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Ahora sí nos hemos divertido con el Tour: Pogacar asusta y Van Aert es el empleado del mes
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Quinta etapa del Tour de Francia

Ahora sí nos hemos divertido con el Tour: Pogacar asusta y Van Aert es el empleado del mes

Segundo día por el país de la gran cita y ya se perciben otros aires. Los favoritos demuestran por qué lo son y los adoquines cumplen con su función de cada año

Foto: Quinta etapa del Tour de Francia (EFE/EPA/Papon Bernard)
Quinta etapa del Tour de Francia (EFE/EPA/Papon Bernard)

El ciclismo tiene estos asuntos. Que después de la calma llegan tempestades. Tampoco locuras, no vayan ustedes a venirse arribísima, pero sí galernas chicas, de las que te pillan bañándote en Los Locos y vuelves con tu buena chupa a casa.

Y eso que pintaba regular. Lo de Calais, por ejemplo. Otra vez Magnus en la fuga. Que ya son ganas, Magnus, de meterte en fugas. Magnus, Magnus Cort Nielsen, ha batido un viejo récord de Bahamontes en estos primeros días. Es cosa tan humillante (no para Fede, sino para el Tour) que no me voy a molestar ni en explicarla. Niet. Y eso, que se escapó nada más salir junto con Anthony Perez, y luego Anthony Perez tiró solo, mientras en el pelotón pasaban del asunto, y el tío entró a quince de meta aun chupando cámara, y prometía ser otro día de esos de, joder, por qué no habré salido yo con la bici en vez de quedarme a ver semejante mamarrachada. Solo que no. Nos conformamos con poco, pero no.

Una cota. Una cota insignificante, menos de un kilómetro, diez a meta. Allí Jumbo hace la de París-Niza este mismo año. Y entonces empiezan a ocurrir cosas. Cosas de esas que tienen importancia, o no, a posteriori. Detalles. Gestos. Veamos.

Foto: El Tour de Francia, en su paso por Dinamarca. (Reuters)

Tiran los neerlandeses con todo. Laporte, van Hooydonck, Benoot. Hay algunos Ineos, no aparece Pogačar, que entra en el repechuco por puesto setenta o así. Corona entre los diez, así que habrá tenido que remontar como un auténtico ojáncano hambriento. Primer detalle. Segundo, Primož Roglič. Que tampoco entra bien, pero rápidamente se pone a rueda de sus compañeros... y la pierde. Ojo, Roglič era casi invencible otras veces en este tipo de escenarios. Que igual tuvo el calentón, o igual lo sacaron de punto, pero... Tercer detalle... Vingegaard. A rueda de Wout van Aert. Él y Adam Yates. Pero sobre todo Vingegaard, porque Adam Yates da menos miedo que tener enfrente a Zubi en una tanda de penaltys.

Sucede que, a cien metros de cima... un metro, dos, tres. Van Aert mira para atrás, ve hueco sobre Yates y sobre su jefe de filas... y sigue. Ese, ese es el detalle. Agachó la cabeza y corrió para sí. Que ya es hora, porque le tienen repartiendo menús en moto por las noches, y luego buzoneando, y hasta el pobre Wout anduvo de pipa en un concierto de Guns N´ Roses, conteniendo a las masas durante el Sweet Child O´ Mine, pero... Llama la atención. Podían haber sacado algo de tiempo. No mucho, quizá veinte, treinta segundines. Y no.

Digresiones tácticas al margen... de ahí a meta, exhibición. De Wout van Aert. Que es uno de los mejores ciclistas del mundo, quizá el más polivalente. Tres veces segundo, tres veces primero en las últimas seis etapas que ha corrido por el Tour. De amarillo, como los mejores. Pensaba en una demostración parecida, por fondo y forma. ¿Cancellara en Compiègne? Más bruto esto. Lo siguiente... pues años ochenta. Eso da imagen de la salvajada que hizo van Aert. Fueron solo diez kilómetros, pero qué diez kilómetros fueron...

Uno de los emblemas de la prueba

Y luego... el pavé. Adoquines. Final en Arenberg, que no puede ser más mítico, tú, un final en Arenberg. Vale que no pisaban la Trouée (háganme caso, eso no es un bosque, es una trinchera, como bien sabía Jean Stablinski, que rodó sobre las piedras y trabajó, como minero, debajo de ellas), pero había adoquines de sobra, y además esto no es la Roubaix. Vamos, que suficiente para ver cosas, a priori.

