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Leknessund 'vikinguea' etapa y general: apoteosis noruega en el final de la Arctic Race
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Leknessund 'vikinguea' etapa y general: apoteosis noruega en el final de la Arctic Race

El ciclista local se adjudicó la novena edición de la carrera tras asaltar el liderato en la última jornada y dar la sorpresa frente a Victor Lafay

Foto: El flamante vencedor noruego. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)
El flamante vencedor noruego. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)

Trondheim es la antigua capital de Noruega. Solo que entonces Noruega (al menos Noruega tal y como la conocemos hoy) no existía, y a Trondheim tampoco le decían Trondheim, sino Nidaros. Lugar de vikingos convertidos al cristianismo, porque Nidaros bien vale una misa, y ciudad universitaria, y capital de la bicicleta, y un sitio realmente acogedor, vaya. Vamos, que final perfecto para esta Arctic Race of Norway. En Trondheim hay un montón de rubitos. Sé que suena a tópico, pero ya dijo Baudelaire que los tópicos son verdades repetidas muchas veces (o igual me invento la cita, lo que sería otro tópico, a mí qué me cuentan, vayan con los reproches a Juan Tallón y su metarrealidad literaria).

¿Quieren más tópicos? Por aquí ves muchos mochileros (y esta será la mejor aliteración de todo su día, salvo, quizá, la de "todo su día"), y son bastante altos, y sonríen, pero sin efusividad. Tienen, también, una fobia que no comprendo contra las persianas (sobre todo porque hay tres o cuatro horucas de auténtica oscuridad por estos meses, oigan, que tampoco les hablo de vivir en cuevas). Y arquitectura reconocibles. Césped en los tejados, madera, muros pintados de rojo, iglesias tipo Pet Sematary, cada uno entierra a sus muertos, no debes ir a ese lugar. La iglesia grandota, aquí, es catedral, porque ya les comenté lo de Trondheim y su importancia. La catedral de Nidaros, nada menos, que es la más grande de todo septentrión (bueno, hay otra en Suecia, pero me jedo la hipérbole), y portada del De Mysteriis Dom Sathanas. Na, una chorradina, que andaba Euronymous con la idea loca de arrasarla hasta sus cimientos...

placeholder Los ciclistas en acción. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)
Los ciclistas en acción. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)

La catedral es gotiquísima, tan gotiquísima que huele a 'fake'. Justo enfrente ves el Palacio Arzobispal, que tiene menos reforma, y arcos ojivales pero no tanto, y aspecto generalizado de fortaleza en medioevo, porque todos estos rollos son fortaleza en medioevo. Fuera encuentras el cementerio, que no vean qué impresión, el cementerio. Tumbas del siglo XVIII, cantidad de pedrolos oscuretes, nombres llenos de consonantes (hay una con el apellido "Swales" grabado en roca que tenía tierra removida... no recomendable paseo nocturno). Hay poco 'memento mori', hay poco 'pathos'. Sobriedad. Con todo, cosucas. Siempre encuentras cosucas, si cosucas andas buscando. Un símbolo que se repite, báculo cruzándose con rama de olivo. Lápida sucia, imposible leer nombres ni datas, musgo en esquinas y relieves, hierba pisada alrededor, dos calcetines negros, sucios y en gurruños, posados amorosamente junto a ella.

El misterio, vivimos del misterio. Y obeliscos, muchos obeliscos. Obeliscos de cualquier tamaño y color, obeliscos que huelen a pagano, obeliscos rollo masonería teórica. A ver, no quiero yo adelantar conjeturas, pero las alcantarillas del cementerio tenían en su tapa dibujos de... triángulos. Que, si lo piensan, es lo mismo que pirámides. Obeliscos, pirámides, masones, cultos paganos, la antigua capital de Noruega. Te lo pilla Robert Langdon y seiscientas páginas mal dichas. Míralo bien, Dan Brown, míralo bien, que te lo estoy dando hecho, Dan Brown, que te cobro solo un uno por ciento, Dan Brown, que tienes esquema general, ya luego metes tú todas esas mierdas de las persecuciones y los malos ridis. En serio, Dan Brown, pregunta en El Confi, que te pasen mi teléfono...

