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El Triatlón Blanco de Reinosa, allí donde Perico Delgado triunfó y que no verás en Twitch
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Sufrir para sufrir... Y volver a sufrir

El Triatlón Blanco de Reinosa, allí donde Perico Delgado triunfó y que no verás en Twitch

Acompáñenme en esta historia de superación, pero sobre todo de sufrimiento. Primero una parte corriendo, luego un buen tramo en bicicleta y, para finalizar, a echarse al monte con el esquí. Perico lo hizo, ¿y usted?

Foto: El Triatlón Blanco, en bicicleta hasta Alto Campoo. (Gema Rodrigo)
El Triatlón Blanco, en bicicleta hasta Alto Campoo. (Gema Rodrigo)

A Reinosa hemos subido para ver el Triatlón Blanco. Prueba señera, pionera en lo suyo. Correr por Reinosa, en bici hasta Alto Campoo, luego esquí de fondo por una nieve brillante que asoma entre peñas calizas. Sufrir para luego sufrir y, más tarde, también sufrir. La risión, vaya. Sobre todo si lo ves calentito y cansándote poco, como hace el reportero...

Prueba señera, dijimos. Trigésimo segunda edición la de este domingo 30 de enero, que igual a los chavales del Twitch no les parece mucho... pero lo es, vaya si lo es. Y aun más que debieron celebrarse, solo que a veces no había nieve, y otras veces había demasiadas nieves, e incluso alguna se cruzó con cierta pandemia de cuyo nombre no quiero acordarme. En 1987 empieza todo, con Óscar Gutiérrez al mando y Peio Ruíz Cabestany ganando arriba, porque Peio Ruíz Cabestany es de esos paisanos que te sirve para un roto y para un descosido, que lo mismo presenta un programa de viajes que triunfa en el Tour o alza los brazos calzando esquís. Repetiría dos años más tarde. Entre medias... pues Pedro Delgado. Nada menos, oigan. Perico. Doblete en 1988. Tour de Francia y Triatlón Blanco. Tampoco vamos a equiparar, pero... ejem. Fue constante en aquellos primeros tiempos. Lo de traer ciclistas pros, digo. Por Reinosa pasaron Laguía, Julián Gorospe, Fernando Escartín, Rodríguez Magro o Marino Lejarreta. También los hermanos Díaz Zabala. Allí, de hecho, es la primera vez que alguien compitió bajo patrocinio de un equipo luego bien conocido: el Grupo Deportivo ONCE. También estuvieron deportistas de otras disciplinas, faranduleros (hasta una Miss España, no se lo pierdan), e incluso el hoy televisivo Antonio Alix. Aún conserva el récord en el tramo de bicis, me cuentan por el pueblo...

placeholder Ánimos antes de la salida en Reinosa. (Gema Rodrigo)
Ánimos antes de la salida en Reinosa. (Gema Rodrigo)

Reinosa tiene un casco antiguo con muchas piedras, muchos soportales y tres o cuatro solanas donde hay gente mirando desde mucho antes de que empiece la prueba. No es para menos. Más de un centenar de participantes, cada uno con sus bicis, sus calentamientos y sus manías. Sumen allegados, voluntarios, gente de la Federación y tipos que pasaban por allí y... bueno, tiene su punto. Yo paseo entre bicicletas aparcadas como el niño goloso lo haría en una tienda de gominolas (para qué engañarnos... como yo mismo lo haría en una tienda de gominolas). Son todo máquinas chulísimas, de esas que cuestan bastante más de dos salarios periodísticos (periodísticos de los de la tele, se entiende). Mucha rueda de perfil ancho, mucho potenciómetro, mucho freno de disco (ay, a mí me parecen tan antiestéticos), mucha marca conocida. La mayoría vienen, además, con regalucos. Barritas y geles pegados al cuadro (para no perder ritmo), cascos de última generación enlazados al manillar (para no perder la cabeza), guantes largos posados sobre las manetas (para no perder dedos) y zapas colgando de los pedales automáticos (para no perder tiempo). Que ya me dirán ustedes qué necesidad hay de hacerlo todo tan rápido. En fin, ellos sabrán.

Curioseo aquí y allá mientras los participantes (chicos y chicas, muchas chicas) calientan, entran a los bares a echar la meadilla de los nervios, hablan con unos y con otros. Casi todos parecen aquejados de molestias en articulaciones, lesiones antiguas que reaparecieron, sobrepeso, falta de entrenamiento. En fin, lo típico antes de estas cosas. Yo los miro. Hay mucho 'coulotte' corto, hay alguno incluso en tirantes. Que no hace frío, ¿eh?, pero para tanto... La mayoría lucen cinturilla de avispa y gemelos como para partir nueces. Resoplo, tomo nota en la libreta. Poco entrenamiento, sí...

placeholder Empieza el sufrimiento de la carrera. (Gema Rodrigo)
Empieza el sufrimiento de la carrera. (Gema Rodrigo)

En un momento se escuchan campanas desde la Iglesia de San Sebastián, que está cerquita. Repique rápido, tintar de hierro y bronce, verdadero, nada de grabaciones con altavoz. Los participantes no se inmutan. Todos llevan mascarilla (se la quitarán justo antes de salir), todos están muy seriotes. Desde luego en las fiestas del pueblo se ven rostros menos graves, macho. El ding, dong sigue, cantarín. Si me hubiese animado a participar (algún chiflado que tengo por amigo me lo sugirió) seguramente tocarían a muerto...