Siempre es especial lo de los adoquines en el Tour. A veces deciden mucho (año 2014) y otras casi hay barrage, pero la posibilidad está ahí. Acompaña la leyenda, el polvo, ese aire de salvajismo decimonónico que se nos pone cuando decimos, ok, el macadán mola, pero métanselo ustedes por donde les quepa, ingleses melifluos, porque aquí trabajamos sobre cantos gordos como panojas de maíz y afilados cual vizcaína en duelo. Por esta zona le cascaron a Bernard Hinault unos cuantos minutos en 1979 y él salió así, con esa forma que tenía Bernard Hinault de mirar, la nuez apuntando al cielo, las cejas espesas revelando poquito buen rollo. “Atacaré desde ahora para que todos estos cabrones paguen lo de hoy”, dijo, en traducción libre. Y lo hizo. Y ganó el Tour. (Tadej Pogačar me recuerda mucho a Bernard Hinault, solo que él sonríe en lugar de exhibir rostro psicopático allá por donde pisa. Pero sobre la bicicleta... parecido, parecidísimo).

placeholder Corredores del equipo Ineos Grenadiers, en acción sobre el pavés en la 5ª etapa del Tour de Francia 2022 (EFE/Guillaume Horcajuelo)
Corredores del equipo Ineos Grenadiers, en acción sobre el pavés en la 5ª etapa del Tour de Francia 2022 (EFE/Guillaume Horcajuelo)

Así que eso... grandes esperanzas (en Dickens también hay un montón de adoquines). Porque si por Calais pasó lo que pasó... Vamos, que Jumbo tenía oportunidad inmejorable, a priori. Van Aert con la panza llena y dispuesto al curre. Pogačar más solo que El Enterrador en un Royal Rumble. Sumen los Ineos (Thomas es muy bueno en estos asuntos), sumen los elementos incontrolables (caídas, cortes, bombazos del Gran Berta), y quedaba menú riquiño.

Y bueno, que escapada de salida. Magnus Cort Nielsen, que debe tener una apuesta con su compañero de habitación, porque si no yo no me lo explico... Powless, Boasson Hagen (que sigue con vida, colegas... está vivo, vivo), Gougeard, Taco van der Horn, Simon Clarke. Calidad y (cierta) cantidad. Que no era lo de estos días, con regalitos, payasadas y sonrisas a la tele. Difícil para llegar, porque siempre es difícil para llegar, pero esta vez parece una escapada en condiciones. Vaya si lo fue...

El pelotón entra en los tramos liderado por peña que se siente ahí como en casa. Suele pasar, ¿eh?, hay que marcar paquete en el paquete. Los de Lefevere, los Trek. A estampida entre nubes de polvo, como si fueran ñúes por el Serengeti. Pogačar no lleva a nadie, pero parece ir solvente. Siempre de los primeros. Puede salir mal, pero así... acojona. A Jumbo se le ha jodido un poco el asunto, porque van Aert se cayó antes de las piedras, y va siempre en cola del pelotón, y hasta pareciera que igual tira para casa. Ay, lo que son las cosas, ¿verdad?... Ah, los tramos no rompen, pero estiran, y yo esto lo he visto todos los años en Roubaix, porque no rompen hasta que se descuelga el que va delante de ti, y luego el de delante, y acabas en el decimoséptimo grupo junto a Martín Farfán y Vicente Belda a veinte minutos de van der Poel (Adrie o Mathieu, depende de la década). Así que tensión. Y sensaciones de que algo gordo pasa. Que no me toque a mí, que no me toque a mí.

Tramo final

En estas anda ya descolgado Ben O´Connor, que hizo cuarto el año pasado, pero tampoco tiene clubs de fans en todos los pueblos de Francia, ejem. La cosa sigue con pintas de París-Dakar más que de París-Roubaix, porque hay arena en suspensión como no se veía desde los comics de Tintin, y Jumbo tira, y también tiran los Ineos, y parece que ambos equipos trabajan para Tadej, porque es siempre el mejor colocado de entre todos los líderes. Que ya lo vimos en De Ronde, pero aquel es un adoquín amable, que comparar el pavé de Roubaix y Flandes es como comparar Metallica con Fran Perea. Pues nada, a Pogačar no le importa. Él tira. Pero... va solísimo. Sigue solísimo. Algo deben probar los otros, ¿no?, porque llevarle en carroza hasta la Planche no parece la mejor de las tácticas. En fin, qué sabré yo...

