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Miguel Morrás, el sucesor de Induráin que cambió el ciclismo por Lehman Brothers
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FUE CAMPEÓN DEL MUNDO JúNIOR

Miguel Morrás, el sucesor de Induráin que cambió el ciclismo por Lehman Brothers

Miguel Morrás fue el primer campeón del mundo que tuvo España en ciclismo. Arrasaba en las categorías inferiores, pero nunca llegó a cristalizar como profesional. Ahora trabaja en Singapur

Foto: Miguel Morrás, con el maillot de campeón del mundo juvenil
Miguel Morrás, con el maillot de campeón del mundo juvenil

Mucho antes de Valverde, de la triple corona de Freire y de la hazaña de Igor Astarloa. Incluso un año antes de que Abraham Olano cruzara con una rueda pinchada la meta en Duitama (Colombia) por delante del gran Induráin. Antes de todo eso hubo otro español, navarro como el hombre de los cinco Tour de Francia, que logró proclamarse campeón del mundo en ruta. Fue en categoría juvenil, en Quito, la capital de Ecuador. Miguel Morrás hace más de dos décadas que se bajó de la bicicleta, pero suyo fue el primer maillot arcoíris del ciclismo español (1994). "Todavía me emociona recordarlo. Tuve mucha proyección mediática a partir de entonces, pero lo llevé bien porque era consciente de mis cualidades y sabía que, a poco que tuviera suerte, podía cumplir las expectativas que incluso yo mismo me había impuesto", señala a El Confidencial.

La extrema calidad de su musculatura, facilidad para dominar cualquier terreno y apetitivo voraz e insaciable pronto despertó la atención de los grandes mánagers del pelotón. "Hay una edad real y otra fisiológica, Miguel tenía un físico y una capacidad de análisis muy por encima de lo que marcaba su carnet de identidad", cuenta Manolo Saiz, su principal valedor y con quien firmaría su único contrato profesional a mediados de los noventa, con tan solo 19 años —récord de precocidad— en una ONCE plagada de estrellas: Alex Zülle, Melcior Mauri, Laurent Jalabert y un prometedor Carlos Sastre, entre otros.

placeholder Miguel Morrás, en Lehman Brothers
Miguel Morrás, en Lehman Brothers

El mundo del ciclismo se frotaba los ojos, poco acostumbrado a exhibiciones como las que protagonizaba el de Sesma cada fin de semana. De 64 carreras en júnior ganó la mitad (32) y en todas lo hizo por aplastamiento, escapándose a varios kilómetros de la meta, sin oposición. En el mundial, al que llegó como subcampeón de España, alzó los brazos tras rodar 42 kilómetros en solitario. "Casi sin querer", como él mismo confiesa, demarró para bañarse en oro en una fiesta que se encargaría de completar Eladio Jiménez, bronce. Aquella selección, también con Pablo Lastras y Paco Mancebo, rebosaba talento. Él era el líder natural, pero, a la postre, su carrera fue un visto y no visto en comparación a la de sus compañeros de generación.

Si de Remco Evenepoel se espera que sea "el nuevo Eddy Merckx", de Morrás se esperaba que fuera "el nuevo Induráin". Sin embargo, las predicciones jamás se cumplieron. El joven dijo "basta" y decidió aparcar para siempre su carrera deportiva a los 23 años, en una controvertida decisión en la que aún nadie se pone de acuerdo: para él, problemas físicos; para el resto, psicológicos. "Era demasiado listo para ser ciclista", dice Saiz. Miguel desapareció sin hacer ruido para emprender una nueva aventura en el mundo de las finanzas y ahora es 'managing director' de un banco japonés en Singapur, su actual residencia, pero, hasta ese momento, el paralelismo con la temprana joya belga del Quick-Step era calcado, pues ambos eran brillantes futbolistas que descubrieron el ciclismo para dominarlo unos pocos meses después.

placeholder Morrás, con Marino Lejarreta
Morrás, con Marino Lejarreta

También fue futbolista

Morrás empezó a pegarle patadas al balón en Francia y, tras el traslado de sus padres, continuó en Navarra, en las filas del Izarra, hasta edad cadete. Compitió con su selección autonómica en los Campeonatos de España, donde llegó a enfrentarse a Iván de la Peña y Guti. Tras su excelente torneo desoyó los cantos de sirena de los ojeadores del Athletic, que esperaban incorporarlo, y se decidió por el ciclismo con el Estella, en categoría juvenil. "Era un corredor portentoso, el pupilo más aventajado que he tenido", manifiesta con rotundidad Jaime Bacaicoa, su director. "Había que tenerlo entre algodones, más que a ningún otro. Ajustábamos mucho su calendario porque cuando asistía a las carreras era tal la potencia y el esfuerzo que ejercía sobre los pedales que teníamos miedo de que se rompiera", asegura.

