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Esto es el Pico Jano: Vine gana y Evenepoel se enfunda el maillot rojo, con Enric Mas a rueda
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SEXTA ETAPA DE LA VUELTA

Esto es el Pico Jano: Vine gana y Evenepoel se enfunda el maillot rojo, con Enric Mas a rueda

El australiano recoge el testigo de su compatriota Hayman, con Remco como nuevo líder, el español a medio minuto y Roglič a otro medio. La próxima crono será clave

Foto: El pelotón antes de subir el Pico Jano. (EFE/Javier Lizón)
El pelotón antes de subir el Pico Jano. (EFE/Javier Lizón)

Tú al Pico Jano venías para follar. Seguro que no esperaban este comienzo. Qué le vamos a hacer, tienen ustedes crónicas aburridas a patadas, aquí venimos a lo que venimos. Sinceridad absoluta, mozuco, aprovecha que pasan las bicis por tu tierra.

Y eso, que venías para follar. Pedaleando también he subido alguna vez, pero pedalear cansa (lo otro cansa, oigan, pero es cansancio diferente), y de vatios les hablan periodistas más tristes. Llegabas hasta la Presa del Alsa, girabas a la izquierda, subías por un bosque de pinos negros, muy altos, frondosos hasta decir basta, aquí está bien, el coche bien calzao, no vaya a ser que... Recuerdos buenísimos. Como los que atesora Remco. Bueno, los suyos algo peor, pero seguro me entienden...

Que se nos llegaba la Vuelta hasta Cantabria, amigos, y eso es siempre motivo de celebración, confetis y matasuegras. Nada como la sensible y confiable Tierruca para sacar lo mejor de nosotros. Aquí el verde es más verde, la niebla es más niebla, los calimochos están más dulces y hasta inventaron el quinito, que es un juego ab-so-lu-ta-men-te legendario. Otro día hablamos del quinito, que hoy debo bajar coche desde hasta el valle...

Foto: Marc Soler, celebrando el triunfo de etapa. (EFE/Javier Lizón)

Se nos llegaba la Vuelta a Cantabria, sí, y teníamos atractivos por doquier (en Cantabria hay muchos atractivos, y algunos hasta son personas). De primeras... espadas en alto, todo por decidir. Que vale, es la etapa seis, pero dejadme ser feliz, apiadaos, permitidme gozar las perspectivas, ya vendrá luego el treno de Roglič con las rebajas. Porque, además... en fin, terrenuco. Miren, yo voy a serles sincero... la Jaca-Val Louron no era, pero daba para ver cosillas. Cosillas nah mah, si no pedimos heroicidades, si nadie anhela Gavias y van der Veldes. Nos conformamos con poco, alguien que nos escuche, dos tablas de orujos, Barricada de fondo, un maillot de Landa dedicao...

El recorrido. Que me sé muy bien el recorrido, yo. A partir de aquí les voy a hacer una descripción total y absolutamente aséptica y aburridísima sobre el recorrido, así que, si quieren, pueden pasar al asunto ese con Evenepoel. Aquí nos quedamos de barbacoa, bajadas técnicas y muchos bares con terraza...

A ver... cuatro puertos (tiene truco, luego verán). Alisas, que a estas alturas ustedes conocen Alisas de sobra, ustedes han visto Alisas tantas veces como entrenadores tuvo Dmitry Piterman. Vamos, que no me extiendo. Con la carretera de ahora esta gente se lo papa casi sin querer. Qué tan distinto era con aquellos asfaltos por los que bajaba Dag-Otto. Alisas me caía lejos, así que de allí no tengo muchas historietas golfas. Solo fiestas de Riva. Bueno, y a rondas por Bustablado. Ah, y aquella tarde en Ogarrio. ¿Saben qué? Olviden lo dicho. Alisas.

Luego ya mejora el asunto. Suben Trascampo, que es un tercera chiquitín, y que en la puta vida se llamó Trascampo, que siempre fue el Alto de Hijas. El Alto de Hijas, con sus inexistentes curvas. El Alto de Hijas, con Chori vomitando en la cuneta. El Alto de Hijas, mira, por allí sube Chuchi comiendo un bocata de chorizo. Ese Alto de Hijas. No os fuméis Hijas, por favor. Atacad, atacad un poco, atacad sin más aspiraciones que cagarla con flow. Ay.

placeholder El pelotón, durante la sexta etapa de La Vuelta. (EFE/Javier Lizón)
El pelotón, durante la sexta etapa de La Vuelta. (EFE/Javier Lizón)

