillo (el que siempre fue blanco), primero en el blanco (el que siempre fue para debutantes), primero en el verde, segundo a lunares. Los tiene de todos los tonos, Tadej. Victoria incontestable, dominio abrumador frente a (parte) de lo mejorcito que hay hoy en esto de las bicis. Sobre todo él, claro, el chico de Dinamarca. Pero de él les cuento más tarde.

placeholder Pogacar ofrece su victoria a los aficionados. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)
Pogacar ofrece su victoria a los aficionados. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)

Porque es que no es nuevo, lo de Tadej. Que hizo algo casi calcao en Andalucía. Tres etapas, general, verde. Y unos días antes, en Jaén, en eso de los caminos con tierra y los trofeos aceitunaos. Lleva, por decir datos, ocho victorias en 2023. Ocho victorias para trece días de competición. No lo va a mantener, porque es imposible, pero son porcentajes que no te pillaba ni Merckx, colegas, ni Merckx. Para que se hagan idea, y cogiendo sendos nombres totalmente aleatorios... Jonas Vingegaard ha ganado dieciséis desde que pasó a pros, y Enric Mas suma seis éxitos en otros tantos años. Es decir, que Pogačar ha ganado más en lo que llevamos de temporadilla que Enric desde que corre con los buenos... y la mitad de todo lo trincao por Vingegaard... Es absolutamente increíble, son números de sprínter, de cuando Adriano Baffi empezaba con todo y amasaba muescas por carreritas de manguito y gorro.

Valga lo anterior como entrada. Frontispicio del resto, si quieren. Del razonar, del momento fans loquísimo gritando Tadej, fírmame una teta, vale, sé que es peludilla, pero tú echa el garabato, Tadej. Porque resulta complicado ser objetivo con este hombre, oigan...

Y es que uno lo ha pasado mal en esto de las bicis, lo ha pasado mal. Uno ha visto calendarios que se reducen a la mínima expresión, calendarios que quieren rendir en julio... no, en veintiún días de julio... ni siquiera... en cinco días de esos veintiún días de julio. Y luego chapar chiringuito. Y eso, si ganas La Grande Boucle, aún tiene su pase (yo creo que no, pero aún tiene su pase, dicen los sabios), pero para los que van del segundo hacia abajo pues... Y eso, qué conductas armstrongnianas, con sus paseucos al sol de Murcia y su asomar morrete en Ardenas... o lo de Froome, que tenía medido hasta el último cambio de desarrollo, hasta el último grano de arroz, hasta el último elemento aerodinámico de esos que luego se iba ciscando con el movimiento sabrosón menos sabrosón que yo nunca haya visto. O Andy Schleck. O Ullrich, y Klöden, y Jurgen van den Broeck (por Merckx... Jurgen van den Broeck confiándolo todo al Tour). Aquello era erial, y los primeros meses tenían su gracieta con quién llevaba preparaciones más adelantadas (en todo el sentido de la palabra preparación), quién mostraba credenciales de madurar (en todo el sentido de la palabra madurar) y quién resultaba tan cantoso que daba hasta risa (en todos los sentidos de la palabra risa, sobre todo en el sentido de llorar).

Foto: Vingegaard fue el ganador de la última edición del Tour. (EFE/Guillaume Horcajuelo)

Y ahora tenemos a Tadej. Tadej que tampoco corre demasiado, pero sí que corre siempre para el éxito. Y que corre cositas variadas. Y que parece mirar a la historia del ciclismo con un aire de “esperad, llego” que es gloria. El contraste es claro con Jonas Vingegaard. Jonas Vingegaard, vigente campeón del Tour. Vigente campeón del Tour por delante de Pogačar, además, que tiene doble mérito. Y en duelo de igual a igual, ojo, por mucho que tirase divinamente de equipo e hiciese aquello tan astuto del Galibier. Pues bien, este Vingegaard apenas rasca fuera de Francia. Le cuesta, le cuesta mucho, parece escalador de esfuerzos largos, de fondo y desnivel. Empezó 2023 con actuación brillante en O Gran Camiño (brillante sobre la carretera, pintó a bochorno dentro del autobús, aunque de eso hablamos otro día), pero se comió un buen hostión en París-Niza. Varios, de hecho. Y de los que duelen. No es que transmita menos que Pogačar (a mí, igual otros lo encuentran carismático o entrañable como un gusiluz apagao), sino que su ambición (o capacidades) se concentran en unos pocos días al año. Y a mí me gustan las bicis todos los meses...