Claro que... Vingegaard tiene avería, y pierde un montón de tiempo, y se equivoca cambiando de bici, porque se la cede Shaquille O´Neal (o Laporte, uno de los dos), y todo se le pone feo a Jumbo, y luego se la da Kruijswijk, y luego llega el coche, y Vingegaard pilla otra bici, y Kruijswijk corre a por la suya, y hay más compañeros por ahí, y a ratos parece el equipo de Villabárcena de Arriba en el Grand Prix del verano, con Ramón García y la vaquilla. Y es que Jumbo jumbea que da gusto, porque unos tíos que perdieron el Giro de Italia por estar meando a orillas del Lago Como pues ya me dirán ustedes. Todo mal, pero es que tú no puedes ponerle Jumbo a una escuadra y luego pretender que no sea un circo...

Foto: Simon Clarke, tras imponerse en la quinta etapa del Tour (EFE/EPA/Yoan Valat)

Empieza carrera nueva. Solo que la carrera nueva tampoco favorece a los neerlandeses, porque lo primero que ocurre es una caída de Primož Roglič. Diez kilómetros antes Jumbo estaba para sentenciar el Tour, y ahora... Disfruten ustedes, queridos lectores, de la vida, porque uno nunca sabe cuándo se le va a ir todo a tomar vientos...

Porque Pogačar es que entra a los relevos, y parece que incluso puede ventilarte la etapa. ¿Recuerdan lo de Hinault? Pues decía que la Roubaix era una carrera de mierda, pero que la iba a ganar para demostrar que podía ganarla. Y Pogačar es Hinault, háganme caso. Con sonrisas, con mechones de pelo asomando por el casco, con menos pinta de matón en un valle profundo de Cantabria... pero Hinault. Y es que el tío ataca con Stuyven, y se marchan para adelante. Yo no sé si ganará alguna vez en el Velódromo, no sé siquiera si llegará a correr la clásica... Pero cuenten esto a sus nietos, porque en ciento y pico años de ciclismo no se ha visto muchas veces. En serio. Coppi, Merckx, Hinault, los del ciclismo heroico hace casi el siglo. Los dedos de una mano... Es total y absolutamente epatante.

placeholder Simon Clarke, vencedor de la quinta etapa del Tour de Francia (EFE/EPA/ Guillaume Horcajuelo)
Simon Clarke, vencedor de la quinta etapa del Tour de Francia (EFE/EPA/ Guillaume Horcajuelo)

Al final... un poco anticlimático. Stuyven y Pogačar no llegan a los primeros, porque se les hace largo el asunto, y por detrás Wout van Aert es una locomotora del siglo XIX, una de esas que van echando humo negro, y lleva enganchados vagones pequeñitos, pequeñitos. Pero funciona. Bueno, me vale la metáfora del tren o decirles que Wout es el limpiapiscinas, el jardinero, el chambelán e incluso un escabel de Jumbo. Vamos, que curra, curra de narices, curra de todo y bastante bien. Recorta a montones, y logra que la pérdida de Vingegaard, diez segundos, sea poco dramática. Sensaciones de Pogačar al margen, que sí han sido dramáticas. Para sus rivales, digo. Parece poca renta, pero de toda la vida esto del ciclismo consistió en sacar tiempo cada vez que puedas. Y Pogačar lo ha hecho. De Arenberg debería salir lamentando su suerte (los otros son más, su equipo va de chiste en chiste, no tenía experiencia en adoquines tipo “Hilaturas”) y lo hará comiéndose un frigopie to tranquilo mientras mira la clasificación.

Ah, finalmente llegan los escapados. Les dijimos que no pasa casi nunca, pero es que venía el día rarete, ¿eh? Gana la etapa Simon Clarke, después del sprint más agónico de todos los tiempos, con Taco van der Horn pedaleando hasta morirse dos o tres veces en pleno sprint. Líder sigue siendo van Aert, Roglič pierde dos minutos con Tadej, a Enric Mas se le ha aparecido la virgen de todas las maneras posibles (en cada situación de carrera sale favorecido sin estar nunca de los primeros) y salva el día. También Gaudu. Y Quintana, que se mueve divinamente en estos asuntos. Medio pelotón le debe la vida a Wout, que va a recibir un regalo cojonudo en el amigo invisible. Esta noche, por ejemplo, deberían dejar que repitiese postre. Dos veces. Van Aert se ha echado el equipo a la espalda como ese capitán que pega dos voces tras un gol en contra, mete la patada clave y luego remata con el culo el primer córner que se saca en todo el encuentro. Eso sí, no sé qué caras tendrán los Jumbo hoy en la cena, después de salvar lo insalvable pero perder lo imperdible. Paradojas de la vida, amigos. Fue bonito mientras duró. Siempre lo es cuando hay adoquines...

El ciclismo tiene estos asuntos. Que después de la calma llegan tempestades. Tampoco locuras, no vayan ustedes a venirse arribísima, pero sí galernas chicas, de las que te pillan bañándote en Los Locos y vuelves con tu buena chupa a casa.

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