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Hoy empieza el Giro: batalla transalpina entre la clase de Yates y el poder de Bernal
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Se celebra del 8 al 30 de mayo

Hoy empieza el Giro: batalla transalpina entre la clase de Yates y el poder de Bernal

Egan Bernal asoma como gran favorito para la primera gran vuelta del año. Pero el Giro es mucho más que esta edición, de Gimondi a Rujano pasando por Indurain

Foto: Egan Bernal, durante el pasado Tour de Francia. (Reuters)
Egan Bernal, durante el pasado Tour de Francia. (Reuters)

Usted, querido lector, llega siempre al Giro con ganas. Sí, sí, no se esconda, que no ha de avergonzarse. Son muchos meses ya sin grandes vueltas, y los tappone… en fin. Que anda nervioso cual Gilberto Simoni a principios de mayo. Y este año igual hasta un poco más, porque 2020 salió raro (igual ni se enteró, pero hubo una pandemia de no se qué) y hay ganas como de normalidad, ¿no?

Por mi parte, cero justificaciones. Si a mí es que me encanta el Giro de Italia, qué le voy a contar. Hasta algún libro me salió sobre el tema, no se lo pierdan. Serán los paisajes primaverales, o las cumbres nevadas (montañas nevadas no, que eso es otra cosa muy de moda ahora), o las iglesias renacentistas que te surgen casi en cada pueblo. El respeto por la historia, la autoconsciencia de que se es en base a lo que se fue. Y fiesta, claro. Color, risas, noches que a veces terminan cuando terminan. El Giro es distinto, porque Italia es particular. Y merece la pena amarla así.

placeholder Presentación del Giro de Italia 2021. (Reuters)
Presentación del Giro de Italia 2021. (Reuters)

Por eso no se vuelve uno loco con la participación. Sí, más abajo le comentamos de los unos y los de más allá, de las opciones de Egan, de Yates, hasta de Landa decimos algo. Pero no es lo trascendente, no. Fijarse en ausencia es espurio, sobre todo porque luego llega la Grande Boucle y esos mismos cuya no presencia lamentamos aquí se tiran tres semanitas al trantrán francés, dejando etapas de bochorno y algunas otras con interés limitado. Vamos, que tirarse se los pelos es más actitud vital (todo está mal, me encanta ejercer mi crítica desponderada contra el mundo) que realidad mensurable. De una forma u otra, con tipos consagrados, estrellas futuras o italianos robaperas, el Giro siempre acaba imponiendo su estética y su espectáculo. Así que quite esa perenne arruguita de odio que lleva en el rostro y disfrute, disfrute. Ya podrá luego quejarse del gintonic, que en este sitio lo ponen fatal, es una vergüenza, aquí no volvemos. Etcétera.

Así que el Giro de Italia. Cosa seria. Merckx, Gimondi, Coppi, Bartali. También Induráin, y Fuente, y Lejarreta. O Sella, Rujano y Ugrumov, tampoco vamos a ponernos exquisitos. Hay de todo, para todos. Igual que en el recorrido. Desde hace años por Italia se montan unas cosas chulísimas, con etapones brutales, puertos nuevos que suben hasta las nubes, recorridos preparados por zapadores de la Résistance y hasta viejos conocidos que vuelven con rostro nuevo. Digamos que, en lo puramente orográfico, es la mejor gran vuelta cada doce meses.

Y lo es, entre otras cosas, porque debes detener tu mirada un ratito antes de emitir dictamen. Así, de primeras, te salen dos o tres ideas. Igual hasta improperios. Las cronos, que ya no sé qué debemos hacer para que pongan más cronos. Si en las cronos pierden tiempo los escaladores, joder, y esos después deben atacar cuesta arriba. Pues nada. Fuera contrarrelojes, que es poco excitante para las nuevas generaciones, esas que consumen youtubes a paladas y ven análisis que realiza cualquier flipado. Cualquiera que no sea yo, ¿eh? Dos cronos, primer y último día, porque a veces nos ponemos capicúa. Claro que cuéntale tú a uno de Milán que es lo mismo eso que Turín, ya verás las risas. En fin, se llevan un poco de aquella manera. Cómo decirlo... Regularcillo. No entremos en cainismos, que tenemos todas las de perder. Pues eso, prólogo por los corsos piamonteses y final frente a la Galleria Vittorio Emanuele. Ocho y treinta kilometrillos. En fin, menos es nada.

