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Retirarse o no, he ahí la cuestión: Nairo Quintana, el ciclista en la encrucijada
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El extraño caso de Nairo

Retirarse o no, he ahí la cuestión: Nairo Quintana, el ciclista en la encrucijada

El ciclista colombiano, uno de los más laureados de la pasada década, convocó a la prensa para hablar sobre su retirada... en lo que acabó siendo un extraño desmentido

Foto: Nairo Quintana, durante la lectura de su comunicado. (Reuters/Luisa González)
Nairo Quintana, durante la lectura de su comunicado. (Reuters/Luisa González)

El miércoles, 25 de enero, Nairo Quintana dio una rueda de prensa. O leyó un comunicado. Un poco las dos cosas. Sobre su continuidad, sobre razones, sobre hechos y pareceres. Sobre el subjetivismo de lo objetivo. No fue claro, no, Quintana, respecto a su posible retirada. De hecho fue claro sobre su no retirada, aunque sin equipo parece la cosa jodida. Era el último capítulo de una historia que se ha ido complicando en los últimos tiempos...

Nairo fue promesa. Más tarde, fogonazos. Y después la explosión absoluta, epatando como nadie en mucho tiempo. Ahora estamos acostumbrados, con todos esos adolescentes y postadolescentes haciendo diabluras sobre sus bicis, pero es que antes esto no era así. Antes tú necesitabas ir curtiendo el organismo, despellejando dudas, superar obstáculos que parecen imposibles y después recuerdas como piedrecitas. Otra época, otro mundo.

El escarabajo de siempre pero, cuentan, con olfato para las planicies, sufriendo contrarreloj. Aquello molaba, molaba mucho

Lo de promesa era al principio. Yo lo vi acá, en el Circuito Montañés (cómo echo de menos el Circuito Montañés), y aquello llamaba la atención. Todo el rato en escapadas, pequeñajo, pintas clásicas-pero-modernas. El escarabajo de siempre pero, cuentan, con olfato para las planicies, sufriendo contrarreloj. Aquello molaba, molaba mucho. Apuntao, que uno nunca sabe. Después lo del Porvenir. Donde Flórez, donde Martín Ramírez. Sabor de siempre. Buen ojo.

placeholder Quintana, en su etapa con Movistar. (EFE/Javier Lizón)
Quintana, en su etapa con Movistar. (EFE/Javier Lizón)

Los fogonazos. Primeros años por Europa. Equipo Movistar, lo que tiene su importancia. Aquella Vuelta que ganó Contador en Hoz (que perdió Joaquim Rodríguez en todas las demás etapas, cuando pudo y no quiso). Nairo en Pajares, Nairo que trabaja. Luego Murcia, Dauphiné. Bajador valiente, capaz de mantener. Una rara avis.

Y... bum.

Tour de 2013. Primer puerto serio de la primera etapa de montaña. Pailhéres. Mitad de subida, ataque de Nairo. Prepara terreno para otros, dicen. Hará de puente, cuentan. Al final... baldío, pero avisando. Luego lo del Ventoux, con Froome dejando derrapajes en el Chalet Reynard como si fuera Kenny Roberts sobre la ceniza. Allí estuvo Nairo. Y en los Alpes. Y en el pódium. Segundo, mejor que ningún otro colombiano antes. Clasificación de jóvenes, clasificación de la montaña, etapita. Tiene veintitrés años, entonces algo jovencísimo, hoy casi veterano en el pelotón. Tenía veintitrés, era osado (más de lo que sería luego), era listo, era resistente. Tiene futuro en sus piernas. Será el primer escarabajo con Tour.

Ganó así, vale, pero también con exhibición bien gorda en el último puerto, dando la cara

Solo que...

Año 2014 y cambio. Renunciamos al Tour. Giro y Vuelta. Ya tendremos tiempo para cepillarnos la Grande Boucle. En aquel entonces... pues en aquel entonces seguro que yo lo aplaudí, y me pareció algo correcto, y no todo es Francia, y hay que diversificar, y París acabará llegando. Visto hoy... cagada enorme. Ya ven, es la ventaja de ir escribiendo a década que pasó. Porque fue su gran oportunidad, y ni siquiera estuvo. Vale, gana el Giro. Gana el Giro con aquello tan raro de Val Martello, con Izaguirre convenciéndole para no abandonar en el Gavia, con las banderas del Stelvio, con Urán traicionado, con la organización mortadeleando, con incógnitas que nunca sabremos del todo. Ganó así, vale, pero también con exhibición bien gorda en el último puerto, dando la cara, sin esconderse. No busquen detalles... rosa en Trieste. Nunca antes de su país lo había logrado. Es un ídolo, quieren hacerle un dios.

Solo que...

