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Tres días, dos caídas, cosas y Evenepoel dando pasitos: la Vuelta se encamina a su final
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Tres días, dos caídas, cosas y Evenepoel dando pasitos: la Vuelta se encamina a su final

El belga, que no suelta el maillot rojo, tiene prácticamente certificada su victoria. Enric Mas atacó y buscó recortar distancia, pero fue imposible porque su rival estuvo intratable

Foto: Evenepoel fue el ganador de la decimoctava etapa. (EFE/Javier Lizón)
Evenepoel fue el ganador de la decimoctava etapa. (EFE/Javier Lizón)

La de cosas que pasan, colega, en tres días. Menudos cambios. Piensen ustedes en un jueves, y luego visualice el domingo... nada que ver, colega, nada que ver. Te han rechazado cinco veces, llevas dos resacas, sangra la herida del codo y olvidaste el manuscrito de una novela sabe Merckx dónde. Pues la Vuelta igual. Salvo por el tema literario, que ahí no, aunque sí, pero no.

Vale, no, aunque... joder, yo no sé qué pasa con la Vuelta cada septiembre, tío. Que acaba viniéndose carrera bonita. O, al menos, carrera bonita en jornadas que normalmente tú las ves y dices, qué poco bonita va a ser la carrera. Piornal, ejemplo claro, ya llegamos más tarde. Y eso, que no tengo explicación. Igual es que viene de cachondeo casi todo el mundo, o que hay ganas de reivindicar antes de las vacaciones. Cosa del recorrido no parece, porque unas veces es bueno (y sale) y otras horrible (hostia, también sale). Taumaturgia, macho.

(Taumaturgia y visión interesada para que me cuadre la teoría, porque también nos tragamos bodrios bien gordotes. Pero en la generalidad creo que lo anterior es válido).

En fin, al lío, que hay temas. Primero con la llegada a Tomares. Que menudo coñazo, la etapa de Tomares, y vaya intensidad, en la llegada a Tomares. Siete horas largas de tedio, bostezos y ganas de morir (lo de siete horas largas es un recurso literario, ahora el ciclismo dura la mitad), con tíos vestidos de forma muy ridícula (en serio, maillot y coulotte no es outfit que favorezca) saliendo en pantalla sin esforzarse na de na. Hay uno, incluso, que cuenta chistes de Chiquito, jarl, condemor (otro día les hablo sobre el origen de la expresión "condemor", porque mola mucho más que la etapa de Tomares), el de más allá se ha descargado Los Bingueros para el hotel y Valverde dice que guay, que él la vio en el cine, cuando estrenaron. Ese rollo.

placeholder Evenepoel, en la recta final de la etapa. (EFE/Javier Lizón)
Evenepoel, en la recta final de la etapa. (EFE/Javier Lizón)

Todos los minutos importan

Hasta cuatro de meta. Cuatro kilómetros, digo. Como van estos paisanos... pues seis minutines. Y en seis minutos, a ver, tomen aire... ataca el segundo de la general, pincha el primero de la general, cuatro sprínters cogen al segundo de la general, que tiene su huequito, el segundo de la general se cae, el segundo de la general queda aturdido, el primero de la general entra de risas, el segundo de la general abandona. Seis minutos, ya les dije. Cómo cunden seis minutos, pregunten a cualquier adolescente tras unos buenos matorrales...

A mí Primož Roglič me convence desde hace muy poco tiempo. Culpa mía, no escondo, culpa mía. Antes... no terminaba de transmitirme. Pelín robótico, muy fiado a esa aceleración loquísima que tiene en los últimos 700 metros. Pero, oye, reconozco errores y ya está. Porque el tío lleva un tiempo que hace cosas distintas. Lagos, el día de Granon. Y donde antes hallaba frialdad, rastreo ahora un componente cachondo gustosísimo. Como en Tomares. Por eso jode más, aun, lo de Tomares.