Piiiii... silbato y... la locura. Pero dónde vais, muchachuelos, por qué salís zapateando de esa forma. Con lo que queda. En fin, que empiezan los siete kilómetros a patita por las calles de Reinosa. Recorrido urbano. Gente a montones, porque esta prueba es muy sentida por los vecinos, y porque a las doce de la mañana pues ya empalmas con el blanco y te queda un domingo de lo más cuco. Vamos, vamos. Ánimo. Los miembros del club local llevan ropa de color naranja y negro. A ellos les gritan más, pero mejor. Y peor. Insultos y eso, en plan cariñoso. "Vamos, vago". "Corre, cabrón". "Saliste demasiado de fiesta". Esas cosas.

Me encanta. Porque hay historietas allá donde mires. El locutor con voz de loquendo y eco a campanile. El paisano que abre carrera montado en una mtb (chaleco amarillo fluor, silbato en la boca, gafotas de sol, bigote de antaño). El que rueda detrás del último participante (que va en moto de motocross, y eso es injusto, porque el primero rueda más rápido y este apenas se puede lucir). Un espectáculo. También los propios participantes, cada cual con su estilo. El chavalín filiforme que domina desde los metros iniciales. Los abuelos que sufren y guardan. El elegante que pasa de los últimos, el que lleva cara de estar muriéndose y rueda al principio de todos. Los brazos caídos como extremidades de un maniquí cansado. Las piernas que no acaban de acompasar respiraciones. Es un mundo.

Foto: Ángel Arroyo, José Miguel Echavarri y Perico Delgado. (EFE/Juanjo Martín)

El final de la carrera a pie va primero Mikel Ibergallartu. Me fijo bien en él durante la transición. No tiene pinta de haber salido en Nochevieja. Tampoco tiene pinta de haber cenado en Nochevieja. Mientras coge su bici a toda hostia, como si tuviera miedo que se la robasen, le cuento las costillas. No sabía que guardábamos tantas, oigan...

(Ibergallartu llegará primero a Alto Campoo y terminará también primero tras el esquí. Incontestable lo suyo. Enhorabuena).

El tramo de boxes está frente al Ayuntamiento de la villa. En casa, pues. Y es una especie de caos controlado. Danzarín, si quieren. Y, como en cualquier baile, los hay que coordinan mejor que otros. Básicamente consiste en coger la bici, cambiar de zapatillas, salir corriendo de un recinto vallado (los primeros van en calcetines y se calzan sobre la máquina, los últimos ya tal), montar en el sillín a partir de una raya blanca. Después... pedalear 24 kilómetros. Los últimos dieciséis cuesta arriba. Chupao...

Ir en coche de la organización durante un prueba con el tráfico cerrado siempre es experiencia rara. Puedes hacer casi cualquier cosa... pero en realidad ruedas despacito, despacito. Tampoco importa, porque uno se entretiene con fruslerías. Los grupitos que hay. La nieve que asoma por entre brañas umbrías. El estilo diferente de cada uno (este con plato, aquel muy suelto, el de más allá las rodillas como si llevase un cesto con fruta). Hay una moto de tres ruedas, se pasa por el nacimiento del Ebro, asoma un castillo si miras hacia Ozcaba. Pasamos a algunos que van a sufrir. Mucho. Miradas en asfalto, pedaladas asíncopas, goterones que caen desde su barbilla, los hombros moviéndose a derecha e izquierda. Queda casi toda el puerto hasta Alto Campoo. Dos o tres palabras. No creo que las oiga. Acelera el auto mientras triscamos piedrecitas de sal con las ruedas. Es por la nieve. Bueno, y porque el Triatlón Blanco es prueba de lo más salada...

placeholder Segmento de la carrera a pie. (Gema Rodrigo)
Segmento de la carrera a pie. (Gema Rodrigo)

Abriendo carrera va una furgoneta roja conducida por Carlos Cobo. Carlos es presidente de la Federación Cántabra de Triatlón, y organiza todo este sarao. Tiene el pelo largo, las manos grandes y es de esos que lo mismo te dejan libros de etnografía pasiega que suben El Escudo corriendo o se van en bici hasta Burgos. Seguro que conocen a alguien así (no a muchos, porque no hay). Conociéndolo no descarto que lleve puesto Iron Maiden a toda hostia para amenizar ascensos y espantar tasugos. Acabará la jornada con más kilómetros en el cuerpo que cualquier participante...

El tercer sector es el más pintoresco. Bueno, a ver... se llama Triatlón Blanco, ¿no? Pues habrá que hacer esquí. En Campoo, tradicionalmente, se esnaba. Esnar es patinar sobre nieve o hielo con una especie de albarcas a las que se ponían tacos largos y finos de madera. Bueno, pues ahora igual, pero más moderno. Como la gente que hay en la Estación de Esquí, que es ese tipo de gente que tú esperas encontrarte en una Estación de Esquí.

