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Cómo ser más potente en la bicicleta: el falso mito ciclista del entrenamiento de fuerza
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GREGARIO REVIENTA CONTINÚA CON SU PREPARACIÓN

Cómo ser más potente en la bicicleta: el falso mito ciclista del entrenamiento de fuerza

En Gregario Revienta seguimos acumulando etapas en nuestra preparación para la Quebrantahuesos, en este caso vamos a ver cómo ser mejores antes de subirnos a la bicicleta

Uno de los grandes mitos en el ciclismo es que el entrenamiento de fuerza disminuye el rendimiento, ya que tradicionalmente se asocia con un aumento de la masa muscular y, por ende, del peso. La realidad es otra, ya que si se sigue un programa de entrenamiento de fuerza bien estructurado, no solo se reduce el riesgo de sufrir lesiones (hasta un 50% refieren algunos estudios), sino que además se mejora el rendimiento.

Aumentar los niveles de fuerza nos permitirá aplicar más potencia encima de la bicicleta y ser más veloces. Pero no todos los protocolos de entrenamiento van a conseguir las mejoras deseadas. Si queremos desarrollar la fuerza sin empeorar la relación peso/potencia, debemos mejorar la coordinación neuromuscular (vía neural) y no buscar un aumento de la masa muscular (hipertrofia). Es decir, tenemos que intentar ejecutar los ejercicios a la máxima velocidad posible y tratando de perder la mínima velocidad durante cada serie, preservando siempre la técnica de cada ejercicio.

Las adaptaciones neuromusculares derivadas del entrenamiento de fuerza tienen el potencial de aumentar nuestra velocidad máxima, la capacidad anaeróbica y la economía de esfuerzo, además de retrasar la fatiga. Por lo tanto, el entrenamiento de fuerza debe ser un pilar fundamental sobre el que se sustente el entrenamiento encima de la bicicleta. La evidencia en cuanto a sus beneficios a nivel de salud y rendimiento es abrumadora, por lo que no debemos temer eliminar alguna sesión específica de bici para incluir una buena sesión de fuerza.

Uno de los grandes mitos en el ciclismo es que el entrenamiento de fuerza disminuye el rendimiento, ya que tradicionalmente se asocia con un aumento de la masa muscular y, por ende, del peso. La realidad es otra, ya que si se sigue un programa de entrenamiento de fuerza bien estructurado, no solo se reduce el riesgo de sufrir lesiones (hasta un 50% refieren algunos estudios), sino que además se mejora el rendimiento.

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