Y lo decisivo. Ojo, me vengo arribísima, pero igual es el mejor encadenado de toda la Vuelta. Lo que habla muy mal de la Vuelta (y de mi criterio, ya que Sierra Nevada encadena mejor, pero aquí vinimos por la subjetividad, la subjetividad es lo que importa, la subjetividad nos encanta). Collada de Brenes. Sí, a los collados, en ocasiones, les decimos colladas, que suena mejor (también tenemos ojáncanos y ojáncanas, no crean). Brenes es duro, amiguetes, muy duro. Primera rampa criminal entre castaños, luego baja, sostiene, parte intermedia que es puto infierno, final como para llorar triste. Carretera estrechita, rugosa como mejillas de un pasiego tras dos días sin afeitar, cunetas mullendo en musgo, escajos y helechales. Venía la jornada, además, jugosita, porque teníamos ese día tan cántabro que cuánta niebla (la niebla angustia mucho, porque la niebla mira y no deja mirar), cómo moja, qué gracia, jajaja, y en diez minutos calado hasta los pies, tiritera y gotas colgando del pelo (este problema no lo tienen mis amigos, mira, ventajas de la mediana edad). Y eso, que brumas y agua, y un descenso técnico, técnico, técnico, un descenso como para acojonarte, un descenso para que Gianni Bugno se escuche La flauta mágica entera, un descenso de acebos, y pinos, y venaos, y algún lobo hay, ojo, algún lobo hay.

A mí Brenes me mola mucho. Allí hay un parque, y hemos subido muchas veces a echar la existencia vespertina, y hasta un día vine de empalmada con mi colega Mario, y aquello fue idea horrible, háganme caso, horrible, porque se nos caía el monte, colega, y la bajada se las trae (¿les he dicho ya que la bajada se las trae?), y aquello, pues no... Ah, con nieve... espeluznante. Muy bonito, pero espeluznante. Vengan a verlo, amantes de Friedrich, fanses locos de Tim Burton.

(Y no acepten tortilla de setas cogidas allí mismo salvo que conozcan al cocinero. Dicen las malas lenguas que por esos bosques crecen hongos maléficos, hongos tipo “he estado hablando con Ottavio Bottecchia y qué majo, tú”. Yo les advierto).

De Brenes al Pico Jano (es un lugar sacro en Cantabria, no me hagan rimas, por favor) se atraviesa el Valle de Iguña. Y el Valle de Iguña mola bastante, por diversas razones. A ver, así que me acuerde... tienen un Partenón. Solo que no es el Partenón de verdad (ese anda por Atenas, no lo pudo robar el British Museum porque se pasaba de peso su equipaje) sino la iglesia de San Jorge, pero tiene tema. Luego pasas por la casa de Torres Quevedo, y por las cabañucas del Moñigo y el Tiñoso. Torres... pues miren, un inventor de la hostia hace cien años (año más, año menos). Una especie de Elon Musk, pero con cosas que funcionan, mucha menos pasta y un padre ferroviario (en vez del clásico que se forró durante el apartheid). ¿Han visto Superman? La vieja, digo, la de Reeve en pijamilla. Pues el transbordador que sale es un Torres Quevedo. También los dirigibles franceses y británicos en la Primera Guerra Mundial. Ya ven, un coco.

Y los zagales pues... El Camino, que menuda preciosidad El Camino, que vaya con El Camino, que transcurre en Molledo, El Camino. Delibes era muy amante de la bici, y todos los días de sus veranos montañeses iba desde Molledo hasta Sedano para ver a la novia. Pedal tras pedal. Son cien kilómetros, Ivan Quaranta entrenaba menos... Bicis, Marcos Pereda, bicis.

Foto: Alejandro Valverde, en una imagen de archivo de la Vuelta ciclista a España. (EFE/Manuel Bruque)

Vale, bicis. Que está tirada con cariñín la etapa en esta última parte. Que esquivan la N-611 con su recta enorme, y van por el antiguo Camino Real, pasando barrios y callejas, y luego suben el repechón de Quevedo (pueblo). Quevedo (literato) era de aquí (del valle contiguo, vale, pero de aquí) y tenía casona doblemente solariega, por solar y por los agujeros del tejao. Vamos, que muy nuestro. Me dicen por pinganillo que hay un tercer Quevedo, uno que hace mierdas que no me interesan nada, porque a mí me gusta Marea (hay una cosa de Marea escondida en la crónica, fanses irredentos). Pongo lo de Quevedo para parecer modernillo, eh, tío, qué chachi, mola cantidubi, guay del paraguay, y paso a cosas que nos interesen.