En la salida también tienen ustedes asuntos bien guapos. Estaba en Plaza Torvet, que es un sitio agradable con estatua gigantesca en medio. Olav Trygvasson, fundador de esta bonita urbe. También rey de Noruega, también San Olav, por lo de convertirse al cristianismo. Vikingadas con cruz. Una especie de Cid Campeador, pero sin pactar con los musulmanes, seguro que me entienden. Olav tenía, como dato adicional, un barco con el nombre más cool que ustedes imaginar puedan. El Ormen Lange. Serpiente Larga, traducido a nuestro castellano de hoy. No me digan que no mola. Sobre el mismo palmó en Svolder, aunque algunos cuentan que no fue así, que aun anda navegando, que cualquier día lo mismo vuelve, porque el sebastianismo no se hace solo, el sebastianismo hay que hacerlo.

Un día atípico

Tres cosas más. Que está animadilla, la plaza. Porque hace sol. Hace sol, y los noruegos miran al cielo con rostro de alivio, hace sol, llevan manga corta, hace sol, y todos están sonrosadetes, y tienen sonrisa así, como de gustirrinín, hace sol, y calor, y viva Noruega, "all the people in bikini", hace sol, José Luis López Vázquez prepara su bañador meyba, hace sol, la gente riendo, hace sol. Qué delicia, qué de sol.

Segunda cosa. ¿Recuerdan lo de Olav? El rollo crístico y eso. Pues no sabría yo decirles si... A ver, junto a la plaza de Trondheim hay mercadillo, y en el mercadillo hay puestos. Puestos... en fin, puestos que venden cosas heavymetaleras, puestos con más camisetas de Iron Maiden que el mismo Nico McBrain, puestos donde todo brilla con tormenta de trueno sin luz, eres símbolo de libertad. Seguro que me entienden. Salvo uno. Un puesto, digo, uno que es la apoteosis del kitsch, uno que haría sangrar los ojos a Margaret Keane. Brilli brilli loquísimo, algodón de azúcar, combinaciones imposibles, tejidos aptos solo para el ridículo y los maillots de la montaña. Tenían piruletas, óleos del todo a cien, camisas con cachorritos en el pecho, caramelos de colores lisérgicos. Todo eso... y lo sacrílego. Lo sacrílego. Un cuadro que representa a Jesús en toda su majestuosidad, con efecto 3D y ficción de movimiento incorporada. Eso ya tiene delito, pero... esperen, que hay más. Más aun. Porque justo debajo (justo debajo), estaban vendiendo pegatinas con la inscripción "Danger. Beware of zombies". Que será algo fortuito, tú, pero ya es fortuitez...

Tercera cosa. A ver, esta es un poco más difícil, no sé yo cómo afrontarlo. Una parejita, una parejita acaramelada. Sobre un banco, seguro que imaginan estampa. Sendas bolsas de cartón, comida al aire libre, qué jóvenes somos, qué fácil es. Entonces él (pelo color escarlata, palidez intrínseca, ojos amartelados) empieza a sacar viandas de su envoltorio. Una hamburguesa, bien. Patatas fritas, bien. Y... un nabo. Un nabo entero, un nabo crudo, un nabo con sus pelillos en la parte baja, un nabo con pinta amenazadora, un nabo gordo cual bola de billar. Ambos se miran, hay incomprensión, la sonrisa torna triste, nada puede amargarnos este día, Mary Helga, pero me han vendido un nabo con la burger.

Lo de las bicis

Porque cerramos carrera, y ha sido pintoresquísima, no vayan a pensarse. El primer día nos hicieron presentación en un hotel cool-cool, y había allí hasta máquina de helados, que no vean la de juego que dio la máquina de helados entre ciclistas, directores y reporteros con más hambre que un poeta pobre (o un poeta, vaya, si no necesitamos adjetivar). Vamos, que debieron clausurarla, porque se iba de madre aquello. Vimos por primera vez los muslos de Groenewegen (muslos como para iluminar toda la Liga Hanseática), y comprobamos que sí, que los Alpecin tienen todos un pelo buenísimo (apunten el dato, muchachuelos inmersos en la alopecia). En general hay pocos calvos, en esto de las bicis (aunque la historia nos regale ejemplos ilustres), pero sobreabundan los cuerpoescombro, tipos de piernas finas como alambres, hombrecillos pequeñajos con las clavículas asomando bajo el maillot cual mascarones de proa. Vamos, que te entran ganas de ofrecerles cuatro cazucos de alubias, come, come, povero ragazzo. Ah, también había dos o tres con bigote, que ya me dirán ustedes la necesidad de dejarse bigote, con lo mal que sienta el bigote, que pareces socio de un casino provinciano, con bigote (salvo si eres Magnus Cort, pero es que Magnus Cort no puede molar más, el tío).

