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Bouchard gana, Pello Bilbao esprinta y los montes son muy cucos: el Tour de los Alpes
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Un gran inicio

Bouchard gana, Pello Bilbao esprinta y los montes son muy cucos: el Tour de los Alpes

El francés (Ag2r Citrôen) es el primer líder del Tour de los Alpes, al imponerse en solitario en la primera etapa disputada entre Cles y San Martino di Castrozza, de 160,9 km

Foto: El corredor francés celebra la victoria. (AG2RCitroenTeam)
El corredor francés celebra la victoria. (AG2RCitroenTeam)

La presentación de una prueba ciclista siempre es algo curioso. Ves a los corredores de cerca, el ambientillo, las bicis, la música bien alta, políticos de turno fingiendo que sí, joder, yo sé de qué va esto, si hasta salgo a pedalear como tres veces por semana, unos veinte kilómetros en total, sí, jaja, qué me vas a contar a mí, que vi correr a Perico Indurain. ¿Cómo? No, no, yo de esas comisiones ni idea... Más o menos. Ayer estuve en la presentación del 'Tour of the Alps'. El Tour de los Alpes es como le dicen hoy al antiguo Giro del Trentino, que fue carrera espectacular y con mucha historia. Allí ganaron tipos como Moser (Enzo), Moser (Francesco), Saronni (no Moser) o Bugno (putoamo Gianni). Tan importante era el Trentino que tiene a Mikel Landa en su palmarés, algo de lo que no pueden fardar en muchos lugares, oigan. Fue por 2016, última edición con ese nombre. Ahora es lo del Tour de los Alpes, aprovechando la región europea y los lazos que hay entre valles de (la actual) Italia, (la actual) Austria y (la actual) Alemania.

Decía que estuve en la presentación. Fue por Cles, lugar de nacimiento de Maurizio Fondriest, que andaba por allí como un pincelillo, mismo peso que cuando corría, clase por los cuatro costados. Qué tío, Maurizio, otro día hablamos con él, ¿vale? Y eso, que Cles, capital del Val di Non. El Val di Non es un valle de lo más cuco al norte de Trento (el sitio de los obispos, la contrarreforma y Charly Gaul pasando miserias). Tiene castillos medievales, cositas del Renacimiento aquí y allá (he visto pinturas en paradas de autobús, protegidas con metacrilato), lagos de color esmeralda y manzanos a montones. Todo son manzanos. Bueno, también pinos, y algún cerezo, pero manzanos... para aburrirse. Melina, le dicen a la denominación de origen. Y melina patrocina todo este asunto.

Foto: Dylan van Baarle celebra la victoria. (Reuters/Pascal Rossignol)

Claro, así no es de extrañar que en la Piazza Granda de Cles hubiese un tipo disfrazado de manzana (si hubiese tenido disfraz de Manzano a alguno se le baja la sonrisa). De manzana enorme, inmensa. Lo acompañaba una chavaluca (veinte años, hay que ganarse la vida) con cartel grande. "Sáquese una foto con la manzana". Fue difícil esquivarlos durante todo el rato, lo juro, pero no pienso sacarme selfies con algo más redondo que yo.

Hay un par de puestos donde regalan comida y bebida. Como todo está abierto al público la cosa es bastante pacífica (si fuera el catering de una sala de prensa posiblemente hubiese visto golpes, mordiscos en los brazos y alguna mutilación). Tenían... esperen que recuerde... manzanas, bizcocho de manzana, barritas energéticas hechas con manzanas, strüdel de manzana, queso, jamón y vino. Evidentemente el queso, el jamón y el vino volaron, mientras que las manzanas miraban así, como con tristeza, como diciendo "quiéreme", pero es que en asuntos de amores es imposible obligar a nada, que yo pongo de mi parte, preciosa melina, pero mira qué vinito más rico, cómo vas a comparar... Ah, justo al lado del pomar hay fonda de esas italianas donde ponen negronis buenísimos. Me lo dijo un señor mayor. Tres veces, me lo dijo.

Mikel Landa, muy querido

La cosa estaba a rebosar, sí. Mucha gente, muchas bicis. Y los ciclistas, que fueron saliendo equipo a equipo. Aquí... pues disparidad de opiniones. Caja Rural y Eolo llegan los primeros y... en fin, que tampoco desataron una locura tipo Guns N' Roses Use your Illusion Tour. Seguro que me entienden. Luego van saliendo otros. Astana. Ineos (qué pequeñajo es Richie Porte). El Bardiani, que siempre da color. También Kern Pharma. Y después... redoble de tambores... ojo... que salen, que salen... Llega Bahrain Victorious y la peña enloquece. Miiiikel, Miiiikel. Landa, tímido, sonríe, saluda, un par de aficionados se desmayan viendo a su ídolo, queremos un hijo tuyo, Miiikel. A ver, igual no fue del todo así, pero quiero transmitir ambiente. Además, esta la última carrera de Landa antes de ganar el Giro de Italia, tiene su importancia.

