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Aquel Guns N'Roses al que salvó la bicicleta: la historia de Duff McKagan
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"EL REY DE LA CERVEZA"

Aquel Guns N'Roses al que salvó la bicicleta: la historia de Duff McKagan

De tener quemaduras de tercer grado y tentar a la muerte, a convertirse en un adicto sobre la bicicleta. Así se salvó el bajista de la mñitica banda del infierno de drogas y alcohol

Foto: El bajista Duff McKagan, en bicicleta. (@Twitter)
El bajista Duff McKagan, en bicicleta. (@Twitter)

Esta historia empieza con un disparo. Pam. Como las de Marlowe, solo que aquí no muere nadie. Es milagroso, pero no muere nadie. Pam, decíamos, y salen a toda velocidad. Ellos, los ciclistas. Codos, empujones, jadeos, algún que otro grito. En pocos metros, algunos empiezan a destacar, meten distancia, se tiran montaña arriba. Detrás... detrás el resto. Detrás él. Lleva zapatillas de caña alta, como si fuese a jugar al básquet con los colegas. Gorra de béisbol en lugar de casco, vaqueros cortados a la altura del muslo (hilachos blancos colganderos) en vez de coulotte. Menudas pintas, colega, menudas pintas. Y, sin embargo, quizá sea uno de los tipos más 'cool' que haya entonces en... bueno, en todo el mundo.

placeholder Duff McKagan en acción. (Reuters/Mario Anzuoni)
Duff McKagan en acción. (Reuters/Mario Anzuoni)

Pam, claro. Y nuestro protagonista acaba en el suelo. Chapa y pintura, dos o tres rasponazos. Se levanta y sigue. A esas alturas de su vida, Duff McKagan (Seattle, 1964) podía dar algunas lecciones sobre eso de la resiliencia... Un poco antes, el 31 de marzo de 1994, Duff aterriza en el aeropuerto de Seattle. Ha pasado todo el vuelo hablando con Kurt Cobain. Parece triste, piensa. Pero es que él no es nadie para ir señalando los problemas a otros. En el barullo de la Terminal pierde de vista a Cobain. Cinco días después, le llegan noticias...

Claro que por aquel entonces andaba nuestro protagonista a otras cosas. Sobrevivir, más que nada. El 10 de mayo de 1994 se levanta con un leve dolor de estómago. Bueno, no es así del todo. Veinticuatro horas antes se ha pimplado diez botellas de vino. Su media de entonces, ustedes me entienden. Hasta que algo dice 'basta' allí adentro. Lo cuenta McKagan en 'It's so easy' (y otras mentiras), la maravillosa (y muy honesta) autobiografía que acaba de traducir al castellano Libros Cúpula. De ahí sacamos muchos datos de los que aquí vamos a salpicarles. Porque esta historia salpica, colegas.

Su vida, en grave peligro

Y, bueno, que Duff quiere morirse. A ver, piensa que se está muriendo, para entendernos. Dolores como si mil puñales se clavasen en su estómago y retorciesen las vísceras. Cuando Andy, un amigo de su infancia, lo encuentra tendido en el suelo, sus palabras dejan bien clarito lo que todos pensaban sobre Duff. "Mierda, ya ha pasado". Traslado al hospital, gritos, un tipo con la espalda rota que, en alarde de buen humor, dice "joder, colega, no querría estar como tú". Ya ven las risas. Que le ha estallado el páncreas por... en fin, por beber todo el alcohol del mundo (la farlopa tampoco habrá ayudado, creo yo). Y, sin páncreas, las enzimas digestivas campan alegremente por su cuerpo. Y corroen bastante. ¿En pocas palabras? Duff McKagan tiene quemaduras de tercer grado. En su interior. Tienen que operarlo. Antes de entrar al quirófano, agarra al cirujano. "Máteme. Máteme, por favor. Se lo ruego".

placeholder McKagan con su hija Grace | 'It's Easy'. (EFE)
McKagan con su hija Grace | 'It's Easy'. (EFE)

1988. Duff dice seis palabras. Muy sencillas. One, two... one, two, three, four. Suena leve rasgueo de guitarra, luego Axl Rose silba. Comienza Patience. No es una mala forma de entrar en la eternidad, ojo. (Aunque sea algo facilona, y blandengue, aunque ya no suene esa energía juvenil y desbordante del Appetite). Duff McKagan toca el bajo. Con la banda más grande que hay a finales de los ochenta, a principios de los noventa. Seguramente la última que podemos denominar 'gigantesca'. Después de los Guns N'Roses... pues sí, pero no. Llenar estadios, desatar locuras, vender millones de discos como quien saca a pasear el perro... Eso. Que sí, pero no. Ellos cerraron etapa, rompieron molde.