placeholder Aficionados durante la carrera. (Imagen cedida por Gautier Demouveaux)
Aficionados durante la carrera. (Imagen cedida por Gautier Demouveaux)

Aclaremos. Mis chistes sobre Magnus Cort en Noruega no tienen ni puta gracia (en España tampoco, pero ya saben), porque aquí el “look Magnus Cort” está bastante extendido, y no hay directores para tanto actor porno. El piloto del helicóptero en esta Arctic, por ejemplo, tiene ese aire a lo fantaterror de Jess Franco. Muy majo, eso sí. Ah, un último apunte... preguntarle si ha bebido tampoco parece despertar carcajadas entre los pasajeros, oigan. Ahora, último día, ya no hay ni bigotes, ni sonrisas, ni antros donde bisbisear sobre el nuevo cura, sí, ese Fermín de Pas, que tiene cara de golfo, el cabrón, que mira con hombría, se lo digo yo, con hombría, que no es mirada de piadoso, la suya, que le pone ojillos hasta a la señora Ozores, sí, sí, hasta a la señora Ozores. Y nada, que todo eso se fue como lágrimas en la lluvia (hemos tenido lluvia de cojones en la Arctic) y ahora todos quieren pirarse a su pueblo, bajarse dos o tres días a la playa, hacer castillos de arena, nadar hasta esas rocas, aquellas, ¿las ves?, llego fijo.

Mucha emoción en la última etapa

Así que... cuarta y última etapa. Todo por decidir de entre todo lo que se decide. El jaune, también ese maillot pavo real de la montaña, que van pasando los días y aun no sé si es lo nuestro amor u odio, si tengo que robar uno talla siete equis ele o meterlo en el cajón de las cosas que nunca debí haber visto. Emoción altísima (a ver, altísima dentro de los estándares noruegos, que tampoco es algo muy LOCO, porque a esta gente lo que le pone de verdad es escribir con runas y planear saqueos por Compostela), recorrido para buscarnos cosquillitas. De Trondheim a Trondheim, ciento sesenta kilómetros, circuito final rollo mundialista, sin un metro de llano, curva, contracurva, paso de cebra, frena aquí que sale un reno. Ese aire. Bien si tienes fuerza, mal si eres el pelotón.

La salida es animada pero sin escándalo. En general la gente aquí es silenciosa. Más que fría... silenciosa. Entras en un centro comercial lleno de amables consumidores, y puedes oír el vuelo de una mosca. En España eso... En España escuchas a los niños berreando porque quieren un huevokinder, a los adolescentes berreando lo último de Rosalía (en su idioma original, sea cual sea), a los adultos discutiendo animadamente sobre las ventajas de una buena vasectomización a tiempo... Pues aquí nada. De primeras lo agradeces. Cuando reflexionas... bueno, incluso acojona algo, por aquello de la extrañeza. ¿Podrán comunicarse mediante telepatía? Y, si asumimos eso (yo lo asumo), ¿qué están tramando ahora mismo? Preguntas, preguntas. Las bicis, Marcos Pereda, hostias, las bicis.

placeholder Los pintorescos paisajes noruegos. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)
Los pintorescos paisajes noruegos. (Imagen cedida por Sigurd Salberg Pedersen)

Pronto se forma la escapada. The 'break'. Tres tíos. Alessandro Verre, Fabien Grellier y el componente local, bajo la denominación de Andreas Leknessund. Andreas Leknessund, aclaro, es campeón del mundo en pintillas noruegas, es el noruego más noruego desde Harald Cabellera Hermosa (que ya tienes que molarlo todo para que te llamen Harald Cabellera Hermosa). ¿Quieren que les sea claro? No llegan ni de coña, pero ni de coña. Quién piensa que puede llegar alguno, a ver, que yo lo vea. Eso, nadie. Detrás controlan los compis de Lafay, favorito pero falible, porque lleva siete tíos a menos de veinte segundos, y eso no es diferencia ni es nada...