Dos apuntes. Pello Bilbao tiene un carisma ligeramente inferior a Landa. Lo que no importa a la hora de ganar carreras, ojo, que gana bastantes, pero es justo decirlo. Y segundo... cómo coño puede molar tanto el Uno-X, que alguien venga a explicármelo. Es que todos, absolutamente todos sus ciclistas tenían pinta de pirarse cualquier tarde desde Kattegat para invadir Nothumbria, macho. Eh, colega desconocido del Uno-X... se te ha caído algo de flow. No importa, imaginario reportero, me sobra. Ese plan. Ah, también estaba aquí un chavalillo belga, diecinueve años, que corre con Bora y se llama Cian Uijtdebroeks. Aprendan a escribirlo porque les va a hacer falta en el futuro.

placeholder El español Mikel Landa en acción. (EFE/Manuel Bruque)
El español Mikel Landa en acción. (EFE/Manuel Bruque)

¿Más detalles? Bueno, que en Italia la música mala es tan mala como la música mala de España. Juraría que es la misma, incluso. Que las piazzas son muy bonitas, con su palazzo, sus arcos y sus celosías. Que los ciclistas están chupadillos, los pobres, dan ganas de ofrecerles un currusco de pan. Eso sí, las bicis acojonantes, unos maquinones, todas preciosas, limpitas, recién engrasadas. Qué envidia. Por lo de limpias y recién engrasadas, digo, yo luego peno con cualquier cosa, no tengo melindres.

Y el estilo. Porque Italia tiene estilo, amigos, no intenten imitarlo en su casa. Aquí se trasiegan martinis como si fueran cafesconleche, porque el aperitivo se hace a media tarde, que os lo tengo dicho, que el aperitivo se hace a media tarde y se bebe algo ligeramente amargo, y yo tengo un maillot precioso de Cinzano, y un par de personas me dijeron esta mañana que qué bonito era (el maillot, no su portador), así que no hace falta extendernos en el asunto. Ah, también hay horteras en Italia, ojo, no vayan a pensarse. Calvo, sudoroso, traje manchado con lamparón en las axilas, corbata de dos colores, una hebilla en el cinturón más grande que los adoquines de Roubaix. En fin, al menos era solo uno, no como en las juventudes de los partidos políticos. (Los perros también majísimos, pero es que los perros son majísimos en cualquier lado).

Una etapa fantástica

Pero aquí veníamos por las carreras, ¿no? Así que vamos a ello, porque esta tarde hubo etapa, amigos. Final en Primiero, que está al pie del Passo di Rolle, y tiene pinta de albergar a gente con pasta. Todo muy instragrameable, no sé si me explico. Pues eso, que salida en Cles y final aquí (ojo, soy enviado especial), con dos puertos en medio. Brocon y Gobbera. Igual no les dice nada, pero Brocon es uno de los passos míticos en el Giro, uno que cruzaron los ciclistas entre la nieve aquel día del Bondone, cuando Gaul y las historias.

Lo de hoy no fue para tanto, pero es que nada es para tanto si hablas del Bondone, año 1956, ¿no? Tuvo su cosa, con todo. Entretenido. Duro y chispeante. Digamos que el asunto comenzó a decidirse pronto, aunque nadie hubiese apostado por ello. Kilómetro veintinueve, que es distancia de salida dominical si te dedicas a escribir, oigan, no me miren con esos ojos, hay que ser sincero. Bueno, decíamos... que kilómetro veintinueve, y hay fuga. Seis tíos. De entre los que no despertaron demasiadas pasiones ayer por la tarde. Zwiehoff, Zangerle, Vinicius Rangel Costa, Asier Etxeberria, Matias Bas y Geoffrey Bouchard. Bien, seamos claros... todo lo que no había en glamour venía más que compensado con la caterva de nombres acojonantes pululando por allí. Y eso, que abren hueco. Se imaginan ustedes el final, porque de lo contrario no iba yo a prestar líneas para estos asuntos.

Digamos que la etapa igual no parece tan dura, pero sumaba casi tres mil setecientos metros de desnivel, que no los tenían algunas Vueltas a España hasta hace un nah. Así que era tiempo de ir remando. Con las praderas grandotas, con la cabaña del abuelito allá arriba (un poco hijoputa era, no hagan caso de la propaganda), con paredes entre anaranjadas y grises que brillan al sol, porque hoy hizo un día buenísimo aquí (lo que no quita para ver, de vez en cuando, lagos con sus buenas placas de hielo). Seguro que entienden el tono. En fin. Que los seis tirando a relevos, que el pelotón sestea. Hasta ocho minutos llegan a tener. Luego, cuentas del rosario. Empiezan a subir Brocon (que es algo muy bonito, en serio) y Zangerle peta. Después Vinicius Rangel Costa también peta, pero no importa tanto porque, joder, se llama Vinicius Rangel Costa. Dijo una vez Gonçalo M. Tavares que lo eufónico del nombre es algo fundamental en literatura. Hablaba de João Cabral de Melo Neto, pero nos vale también aquí (y nos vale igualmente para referirnos a Gonçalo M. Tavares, vaya). Gloria a Vinicius Rangel Costa, amigos.

