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Lo normal es que Dumoulin no gane el Giro, pero va a costar un mundo quitarle el rosa
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su ataque provoca un cisma en astana

Lo normal es que Dumoulin no gane el Giro, pero va a costar un mundo quitarle el rosa

Es solo el inicio de la montaña, pero Dumoulin se atrevió a retar a los grandes escaladores en plena ascensión y salió vencedor, provocando de hecho un cisma entre Vincenzo Nibali y su equipo, Astana

Foto: Dumoulin atacó cuando fue atacado (EFE Claudio Peri).
Dumoulin atacó cuando fue atacado (EFE Claudio Peri).

Dumoulin dijo antes de empezar que no venía al Giro a ganar. Costaba creerle. Y no es que mintiese en sus intenciones. Dumoulin es más consciente que nadie de sus limitaciones y sabe que la montaña del Giro le acabará por hundir. Sabe que lo normal es que no llegue a Milán de rosa. Pero por ahora ese es el color que cubre el negro maillot del Giant-Alpecin y para quitárselo, los demás corredores tendrán que dejarse hasta la última gota de sudor en la pelea. Por ahora, y no llevamos ni una semana, ya ha provocado él solito un cisma en Astana.

Vincenzo Nibali no es un corredor que se muerda la lengua. Cuando siente que algo ha ido mal, es el primero en reconocerlo, aunque en general también escurre el bulto. En la primera etapa de montaña, lejos de ser la más dura que se encontrará el pelotón, Nibali se encontraba con buenas piernas y desde el coche de equipo le dijeron que, si de verdad estaba bien, que atacase a Dumoulin, que probase las fuerzas del holandés, al que se le había visto con ciertas dificultades en el anterior puerto de Rocca di Selva. Cuanto antes desmontar al líder del Giant, mejor, pensaría Beppe Martinelli, director de Astana.

[Lea aquí nuestra entrevista a Nibali]

Primero salió Jakob Fuglsang al ataque de un pelotón que comandaban los kazajos durante muchos kilómetros, preparando el terreno para lo que se venía. Fuglsang salió disparado a intentar pescar algo. Después saltó Nibali. Pero no tenía la rueda de su compañero, sino que se marchó a la aventura. Y su ataque, además de débil resultó contraproducente, porque envalentonó a Dumoulin, que le metió 21 segundos al líder de Astana. “No era un ataque planificado. Vi que Nibali estaba teniendo un mal momento, le costaba distanciarse en un falso llano (…) Si veo la posibilidad, la cojo”. Y en ese momento, cambió lo que dijo antes del Giro: “Me he sorprendido a mí mismo. Ahora quizás puedo luchar por la general”.

Así fue la sexta etapa.

“Claramente la táctica fue errónea. Puede que haya confiado demasiado en las indicaciones del coche y de lo que oía en la radio, y salté en el momento equivocado (…) El plan cambió durante la carrera, porque yo debía esperar al final, sabía que no era una llegada muy propicia para mí. Después, me dijeron que si estaba bien, probase, y probé, pero debí esperar quieto y jugar mis cartas con paciencia”, dijo Nibali con amargura. Su rostro reflejaba una decepción profunda demasiado prematura para las alturas de carrera en que nos encontramos.

Pero peores son las sensaciones que quedan entre el corredor siciliano y su equipo, muy tensas desde el Tour pasado. “Hoy se ha equivocado el coche de equipo”, aseguró con una sonrisa que denotaba perplejidad por lo sucedido. Martinelli sintió la responsabilidad por lo sucedido y reconoció que “quizá cometimos un error desde el coche al decirle que atacara cuando tenía el viento de cara”. Eso sí, espera que esto “no afecte al resto del Giro demasiado, pero creo que la táctica fue un error”.

Aun si apenas llevamos una semana de Giro, las emociones ya están a flor de piel. Cualquier fallo desmedido puede costar caro en las etapas en las que la carretera se empine y las piernas no estén ya tan fuertes como en los primeros días. Por ahora, ya son cinco, mínimo, los jerséis rosas que se va a vestir Dumoulin. No venía por la general, dijo, pero ya que se está viendo fuerte, va a estar luchando hasta que le quede una gota de sudor por gastar. Y precisamente es ahora cuando tiene oportunidad de hacerlo de verdad, de aprovechar los terrenos menos contrarios a sus características para ampliar su margen lo máximo posible. Porque no será fácil mantenerlo. Ya lo hizo en la Vuelta. ¿Recuerdan esa etapa con un precioso final en Ávila? Allí, sin necesidad, Dumoulin atacó en los últimos metros para agenciarse unos pocos segundos que veía vitales. Todo tiempo ganado entonces, finalmente fue insuficiente.

Como dijo Nibali, “Dumoulin tiene una condición buena, pero su equipo no está tan bien preparado como él, por tanto debemos esperar las etapas más importantes, esas con constantes subidas duras y atacarle de lejos”. Piensen que todavía no ha aparecido Valverde, que lo hará (ya le ha robado unos segundos a Nibali y Landa, que no es poco) y también tienen que surgir Majka y el propio Landa en alguna gran jornada de montaña. Sin embargo, por ahora, todos tienen que luchar contra el de Maastricht. Y como dejó claro en la Vuelta, no va a soltar el liderato con facilidad (y tiene dos contrarreloj más para afianzarlo).

Dumoulin dijo antes de empezar que no venía al Giro a ganar. Costaba creerle. Y no es que mintiese en sus intenciones. Dumoulin es más consciente que nadie de sus limitaciones y sabe que la montaña del Giro le acabará por hundir. Sabe que lo normal es que no llegue a Milán de rosa. Pero por ahora ese es el color que cubre el negro maillot del Giant-Alpecin y para quitárselo, los demás corredores tendrán que dejarse hasta la última gota de sudor en la pelea. Por ahora, y no llevamos ni una semana, ya ha provocado él solito un cisma en Astana.

Alejandro Valverde
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