Eran tiempos de lustre para el ciclismo base español, especialmente en Navarra, la casa de El Extraterrestre y del equipo Banesto (antiguo Reynolds). Allí se organizaban carreras en cada esquina y la afición, siempre comprometida, rebosaba en las cunetas deseosa de ver en primera fila a sus nuevos talentos. Numerosos equipos de otras regiones hacían acto de presencia, como el Donuts de Aragón, donde corría Ángel Vicioso: "En aquella época hasta sobraban sponsors, en todas las carreras salíamos hasta 190 chavales, una locura. Había mucha competitividad y, si querías medir tu nivel real, tenías que presentarte a Pamplona sí o sí".

"Imbatible es decir poco, yo no he vuelto a ver talento igual ni como espectador. La agilidad que tenía, las piernas, el motor…", dice Ángel Vicioso

El ex de Katusha recuerda perfectamente como era su gran rival: "Imbatible es decir poco, yo no he vuelto a ver talento igual ni como espectador. La agilidad que tenía, las piernas, el motor… le aguantabas el primer ataque, al segundo estabas fundido". Retirado hace dos años tras 19 temporadas y 23 victorias como profesional, confiesa que no le pudo ganar ni una sola carrera: "Nosotros teníamos un equipazo y poníamos el tren a funcionar, junto a otros equipos nos dábamos relevos, pero no había manera de darle caza. Cuando él competía no sabías a qué atenerte. Si no cruzaba la meta el primero era para regalarle la victoria a otro compañero".

La victoria imposible para un español

La convocatoria para el mundial no sorprendió a nadie. Miguel destacaba a nivel nacional, pero faltaba comprobar cómo se desenvolvería en el extranjero frente a italianos, franceses y belgas. "Competir aquí era una cosa, pero hacerlo allí, en uno de los mundiales júnior más duros que recuerdo era otra historia. Aun así yo estaba convencido de que haría un gran papel", afirma Vicioso. Tras 15 días concentrado para adaptarse a la altitud y al clima, el de Sesma venció fiel a su estilo, huyendo hacia delante tras un ataque inapelable. La noticia, como no, corrió como la pólvora por toda España. "Me llamó el presidente de la federación navarra para comunicármelo. Yo estaba conduciendo, así que tuve que parar el coche en un arcén llevado por la emoción. Parecía imposible que un español pudiera ganar una competición como esa, que tantas veces nos había sido esquiva, y él abrió el camino", recuerda Bacaicoa.

Miles de personas se concentraron en su pueblo para recibirle con honores. En los balcones, pancartas con su rostro. Ayuntamiento, Comunidad, la Real Federación Española, el CSD… todos querían felicitar a un campeón que, poco tiempo después, recibiría un Premio Marca y el reconocimiento a Mejor Deportista del Año en Pamplona. Banesto se frotaba las manos, consciente de que tenía su fichaje prácticamente encarrilado para el equipo amateur gracias al buen ojo de José Luis Jaimerena, hoy director deportivo de la entidad. "Vino a verme personalmente y no tardamos en firmar, para mí era un sueño dar un paso tan importante en mi carrera en el equipo de mi tierra", señala Morrás.

Las comparaciones con Induráin, que hasta entonces se comentaban en pequeños círculos, adquirieron una nueva dimensión. Definitivamente, era el elegido. Su paso por el conjunto bancario, donde también competía su ídolo, fue un visto y no visto y no precisamente por la falta de resultados. Destacó especialmente la victoria, con récord incluido, en la cronoescalada a Altzo y también el segundo puesto en el Campeonato de España para Aficionados organizado en Segovia, por detrás del malogrado Ricardo Otxoa, pero por delante del cuatro veces ganador de la Vuelta a España, Roberto Heras. "Ya en júnior veías que, a pesar de ir sobrado, tenía un margen de progresión tremendo. En Banesto se confirmó, se adaptó perfectamente a la categoría y conforme avanzaba el año sus condiciones mejoraban", indica Bacaicoa, que siguió con detalle su crecimiento desde la distancia.

placeholder Morrás, en el podio de campeón del mundo
Morrás, en el podio de campeón del mundo

Los problemas ¿físicos?