La subida última, por ejemplo. Bueno, vale, antes pasamos por Molledo, y por Portolín, y dijimos la tonada más bonita / dicen que la canto yo porque es tanta la virulencia / que lleva el ferrocarril / que se planta en hora y media / de Molledo a Portolín. ¿Ven? Esta música sí me mola, porque sabe a verbena, a vino blanco servido en frasca, a sudores y verde recién segao. Ay.

(También está el desvío a Silió, que es interesante, Silió, que hacen allí mascarada acojonante cada mes de enero, en Silió. Eso se lo cuenta mi amiga Sara, si quieren, porque es la mayor especialista del mundo mundial en Vijaneras y alrededores).

La subida última, digo. Siempre es bonito, lo de ver puertos por Vuelta, por Tour. Siempre es bonito. Cientos de personas ascendiendo. En bici, a pata. Los primeros... pues todo tipo de pelaje. Pros, expros, gente que piensa que es pro, gordos, gorditos, gordacos, muchos mozos chicos, maillots retro (vi un Molteni, varios Kas, montones de Teka), maillots del club, camiseta de La Patrona resudada, el de más allá con bici eléctrica, este que sufre, otro silbando, saludo a todos, la mayoría me saludan a mí (a veces es que ni ves). Suenan a toda hostia los Dropkick Murphys, así que you´re the fighter, you´ve got the fire, the spirit of a warrior, the champion´s heart, y todo queda de lo más armónico. También hay un montón de vacas en los prados (vacas marrones, o grises, vacas con cuernos grandísimos y el morro húmedo de lamber arroyos), y estiércol en cunetas, pero no huele mal, porque tuvimos verano seco y hoy, con esto de la lluvia, el mundo es petricor, y tierra, y qué bien todo, cómo nos gusta. Ataca Landa, hostias, ataca Landa, hacedme un regalo, que sea inolvidable...

La carrera, Marcos. La pastilla y la carrera, por favor.

placeholder Los ciclistas del Jumbo durante la sexta etapa de La Vuelta. (EFE/Javier Lizón)
Los ciclistas del Jumbo durante la sexta etapa de La Vuelta. (EFE/Javier Lizón)

Sorpresa. Qué digo sorpresa... sorpresón. Escapada casi desde el principio, que es algo que jamás ocurre. Ya ven, estamos con narrativas locas tipo Danielewski, uh, ciclismo ergódico, pongan ustedes de su parte. No voy a vender motazas, pero...

Ojo, que entran a Brenes y dice Carapaz (pero luego supimos que no era Carapaz, sino Sivakov, o Carlos Rodríguez, o Tao) que a su señal ira y fuego, y da la señal, y hay una caída feísima de Hagen, y no es nada pero menudo mal cuerpo, y el pelotón juguetea de látigo a látigo, como si fuese Ángel Cristo, y hay pasos estrechos por Villayuso y luego pasos estrechos por Villasuso (que está más arriba, como su propio nombre dice), y el rampón de entrar a la Collada, y no es Les Orres 1975, pero pinta a final interesante, oigan... Hostión de primeras, y se quedan veinte, tira el equipo para Evenepoel, Alaphilippe preparando cosechas de otoño. Ojo cuidao. Ah, delante va Mark Padun. Dijo su madre que iba a poner hoy la tele, así que lo mismo mete catorce minutos al resto...

Sucede que no todo son las primeras sensaciones (afortunadamente para los que no tenemos mandíbula cuadrada y sonrisa de anuncio). Que has de mirar otras cosas. Tiempos, gente, rostros. Parecía esto Gaugamela pero tiene bajas como la invasión española al reino andorrano de Boris Skóssyreff. Que nah, que amplía distancias Padun, que no se queda (casi) nadie, que huele a "mira, ritmo tranquilote y hacemos como que sí". Pena, eh, pena, penita, pena, porque daba para más, mi Brenes, que vuelvan pronto, a mi Brenes, no cojan champis, por Brenes.

Descenso tipo años ochenta. Me estoy volviendo loco, Miguel Ángel Iglesias gana la meta volante, Anselmo Fuerte va fácil, fácil. Sé que suena sádico, pero qué bonitas son (a veces, solo a veces, no me miren así, a veces) estas carreteras para la cosa del ciclismo. No me lo pueden negar. (Ah, y no hubo caídas. Mira que Padun lo intentó, porque menuda actuación dantesca la de Padun en descensos, pero no hubo caídas).

