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Regreso al Hotel Capitán: "Aquí se dejó la vida deportivamente Don Miguel Indurain"
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LA VUELTA PASA POR el lugar de los hechos

Regreso al Hotel Capitán: "Aquí se dejó la vida deportivamente Don Miguel Indurain"

13ª etapa de la Vuelta de 1996. En el kilómetro 153, Indurain se echaba a un lado de la carretera, sacaba el pie de la cala del pedal y se metía en el hotel Capitán

Foto: FOTO: V. J.
FOTO: V. J.

El pelotón de la Vuelta se enfilaba camino de Cangas de Onís. La subida a los Lagos aguardaba a los corredores para dirimir en sus rampas otra bonita batalla. Sin embargo, la memoria se detiene en la localidad asturiana, justo antes de la ascensión final. Allí, testigo de muchos años de ciclismo, se erige el Hotel Capitán. Allí, hace ya 18 años, Miguel Indurain dio su última pedalada como profesional. La nostalgia invita a entrar en el establecimiento, donde una fotografía del campeón navarro preside el salón principal. "Con cariño para mis amigos del hotel Capitán", reza la imagen de 1996 con la firma de Miguel. A simple vista ese retrato parece el único recuerdo de Indurain, pero no. Un cartel perfectamente plastificado recuerda la fecha del 20 de septiembre de 1996, como el último día que se vio a 'Miguelón' con un dorsal en su espalda. "Aquí se dejó la vida deportivamente Don Miguel Indurain", se lee.

Era la etapa 13 de la Vuelta a España. Los Lagos esperaban en el tapete de la ronda española a que Rominger, Zülle, Jalabert e Indurain se jugaran la victoria, pero ese día pasaría a la historia por motivos bien distintos. En el kilómetro 153 de la jornada, Miguel, el gran campeón del ciclismo nacional y mundial, se echaba a un lado de la carretera, sacaba el pie de la cala del pedal y se dirigía hacia el interior del hotel Capitán, donde el mecánico Pedro López recogía su bici por última vez. Poco antes, en el alto del Fito, el navarro se acercó al coche del equipo Banesto y le dijo a Eusebio Unzué: "Tengo las piernas como dos tablas". Su director por aquel entonces le contestó: "Acaba el descenso y te bajas en el hotel". Era el fin de la época más gloriosa que recordaba el ciclismo español, aunque pocos lo veían así. Miguel, quizás, era el único que lo sabía. "Posiblemente puede ser el final", presagió Indurain a su mecánico.

Para entender el desenlace de esta historia hay que remontarse varios meses atrás a ese 20 de septiembre de 1996. En el Tour de Francia de ese mismo año Indurain sufre la primera derrota sonada de su carrera. Después de ganar cinco veces consecutivas la ronda gala, en esa edición acaba en el puesto once, lejos de la zona noble. Posteriormente, tras un intento falido del record de la hora en Colombia, la relación entre el campeón navarro y la dirección del equipo Banesto se deteriora de manera irreversible. La ONCE de Manolo Sáiz entra en escena y pugna por el fichaje del navarro para la siguiente temporada. Las altas instancias del banco insisten en que Miguel corra la Vuelta a España. El campeón español se resiste y pide no ir, pero las presiones son insostenibles e Indurain sin estar física y psiquicamente preparado se presenta en la salida de Valencia.

El desarrollo de la carrera -Miguel era tercero en la general a 2:04 del líder, pero no rendía a su nivel ni en la crono ni en la montaña- desemboca en la catarsis final. A sus 32 años y mermado por un proceso vírico que atacó su aparato respiratorio, Miguel arrojó por primera y única vez la toalla. "Sigue tú Marino", le instaba a Alonso, su compañero de equipo, cuando Tony Rominger atacaba subiendo el Fito. Poco después, Miguel echaba el telón a su gloriosa trayectoria en el hotel Capitán, que desde entonces se ha convertido en lugar de peregrinación para el cicloturismo mundial. "Muchos vienen a hacerse la foto sólo", cuentan en el establecimiento. "Miguel también nos visita siempre que pasa por aquí cerca. El primer año que vino no le conocía porque no estaba tan delgado como cuando era ciclista", nos revelan. "Guarda un buen recuerdo de nosotros y nosotros de él, por supuesto", continúan.

Al día siguiente de su abandono, como siempre, con discreción, Miguel abandonó el hotel para poner rumbo a Benidorm, donde le esperaban su mujer Marisa y su primogénito Miguel. Allí, en la costa mediterránea, Indurain expone las dudas barruntadas en la habitación del hotel Capitán horas antes. La retirada ya planeaba en la cabeza del campeón. Con Banesto la relación era insostenible y la ONCE no reunía el dinero suficiente para pagar su ficha. Meses después, el 2 de enero de 1997, Indurain anunciaba en rueda de prensa que dejaba el ciclismo profesional. Ese adiós que comenzó en un hotel de carretera en Cangas de Onís se consumaba de manera oficial para pena de los amantes del buen ciclismo.

El pelotón de la Vuelta se enfilaba camino de Cangas de Onís. La subida a los Lagos aguardaba a los corredores para dirimir en sus rampas otra bonita batalla. Sin embargo, la memoria se detiene en la localidad asturiana, justo antes de la ascensión final. Allí, testigo de muchos años de ciclismo, se erige el Hotel Capitán. Allí, hace ya 18 años, Miguel Indurain dio su última pedalada como profesional. La nostalgia invita a entrar en el establecimiento, donde una fotografía del campeón navarro preside el salón principal. "Con cariño para mis amigos del hotel Capitán", reza la imagen de 1996 con la firma de Miguel. A simple vista ese retrato parece el único recuerdo de Indurain, pero no. Un cartel perfectamente plastificado recuerda la fecha del 20 de septiembre de 1996, como el último día que se vio a 'Miguelón' con un dorsal en su espalda. "Aquí se dejó la vida deportivamente Don Miguel Indurain", se lee.

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