Los días anteriores hubo ciertas dudas. Sobre si podría hacerse el asunto. No sobra nieve, no, en Cantabria este año. Qué quieren, los idiotas dicen que vaya invierno más bueno, que mira, casi ni llueve. Al final la estación de Alto Campoo y Cantur arrimaron el hombro, y habilitaron un circuito bastante chulo que estaba en torno al kilómetro. Subir y bajar, cinco vueltas. Si todo salió en condiciones fue, también, gracias a ellos.

Foto: Pogačar, en una imagen del pasado Tour de Francia. (Reuters/Stephane Mahe)

Y salió, ¿eh?, salió. Por de pronto llegan los primeros hasta arriba. Gente del duatlón (estaba la posibilidad de hacer solo el tramo a pata, más corto, y en bici). Entra el primero, levanta los brazos. Unos segundines y llega otro. Este no celebra. Al suelo directamente, empieza a gemir, estira la pierna derecha, cierta espectadora entiende y empieza a empujar su pie hacia el torso. Lo que duelen los calambres en gemelos, amigos. Lo que duelen...

Aquí la transición se hace en una nave. Los ciclistas dejan las bicis sobre perchas y luego calzan botas de esquí. Hay más tranquilidad que abajo, porque, supongo, todos saben más o menos dónde van a llegar. Después... oh sorpresa, oh crueldad. Para llegar hasta el tramo de travesía debes subir una pendiente empinadísima. Ellos lo hacen corriendo, yo jadeo como un perro en agosto. El Triatlón Blanco está siendo humillante para el periodismo canalla...

Y eso... esquiar. Pista de La Galgosa, le dicen. La cosa es que todos hemos corrido alguna vez, y todos sabemos andar en bici. Bueno, casi, ustedes me entienden. Pero lo de las tablas... ay, eso no. Y aquí se ven técnicas muy desiguales. Los hay que directamente trotan en lugar de impulsarse con maneras ortodoxas (como hacía yo cuando me regalaron unos patines en línea... aun me duelen muñecas y caderas de aquello). Otros apenas usan los bastones, esos de más allá suben a duras penas pero bajan como si les fuese la vida en ello, porque algunos tienen conocimiento escaso. Resulta hermoso, sí, pero también cruel, porque los hay que pierden montón de puestos solo por un aspecto técnico, que son adelantados sin problemas por quienes saben acompasar brazos y piernas, balancear en el momento exacto, frenar justo antes de la curva. Claro que la técnica también cuenta en el deporte (y menos mal para los gorditos).

placeholder La parte del esqui en La Galgosa. (Gema Rodrigo)
La parte del esqui en La Galgosa. (Gema Rodrigo)

Al final resulta que hay docenas de tíos y tías dando vueltas al óvalo, y hay sprints para entrar en los giros, y antes de la meta, y al fondo puedes ver chavales tirándose con trineos, y un montón de familias comiendo hamburguesas con patatas fritas (lo del chocolate caliente debe ser más para los Alpes), y una moto de nieve-ambulancia permanece allí, aparcada, a ver si no gastamos combustible hoy, y todo tiene un cierto toque vintage, porque la ropa de los esquiadores es siempre algo vintage (tan ajustada ella, tan Ned Flanders meneando el pandero), y hace sol de narices, e incluso calor, y pasan un grupo de veinteañeros sin camiseta, que yo creo ya es demasiado, pero qué sabré yo, y la luz se refleja sobre el blanco creando brillitos titilantes aquí y allá, y salpicas nieve como si fuesen copos gordos de azúcar, y las botas crujen con ese sonido tan característico y tan imposible de describir (algo así como ir pisando nubes), y que qué bonito todo, de verdad, qué bonito.

En chicas llegó primera Enara Oronoz. También ganaron Carlos Nieto y Lucía Ibáñez (Campeonato de Cantabria), Carlos Díaz y Soraya García (Campeonato de Asturias), Israel Tapias (Campeonato de Castilla y León) y Mónica Carrascosa (Campeonato de Euskadi). Ya que subimos hay que aprovechar el tiempo, supongo, y se pusieron en liza montones de cosas. Tampoco voy a caer yo en el tópico del “ganaron todos”, porque esto no son las ferias de mi pueblo, pero vamos... que se les veía contentos a los mozucos. Cansados pero contentos. Algunos, incluso, animados de las formas más peculiares, como aquella triatleta que hizo toda la transición hasta el esquí seguida de un niño (ocho, nueve años) que agitaba feliz un campano de metal.

Tolón, tolón.

El año que viene vuelvo.

A Reinosa hemos subido para ver el Triatlón Blanco. Prueba señera, pionera en lo suyo. Correr por Reinosa, en bici hasta Alto Campoo, luego esquí de fondo por una nieve brillante que asoma entre peñas calizas. Sufrir para luego sufrir y, más tarde, también sufrir. La risión, vaya. Sobre todo si lo ves calentito y cansándote poco, como hace el reportero...

Pedro Delgado Twitch
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