placeholder Dos aficionados muestran un tatuaje de Pantani. (Efe)
Dos aficionados muestran un tatuaje de Pantani. (Efe)

Porque luego hay puertecitos para aburrir. De los pequeños, de los monstruosos. Bueno, igual entre estos últimos anda el Giro un poco reumático este año, no me pregunten la razón. Digamos que la gran etapa reina, esa que la miras y te pones contentillo, pensando excusas para decir a todo el mundo que no, mira, es que ya quedé, no puedo irme de comida con tu hermana, la que acaba de llegar desde Katmandú... esa etapa está ausente en 2021. No me entiendan mal, hay jornadas acojonantes. La dolomítica, sobre todo, porque los Dolomitas es lo que tienen, que pegas una patada a mala hostia y te sale un circuito circular con 4000 metros de desnivel. Este año engarzan Fedaia y Giau, nada menos, que son dos cosas muy serias. Yo ya estoy esperando. También está la de Valle Spluga, con el San Bernardino, que tiene nombre para no asustar a nadie pero es un bicho donde no querría verme yo metido en un día de calor. O sí, para qué engañarnos. Por debajo quedan etapas que podríamos llamar montañosas sin ponernos colorados. Alpe di Mera (con Mottarone de camino, y Mottarone es precioso pero bastante duro), Sega di Ala (nombre jefe final en un videojuego de los noventa) o Zoncolan, que a mí es una cosa que no me vuelve loco, pero, oigan, doctores tiene la iglesia. Al menos suben por la cara contraria, la de 2003, y Pantani, y Simoni. Veremos.

Pero lo jugoso, lo mollar, viene por otros sitios. El Giro siempre te compone unas salidillas por media montaña de lo más coquetas, con sus pendientes imposibles, su enlazar puertos cortos y su “dónde coño está el llano”. A mí me encanta, oigan, eso que vuelves a casa y tienes metros y metros de desnivel sin haberte dado cuenta. A ver, vas reventado, los riñones como para ponerlos a macerar y tres cuartos de hora medio pájara, pero es que sin subir hasta el cielo no te da esa sensación. Misterios del mundo cicl(otur)ista. De esas trampas, en el Giro, a montones. Casi desde la partenza, además... cómo mola el italiano, que carita de (pe)Dante se te pone al decirlo. Sestola, con trampas para osos por todo el camino. Ascoli, un par de señores puertos, solo que sin fama, ni nombre, ni flipados sacándose fotos en la cima para su instagram. Guardia Sanframondi, ídem. Campo Felice, ni un metro de llano, sube y baja asesino. O Bagno di Romagna, las carreteras por donde entrenaba Gino Bartali. Otra jornada jodida. Además, suben el Monte Morello, y yo soy amiguete de Juan Morello, que es un tío que sabe mucho de ciclismo. Tiene un par de rampas duras. El puerto, digo, no Juan. No se lo pierdan.

Foto: Roglic se impone en la séptima etapa de la París-Niza. (EFE)

Ah, para lo último dejamos otra de las señas propias que tiene el Giro desde hace ya una década. Bueno, es característica antigua, solo que fue desapareciendo con esto de la civilización, y ahora volvemos, porque lo de antes, para las bicis, siempre resulta más bonito. En pequeñas dosis, de acuerdo, no todos los días, pero, oigan... no me negarán el interés. Hablo del sterrato, claro, pistas sin asfaltar que son blanquitas con sol y se ponen color alubia canela cuando jarrea agua. Seguro que me entienden. En fin, siempre deja fotos chulas el asunto, y a veces hasta plantea batallas importantes. Este año tendremos un poco de grijilla antes de la meta en Campo Felice, y luego la gran jornada de Montalcino. Allí empezó todo, con Vinokourov y Evans atacando como locos, Nibali persiguiendo con la maglia y Basso tomando las curvas a diez por hora y pidiendo por el pinganillo unos ruedines, por favor, esto no hay quien lo aguante. Al final acabó ganando el Giro, así que tampoco deberíamos sacar muchas conclusiones de este día tan distinto a todos. Eso sí, bonito será. Seguramente, vaya, que no hay ciencias exactas aquí.