Y Duff era el larguirucho de aspecto guay, una especie de tipo intermedio entre los rizos rococós de Slash y las pintillas aniñadas de Axl (joder, como para fiarte de los tópicos, colega). Dicho de otra forma... en el top ten de molar. En el top ten de molar contando TODO el mundo... Ah, y bebía, bebía mucho. En los conciertos, Rose lo presenta como "Míster Duff McKagan, el rey de la cerveza". Echó tal familla que una tarde llaman a su teléfono. Mira, es que vamos a hacer una serie de dibujos animados. Sí, soy de Seattle, como tú. Sí, sí. Y eso, la serie... hay un personaje que trasiega bastantes birras, y queríamos poner tu nombre a su marca preferida. Ya sabes, una bromita interna. Quién se podría acabar enterando. A día de hoy 'Duff', la cerveza que pimpla Homer Simpson, aparece en millones de productos por todo el mundo.

Foto: 'Duffman' en 'Los Simpson'

1994. Si bebes una sola copa más... bueno, es el fin, colega. Joder, ahí es nada. Abstinencia absoluta. Abstinencia para alguien acostumbrado a zumbar cuatro botellitas de vodka con zumo de arándanos al día. O diez de vino. Ese tipo de cosas. Imaginen. Y a lo loco, pum, un día pimplando, el siguiente no puedes ni mirar vasucos porque... en fin, te puede matar. Y de forma dolorosa, que es algo muy desagradable. Así que por las bravas. Sudores, pinta general de estar desahuciado. Duff es uno de los hombres más famosos del mundo, pero cuenta cómo las cajeras del súper intentan no rozar sus manos mientras hacen muecas de asco. Qué puta, la vida.

La bicicleta le salvará la vida

(Sus manos están agrietadas, cubiertas por cortes, sangrando la mitad del tiempo. Deshidratación aguda. "Estuve diez años sin beber nada de agua, porque ese líquido ocupaba un espacio muy valioso en mi estómago. Uno que podía llenar con priva"). Tiembla tanto que empieza a salir en bici. Sí, cuenta que eso lo ayuda. Usa una mountain bike, auténtico hierro que tenía olvidado en su casa de Seattle. Al principio, solo paseos sin rumbo, refrescar la mente, dejarse llevar. Luego empieza a hacerlo con método. Le gustaba. Abandonó los llanos, buscó pendientes. Montar durante todo el día duele, pero es un dolor positivo. Sigue dieta especial, una que pueda soportar su maltrecho organismo. Pescado, verdura.

Y pedalea. Hostias, la bici le está salvando la vida a un Guns N'Roses, colega...

1984. Guns N'Roses era un grupo de Los Ángeles. Total y absolutamente de Los Ángeles. Solo que Duff McKagan había nacido en Seattle. Y tenía allí contactos. Bastante buenos. Consiguió tocar con su nueva banda nada menos que en el Gorilla Gardens. No los conoce nadie, no va a verlos nadie. Los dueños del garito ratonean pagos. A tomar por culo. Axl y Duff deciden quemar el sitio, porque eso es lo que uno espera que hagan los Guns, ¿no? Prenden fuego a un contenedor. No pasa nada, no hay vidrios rotos, el cubo de basura consume una llama pequeñita hasta apagarse. Bueno, quizá sea mejor así. Al fin y al cabo... bueno, nosotros somos de Los Ángeles. Y Duff McKagan, nuestro cicloturista preferido, debe volver.

1994. Duff vuelve a Los Ángeles. Joder, esto va a ser difícil. Allí tiene a sus amigos, a sus amantes, a un montón de tipos que a) llegan ligados al alcohol y las drogas; o b) se acercan hasta el señor McKagan por el alcohol y las drogas. En fin, toca apechugar. Nada más aterrizar en la ciudad, va a comprarse una bici. Si tanto bien me hizo en Seattle... en fin, sería de idiotas abandonar ahora. Así que acude a Bike Shack, en pleno Studio City. Tan cerca de 'su' terreno, de 'sus' fincas. Allí donde fue grande. De donde casi no volvió.