Porque atacó Roglič. Cuatro a meta, dijimos. Pequeño repechín, pero na. Háganme caso, na. Luego ustedes escuchan que si tal puerto no es suficientemente duro para romper (y lo mismo te lo cuentan de Plateau de Beille que de Luz Ardiden) y te tienes que descojonar, porque el segundo en una Gran Vuelta, el martes de la última semana, logra distanciarse de todos en la cuestecita del Villalonso (mítico col hors catégorie a la entrada del Barrio Covadonga, amigos). Vamos, que excusas. Vamos, que no. Pero Primož sí. Abre hueco. Que no es nada de hueco, pero es hueco, y tampoco le saca tanto Evenepoel, así que con sus diez segundines, su bonificación y tal... Interesante.

placeholder Los aficionados animan a los ciclistas en la decimoctava etapa. (EFE/Javier Lizón)
Los aficionados animan a los ciclistas en la decimoctava etapa. (EFE/Javier Lizón)

La irrupción de los velocistas

Sucede que en plena recta final Roglič se vio rodeado de velocistas, y venía ciego porque tiró sin pedir ayuda todo el ratito este, y maneja la bici de forma rara, y acabó cayéndose. Una hostia bien buena, que se le quedó cara de acojone durante ratito y medio. En resumen, que etapa para Mads Pedersen, y Primož con todo el cuerpo abrasado. Mañana no sale. La Vuelta se queda sin su segundo, la Vuelta se queda sin su tres veces ganador, la Vuelta se queda sin el tío que había metido en problemas a Evenepoel durante la montaña andaluza, el que jugó a conquista y no a relevines (veremos en Piornal que no todos hacen eso). Gloria a Primož Roglič, amigos. Sus últimas pedaladas en esta ronda fueron al ataque donde ningún otro veía posibilidad de atacar. Ojalá vuelva...

Cosa distinta fue lo de Evenepoel. Reglamento... nada que decir. Pinchazo dentro de los tres últimos kilómetros, tiempo del grupo en el que vas. Pero quedan las dudas. Igual tontas, pero dudas. Que si venía pinchado antes y solo cambió en la zona de seguridad (reglamento... otra vez nada que decir, niquelao). Sucede que la imagen (el líder de risas entrando a cinco minutos pero en realidad solo ocho segundos después que Pedersen) queda fea. Y que esa norma (cuyo espíritu evita movidones gordos) quizá debiera entrar en matices. Que no es lo mismo etapa llana que etapa llana terminando en repecho, por poco repechable que sea el repecho. Seguro que me entienden. Insisto... todo legal, sigan, sigan. Pero una pensaduca venía bien...

Desengañémonos... sin Roglič en carrera la cosa quedaba chunga para ver zafarranchos. El director de Enric Mas, ahora segundo, dijo en la tele que ellos no iban a moverse, que era cosa de otros. Ya ven, ahí, a lo épico. Tampoco parece Enric un émulo de Gaul, ojito. Y luego... sé que cada cual dice lo que piensa, y nadie soy yo para afear, pero que alguien como Joaquim Rodríguez, habitual invitado de la cadena pública, tenga siempre en labios el mantra de "no atacar, guardar, es muy pronto" pues no sé si anima. Vamos, que en la no crítica se vive cómodamente, oigan.

placeholder Joaquim Rodríguez perdió dos grandes vueltas. (EFE/Javier Lizón)
Joaquim Rodríguez perdió dos grandes vueltas. (EFE/Javier Lizón)

La ausencia de Roglič

(Pensar que Joaquim Rodríguez perdió al menos dos Grandes, Giro y Vuelta, por seguir fielmente esa guía no hace sino más loco el asunto. Porque ahora 'juega' con piernas que no son suyas. Métete en escabechinas gordísimas, coño, si no va a dolerte a ti. Es lo que hace servidor).

Y eso, que sin Roglič... pues Tentudía. Plomo, plomo. Tampoco daba el puerto para más, ni el recorrido intermedio, ni las trampas, ni cualquier cosa que se les ocurra. De paisaje muy chulo todo, eso sí. Escapada desde Briançon, más o menos, y resolución bonita. Andaba por ahí Marc Soler, que lleva unas 217 escapadas esta Vuelta, y luce muchísimo, pero muchísimo más que el noveno en Madrid. Gran carrera, gran idea (aunque su resolución en fugas sea, a veces, algo alocada). Ojalá aprendieran muchos.

Ah, ganó Rigoberto Urán, lo que siempre mola, porque luego tiene rueda de prensa, y las ruedas de prensa de Rigoberto Uran son un género literario en sí. Es como mezclar a Gustavo Bolívar con Faemino y Cansado. Delicioso. Por detrás, nada. Arreón de Enric, que duró 17 frames. Malas vibraciones.

Te echo de menos, Primož.

placeholder Roglic, tras su caída en la decimosexta etapa. (EFE/Javier Lizón)
Roglic, tras su caída en la decimosexta etapa. (EFE/Javier Lizón)

La ilusión de Carlos Rodríguez

Y Piornal. Que menuda estufa de etapa, Piornal. No por Piornal, sino por todo lo otro. Y mira que estaba bonito, el sitio, y daban ganas de echarse la bici al auto y, pum, para allá este finde. Pero, nah... dislate absoluto desde el corte de cinta, con el antipanenkismo luciendo en todo su esplendor (y su esplendor es esplendoroso).

