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Froome, crecido: "No me gustaría estar en la piel de mis rivales ante nuestra exhibición"
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Quintana sigue soñando en amarillo

Froome, crecido: "No me gustaría estar en la piel de mis rivales ante nuestra exhibición"

"No queríamos ser ofensivos, queríamos dejar la iniciativa a otros equipos, pero cuando he visto que los otros tenían dificultades, que no habían digerido bien la jornada de reposo, he decidido atacar", dijo

Lo veníamos diciendo en este periódico: el Tour 2015 iba a ser apasionante. Y la verdad, así lo estaba siendo. No había ni una sola carrera que, por una cosa o por otra no fuera sensacional, de quedarse embobado ante el televisor viendo lo que eran capaces de hacer estos ciclistas, los mejores del mundo. Y todavía quedaba la alta montaña, que presumiblemente siempre es lo mejor de una larga carrera por etapas. Hasta el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, se aventuró a seguir la etapa en el coche de Movistar como si fuera Eusebio Unzúe. Pero fue llegar la representación política española y entrar el Tour en recesión. De repente llegó el británico-keniata para aguarnos la fiesta y dejar el Tour más cerrado que una caja fuerte. Froome rompió a todos sus rivales, a todos, no dejó uno con vida. ¡Qué bueno es! Y qué desierto de ronda nos ha dejado.

Las adversidades que se puede encontrar un ciclista a lo largo de la semana y media larga de competición que todavía queda por delante son muchas y muy variadas. Como le pasó a Andy Schleck en 2010, cuya salida de cadena regaló el Tour a Alberto Contador en 2010, aunque luego lo ganara el luxemburgués por el dopaje del madrileño. O en algún descenso vertiginoso puede sentir el miedo de las curvas cerradas y dejarse un tiempo dorado. O alguien puede hacerle el afilador y mandarlo al suelo… Son burdas ilusiones de quienes aún tenemos ganas de emoción en este Tour, porque, la verdad sea dicha, Froome está a un nivel estratosférico, lejos del que se encuentre en mejor forma de sus perseguidores.

Tanto es esto así que Froome es consciente de su momentánea excelencia y se relame el jolgorio con frases como “no me gustaría estar en la piel de mis adversarios ante la exhibición que hemos hecho”. ¿Es una muestra de soberbia? No lo parece. Realmente se ha sentido muy superior y lo ha demostrado dentro y fuera del asfalto. Y lo dice sabiendo lo que es estar en el otro lado, en el lado de los que no han podido con sus piernas en alguna dura etapa de montaña. Ya le pasó, sin ir más lejos, en el Tour que se embolsó en 2013, cuando las piernas, sobrecargadas por unos días de montaña excelsos, no respondieron a los ataques de Nairo Quintana en el Alpe d’Huez. Nunca peligró su jersey amarillo, pero también pudimos entonces ver que ese poderoso saco de huesos blanquecino tiene una parte humana.

"Cuando escuchaba las diferencias por la radio era como música para mis oídos, especialmente porque se producían tan pronto. Empecé a escuchar grandes diferencias que me sorprendieron. Lo único que se me ocurre es que quizá algunos rivales no aprovecharon lo suficiente el día de descanso. Ha sido un día de ensueño", dijo Froome. Primero cayó Nibali, abatido, con un ritmo de paseo veraniego, porque a Pinot ya ni lo contamos; luego fueron desapareciendo progresivamente Purito, Contador, Valverde y hasta Quintana se fue hundiendo conforme Froome crecía sin freno.

Claramente a Froome se le dan bien los inicios de la alta montaña, porque ya los ganó en 2012 y 2013. Lo que no deja de sorprender es lo débiles que se mostraron los demás corredores de cabeza. Sólo Quintana se quedó a una distancia relativamente superable. Mucho tiene que pasar, como decimos, para que el británico se deje los 3:09 que tiene de desventaja el colombiano, pero Nairo ha venido aquí a jugar y ha seguir luchando por el “sueño amarillo”. Fue su segundo, Valverde, el que intentó romper la carrera para su jefe de filas, pero ni pestañearon los Sky que iban con ellos. Eso sí, asfixiaron a Contador.

"Sabía que la de hoy –por ayer– era una etapa importante. No quería perder tiempo, pero no conseguía respirar, ni hacer que giraran mis piernas, no sé por qué. Aún me cuesta respirar, y cuando no respiras no limpias el ácido de las piernas. Creo que incluso tenía que haber perdido más tiempo". Cuánto ha cambiado la carrera para Contador. De querer ganar el doblete en un año a tener que empezar a aspirar a otras cosas: al podio, a ganar alguna etapa, a no hundirse más… Él mismo sabe que la general está perdida. Puede que otro alcance a Froome, pero no será Contador, que vive cada etapa con una fatiga incansable que le perseguirá hasta París.

Lo veníamos diciendo en este periódico: el Tour 2015 iba a ser apasionante. Y la verdad, así lo estaba siendo. No había ni una sola carrera que, por una cosa o por otra no fuera sensacional, de quedarse embobado ante el televisor viendo lo que eran capaces de hacer estos ciclistas, los mejores del mundo. Y todavía quedaba la alta montaña, que presumiblemente siempre es lo mejor de una larga carrera por etapas. Hasta el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, se aventuró a seguir la etapa en el coche de Movistar como si fuera Eusebio Unzúe. Pero fue llegar la representación política española y entrar el Tour en recesión. De repente llegó el británico-keniata para aguarnos la fiesta y dejar el Tour más cerrado que una caja fuerte. Froome rompió a todos sus rivales, a todos, no dejó uno con vida. ¡Qué bueno es! Y qué desierto de ronda nos ha dejado.

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