En Bike Shack, el rubito fija ojos sobre un anuncio. Carrera. Big Bear Lake. Dentro de siete semanas. Incluye categoría para no profesionales. Una marcha de esas como hay tantas. Competitiva, pero no competitiva, ustedes me entienden. Duff mira a su vientre. Está adelgazando un montón de kilos (veinte en tres meses desde aquel pequeño problema de casi morirse), y su figura ya vuelve a recordar aquella que hacía suspirar muchachuelas en el video de 'November Rain'. El alcohol engorda, la bici adelgaza. Si tienen que quedarse con una enseñanza en todo este embrollo... que sea esta.

Y, eso, que se apunta. Sí, ¿por qué no? Suena bien.

1985. Al principio eran unos tirados. Los Guns N'Roses, digo. Auténticos parias. Si hasta vivían en su local de ensayo, un cuchitril diminuto en zona de putas y yonquis. Claro que ellos ya formaban parte del segundo grupo, vaya. Cuenta Slash que una noche estaban allí con unas chicas. El espacio era tan pequeño que Izzy Stradlin eyaculó sobre su pierna. Joder, tío, hay que buscarse algo más grande... Luego llegó lo otro. El adelanto récord por 'Appetite for destruction'. Los 150 millones de discos vendidos. La trilogía de videos 'baladeros' en plan súper banda megalómana. Las peleas, las sobredosis, la violencia. Todo eso. Qué importa. Siempre tendrán algo de aquella errabundez original. Si hasta sus primeras maletas se las regalaron los Aerosmith después de terminar una gira juntos. Antes, cinco melenudos de Los Ángeles viajaban con todas sus cosas en bolsas de tela. Cremalleras y candados. Para qué más.

Foto: John Foster Fraser, con su bici en Birmania. (Alamy/The Picture Art Collection)

1994. A mediados de los años noventa, Big Bear Lake es un sitio mítico entre los ciclistas californianos. Una especie de meca a la que acudir cuando se puede para hacer descensos, respirar aire puro y, en general, solazarse con algo parecido a Mónaco en mitad de la montaña. Pero sin horteradas. Vamos, casitas de madera y estilo cuqui. Y el lago. Qué bonito, el lago. Allí llegas después de subir. Y subir. Y subir un poco más. Vamos, que te aburres subiendo. Setenta kilómetros por la vía más utilizada, coronas por encima de los 2.400 metros sobre el nivel del mar. Joder, queda lejos Malibú.

Tuvo final de etapa en el Tour de California, años 2010 y 2012. Victorias parciales para Peter Sagan, nada menos, y Silvay Georges (que mola regular junto al eslovaco en un palmarés). Michael Rogers y Robert Gesink acabaron ganando aquellas carreras. Particulares. Al Tour de California lo patrocinaba Amgen. Laboratorio farmacéutico Amgen. Laboratorio farmacéutico que comercializa la EPO Amgen. Supongo que hubo quien se dio cuenta de la ironía y, aun así, decidió seguir con el asunto. Alabado sea.

Los Guns N'Roses están por las nubes

1991. Puede que la Gira 'Use Your Illusion' sea uno de los momentos donde se alcanzaron mayores cotas de depravación en el mundo del rock. Y ojo, que los hay abundantes, ¿eh? Pero es que entre 1991 y 1993, los Guns N'Roses andaban totalmente desencadenados. Casi doscientas fechas, casi treinta países. Si hasta presentaban un disco (luego fueron dos) que ni siquiera estaba publicado durante la mayoría de los conciertos... Iban en avión (no jet) privado por ahí (Slash y Duff lo estrenaron fumando crack antes de que despegase por primera vez), montaban tinglados mastodónticos, hacían fiestas temáticas (parranda romana con los Guns)... A veces, los miembros del grupo (ya no estaba Steven Adler, ya no estaba Izzy Stradlin) ni siquiera se encontraban en el mismo país antes de ir a un concierto. Ya ven.

Sumen retrasos mastodónticos, un Axl pasado de rosca, bastantes asuntos turbios y... bueno, como para extrañarnos de cómo acabó aquello. Mal, vaya. Qué se piensan...

1994. Pasa que Duff McKagan conoce perfectamente el dolor, porque viene de él. Y está a gusto en su compañía. Vamos, que no lo van asustar dos o tres rasponazos, caerse nada más salir, que trescientos tíos hipervitaminados adelanten aquí y allá. No. Él se levanta, sonríe. Joder, es peor lo del páncreas. Y pedalea. Piensa, también. Últimamente lee mucho. A Hemingway, ensayos sobre la guerra, Melville. Lleva uno días en Big Bear Lake, para acostumbrarse a la altitud (ventajas de ser multimillonario... los ciclistas profesionales se marchan al Teide o Sierra Nevada). Todo perfecto. Respira, Duff. Nada a tu alrededor.