Dicho lo cual... bien cuca salió. Por cosas tristes, alegres y decepcionantes. De las primeras... caída gorda, Vine a casa (Carapaz hereda el maillot a puntos azules, también conocido como maillot faralaes hortera), Carlos Rodríguez con todo el cuerpo magullao. Fue quien perdió más tiempo, pero es que a ratos parecía un ecce homo, el hombre (el joven, a estos hay que decirles “joven”). Termine como termine... no quede en olvido su Vuelta, que es cosa de ilusionar.

Lo alegre fue ese ataque lejano de Almeida. Que estaba muy lejos, que no inquietaba a nadie (a nadie salvo a Miguel Ángel López, que veía amenazado su legendario quinto puesto), pero, oye, uno agradece estos esforzares. Salió cruz, pero otra vez será mejor la cosa, y trincará algo que en condiciones normales debiera quedarle lejos.

Digamos que ese movimiento descubre cartas, y sabemos de qué va cada uno. Evenpoel cuenta con un equipo fortísimo a sus órdenes (que lleven maillot diferente y logo de una empresa de telefonía española es secundario... corrieron para él), Astana amarraría un séptimo en la Vuelta a Murcia, Enric Mas ataca raro, raro, raro.

placeholder El pelotón, en una imagen aérea. (EFE/Javier Lizón)
El pelotón, en una imagen aérea. (EFE/Javier Lizón)

Los ataques de Mas

Porque subiendo Piornal va por delante Robert Gesink. Robert Gesink es un tío bien majo, que anduvo hostiándose con Valverde en la Vuelta 2009 (vuelvan a leerlo), y después pasó por todos los problemas físicos y emocionales que usted imaginar pueda. Vamos, de esos que mola cuando trincan cosucas, porque además es un poco cenizo. ¿Recuerdan la primera escena de 'Perdita Durango'? Pues Gesink conducía, con toda seguridad, uno de esos dos coches. Por momentos lo tuvo ahí, cerca, cerca, pero lo pillaron a... 200 metros.

Lo pillaron Evenpoel y Enric Mas. Y esto merece comentario. Mas atacó dos o tres veces, pero de una forma peculiar, porque Mas ataca y coge un bidón (cosa inédita), Mas ataca y se para a los cien metros (esto se ve más veces), Mas ataca tras el triángulo rojo y entra a ratear relevos cuando lleva al líder cerca, que es cosa de no entender. Precisamente en una de esas intentonas ("ataque" es palabra fuerte... ataques hacían Fignon, y Simoni, ataques hace Pogačar) estuvo Evenepoel a punto de abrirse. O eso pareció. Tenía un metrito, se le crispaba el rostro, sensación genérica de que dos o tres pilotos naranjas empezaban a pitar en el salpicadero. Seamos claros... ¿iba Mas a sacar grandes diferencias en ese cachito breve? Pues mira, no. Pero quizá (y solo quizá) metía dudas al flamenco. Y quizá (solo quizá) ganaba la etapa, que no es Hinault, que no le sobran. Y quizá (solo quizá) destapaba carencias y podía juguetear de otra forma en Talavera o Navacerrada. Pero no... consideró que lo correcto era pararse. Restaba esfuerzo de un minuto, pero consideró que lo correcto era pararse. Yo no lo entendí, pero seguro que alguien, más sesudo (y mejor pagado) me lo puede explicar.

En fin.

Ah, el dios del ciclismo (que no nació en Belén, sino en Meensel-Kiezegem) fue justo con tanta racanería. Arrancada criminal de Remco Evenpoel, segunda etapa para él. Dijimos que podía llevarse dudas y mete en su bolsa una foto bien guapa, un trofeo regular, cierto golpe al ánimo de Enric y más segundines cara al futuro. Seguro que de esta aprende el balear. Seguro. Pero seguro, seguro.

Evenpoel ha sentenciado, aunque ya venía sentenciao de antes.

Primož, tío, te echo de menos.

La de cosas que pasan, colega, en tres días. Menudos cambios. Piensen ustedes en un jueves, y luego visualice el domingo... nada que ver, colega, nada que ver. Te han rechazado cinco veces, llevas dos resacas, sangra la herida del codo y olvidaste el manuscrito de una novela sabe Merckx dónde. Pues la Vuelta igual. Salvo por el tema literario, que ahí no, aunque sí, pero no.

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