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Froome va a ganar la Vuelta pasito a pasito
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sus sensaciones son mejores que las del tour

Froome va a ganar la Vuelta pasito a pasito

No le pasó lo de hace dos años, no esta vez. El jersey rojo está totalmente decidido a ganarla por fin y ha aprendido a gestionar sus energías durante el año para estar perfecto en septiembre

Foto: Froome está sentenciando la Vuelta cada día. (EFE)
Froome está sentenciando la Vuelta cada día. (EFE)

Puede llegar a sonar hasta absurdo, pero a Chris Froome le hacía falta un proceso de maduración. Sí, al ganador de cuatro Tours de Francia (tres de ellos seguidos) le urgía conocerse a sí mismo, establecer los límites en algún punto de su estado físico y explorarlos en los momentos indicados para obtener el mayor beneficio de su esfuerzo, sin quedarse corto. A sus 32 años, el de Nairobi ha terminado de estudiar su cuerpo. Ha sido un proceso largo, de enormes alegrías y algunos sinsabores, todos estos últimos concentrados en España. Nunca ocultó, más bien al contrario, mostró abiertamente al mundo lo mucho que le apasiona la Vuelta y antes de que dejara de dar pedaladas como profesional, tenía la necesidad o simplemente el reto personal de llevarse a casa un jersey rojo.

Foto: Froome dio un volantazo a la Vuelta. (EFE)

Lo va a hacer. Todavía quedan dos semanas hasta que se suba al podio final, vestido de colorado y con ese rostro de perenne sonrisa que parece mostrar incluso cuando sufre sobre la bici. Solo una desgracia le privará de conseguir lo que lleva deseando desde que Juanjo Cobo se lo arrebató increíblemente hace seis años. Porque ahora es el mejor ciclista del mundo, antes no. Incluso cuando ganaba el Tour con más solvencia, aventajando en varios minutos al segundo y tercer clasificado del Tour. Es más completo porque se ha dosificado más y mejor. Y solo así se pueden ganar dos grandes vueltas por etapas consecutivas. No hay otra manera.

En 2015 no ganó la Vuelta porque se cayó y se rompió el pie. Terminó una etapa en esas condiciones, por cierto. Le ocurrió después de perder una etapa que tenía ganada. Subía a la misma cima donde afianzó este domingo su liderato. Se había establecido una selección de favoritos que dio alcance a Rafal Majka en la cabeza de carrera. Entonces, Tom Dumoulin se despegó del grupo y fue a por la victoria con todavía más de kilómetro y medio para alcanzar la Cumbre del Sol. Era mucha distancia. Froome se fue con él, igual que Purito. Alcanzaron al holandés y poco después, Froome atacó. "En 2015 me precipité y me quedé sin fuerzas. Aquella escena seguía en mi mente esta mañana. Vimos de nuevo las imágenes de hace dos años varias veces para calcular bien la subida y cuándo era el buen momento para moverse". Cuando en la recta de meta apretó Dumoulin, Chris no le pudo seguir.

"Pensé que me iba a pasar lo mismo, pero agaché la cabeza y lo di todo. Las piernas han respondido y es genial estar en esta posición", dijo el británico en la localidad alicantina de Benitachell, donde ganó un poco más la Vuelta. Aprendió la lección que le dio Dumoulin, un proyecto de Indurain que también estaba empezando a saber quién era. No se repitió la escena. Después de un trabajo extraordinario de Mikel Nieve, haciendo sus últimos servicios al Sky, atacó esta vez De la Cruz, que se apresuró, como reconoció posteriormente, y Froome se movió tras él, paciente, esperando el momento oportuno, sin prisas, suave, suavecito. Le persiguieron Chaves y Woods, pero esta vez las piernas sí respondieron y celebró con un puñetazo al viento costero. Irá ganando tiempo poco a poco, porque en esta Vuelta no se van a crear grandísimas distancias y quizás no saque demasiado a los perseguidores en Madrid, pero ganará.

La felicidad de Froome mientras se enfriaba.

"Hoy ha sido increíble, por la manera en que se ha desarrollado la etapa, la forma de correr de mis compañeros en los últimos kilómetros para que pudiera rematar... es sencillamente fantástico. Es una gran sensación la de acabar este primer bloque de carrera con la roja y una ventaja notable con el resto de favoritos". No se puede decir que lo tenga ya hecho, por supuesto. Como explica Contador, "imposible no es, pero es realmente difícil". El pinteño tiene claro cuál es la diferencia con respecto a los demás: "Nosotros vamos a ir día a día y a seguir disfrutándolo. La diferencia que tengo con Froome es muy grande y además tiene un equipo muy fuerte y es muy complicado romperlo".

A la Vuelta y a Froome le viene bien esta asociación. Salvando las distancias, esto para la Vuelta es como para la LFP que siempre ganen la Liga Real Madrid o Barcelona. Si vencen los buenos, es decir, los que más repercusión internacional tienen, mejor será para la propia competición y más beneficios económicos obtendrán por ella. Para ambos es un 'win-win' de manual, para los demás quedan catorce días para acabar un libro del que conocemos el desenlace. La esperanza para evitar lo inevitable es una jugada maestra del Orica, como la que liaron el año pasado. Sería injustificable que teniendo a Chaves a poco más de medio minuto de la cabeza, y estando apoyado por los hermanos Yates, no intenten algo. Lo harán, no lo duden.

Puede llegar a sonar hasta absurdo, pero a Chris Froome le hacía falta un proceso de maduración. Sí, al ganador de cuatro Tours de Francia (tres de ellos seguidos) le urgía conocerse a sí mismo, establecer los límites en algún punto de su estado físico y explorarlos en los momentos indicados para obtener el mayor beneficio de su esfuerzo, sin quedarse corto. A sus 32 años, el de Nairobi ha terminado de estudiar su cuerpo. Ha sido un proceso largo, de enormes alegrías y algunos sinsabores, todos estos últimos concentrados en España. Nunca ocultó, más bien al contrario, mostró abiertamente al mundo lo mucho que le apasiona la Vuelta y antes de que dejara de dar pedaladas como profesional, tenía la necesidad o simplemente el reto personal de llevarse a casa un jersey rojo.

Chris Froome
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