Lo cuenta él mismo. Que pronto entró en su espacio de sufrimiento. Que encaró una pendiente brutalmente dura. Su lugar, su instante. Apretó dientes, olvidó todo. "Sufrir me abría las puertas del sosiego". Empieza a adelantar a tíos con ropas caras, bicis estratosféricas. Su cuerpo filiforme lo ayuda. "Estaba empezando a divertirme, a relajarme (...). Oía el trinar de los pájaros, el crujir de las hojas secas, los guijarros que las ruedas de mi bici lanzaban despedidos. Y aunque tenía el pulso acelerado por el esfuerzo, las palpitaciones que sentía en el pecho no me llenaban de miedo o de paranoia como me había ocurrido cuando los latidos frenéticos de un corazón bombeado por la cocaína me revolvían el estómago y me provocaban escalofríos de terror".

No sé, parece algo así como un renacimiento, ¿no? En bici, nada menos. Ah, Duff McKagan acabó aquella carrera en el puesto 59 entre los más de trescientos tíos de su categoría. Cómo si tuviera importancia...

El descontrol de McKagan

1992. Duff McKagan mira su pasaporte. Allí hay un sello de Checoslovaquia. Debe ser bonito, Checoslovaquia. Solo que él no recuerda haber estado en ese país. Tiene un enorme agujero en su memoria, desde varios días antes.

Veamos... en momentos de esplendor etílico Duff McKagan dejaba todas las noches un enorme vaso de vodka con zumo de arándanos sobre la mesilla de su habitación. Con mucho, mucho hielo. Así por la mañana podía beberlo fresquito, antes siquiera de levantarse a mear. Ese nivel. Litros y litros de todo lo que usted pueda pensarse. Cuenta que, a veces, le llegaban arcadas, devolvía y acababa lamiendo su propio vómito porque el olor a alcohol le resultaba atractivo. En fin, que se perforó el estómago, ya saben. Ah, también el tabique nasal, por aquello de la farlopa. Caballo no, caballo nunca. Al menos inyectado. De fumarlo ya...

placeholder Axl Rose y Duff McKagan en acción. (Reuters/Vincent West)
Axl Rose y Duff McKagan en acción. (Reuters/Vincent West)

Claro que el hábitat ayudaba. Recapitulando... Slash, por ejemplo, era un auténtico yonqui. Pero de los gordos. De los de tener sobredosis con cierta frecuencia. En plan... mira, estoy en un restaurante cenando con Slash y, de repente, pierde el conocimiento, se desploma sobre el plato, su corazón deja de latir. El tío tenía más dinero del que jamás nadie hubiese podido imaginar, pero aun seguía pidiendo unos dólares por los garitos a sus colegas para poder chutarse. Ese rollo. Izzy Stradlin... joder, Izzy estaba aun peor. Si este era yonqui (y camello) desde el principio.

Pasa que tenía personalidad más discreta, que no daba tanto la nota, que estaba ahí, a un lado del escenario, tocando cojonudamente sin moverse mucho, componiendo un montonazo de obras maestras que todos le atribuíamos a guitarra y voz. Pero vamos, andaba jodido. Él supo verlo antes que nadie. Los Guns resultaban suicidas. Así que dejó el grupo antes de que su salud lo dejase a él. También se refugió en el deporte, también le dio a la bicicleta... Luego estaba Steven Adler. Steven, que era el bateras, y los bateras tienen su fama. Pues este... cumplidor. A Steven lo expulsaron de Guns N'Roses por pasarse con el tema drogas. Vuelvan a leerlo. Que te expulsen de Guns N´Roses por un asuntillo de narcóticos es como si te echan de la Biblioteca Nacional por leer demasiado.

Foto: Steven Adler junto a quien fue guitarrista de Guns N' Roses. (Angela George/Wikipedia)

Más o menos. Imaginen. Axl Rose controlaba más que el resto, seguramente porque la pedrada la venía de serie, y ya tenía suficientes delirios sin necesidad de recurrir al Quimicefa. Total, eso te embota los sentidos, y Axl debía estar preparado cada noche por si había que darse de hostias con alguien por... bueno, por decirle "no, Axl", o "alguien mola mas que tú, Axl", o "quizá la filosofía kantiana es superior en el aspecto ético a la hipótesis hegeliana, Axl". Qué importa. Ya ven... era jodido salir de allí.

