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El día del Patrón libramos: Rafal Majka gana en El Barraco
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15º Etapa

El día del Patrón libramos: Rafal Majka gana en El Barraco

El polaco suma una victoria. El líder Eiking controla con claridad la jornada y mantiene el maillot rojo

Foto: l ciclista polaco Rafal Majka celebra su victoria en la 15ª etapa de LaVuelta. (EFE)
l ciclista polaco Rafal Majka celebra su victoria en la 15ª etapa de LaVuelta. (EFE)

Atención, por treinta euros la respuesta (está la luz muy cara, amigos), dígame ciclistas que hayan nacido en El Barraco. Uno, dos, tres, responda otra vez. Y le salen eso... tres. Bueno, los muy aficionados igual te dicen David Navas, o hasta Francisco San Román. Pero, de primeras, tres. Eso sí, menudo currículum. Agitado, también, no vayan a pensarse. Ángel Arroyo, el primero. Ángel era rabia hecha ciclista. Sutilezas las mínimas, no le pidan ustedes que mantenga conversación profunda con Guillaume Martin, no. “Hay que matal-los” era su expresión preferida sobre la bici. Los mató bien en la Vuelta 82, pero luego le borraron esa victoria, porque dio positivo en un control antidopaje.

Etapa 17, Navacerrada, muy cerca de su pueblo. Allí cayeron él, Vicente Belda y Pedro Muñoz. Los tres primeros de la jornada, los tres que pasaron a hacer pipí. Aquella carrera cuenta en el palmarés de Marino Lejarreta, que hizo cuarto, primero entre los no meadores. Ah, como Ángel Arroyo no tenía teléfono en su casa el periodista Javier de Dalmases llamó al supermercado del pueblo para filtrarle la noticia. Ya ven, otros tiempos.

Foto: El ciclista Marino Lejarreta

(Después hizo segundo en el Tour, y ganó etapas aquí y allá). Con él nació este tema del ciclismo en El Barraco. Luego llegaron los otros dos. Carlos Sastre, que tiene un Tour, y pódium en las Tres Grandes, y una imagen inmaculada en tiempos donde hasta las damas de blanco volvían con manchitas de barro a casa. No es poco. Lo del Tour, digo, pero también el otro asunto.

El tercero no puede competir en palmarés frente a ellos, pero seguro que a ustedes les suena un montón, porque tuvo prensa para regalar hace casi un cuarto de siglo (joder, qué viejos somos). José María Jiménez. El Chava. Angliru, Fauniera, Neila, lo de Olano, paseíto por Andorra, me hundo en Aitana. Esas cosas, así como de reírse y luego llorar. No es sitio este para reseñar datos, ni para ponernos en plan nostálgico, ni para apuntar con el dedo. Tampoco pasaría nada, porque a este hombre hubo un tiempo en que nadie le dijo que era la emperatriz desnuda, aunque todos viesen sus carnes. Pero, en fin, hoy no toca...

Y eso, que El Barraco es tierra de ciclismo. Súmenme aquí a Víctor Sastre, progenitor de Carlos, suegro de José María, alma de una escuela con bicis, padre postizo para muchos chavalucos que solo quieren dar pedales y aprovechar las cuestas. Quizá es el importante, pero en estas cosas las lentejuelas brillan demasiao', como decía Don Francisco Javier Hernández Larrea, alias Boni. Así que el final de esta etapa es, más que meta, homenaje. A una tierra, a un lugar. A personas que siguen y otras que ya no. Que el tiempo fue tan poco / que no es tiempo de volverse loco, por seguir con lo mismo.

placeholder Enric Mas, durante la etapa de este domingo. (EFE)
Enric Mas, durante la etapa de este domingo. (EFE)

Y eso, que como un trompo gira el asunto. Ya que venimos aquí vamos a poner algo chulo, ¿no? Quiero decir... si le hacemos un homenaje a Melcior Mauri pues que sea crono, pero llegando donde Arroyo, Jiménez y Sastre... puertos, puertos y más puertos. Los que haya, así podemos matal-los. Media montaña bien chula, tirada con gusto. Carreteras que suben durante muchos kilómetros. Centenera, Pedro Bernardo, Mijares (que es algo suficientemente serio como para ver cositas). Sin rampas extraordinarias, sin porcentajes de dos dígitos. No importa... prueben a poner ritmo alto y la cosa igual sale, porque cuando te quedas en uno de estos sitios caen minutucos en meta. Vamos, que lo acabas viendo todo en blanco y negro (aunque esa la canta Don Enrique Villarreal). Ah, justo antes del final está el Puerto de San Juan de la Nava. Si no hay apocalipsis entre los buenos al menos nos garantizamos un final movido. O eso pensábamos.