Y eso, todo para el Pico. Mark empieza con el minuto, así que actitud folklórica y pocas posibilidades. Asunto de buenos (ejem), de líderes (ejem), de valientes (tos, tos). Ritmo en lo duro, pero no ritmo duro en lo duro, al principio. El problema del Jano es que tiene dos partes bien distintas, y la segunda suaviza de narices. O, dicho de otra forma, que contemporizar siempre es malo, pero por aquí resulta aun peor...

Foto: El pelotón, durante la segunda etapa. (Aurélien Vialatte)

Menos mal que queda Simon Yates (y Remco, pero de Remco hablamos más tarde). Simon Yates, que ataca a nueve de meta, Simon Yates, que tiene rostro de playa aun bajo la lluvia, que va agarrado abajo (va agarrado abajo, enloquecemos los fans), que podría apoyar el codo sobre una barra, pedirse dos negronis, uno para mí y otro para el que quiera sentarse conmigo, porque sé que alguien vendrá a sentarse conmigo, el carisma es lo que tiene, el carisma abre puertas. Casi al tiempo se queda Mikel Landa, porque el carisma abre puertas, pero entrenar también es importante. Cogen a Yates, arranca Evenepoel, se hace un grupo chiquitito, chiquitito, con Roglič, con Mas, con Sivakov. Y comienzan a sufrir otros...

Porque eso es lo que distingue a Remco Evenepoel. En un ciclismo de atacucos, mirada atrás, codo, codo, selfie, codo, gesto, codo, Remco se pone el primero, marca ritmo, mueve patas como pistones, insiste e insiste. Es algo casi novedoso (casi novedoso porque llevábamos mucho sin verlo, no porque lo haya inventado él), así que las consecuencias resultan, en ocasiones, sorprendentes. Tanto como que se quede Sivakov (esperable) y, ojito, Primož Roglič. Tú a Roglič no le pruebas de esta forma y el tío va ahí, esprinta en los últimos doscientos metros, mete placa, parece invencible. Pero...

Iban cuatro, restan dos. ¿Entonces? Pues Enric Mas. Que es otro aquí, que sigue chupando rueda, vale, pero al menos chupa rueda del primero (Evenepoel) y no de Louis Meintjes. Menos valiente que mi pequeño pony en Juego de Tronos, menos relevos que Fermín Cacho en el 4x100 de Jamaica, pero... ahí sigue. Está dibujándose el futuro de la Vuelta (mucho más de lo que todos creían) y ahí sigue.

Detrás Ayuso gana partida a Almeida, y no hablo más de política. Luego Yates, Sivakov, otro montón de paisanos que entran, sigo sin conocer la cara de Hindley, a Primož le cuesta pillar ritmo. Arrancadas y parones. Enric continúa sin dar un relevo. En cabeza va Vine, un tío que hacía bici estática con buenos números (en fin), y terminó corriendo entre pros. Luego nos quejamos de ciertas cosas, macho. Pegó ataque desde el grupo de los buenos y ahí tienes, subiendo más rápido que todos ellos. Yo soy un antiguo y un cascarrabias, así que imaginen mi entusiasmo.

En meta Vine recoge el testigo de su compatriota Matthew Hayman y jode una foto bastante cuca, porque Remco triunfante le hubiese dado saborcillo de historia al Pico Jano. En fin. Segundo hace el belga, tercero Mas, que aguantó hasta el final, que dio tantos relevos como Cacaito Rodríguez camino de Aprica. Minuto y veinte segundines a los otros favoritos, que ya son menos favoritos, porque menuda golpiza para ser primera etapa seria. Roglič, Sivakov, Tao, Wilco y Hindley (best friends forever, lo que pasa en el Giro 2020 se queda en el Giro 2020), Carlos Rodríguez, Simon Yates, Almeida, Mäder, O´Connor, Arensman (tiene más planta que yo). Entre medias entró Juan Ayuso, que calza diecinueve años, y si usted piensa en lo que estaba haciendo con diecinueve años pues le entran los siete males...

Líder es Remco Evenepoel. Mas a medio minuto, Roglič a otro medio. Tenemos crono dentro de siete días, así que... Todo abierto, pero ha dado mucho de sí, el tema. Mejor de lo que pensábamos todos, para qué engañarles. Y queda la pregunta de quesito naranja: ¿en qué puerto cántabro se vistió Remco de rojo por primera vez?

Y, eh... vengan a verlo. A ver el Pico Jano. Es espectacular este paraje. Prometido.

Tú al Pico Jano venías para follar. Seguro que no esperaban este comienzo. Qué le vamos a hacer, tienen ustedes crónicas aburridas a patadas, aquí venimos a lo que venimos. Sinceridad absoluta, mozuco, aprovecha que pasan las bicis por tu tierra.

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