Faltan treinta kilómetros, hay una trampa bien gorda (carretera estrechuca, rampas al catorce, piso irregular, tíos sin camisa corriendo junto al pelotón, nombre tan acojonante como Tyhold Tower), Leknessund deja a sus dos comadres de escapada y empieza a exhibir esa planta tan buena que Freyja le dio. Veintitrés años tiene, el chaval, por si quieren poner contexto a todo el asunto. Por detrás hay también hostias, y todo se descontrola bastante, y a ratos parece clásica, con sus quiebros, y sus cruces, y sus nervios. De ahí a meta... espectáculo.

Leknessund entró ayer el vigésimocuarto en Skallstuggu. Veintiséis segundines, que parece poco, pero es que tiene delante a todo el ejército de Pancho Villa, armado hasta los dientes y con ganas de leña. Porque el asunto torna avispero, y el pobre Lafay no tiene manos para tantas hostias que llegan. Ataca Conci, ataca Houle, atacan ciento y la madre, ataca Zingle (que es compañero suyo, no sé, chico), ataca Max Poole. A Conci (italiano con más sonrisa que palmarés) lo llevan entre Sbaragli y Bax. Vamos, que todo a su favor. Vamos, que 'game over', porque Lafay anda acarajado y Leknessund... en fin, Leknessund apretó a cien kilómetros de meta y debería decaer en algún momento, ¿no? Eso dice la lógica.

Solo que la lógica es aburrida, la lógica es para quienes hablan únicamente de vatios, de puntos uci, de clasificaciones sin contexto, la lógica es para quienes te explican el ciclismo en excel. La lógica es pfff, la lógica es buuu. Así que cuando la lógica fracasa... aquí aplaudimos. Y fracasó. Fracasó porque Leknessund lo tiene todo en contra. Fracasó porque Conci queda solo detrás de él, y Conci llega a verle, allí a lo lejos, y Conci pedalea como si huyera de un simpa, y hasta Hugo Houle parece con sus cosas que decir, y espera que Lafay no salve, que lo van empujando Quinten Hermans y Dries de Pooter (que son de otro equipo, pero qué chulo es todo cuando descontrolamos, prima). (Aclaremos... yo a Leknessund le vi pasar muy, muy cerquita cuando faltaban dos vueltas. Llega fijo, pensé. Lo otro ya tal, pero llega fijo. Transmitía fuerza, el paisano. Transmitía arrojo).

Y eso, que emoción hasta el último momento. La subida final a Tyhold Tower, las curvas bajando, esa rotonda que cada uno coge como puede. Emoción hasta el último momento, digo, y apoteosis en casa. Porque un tío del Círculo Polar Ártico (Tromsø está muy, muy arriba en las cartas náuticas) trinca premio doble en la Arctic Race. Parcial, maillot amarillo (el blanco le llega rebotado, pero, oye, qué bien cae). Entró Leknessund con pedaleo psicópata hasta después de la última línea, y solo entonces se deja celebrar. Tampoco exuberancias tipo Madrazo en Javalambre, pero se deja celebrar. Detrás Conci, detrás Zingle, detrás Poole, detrás Houle. Canadiense e italiano al pódium, Zingle y Lafay con caruca de cuarto y quinto, que es caruca de volver a casa sobre las doce de la noche, mañana madrugo, tengo que estudiar para el examen de Administrativo.

Acaban aquí los cuatro días de Noruega (el Reino Normando caía muy cerca de Dunquerque, así que asaeteamos denominación con alegría), y ha sido asunto de intensidad en progresión. Vamos, que menuda última etapa. Lo de Leknessund queda como milagro a (re)confirmar. Veremos. Ah, yo me lo he pasao muy bien, y son todos la hostia de majos, así que gracias. También a ustedes.

Trondheim es la antigua capital de Noruega. Solo que entonces Noruega (al menos Noruega tal y como la conocemos hoy) no existía, y a Trondheim tampoco le decían Trondheim, sino Nidaros. Lugar de vikingos convertidos al cristianismo, porque Nidaros bien vale una misa, y ciudad universitaria, y capital de la bicicleta, y un sitio realmente acogedor, vaya. Vamos, que final perfecto para esta Arctic Race of Norway. En Trondheim hay un montón de rubitos. Sé que suena a tópico, pero ya dijo Baudelaire que los tópicos son verdades repetidas muchas veces (o igual me invento la cita, lo que sería otro tópico, a mí qué me cuentan, vayan con los reproches a Juan Tallón y su metarrealidad literaria).

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