Faltan casi siete kilómetros para Brocon y Geoffrey Bouchard cambia ritmo. Se le pega Zwiehoff (il tedesco Zwiehoff, dicen en meta, y todo suena más bonito), y juntos siguen a su rollo. Por detrás... pues poco menos que detalles. Tira el equipo de Porte, y eso debe significar algo. Luego ayuda el equipo de Landa, y supongo que también. Por Gobbera se decide el tema. Bouchard pone ritmo, Zwiehoff dice que hasta allí, que tampoco vino él al mundo para jadear en cada curva. En el descenso arriesga un poco más de la cuenta y se va al suelo, porque, ya lo dice Eusebio Unzué, estas cosas de andar atacando y atacando siempre acaban así. El caso es que Bouchard llega a ponerse con más de dos minutos cuando faltan quince kilómetros, y lleva la victoria ya en el bolsillo del maillot, con los papeles de barritas energéticas y las llaves para entrar en casa. Pero cuidado, porque Kals am Grossglockner tiene lo suyo pero tampoco es el Grossglockner grosso, así que... Que el chico no es cojo, vaya, que a lo mejor. En fin, que lo mismo hasta sentencia.

Bouchard se escapa

Pasa que los de atrás aceleran un montón, y que el final tampoco es llano, porque tiene sus buenos repechones, y es un circuito, y los circuitos son traicioneros, y el pobre Bouchard los tiene ahí, los tiene ahí, que se le caen ventajas como al capitán Haddock insultos. Antes podía ventilar el rollo, ahora no está claro ni siquiera que llegue. Esto es la bici, amigos Parece que no llega, va tostadete, no puede con los pedales, se retuerce (bueno, tampoco es para tanto, pero nos entendemos bien a clichés). Ya es mala suerte, porque lo van a pillar en la misma recta de meta. O algo antes. O incluso después. Hay caras largas en el coche del equipo (aunque las escondan detrás de blasfemias feísimas en la lengua de Molière), cierran dos días los colegios de Dijon. Pinta horrible. Lo cogen. No lo cogen. Lo cogen, ay. Espera, que lo mismo... Espera, espera...

Foto: Pogacar. (Reuters/Garnier Etienne)

Que Bouchard llega solo, con un grupito pisándole los talones. Cuarenta tíos o así, aunque finalmente se adelantaron la mitad de ellos. Buena victoria, por momentos hasta pareció que podía llevarse botín mayor, pero distancias magras (como ellos). Cinco segunditos a Pello Bilbao (que tiene cuerpecillo, pero esprinta de narices), lo mismo a Bardet, a Porte, a Sivakov, Buitrago, López, Chaves o Attila Valter (me encanta escribir "Attila Valter"). Mikel Landa y Thibaut Pinot entraron a nueve, porque su reino no es de este mundo. Llegarán días más propicios. Quizá. Puede. Casi seguro.

(Siete minutos a Froome. No llegarán días más propicios. Y si llegan será rarísimo). Ah, el maillot de líder es verde, y a mí estas cosas me gustan, porque uno nunca tiene demasiada personalidad. Y menos en el ciclismo. Al pobre Bouchard le preguntan en la rueda de prensa si le gusta Italia, si le gustan los tallarines, si va a correr el Giro, si tiene moza transalpina o algo mirado por acá. Ese tono. Pero parece majo, y está flacuco. Además, yo soy muy de Pinot. Que vale que corre en otro equipo, pero también es francés. Ayer me pasó Pinot, subiendo un puerto, y preferí no cogerle rueda, porque le iba a dar la brasa con todo el rollo del existencialismo y tal, y bastante tiene Thibaut con lo suyo. Pero poder, podía. Así que bien. Nada que objetar, todo abierto y cierta pinta de tácticas guionizadas por Francisco Ibáñez. Esto promete, porque yo disfruto de narices los dislates.

Mañana les cuento más.

La presentación de una prueba ciclista siempre es algo curioso. Ves a los corredores de cerca, el ambientillo, las bicis, la música bien alta, políticos de turno fingiendo que sí, joder, yo sé de qué va esto, si hasta salgo a pedalear como tres veces por semana, unos veinte kilómetros en total, sí, jaja, qué me vas a contar a mí, que vi correr a Perico Indurain. ¿Cómo? No, no, yo de esas comisiones ni idea... Más o menos. Ayer estuve en la presentación del 'Tour of the Alps'. El Tour de los Alpes es como le dicen hoy al antiguo Giro del Trentino, que fue carrera espectacular y con mucha historia. Allí ganaron tipos como Moser (Enzo), Moser (Francesco), Saronni (no Moser) o Bugno (putoamo Gianni). Tan importante era el Trentino que tiene a Mikel Landa en su palmarés, algo de lo que no pueden fardar en muchos lugares, oigan. Fue por 2016, última edición con ese nombre. Ahora es lo del Tour de los Alpes, aprovechando la región europea y los lazos que hay entre valles de (la actual) Italia, (la actual) Austria y (la actual) Alemania.

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