¿Y la participación? Pues es la que es. Para que se hagan ustedes una idea, de los diez primeros en 2020 faltan cinco. Y Nibali, que llegó sobre la campana. No repiten ni el ganador ni ese muchacho que estaba de rosa a veinticuatro horas del final. También es verdad que el Giro nunca ha necesitado de nombres para dar espectáculo (igual hay correlación entre ambas cosas, ojo) así que nadie debería echarse las manos a la cabeza.

Si nos ponemos en plan imparciales (algo que se nos da fatal) únicamente podemos hablar de dos favoritos. Ambos presentan currículum sobrado a esa etiqueta. Ambos tienen, también, motivos para la desconfianza. Vamos, que no descarten ustedes petardeos de los gordos.

placeholder Nibali, en una imagen reciente. (Efe)
Nibali, en una imagen reciente. (Efe)

El primero es Egan Bernal. En condiciones normales... fin de la ecuación. El tío que ganó el Tour hace dos años, que es joven, que llega arropado por un equipo fortísimo. Potente cuesta arriba, cumplidor en crono, muy listo, hasta un puntito de explosividad y buen hacer por el sterrato de la Toscana. Sucede que Bernal lleva dos años que no parece Egan. Le duele la espalda, dicen. Tiene una pierna más corta que otra, cuentan. Jornadas brillantes, irregularidad absoluta. A día de hoy lo que menos dudas plantea es su palmarés, el resto... con alfileres. Hasta el Ineos parece... distinto. Una escuadra abrumadora, pero con varios alfiles que aun no ha demostrado saber que lo son (como sí ocurre con el núcleo fuerte de Francia). Si Ganna, Castroviejo, Martínez, Sivakov o Narváez funcionan todos a una son prácticamente inabordables. De lo contrario... no descarten que Moscon termine en la cárcel, Daniel Felipe rey de la montaña y Bernal pensando por qué yo, por qué yo. Aun así... favorito.

Uno de los dos. El otro se llama Simon Yates, y es un corredor pequeñajo, flacucho, nervioso. Pura clase con una patada en montaña casi incontenible. Sobre todo cuando es terreno quebrado, subir y bajar. Valiente, atacador, capaz de mantener apuestas desde lejos (desde lejos a día de hoy, para Chiapucci serían escaramuzas tontorronas). Llega muy en forma, además, porque se ha ventilado fácil lo que antes era el Trentino (uno es muy antiguo, qué le vamos a hacer). ¿El problema? Que se trae malos antecedentes. Petadas antológicas cuando lo tiene todo ganado. Cierta inconsistencia. Hace dos años hizo un gran prólogo, dijo que sus rivales debían estar cagados de miedo, y acabo cagándola él. No importa, aquí bancamos siempre a los bocazas, oigan. En fin, que dará espectáculo, pero ninguno nos íbamos a echar las manos a la cabeza si hace una última semana disfrazado de Francesco Casagrande. Sin cinta en el pelo, ojo, este es más cool...

¿Detrás? Bueno, a ver... cómo decirlo. Seamos sinceros... tipos grises y anodinos, posibles sorpresas, veteranos que fueron y ya no son, jovencillos que apuntan, sospechosos habituales, curiosidades estadísticas y muchos italianos de esos que si les sale el mes los tienes todo el rato en la tele. Masnada, por ejemplo. Solo que lleva por delante a João Almeida, y Fausto no es de los que racanea el trabajo con sus compañeros. Jaja, nada, es broma, hace unos meses no dio una pedalada de más, el colega. Ah, no he citado expresamente a Evenepoel, porque de él ya hablamos en su día. Todo lo que sea recuperar ritmo de competición sería un éxito.