1994. Duff McKagan está agotado, sí, pero también satisfecho. Pleno como no recordaba desde hacía... bueno, mucho. Camina por entre stands que hay montados después de la meta. Es caminar de ciclistas cansados, ustedes seguro que lo han visto, pareces ir pisando huevos. Alguien lo para. Eh, tío, tú eres Duff, ¿no? Él mira, no reconoce pero, joder... es el puto Duff, tiene tipos haciéndole esa pregunta en todo el mundo. Asiente. El otro tiende su mano, soy Cully, dice. McKagan levanta la vista, ve que la persona a quien va a saludar es la misma que aparece, un poco más allá, en una enorme foto publicitaria. Dave Cullinan. Campeón mundial de MTB en 1992.

Retirado por lesión cardiaca. Los dos hablan. Vaya, tienen más cosas en común de las que nadie pudiera pensar. Intercambian teléfonos, empiezan a entrenar juntos. El antiguo rockero (si es que se puede ser antiguo rockero) comparte grupetta con algunos de los ciclistas más potentes de la época. No desentona. Al menos, siempre tiene historias chulas para contar. El dolor purifica.

Barcelona marca un antes y un después

1993. El 'Use Your Illusion Tour' acaba con Guns N'Roses. Ya no son un grupo, sino solo la reunión de cinco músicos (más un montón de invitados cada noche) con talentos acojonantes que se juntan de vez en cuando para tocar. El golpe de gracia viene en Barcelona, cuando el abogado de Axl Rose se acerca a Slash y McKagan antes del concierto y les tiende unos papelitos. Para que firmen. Nada, fruslerías legales. Que ceden los derechos de la marca 'Guns N´Roses' a mi representado. Ya ven, una nadería. Ah, si no echan aquí el garabatillo dice Axl que no sale a cantar. El público empieza ya con los 'buuuu'. Ambos firman. Queda poco de los chiflados que quisieron quemar un club de Seattle solo diez años atrás.

Duff empalma esa gira con otra en la que presenta su primer proyecto en solitario. Imposible. Cada vez está peor. Sus manos amanecen tan cuarteadas que, a veces, deben pegarle las púas con cinta aislante, porque de lo contrario no logra sostenerlas. Ah, le sangra la boca. Y las encías. Y la lengua. Y, en general, todo duele bastante. Quiere morirse, pero no lo sabe, porque se pasa todo el día borracho. Abandona a mitad de gira. Aquello no tiene sentido. Entonces es cuando vuela a Seattle. Cuando coincide con Kurt Cobain en el avión, y le parece triste. Ya saben el resto de la historia.

1994.. Joder, tío, ayer la liamos como si fuésemos estrellas del rock. McKagan cuenta esta anécdota como quien cuenta algo definitivo para hacértelo entender. Su antigua vida, la que tuvo después de... bueno, después de todo. Ayer nos corrimos una juerga que ni las estrellas del rock, le dicen a Duff. Domingo por la mañana, una casa que no es la suya. Casi igual que antes. Solo que ahora no hay allí strippers, ni Slash temblando en una esquina, ni 'dealers' vendiendo a puñados llenos. No, otra cosa. Un amigo de Dave Cullinan, una casuca más modesta que las suyas, las de Hollywood. Y deportistas, muchos. Bikers. Profesionales del asunto. Cervezas tiradas por el suelo. Nada, un puñado. Y tipos con resaca. Una juerga que ni las estrellas del rock. Dave observa a Duff, sonríe, le da permiso con la mirada. Y para vosotros... ¿qué significa eso? Uno, con los ojos entrecerrados, habla. Hostia, pues yo me pimplé seis birras. Y entonces McKagan sonríe.

Os voy a contar una historia, colegas. Habla durante un rato. Nadie lo interrumpe. Silencios. Interviene otra vez el mismo biker. Joder, anoche nos corrimos una juerga que ni los ciclistas profesionales. Todos ríen. Queda tan atrás el infierno...

Esta historia empieza con un disparo. Pam. Como las de Marlowe, solo que aquí no muere nadie. Es milagroso, pero no muere nadie. Pam, decíamos, y salen a toda velocidad. Ellos, los ciclistas. Codos, empujones, jadeos, algún que otro grito. En pocos metros, algunos empiezan a destacar, meten distancia, se tiran montaña arriba. Detrás... detrás el resto. Detrás él. Lleva zapatillas de caña alta, como si fuese a jugar al básquet con los colegas. Gorra de béisbol en lugar de casco, vaqueros cortados a la altura del muslo (hilachos blancos colganderos) en vez de coulotte. Menudas pintas, colega, menudas pintas. Y, sin embargo, quizá sea uno de los tipos más 'cool' que haya entonces en... bueno, en todo el mundo.

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