Fue entonces, en 1996, cuando Manolo Saiz decidió extenderle un contrato profesional para la ONCE por cuatro temporadas. "Si se hubiera quedado un año más en amateur se hubiera estancado por falta de objetivos", sostiene el director. Dentro de la estructura amarilla, y con tan solo 19 años, su rol pasaba por rodarse en la recién creada categoría Sub23 para ir adquiriendo experiencia, pero el plan no salió como estaba previsto. "Al ser nueva, faltaba calendario para gente de mi edad y aquello me obligó a correr muy pronto con los mayores", expresa Morrás.

El primer año disputó 24 carreras, con el Circuito de la Sarthe como única vuelta por etapas, donde consiguió finalizar el décimo segundo en la clasificación general. A partir de ahí, el ostracismo. Las siguientes temporadas se las pasó en blanco sin que nadie supiera entender muy bien el porqué. La joven estrella se apagaba aquejado de fuertes dolencias que le impedían entrenarse y, mucho menos, competir en condiciones. Sobrecargas musculares, problemas en los tobillos, dolores en los gemelos y diversos males en la rodilla le tuvieron postrado en la enfermería. "No acabé de adaptarme a la nueva bicicleta, en ningún momento me sentí cómodo con ella", defiende el de Sesma, que en su peregrinaje por diferentes consultas fue atendido principalmente por el Doctor Guillén y por Müller-Wohlfarth, actual médico de la Selección Alemana de fútbol y del Bayern de Múnich. "Hicimos un gran esfuerzo económico llevándole ante grandes expertos y todos nos decían que su problema era psicológico. Él no quería dedicarse a esto, estaba muy centrado en sus estudios, y ya no sé si ejercitaba o no", declara Saiz. "Antes de una carrera podía decirte que le dolía tal sitio y, aunque en las pruebas no saliera nada, no le podías convencer de lo contrario", manifiesta.

"Cobró los cuatro años de sueldo"

Estudiante aplicado, Morrás siempre tuvo un futuro al que agarrarse. Se tituló en económicas por la UNED e intentó lo propio con la carrera de derecho, que finalmente abandonaría. "Siempre pensé que iba a volver, pero hubo un punto de frustración en el que empezaron a interesarme otras cosas", señala el exciclista. El distanciamiento era cada vez más evidente, sumidas ambas partes en el desánimo. Aun así, la ONCE mantuvo su compromiso y respetó su contrato. "Cobró los cuatro años de sueldo, los seguros del equipo y pidió la jubilación deportiva de por vida", confirma Saiz, que asegura no guardarle ningún tipo de rencor: "Seguramente no fue justo mantener a un trabajador que no rendía, pero yo pensaba que él tenía ganas de ser ciclista. Tenía una capacidad increíble, pero no quiso realizar los sacrificios tan enormes que demanda esta profesión".

"Mi sensación es que me faltó un año más en aficionados. Decidí ser profesional demasiado pronto", se lamenta Morrás

Ningún diagnóstico fue contundente: que si la postura en la bicicleta le descompensó la musculatura, que si el hecho de tener una pierna más larga que la otra pudo interferir en su rendimiento, que si sus piernas arqueadas aplicaron una presión excesiva sobre la parte externa de las rodillas… todos los diagnósticos se escribieron entre interrogantes, aunque la condropatía rotuliana es la patología que más peso tuvo. "Igual se podían haber hecho las cosas de otro modo, mi sensación es que me faltó un año más en aficionados. Decidí ser profesional demasiado pronto", lamenta nuestro protagonista. "Él estaba especialmente afectado porque se sentía inútil y no avanzaba. Con los recursos que teníamos en el equipo cuesta entender que no se le detectara nada", explica Vicioso, que llegó a la estructura en 2003 tras debutar en Kelme.

En 1999, cuando expiró su vinculación contractual, Morrás decidió poner punto y final. Se fue por las sombras, apartado de los focos y en silencio. No dio explicaciones en una nutrida rueda de prensa ni nada por el estilo. No, del campeón ya solo se acordaban unos pocos románticos. Desapareció, se alejó y emprendió una nueva vida. Completó un máster de finanzas en un famoso centro de Londres y, acto seguido, superó el examen financiero más prestigioso del mundo (CFA) en Nueva York. "Me gustan las matemáticas, el cálculo rápido y las cosas basadas en estadística", expone.

placeholder Morrás, en la actualidad, en una reunión del FMI en Bali
Morrás, en la actualidad, en una reunión del FMI en Bali

Trabajar en banca de inversión

Hizo prácticas en 'trading' y ha trabajado para la banca australiana y canadiense, pero de sus experiencias profesionales destaca su paso por Lehman Brothers, una de las mayores compañías inversoras del mundo hasta su disolución aquel fatídico 15 de septiembre del 2008, donde estuvo siete años. La quiebra le pilló de lleno: "El modelo se estaba agotando, pero la gente seguía ganando dinero y no se tocó. Las acciones iban bajando y el resto de clientes del mercado empezó a dejar de operar con nosotros. Yo creo que fue una crisis de confianza, hubo opciones de fusionarnos con otros bancos, pero la dirección decidió cerrar la persiana porque entendían que su empresa valía mucho más de lo que les estaban ofreciendo", detalla.