(Ah, por aquí pasó también la primera crono de la Vuelta, año 1996. Solo que de aquella Vuelta, año 1996, ni me acuerdo, vaya usted a saber la razón. Tupido velo. Cortinilla de estrellas). La pena es que estas dos etapas, ayer y hoy, coincidieran con días de fiesta. A ver, estamos en agosto, y en agosto es cuando más verbenas y romerías van celebrándose año tras año, así que siempre corres ese riesgo. Lo de que los ciclistas se tomen sus días de asueto. Ayer cayó San Jacques Anquetil, patrón de los golfos elegantes, y hoy era San Roger de Vlaeminck, a quien se encomiendan todos los que quieren andar bien sobre pavé. Celebraciones importantes, como pueden apreciar, lógico lo de hacer feriado. Y eso, fin de semana de fiesta (no ponga esa cara, querido lector, alguno se ha corrido usted también) y mañana día de descanso, no vaya a ser que tengamos resaca...

A mí no me miren. Escapada y trucutrú. Ritmo rápido, eso sí, y se llega con adelanto (desgaste, al menos), pero van todos juntitos, de la manuca, porque la Sierra ya se sabe... mejor no perderte solo, no vaya a pasarte algo, y que te salga la chica de la curva, o tres jabalís, o Julián Gorospe subiendo Serranillos... Tampoco nos vamos a extender demasiado, porque la cosa daría para lloros, y aquí hemos venido a echar sonrisas. Bien bonitos, los paisajes. Bien duro, el recorrido. Bien pachón, el gran grupo. La etapa se la juegan entre Rafal Majka y Steven Kruijswijk, en un duelo de gregarios-míticos-a-los-que-nunca-da-el-aire. Ganó el polaco, sonriendo a cámara, algo que hace mucho cuando corre para él. Y ya.

placeholder Rafal Majka celebra su victoria en la 15º etapa. (EFE)
Rafal Majka celebra su victoria en la 15º etapa. (EFE)

Porque los otros... no vean, qué risas. Centenera, y calma. Pedro Bernardo, y sosiego. Mijares, y chistes. Todo para San Juan de la Mata, que es el puerto menos puerto. Más corto, menos pindio. Buena táctica, sí señor. En sus rampas (una mezcla Mortirolo y Stelvio) Wanty pone un ritmo absolutamente inasumible para nadie (salvo para cuarenta tíos) y defiende el liderato de Eiking con toda la dignidad del mundo (y esto último no es irónico... el resto sí). Hasta Meintjes prueba a un rato, porque ya puestos... Ah, kilómetro y medio a cima y, ojo... arrancada de Adam Yates. Epopeya, cantares de gesta, Ineos contratando a Virgilio para que loe el asunto (en Ineos no se andan con chiquitas, amigos... hay pasta). El problema es que la cosa no era tanto Eneida como el Señor Barragán diciendo hola, cómo estamos, bien, cómo estamos.

En fin. A su rueda salen Mas y Roglič, lo que no sé si es digno de reseñarse, pero tampoco les puedo sacar chicha de otra parte. Segundo ataque de Adam Yates (a estas alturas el asunto ya es casi un Les Orres, un Pinerolo-Sestriere) y allá que se va el muy osado british. Pecho descubierto, con ese pedalear así, como raro, como de llevar una máquina dos tallas más grande. Quince segundos sobre los buenos, Ciccone esprintando porque... joder, yo que sé, a mí no me miren. Renta gigante, sin duda, justo premio para el valiente. Si Adam Yates ataca diez días seguidos con semejante rédito podrá obtener dos minutos y medio de ventaja. Poco a poco, sin duda. Diferencias gigantes, esto es el Tour 86. A ver, usted, el sarcástico del fondo... ¿por qué se ríe? Castigado a ver repetida la etapa.

Hay que matal-los, decía Ángel Arroyo. Nosotros somos la hostia de pacíficos, así que no firmamos debajo de la frase. Pero hombre, un poquito de batalla sí venía bien, ¿eh? Que sude Roglič. O Eiking.

Atención, por treinta euros la respuesta (está la luz muy cara, amigos), dígame ciclistas que hayan nacido en El Barraco. Uno, dos, tres, responda otra vez. Y le salen eso... tres. Bueno, los muy aficionados igual te dicen David Navas, o hasta Francisco San Román. Pero, de primeras, tres. Eso sí, menudo currículum. Agitado, también, no vayan a pensarse. Ángel Arroyo, el primero. Ángel era rabia hecha ciclista. Sutilezas las mínimas, no le pidan ustedes que mantenga conversación profunda con Guillaume Martin, no. “Hay que matal-los” era su expresión preferida sobre la bici. Los mató bien en la Vuelta 82, pero luego le borraron esa victoria, porque dio positivo en un control antidopaje.