El pavés no es el único obstáculo de la París-Roubaix, también están los trenes

La París-Roubaix es especial por muchas cosas, sobre todo por sus espectsculares tramos adoquinados que convierten la carrera en una tortura para los ciclistas. La edición de este año se la llevó John Degenkolb, que ganó el sprint del pequeño grupo que llegó con ventaja al velódromo de Roubaix. El alemán también ganó la Milán-San Remo, por lo que está siendo el más destacado de las clásicas de primavera.

Pero el Infierno del Norte se llama así por algo. A lo largo de 253,5 kilómetros, los corredores tuvieron que sortear muchos obstáculos. La mayoría, en forma de pavés, como el tramo delCarrefour de l'arbre, uno de los más complicados de los 27 que salpicaban el recorrido de este año. Pero hubo más.

A 85 kilómetros del final, los corredores se encontraron con un paso a nivel, nada extraño en la París-Roubaix. Lo curioso es que un buen grupo de corredores se lo saltó: no pararon a pesar de que las barreras ya estaban bajando y un policía les había dado el alto. Unos sortearon las barreras, pero otros chocaron con ellas. Los que iban por detrás tuvieron que pararse y esperar a que pasar el tren, un TGV (alta velocidad francesa).La organización decidió castigar a los que se saltaron la barrera haciéndolos parar y reagrupando el grupo.