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Mikel Landa, ante la gran oportunidad (y responsabilidad) que pedía a gritos
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como líder de sky, debe luchar el rosa

Mikel Landa, ante la gran oportunidad (y responsabilidad) que pedía a gritos

Apareció de la nada hace un año en el Giro 2015 y con sus victorias empezó a pedir la responsabilidad de poder luchar por la victoria final. Sky le dio esa oportunidad

Foto: Landa ganó la etapa reina de la Itzulia (EFE/ADRIÁN RUIZ DE HIERRO).
Landa ganó la etapa reina de la Itzulia (EFE/ADRIÁN RUIZ DE HIERRO).

Por lo general, los roles en un equipo ciclista están perfectamente definidos mucho antes de que se empiece a rodar cualquier carrera. Incluso en las de un día se define quién será el que tire, el aguador, el candidato claro a ganar... En las grandes vueltas de tres semanas, esa especificación es determinante para que todos los miembros de la plantilla aporten lo que deban para el buen devenir del equipo y, en su caso, de su líder. Es muy diferente ser un gregario o un jefe de filas y raras veces se entremezclan las dos figuras. A veces surge un rebelde, un corredor que quiere más que servir a otro, que quiere lo que considera que se merece. Hace un año, eso le sucedió a Mikel Landa, y esa pequeña sublevación le ha valido ser el líder del mejor equipo del mundo en el Giro de Italia.

¿Quién era Landa antes del Giro de 2015? Un corredor de futuro que había obtenido un par de victorias de etapa en carreras de pocos días, pero que aún no había hecho prácticamente nada en las grandes en las que había podido participar. Es decir, a estas alturas hace un año, Landa era uno más en Astana destinado única y exclusivamente a ayudar a Fabio Aru a ganar la 'maglia rosa'. Todo cambió cuando en Madonna di Campiglio, donde Pantani se coronó y fue condenado, el chico de Murguia se presentó al mundo de la bici con una victoria incontestable.

"Es verdad que me quedé con las ganas de tener mi oportunidad, de hacer mi carrera, espero hacerla ahora. Mi rol era otro, lo acepté y trabajé para Aru. Él asumió la presión. Yo disfruté mi Giro y la experiencia me tiene que valer", aseguró en 'Mundo Deportivo'. Aquella decisión de Beppe Martinelli, el exdirector de Astana, de no permitir a Landa coger las riendas del equipo kazajo le "dolió". Acabó la penúltima etapa, en la que Contador ya no tenía fuerzas para aguantar mucho más, entre lágrimas de resquemor, de rabia. Estaba escapado, en plena disposición de ganar la etapa y, quién sabe, si la general. Pero le obligaron a parar, tenía que esperar a que llegara Aru a su rueda para ir juntos a desbancar a Contador. La imagen de Landa, con cara de incredulidad, reduciendo el ritmo de carrera hasta un suave trote quedó para siempre en el recuerdo del Giro.

Fue a partir de entonces cuando Mikel Landa se dio cuenta de que podía aspirar a muchísimo más que a ayudar a su compañero y líder de equipo. ¿Por qué, si se encontraba más fuerte y con mejores posibilidades que Fabio Aru, iba a tener que retener su ambición? Había corrido ya tres Vueltas y un Giro, pero aquel día comprendió que tenía madera de líder y que lo único que le faltaba era serlo, precisamente. "Quiero probar lo que es tener un equipo a mi disposición en una gran carrera por etapas", dijo a El Confidencial en una entrevista durante la pasada Vuelta, el día antes de ganar allí también la etapa reina.

En Astana no tenía ni la más mínima opción de ser líder en ninguna de las grandes. Nibali y Aru se repartirán ese puesto de honor en Giro, Tour y Vuelta, no hay espacio para un actor secundario, a pesar de que tenga opciones de ganar el Oscar a mejor actor principal. Entonces llamó a la puerta de Landa el Team Sky. Sí, el mejor equipo del planeta se interesó por un chico que tenía en su haber tres etapas importantes, una apuesta tan arriesgada como valerosa.

Lo cierto es que los británicos necesitaban otra cara conocida después de la marcha de Richie Porte, y Landa encajaba con el perfil idóneo, esto es, joven, con mucho recorrido por delante, y sin aspiraciones de ganar el Tour a corto plazo (vamos, que no le va a hacer sombra directa a Froome como sí le hizo a Nibali y, sobre todo, a Aru). Escogieron a Landa y directamente le enviaron a Italia a que, al menos, repita el tercer puesto del año pasado.

Pero Landa quiere el rosa, vestirse por primera vez con el maillot de líder de una gran vuelta y, si puede, aguantarlo hasta final de la carrera. Está ante la oportunidad que considera que merece de sobra. Su rendimiento de 2015 y su victoria en el Trentino le permiten acudir con una confianza por encima de lo normal a un territorio que conoce bien. Sin embargo, se enfrenta a este reto de una manera que todavía no conoce bien. Como líder, como primera espada de un equipo candidato al podio final, con la enorme presión que eso conlleva. A ser líder también hay que aprender, y eso le toca a Landa ahora. Es su momento para demostrar todo lo que tiene.

Por lo general, los roles en un equipo ciclista están perfectamente definidos mucho antes de que se empiece a rodar cualquier carrera. Incluso en las de un día se define quién será el que tire, el aguador, el candidato claro a ganar... En las grandes vueltas de tres semanas, esa especificación es determinante para que todos los miembros de la plantilla aporten lo que deban para el buen devenir del equipo y, en su caso, de su líder. Es muy diferente ser un gregario o un jefe de filas y raras veces se entremezclan las dos figuras. A veces surge un rebelde, un corredor que quiere más que servir a otro, que quiere lo que considera que se merece. Hace un año, eso le sucedió a Mikel Landa, y esa pequeña sublevación le ha valido ser el líder del mejor equipo del mundo en el Giro de Italia.

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