Ahora, con la banca japonesa en Singapur, donde lleva dos años, no para. La semana pasada recorrió Europa por negocios: Alemania, Reino Unido y Suiza. Su trabajo requiere de mucha lectura diaria y atención a los vaivenes del mercado, al baile de cifras y a las oportunidades que se presentan: "En la oficina, dentro de una zona confidencial, somos una mesa de ocho personas. No tenemos clientes y nadie ve en qué trabaja el otro. Nuestro objetivo consiste en darle cobertura a la empresa contratando productos que creemos que no van a tener fisuras. Sobre todo, tratamos temas de renta fija y todo lo llevamos con mucho secretismo", indica. Actualmente, maneja una cartera de 750 millones de dólares y sigue de cerca a más de 30 países. "Por las mañanas puedo tener hasta 40 reportes de todo lo que ha pasado mientras estaba durmiendo. Es complicado, pero al menos no me llevo nunca trabajo a casa", dice con guasa.

De su vida anterior, poco queda. Apenas hace ciclismo, aunque mantiene el tipo gracias a la natación y también suele pegarse paseos largos a poco que tiene un respiro. Del pelotón conserva la mayoría de amistades, que ahora aprovechan para consultarse sobre inversiones. "Cuando tienen dudas me preguntan, siempre les digo que vayan a algo seguro y que intenten no guardar el dinero en una única cesta", comenta. El pasado mes de septiembre aprovechó un hueco en su agenda para viajar a Innsbruck y disfrutar de la hazaña de Valverde. Allí, entre otros, conoció a Enric Mas, la nueva promesa del ciclismo español, que no le reconoció. "Uno de sus ayudantes le tuvo que decir que estaba ante un campeón del mundo", cuenta entre risas.

Foto: Enric Mas celebra su victoria en Andorra. (EFE)

Por lo pronto, no piensa regresar a España: "Tendría que volver a reinventarme porque mi labor solo es posible desarrollarle en grandes centros financieros", afirma. Sí que estará de vacaciones en su pueblo, Sesma, estos próximos días para ver a la familia y saludar a viejos amigos. Allí no podrá evitar volver al pasado, pues todos los vecinos recuerdan su magnífica etapa júnior a lomos de su Trek negra. "No sé qué tipo de corredor hubiera sido porque valía para todo. La primera carrera que ganó Contador fue una contrarreloj y luego descubrimos que era un excelente escalador, yo creo que él nos hubiera sorprendido con algo parecido, pero no te lo puedo asegurar porque no nos regaló una sola situación", opina Saiz.

"Si hubiera podido continuar tengo muy claro que hubiera asaltado el récord de la hora, era una idea que tenía entre ceja y ceja", asegura Morrás, que no obstante prefiere no fantasear demasiado: "Soy feliz con lo que hago ahora y no me arrepiento de nada. Con el ciclismo aprendí a cuidar mi alimentación, el sueño y a llevar un estilo de vida saludable, pero el desarrollo de los acontecimientos es algo que escapó a mi control. La vida quiso que esto fuera así y yo he peleado mucho por hacerme de valer en otro sector". Ningún otro ciclista español ha conseguido revalidar su arcoíris en la categoría desde entonces. Historia breve, sí, pero historia de nuestro deporte, al fin y al cabo.

Mucho antes de Valverde, de la triple corona de Freire y de la hazaña de Igor Astarloa. Incluso un año antes de que Abraham Olano cruzara con una rueda pinchada la meta en Duitama (Colombia) por delante del gran Induráin. Antes de todo eso hubo otro español, navarro como el hombre de los cinco Tour de Francia, que logró proclamarse campeón del mundo en ruta. Fue en categoría juvenil, en Quito, la capital de Ecuador. Miguel Morrás hace más de dos décadas que se bajó de la bicicleta, pero suyo fue el primer maillot arcoíris del ciclismo español (1994). "Todavía me emociona recordarlo. Tuve mucha proyección mediática a partir de entonces, pero lo llevé bien porque era consciente de mis cualidades y sabía que, a poco que tuviera suerte, podía cumplir las expectativas que incluso yo mismo me había impuesto", señala a El Confidencial.

Miguel Indurain
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