Solo que algo cambia. No en septiembre, con aquella caída bajando Moncayo. No, hablo del Tour. Hablo de Froome pidiendo tiempo muerto en Alpes, de Quintana sin jugarse todo para lograr todo. Hablo de entrar en Alpe d´Huez celebrando un segundo puesto. No te imaginas tú, no, a Hinault o Merckx entrando en Alpe d´Huez celebrando un segundo puesto. Objetivamente... éxito. Si hasta volvió a ganar el maillot blanco, cada futuro que imagines es un futuro brillante. Pero... malas sensaciones. En 2016 aun peor. Chris Froome lanzándose en la cima del Peyresourde... y Quintana que mira atrás, que busca ayuda, que no asume responsabilidades. Empezaba a convertirse en algo distinto, en el ciclista que se esconde, en el primero para pedir relevos, el de los coditos, el que siempre va guardando. Es apreciación falsa (ganó la Vuelta ese mismo septiembre, por ejemplo), y tiene mucho de caricatura para el aficionado fugaz... pero también posee, me temo, algo de certeza. Ya no era el corredor de 2013. Supongo que porque ya no era la misma persona de 2013, claro, y no está mal, eso de que la vida te vaya cambiando...

placeholder Quintana, en una imagen de archivo. (EFE/Toni Albir)
Quintana, en una imagen de archivo. (EFE/Toni Albir)

El 2017 supuso un punto de inflexión para Nairo. Acude al Giro de Italia y lo tiene todo bajo control. Victoria epatante en Blockhaus, maglia rosa, es el mejor y debe ganar. Vale, Tom Dumoulin le ventila liderato en crono, pero Tom Dumoulin no pudo con Fabio Aru en una Vuelta, y se quedaba de diez tíos en cada puerto aquel septiembre, así que debería ser fácil desbancarlo, con la de montes que hay en Italia. Oropa, por ejemplo. Sí, ese mismo Oropa, no me hagan recordarlo. Allí Quintana pega un latigazo, se va solo, todo está bajo control, segundo Giro, a por el doblete. Pero no. En lugar de eso... final. Tom Dumoulin se acerca, Tom Dumoulin aguanta, Tom Dumoulin captura a Nairo en el último kilómetro, lo deja clavao, gana el parcial. El croner vendiendo en montaña. Nunca sabremos que pensó Quintana en aquel instante, pero allí acabó su carrera como contendiente para Vueltas gordas...

Después... bueno, pues coletazos. Sigue siendo consistente, sigue obteniendo triunfos de espesor. Sobrevive a aquella idea de bombero que fue la tricefalia de Movistar (bochorno en redes sociales incluido, en forma de TikTok ridículo antes de que existieran los TikToks ridículos), consigue cositas por Francia, por la Vuelta. El Portet, el Galibier, aquel milagro en Calpe. Pero ya tira más de galones que otra cosa, de saber filtrarse, de ser más hábil que otros en cortes y abanicos (con su pequeñajo cuerpo y nunca perdía en esos lances).

Luego llegó el divorcio. Su equipo de toda la vida, la tradición española. Nairo que se va a Francia, que se lleva consigo a dos o tres gregarios, como se hizo toda la vida. Resultados. Igual en carreras que antes consideraría menores... pero resultados. También un primer susto durante aquel Tour pandémico que se nos fue a septiembre. La gendarmería francesa registrando su habitación, también la de su hermano Dayer, la de Winner Anacona, masajistas, vehículos. Nada, según declaraciones oficiales. Nada. Pero qué feo todo, colega, qué feo todo. Digamos que eso no ayuda a que el patrocinador esté tranquilo.

Foto: Nairo Quintana, en acción durante el Tour de Francia. (EFE/Guillaume Horcajuelo)

Y así llegamos hasta el Tour de 2022. Que lo estaba haciendo genial Nairo, en el Tour de 2022. Que destaca en etapones para el recuerdo, que termina bien cerquita de los cinco más fuertes. Que acaba, ese Tour, en agosto para Nairo, porque es en agosto cuando le dicen que dio positivo por tramadol, que lo descalificaban, que puede seguir compitiendo pero todo aquello de la Grande Boucle era como si no hubiera pasado. Que qué raro todo, que cómo puede ser.

Era último capítulo.

Entonces... el tramadol. Porque aquí está una de las claves, un elemento fundamental para tratar a Nairo de víctima o jeta, de mártir o minion intercambiable por otros en su historia...

Sucede que no está demostrada la relación directa entre tramadol y rendimiento

Vale, de primeras... el tramadol está prohibido por la UCI pero no por la Agencia Mundial Antidopaje, lo que parece un poco raro, pero en estos rollitos de competencias a uno ya no le extraña na de na. Básicamente hablamos de un analgésico. De un analgésico opiáceo. Igual esta palabra nos pone sobre aviso. Lo que hace el tramadol es, en pocas palabras, suprimir dolores. O ayudar a suprimir dolores. Vamos, que te permite descansar después de un entrenamiento bien heavy, y, cuentan, también hace que las patas griten menos cuando las llevas en esos puntos de gritar. No hace falta decirle a usted, sabio lector, que este deporte consiste, más que ninguna otra cosa, en aguantar agonías. Y, oye, pareciera que aquí hay un motivo, ¿no?