Foto: Remco Evenepoel celebra una victoria en Polonia. (EFE)

Está también Vlasov, pero parece que le falta algo. O Carthy, pero la Vuelta fue la Vuelta, y no sabría yo decirle sí... También Hindley, que en 2020 pareció poder ganar el Giro, pero no lo ganó, y en perspectiva quizá no rodaba con tanta suficiencia, y además no ha asomado el morro, y lo difícil no es llegar sino mantenerse, y todas esas cosas. O Pozzovivo, que cada año pedalea con las piernas más abiertas, con el sillín más bajo. O Dan Martin, ya que hablamos de estilistas. También Buchmann, que hará entre los diez primeros sin que ustedes le vean el morruco, como es marca de la casa. Y Nibali, claro. Nibali. A Nibali hay que citarlo, aunque sea como homenaje. El tipo embelleció el Giro durante su apogeo, honró cada carretera transalpina por donde mordisqueó con ansia de escualo. El problema es que lleva unos años en clara decadencia. Que, oigan, tampoco pasa nada, a todos nos llega, la media de tu salida dominguera baja, las resacas duran más. Si lo raro es Valverde, no envejecer... Sumen a Vincenzo, además de su dni, que haya tenido una caída entrenando hace muy poco y llegue por los pelos. En principio no debería contar para la general (no contará para la general) pero resulta complicado no imaginar una, quizá última, cabalgada de Nibali por Dolomitas o Alpes...

Un rol parecido tendrá Romain Bardet. Vale que el año pasado anduvo con los tres o cuatro mejores en el Tour hasta su caída, pero ya parece un poco de vuelta con esto de las vueltas. Así que... cazar. Como Gallopin, Izagirre, Luis León, Visconti o De Gendt. En el Giro la nómina de Indiana Jones siempre es nutrida. A medio camino entre eso y el sprint andará Peter Sagan, que parece cada vez más fuera de lo suyo, pero tiene talento para regalar. Caleb Ewan o Groenewegen (recién llegado desde la sanción) se lo pondrán difícil en llegadas llanas y rectas, pero el eslovaco a veces se arremanga, tira de polivalencia y hace cosas epatantes. Veremos...

placeholder Romain Bardet, otro de los aspirantes. (Efe)
Romain Bardet, otro de los aspirantes. (Efe)

Ah, la curiosidad estadística es Andrii Ponomar, ucraniano que corre para el Androni de Gianni Savio. Lo raro no es eso (Savio ha tenido ciclistas de Neptuno, Alfa Centauri y hasta un par de klingons) sino su edad. Dieciocho añazos tiene la criatura, ay, ven para acá, que te pellizque esos mofletes. En fin, es una anécdota, pero tendrá cámaras encima, y Gianni tan contento...

Luego están los españoles. En Movistar dicen que su líder es Marc Soler. El chico llega bien preparado (le he visto un montón de fotos tomando café a mitad de salida con Espargaró) y es de los que camina mucho con mal tiempo, así que podría tener sus posibilidades para conseguir alguna victoria de etapa. Por encima de eso y top ten... difícil, la verdad, porque en el Giro la alta montaña y es muy alta, y en cronos tampoco es que nos hayamos marcado ningún Senigallia aun. Por un pódium no apostaría ni Bea Fanjul un sábado por la tarde. Que oigan, puede ser (talento arrastra) pero...

Mikel Landa tiene todo de frente para hacer una gran carrera. Solo que... Malos antecedentes. Visto su historial no descarto que llegue con la maglia rosa al último jueves y salga positivo en un control de embarazo. O que lo secuestre Godzilla, uno nunca sabe. No importa, atacará agarrado abajo, y todos nos emocionaremos un poquito, porque sin emociones esto al final son doscientos tíos vestidos de forma extravagante y pedaleando durante muchas horas. Ah, no descarten sorpasso (palabreja mainstream estos días) de Bilbao, que llega sin hacer mucho ruido pero con preparación modélica.

Y eso es, más o menos. El Giro. Qué cosa tan bonita, qué de imágenes chulas nos va a dejar. De no perderse. Que luego te hablan sobre ello en la grupetta y no sabes ni qué decir. Aquí estaremos nosotros, para contarlo. De forma un poco particular, claro. Y menos mal.

Usted, querido lector, llega siempre al Giro con ganas. Sí, sí, no se esconda, que no ha de avergonzarse. Son muchos meses ya sin grandes vueltas, y los tappone… en fin. Que anda nervioso cual Gilberto Simoni a principios de mayo. Y este año igual hasta un poco más, porque 2020 salió raro (igual ni se enteró, pero hubo una pandemia de no se qué) y hay ganas como de normalidad, ¿no?

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