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Aru desahoga la rabia contenida por esas etapas en las que pudo "perder 20 minutos"
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no ganará el giro, pero recuperó la confianza

Aru desahoga la rabia contenida por esas etapas en las que pudo "perder 20 minutos"

En todas las anteriores etapas de montaña, Fabio Aru había dado unas muestras de flaqueza impropias de un candidato al rosa. Una vez perdido el Giro, se desfondó para quitarse las espinas

Foto: Fabio Aru se liberó de la rabia contenida en la meta de Cervinia (Cordon Press).
Fabio Aru se liberó de la rabia contenida en la meta de Cervinia (Cordon Press).

Gritó, y gritó, y gritó, agitando los brazos al cielo alpino con toda la fuerza que le restaba después de seis horas y 24 minutos de esfuerzo ímprobo. Exhaló un último grito, y una vez ya por fin cruzó la línea de meta, desfalleció sobre los brazos de su eufórica familia y olvidó por fin la semana anterior en la que una flaqueza impropia de un aspirante al rosa le había consumido, le había hundido en la clasificación y había casi decepcionado a todo el país anfitrión. Fabio Aru por fin se liberó de la languidez que le poseyó y clamó al mundo entero que si este no ha sido su Giro de Italia, otro vendrá y entonces hará de nuevo y repetidas veces lo que ningún otro pudo hacer en Cervinia: ganar.

Hay pocas cosas más duras para un ciclista que perder el liderato de su propio equipo. Y esa situación sólo se da cuando se encuentra a otro corredor que, una vez visto el desarrollo de la competición, se ha mostrado superior en la carretera que ese al que estaba destinado a servir de currelas. Astana tenía un líder claro más allá de que llevara el 1 detrás del 2. Fabio Aru había tenido un papel sobresaliente en la Vuelta a España 2014 y la ausencia de Vincenzo Nibali le otorgaba a sus 24 años el liderato del equipo kazajo de manera natural.

Desde muy pronto, Alberto Contador sabía que sólo iba a tener, teóricamente hablando siempre, claro, dos rivales: Fabio Aru y Richie Porte. Siempre y cuando Rigoberto Urán no sorprendiese y se incrustase en la terna, lo cual no ha sucedido en ningún momento. Y lo que hizo Contador fue resguardarse de los ataques de Aru en las primeras etapas y aprovechar su veteranía para ir sumando poco a poco segundos de ventaja a la clasificación. Y mientras eso no suponía un esfuerzo extra al de Pinto, el sardo fue perdiendo fuerzas progresivamente hasta que en la subida al Mortirolo claudicó y cedió su cetro a Mikel Landa.

Pero esa superioridad física de Landa no se vio solamente en esa subida y en la sucesiva a Aprica, sino que ya en etapas anteriores se había contenido para no saltarse la jerarquía que imperaba dentro del equipo Astana. En Madonna di Campiglio, sintiéndose superior a Aru y Contador, decidió aprovechar para atacar en los últimos metros para asegurarse su primera victoria en una grande. Era bien consciente de que ese ataque no iba a producir una distancia importante en la clasificación general con respecto a Aru, y por tanto no dudó en coger el primer tren que pasaba por allí para subirse en él y llegar el primero a la meta.

Pero en Aprica fue otra historia. “Podía haber perdido 20 minutos –decía Aru al terminar la susodicha subida–. He sufrido muchísimo durante 40 kilómetros, he intentado no hundirme, pedaleando más con la cabeza que con las piernas”. Y fue entonces cuando se dio por vencido. Era muy evidente que Landa se encontraba mejor que él, más fresco, su rostro reflejaba ambición, ganas; el de Aru, cansancio, fatiga. “Mikel estaba bien y era justo que probase. Está mejor y no hay jerarquías”, dijo el hasta ese día líder del Astana. Landa ganó, se puso segundo y se convirtió en la única verdadera amenaza de un Contador que tenía a su adversario más próximo a más de media decena de minutos.

Y cuando tocaba subir a Cervinia, Contador tenía muy claro el cambio de mandos en el equipo rival. Su intención era en todo momento vigilar a su compatriota, no perderlo de vista y contrarrestar cualquier ataque que pudiera llevar a cabo. Pero fue Aru el que atacó una vez, y esa vez Contador y el grupo de favoritos lo siguió. Cuando atacó Hesjedal, nadie se movió. Y luego, cuando lo hizo Aru, tampoco. Contador se quedó con Landa, expectante. “Cuando atacó Aru pensé que era una buena opción, no era peligroso para la general”, decía Contador al terminar la epata. Este sábado llega el Colle delle Finestre y Sestriere y “hay que medir esfuerzos”. Es el último esfuerzo para llegar de rosa a Milán.

Gritó, y gritó, y gritó, agitando los brazos al cielo alpino con toda la fuerza que le restaba después de seis horas y 24 minutos de esfuerzo ímprobo. Exhaló un último grito, y una vez ya por fin cruzó la línea de meta, desfalleció sobre los brazos de su eufórica familia y olvidó por fin la semana anterior en la que una flaqueza impropia de un aspirante al rosa le había consumido, le había hundido en la clasificación y había casi decepcionado a todo el país anfitrión. Fabio Aru por fin se liberó de la languidez que le poseyó y clamó al mundo entero que si este no ha sido su Giro de Italia, otro vendrá y entonces hará de nuevo y repetidas veces lo que ningún otro pudo hacer en Cervinia: ganar.

Alberto Contador
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