Sucede que no está demostrada la relación directa entre tramadol y rendimiento (sí la indirecta, lean más arriba y piensen en la importancia del descanso cuando se meten una buena tunda), pero están probados ciertos efectos bien feotes que acarrea su consumo. Falta de concentración (en ciclismo es muy importante ir concentrado), somnolencia (en ciclismo es muy importante no dormirte), nauseas o mareos. Eso por no contar con la tolerancia y el proceso adictivo, que hablamos de un opiáceo y, miren, las cosas son como son. Quizá por eso la UCI decidió prohibirlo en 2019. No es poco motivo.

Foto: Veronica Ewers, del equipo EF Tibco SVB. (EFE/Iñaki Porto)

Vale... seamos cínicos, que es algo súper sano... Usted es ciclista profesional y tiene delante un botecito de tramadol. Según el relato que nos venden muchos puede mirarlo de estas dos maneras: a) el tramadol no hace nada, no tiene efectos beneficiosos, así que no entiendo que esté prohibido; b) el tramadol sirve para algo, pero está prohibido. En cualquiera de las dos opciones... ¿por qué lo tomas? Si no sirve para nada y, aun así, te arriesgas a sanciones... ¿por qué? Aun nadie ha sabido explicármelo, quizá porque todas las respuestas basculan entre lo tétrico y el exceso de sinceridad...

Así que... Nairo da positivo por tramadol en el pasado Tour de Francia. Como la cosa está prohibida por la UCI le retiran todos sus resultados en esa prueba. Como tampoco hablamos de EPO pues no le cae sanción de dos añucos. Sucede que Quintana niega la mayor. Que él es inocente, que todo esto es injusto, que a otros por cosas más graves (salbutamoles y eso) les salió el asunto a devolver. Está en su perfecto derecho, y seguramente le asistan razones, oiga. Así que recurre al TAS, algo perfectamente lícito (pero que no suele gustar a las escuadras, por aquello de limpiar trapos sucios puertas adentro). Y el TAS ratifica la sanción. Y Nairo está en problemas.

Lo de Quintana ha sido comidilla durante el otoño/invierno. Que si va a fichar por uno, que si está en negociaciones con otro

Está en problemas porque su equipo de entonces, el Arkéa, no lo quiere. Es un corredor caro (no entramos en rentable... caro), que tuvo el "susto" de 2020, y que arrastra un feo asunto con el tramadol. Y Arkéa está dentro del Movimiento por un Ciclismo Creíble, que es una "asociación" de escuadras y corredores con el listón casi a ras de suelo en esto de sospechas, TUE y adyacentes. Vamos, que lo tiene jodido. Sumen a eso el veto (oficial u oficioso, igual da) de ASO, que prácticamente lo expulsa de Tour y Vuelta, y que dejaría a su conjunto en una condición al menos incómoda ante los mandamases de las bicis. Callejón sin salida.

Lo de Quintana ha sido comidilla durante el otoño/invierno. Que si va a fichar por uno, que si está en negociaciones con otro. El propio ciclista dijo que tenía contrato firmado con un World Tour, pero que aun no podía hacerlo oficial. Luego sonó algún continental italiano, también los conjuntos de su país (la "Opción Miguel Ángel López", si quieren). A estos negó Quintana su presencia en el comunicado del 25 de enero. Que quería seguir corriendo en Europa, las mejores carreras. Que no se iba a rendir. Que no tenía equipo pero tendrá. Un embrollo. Uno que pinta feísimo, uno donde (difícil pensar lo contrario) hay detalles que se nos escapan, claves ocultas, más de lo que cuentan estos y aquellos.

Sea como sea Nairo Quintana sigue sin calendario, sin maillot, sin preparaciones de cara a 2023. Difícil ver la salida que el corredor anhela. Se acaba el tiempo, se acaba su tiempo. Un final anómalo para quien llegó, diez años antes, con pinta de revolucionar las bicis...

El miércoles, 25 de enero, Nairo Quintana dio una rueda de prensa. O leyó un comunicado. Un poco las dos cosas. Sobre su continuidad, sobre razones, sobre hechos y pareceres. Sobre el subjetivismo de lo objetivo. No fue claro, no, Quintana, respecto a su posible retirada. De hecho fue claro sobre su no retirada, aunque sin equipo parece la cosa jodida. Era el último capítulo de una historia que se ha ido complicando en los últimos tiempos...

Nairo fue promesa. Más tarde, fogonazos. Y después la explosión absoluta, epatando como nadie en mucho tiempo. Ahora estamos acostumbrados, con todos esos adolescentes y postadolescentes haciendo diabluras sobre sus bicis, pero es que antes esto no era así. Antes tú necesitabas ir curtiendo el organismo, despellejando dudas, superar obstáculos que parecen imposibles y después recuerdas como piedrecitas. Otra época, otro mundo.

Consejo Superior de Deportes (CSD)
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