Aclaremos... no es Tadej el único. No, qué va. Hay ahora una generación de locos genialoides y megalómanos que parecen desasidos de tantas cadenas falsas que nos quisieron vender en el pasado. Los de “guarda, guarda, y ataca a cien metros”, los de “gastar ahora no sirve de nada”, los de “a rueda, a rueda”. Los que palman, después, Giros y Vueltas a España siendo los más fuertes y se permiten, hoy, dar lecciones sobre cómo no perder Giros y Vueltas (y Grandes Boucles). En fin, lo paradójico tiene su punto, creo. Y eso, que de la misma raza que Tadej son Evenepoel, o Van der Poel y van Aert, incluso tipos como Alaphilippe (que es el francés aguijoneante que aparece por contrato), Tom Pidcock (tocahuevos de campeonato) o el mismo Primož Roglič, por mucho que parezca ya para menos cosas que hace tres añucos. Es gente sin complejos, que entiende el ataque como la manera más directa de alcanzar el éxito (lo que es verdad... rememoren, rememoren), que gusta de verse, de exhibirse, de hacer muecas, de mostrar credenciales. Como se hizo toda la vida en este bendito asunto, ojo...

placeholder Vingegaard, en el inicio de temporada. (EFE/Eliseo Trigo)
Vingegaard, en el inicio de temporada. (EFE/Eliseo Trigo)

Pasa con Tadej que él parece divertirse. Corre igual una carrera en Jaén que de Ronde van Vlaanderen. No digo que les dé la misma importancia (no me van a pillar ahí), digo que corre igual... Atacando, seleccionando, haciendo de cada kilómetro un infierno, porque en la agonía los buenos se destacan, porque en la agonía los buenos se van, porque en la agonía, incluso, le puede cepillar sprints a los mejores sprinters. En esto consiste el ciclismo, amigos, en esto consistió siempre. En sonreír a la cámara después de aguantar el ataque de tu máximo rival, y después remacharlo. Remacharlo poco a poco, remacharlo cuando va un kilómetro a cinco segundos, remacharlo cara a cara. Sí, Tadej parece divertirse haciendo lo que hace, y ese es el primer factor para que haga lo que hace...

Eso lo diferencia, además, de aquellos contra los que compite. Que ya no se llaman Jonas o Geraint o David, qué va. Pogačar corre contra Hinault y contra Merckx. Contra el recuerdo, la sombra, los números de tíos como Hinault o Merckx. Que no se divertían corriendo, que sufrían en cada pedalada. Merckx con su continúa insatisfacción, con sus ganas de ganar, con su berrinche tras cualquier derrota de pueblo tras cepillarse dos Grandes y tres Monumentos. Y Bernard, directamente, con ese carácter psicopático, con ese gusto por el dolor (por provocar dolor, por sentir dolor), por esa actitud violenta, tan violenta, contra sí mismo, contra sus rivales. A Hinault solo pudieron derrotarlo Fignon (el Fignon invencible que nunca habría de volver) y el mismo Eddy, en aquella cabalgada loquísima Tourmalet abajo, cuando Le Blaireau persiguió a la sombra del belga. Con esos tíos se ve los cuartos Pogačar, porque son quienes sostienen su comparación en victorias, ambiciones, fortalezas. Al menos a sus mismos años, quién sabe del futuro (bueno, hay un montón que dicen saber del futuro, pero esos creo que van de listos).

Foto: Eddy Merckx en una imagen de archivo.

Le llega ahora a Pogačar la sesión más ambiciosa en ¿cuarenta años? No tanto en intensidad, sí por objetivos "asumibles". Porque va a tirarse a por cuatro Monumentos, empezando por la Primavera este mismo sábado. Y porque tiene opciones ciertas en todos ellos. Dos ya victoriosos (Lombardía por partida doble), arrancadas de chiflao por Poggio y Paterberg como marchamo del sí se puede. Están ahí, a su alcance. Si a mí me preguntasen... a fuego desde Cipressa con su escuadra y todo lo más limpiuco posible antes de la famosa alcantarilla que decía Laurent. Y luego adoquines. Y Ardenas. Y, más tarde, el Tour de Francia, con un trono a recuperar. Y después... Tadej, qué carrera te ilusiona como a un niño chico... Pues los Campeonatos del Mundo, sí, ese maillot arcoíris. Ya ven, cantidad y calidad. Vingegaard tiene sus rivales en julio, Van der Poel tiene sus rivales en abril, los italianos tienen sus rivales en octubre... y Pogačar aparece en todos esos sitios. Y lo hace para ganar. Eso es lo maravilloso, eso es el milagro. No lo olviden.

Porque, además... pierde. No es un robot, ni mucho menos. Ataca a lo loco, sufre desfallecimientos, cae en añagazas. En tiempos de potenciómetros y mediciones al milímetro, este tío parece (entiendo que solo parece) correr a sensaciones y ganas. Por eso, también por eso, tiene ese aire clásico, ese jenesaisquoi que mola tanto. Podrá esmorrarse en el Tour, podrá no trincarse ninguna clásica gorda (lo normal es no hacerlo, pregunten a Freddy Maertens), pero no importa. Queda el cómo, queda el cuándo.

Queda el dónde.

Son buenos tiempos, muy buenos tiempos, para quienes nos gusta esto de las bicis. Yo he vivido travesías horrendas por páramos sin agua, sin árboles, sin un mísero atacuco que echarme a la boca. Y ahora disfruto. Con Pogačar, y con otros de su gleba. Disfruto.

Disfrutemos todos.

Se ha ventilado Tadej Pogačar la París-Niza. Nada, cosa menor... una de las carreras más importantes del mundo, medianías, toque fruslero, qué me va a contar usted. La de Anquetil, y Merckx, y Kelly, la de Indurain, Jalabert o Poulidor. Donde Tony Rominger empezaba cada primavera con sus arreones de tuerca y plato, donde se empezaban a matar en cada curva Eddy y Luis. Esa París-Niza. Sirva como prólogo, que hablamos de cosas serias.

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